Entre los años 1997 y 2002, doce jóvenes se suicidaron en Puerto Aysén, Chile. Nunca se dio una explicación satisfactoria, ni a sus familiares ni a la opinión pública, y se barajaron historias de toda índole, desde la trillada depresión adolescente, la presencia de una red de narcotráfico ligada a militares, hasta la supuesta posesión demoníaca del puente característico de la región. Así como éste, acontecimientos abiertos o inexplicables suceden todos los días en todos los rincones del globo, y, adoptando el cliché como mi motor, no dejo de convencerme que la realidad supera la ficción. Sin embargo, ciertas desdichas jamás deberían convertirse en leyendas urbanas, y depende de cuánto queramos abandonar la indolencia. La mayoría de los crímenes sí se pueden explicar. La justicia es ciega. Nosotros, no.
Escribir es un arte complicado, solitario, silencioso y detallista. No obstante, una novela nunca llega a buen término si el universo no conspira a favor. Muchas personas pusieron energía, tiempo y expectativas en La séptima M. No puedo dejar de agradecer a Antonio Aguilar, subcomisario (r) de Investigaciones de Chile y profesor de Investigación Criminalística del IST, por sus explicaciones didácticas y sus interesantes libros de policías. A Francisco Mouat, por gestar esta idea conmigo e impulsarme en el camino del relato real. A Carla Aguilar, Manuel Ibáñez, Cristhian Martínez y Rosselyn Rodríguez, por su inmenso apoyo, desinteresado y sostenido. A Juan y Dinora, mi madre, siempre atentos a mis novedades, y a toda la familia García Dünner, por el cariño y respaldo incondicional. Por último, y no por eso menos importante, quiero agradecer a los miles de seguidores de Harry Potter que abarrotan mi e-mail hasta el día de hoy, felicitándome por mi fan-fiction. No me habría animado a esta aventura si no fuera por ellos. Gracias a Hogwarts Chile, a La Orden de la Luz (México), y a Álex Carballo (Venezuela) por las palabras que sentaron el precedente: «Su historia, sinceramente, me gustó mucho más que la de la señora Rowling». Eso no pasa todos los días.