Agradecimientos

Como siempre, debo dar las gracias a mucha gente increíble, tanto dentro como fuera del mundo editorial, por hacer posible esta novela y por mejorarla. Suzanne Gluck, Raffaella De Angelis, Tracy Fisher, Alicia Gordon, Cathryn Summerhayes, Eugenie Furniss, Michelle Feehan, Erin Malone, Sarah Ceglarski, Caroline Donofrio, Liz Tingue, Mina Shaghaghi, Eve Attermann y sus fantásticos colegas en William Morris Endeavor Entertainment; Jennifer Hershey, Tracy Devine, Gina Centrello, Tom Perry, Jane von Mehren, Erika Greber, Amy Edelman, Vincent La Scala, Richard Elman, Courtney Moran, Jessica Waters y el entregado equipo en Random House, así como Stuart Williams y sus colegas en Harvill Secker; mi sociedad secreta de lectores y asesores Eric Bennett, Kevin Birmingham, Benjamin Cavell, Joseph Gangemi, Julie Park Haubner, Marcus Padow, Cynthia Posillico y Scott Weinger, y mis incansables partidarios Marsha Helmstadter, Susan Pearl, Warren Pearl e Ian Pearl.

Mi ayudante de investigación Gabriella Gage volvió a hacer gala de sus maravillosas aptitudes para ayudarme a descubrir incontables materiales históricos de gran valor. Gail Lippincott, Joyce Miles y Pam Swallow fueron tres de las especialistas que me ayudaron a buscar documentos poco conocidos sobre Ellen Swallow Richards. Nora Murphy, de los archivos del MIT; Frank Conahan, de las colecciones generales en el Museo del MIT, Peter Bebergal, en la Oficina de Licencias de Tecnología del MIT, y David Kaiser, en el Programa de Ciencia, Tecnología y Sociedad del MIT, fueron generosos con su tiempo y sus conocimientos. La historia de los inicios del MIT quedó documentada por primra vez, de forma exhaustiva, en el libro de Samuel Prescott When MIT Was Boston Tech, y más tarde enriquecida por Julius Stratton y Loretta H. Mannix en Mind and Hand: The Birth of MIT, y en un reciente volumen de ensayos que editó el profesor Kaiser, titulado Becoming MIT. Estas fuentes, junto con las memorias de Robert Hallowell Richards, His Mark, han sido de las más valiosas.

Por último, mi esposa y mi hijo me proporcionaron inspiración y perspectiva a diario y me ofrecieron un motivo para volver del siglo XIX.