—Buenas noches, chaval —dijo una voz. La de Bugs, alta y clara.
—Buenas noches, Rich —fue la inmediata respuesta, no tan fácil de identificar, aunque supuse que era la de Moshe.
Sonreí en la oscuridad. Estaba claro que Bugs se había molestado con mis risas, y que ése era su modo de recuperar… ¿qué? La autoridad o el respeto. Aquel «buenas noches, chaval» manifestaba su intención de mojarle la oreja a quien le tomara el pelo. Porque esas cosas molestan.
Al cabo de unos cuantos segundos rompí al fin el silencio diciendo, con una sonrisa aún más amplia:
—Buenas noches, Jesse.
Jesse pasó la despedida a Ella, y Ella a un carpintero australiano, y éste a una de las chicas yugoslavas, y entonces me desconecté del juego.
Despierto y escuchando el martilleo de los rayos láser sobre el tejado del barracón, comprendí que existía una pregunta que requería respuesta: ¿por qué Bugs me atacaba tanto los nervios? Porque mira que me los atacaba, aun cuando no hubiera reparado en ello hasta que Jed me obligó a admitirlo.
Quiero decir que no es que me hubiera hecho algo malo o que se hubiera dirigido a mí con modales bruscos. De hecho, casi no había hablado con él. Me refiero a mantener una conversación. Nos habíamos cruzado unas cuantas palabras relacionadas con el trabajo, para transmitirnos algún recado de Gregorio o Antihigiénix. Cosas así.
A fin de encontrar la respuesta elaboré una lista de las cosas que me molestaban de él, como su estúpido estoicismo cuando se hirió en la pierna, lo gilipollas que había estado con ocasión del episodio de la sopa o ese nombre ridículo que tenía. Eso sin olvidar lo mucho que me irritaba su carácter competitivo. Si habías visto el sol levantarse sobre Borobudur, él te decía que deberías haberlo visto al ocultarse, y si sabías de un buen sitio donde comer en Singapur, él conocía otro mejor. Y si atrapabas un tiburón con las manos…
Decidí que no le daría ocasión de contarme su experiencia con el tiburón tigre.
Pero, en cualquier caso, aquéllas no eran razones de peso. Tenía que haber algo más.
—Será un presentimiento —mascullé al volverme para dormir, aunque la respuesta no me dejara del todo satisfecho.
Me habría venido bien una visita de Mister Duck aquella noche, pues le habría dicho que me contara más cosas acerca del carácter de Bugs. Pero, desafortunadamente, Mister Duck no se presentó. Era un poco como con los taxis. Como con los taxis y los autobuses nocturnos.