El punto de vista de que los pobres de Norteamérica se niegan a trabajar duro y a ahorrar debido a una cultura de la pobreza no tiene en cuenta el tipo de trabajo y las oportunidades de progresar que se les brindan. En su libro Tally’s Córner (1967), Elliot Liebow, un etnógrafo que ha estudiado a los «hombres de la esquina» negros de Washington D. C., nos presenta una vivida descripción de las condiciones que conforman las pautas de trabajo del varón negro no cualificado. Los «hombres de la esquina» desprecian el trabajo degradante que deben realizar, pero esto no es consecuencia de alguna tradición especial que adquieren en la cultura de la pobreza. Históricamente, las heces del mercado de trabajo en los Estados Unidos se han dejado a los negros y a otras minorías: empleos cuyas condiciones y perspectivas son la marca del fracaso, infravalorados y ridiculizados por el resto de la población activa, y a los que se les paga el salario mínimo, o aún menos; empleos sucios (recoger basura, limpiar retretes) o agotadores (cargar camiones, transportar muebles).
Cuanto más monótono, sucio y agotador es el empleo, mayor es la probabilidad de que se les recompense el esfuerzo y diligencia extra con más trabajo del mismo tipo. No hay ningún «sendero» que conduzca desde la empleada que limpia por la noche la oficina del ejecutivo hasta el trabajo de ejecutivo, desde el lavaplatos hasta el propietario del restaurante; desde el peón de la construcción no cualificado hasta el oficial electricista o el albañil. Estos empleos no tienen ningún porvenir desde el principio. Como indica Liebow, nadie expresa más explícitamente el menosprecio del trabajo que el patrón que lo paga. El resto de la sociedad, contradiciendo sus valores declarados referentes a la dignidad del trabajo, también infravalora el trabajo del lavaplatos o del portero.
Lo mismo hace el «hombre de la esquina». No puede actuar de otra manera. No puede obtener de un empleo aquellos valores sociales que otros no le dan (Liebow, 1967:59).
Una señal adicional de la degradación es, según Liebow, que los salarios que se pagan por los mismos despreciables trabajos en hoteles, restaurantes, hospitales, oficinas y edificios de apartamentos tienen en cuenta la probabilidad de que los trabajadores roben comida, ropa u otros artículos para elevar la paga que llevan a casa por encima del nivel de subsistencia. El patrón fija, pues, salarios tan bajos que el robo resulta inevitable. Pero, aunque reconoce implícitamente la necesidad de robar, el patrón intenta impedirlo y llamará a la policía si atrapa a alguien robando.
Liebow cuenta la historia de Richard, un negro de veintitantos años que había intentado mantener a su familia con empleos extras, desde quitar nieve con palas hasta recoger guisantes, y que había conseguido fama de ser uno de los hombres más trabajadores en la calle. Richard dijo: «Me imagino que debes salir ahí fuera y esforzarte. Debes esforzarte antes de poder conseguir algo». Después de cinco años de esfuerzos, Richard logró una cama andrajosa, un sofá, un par de sillas y un aparato de televisión, y se dio por vencido:
He estado luchando durante cinco años de la mañana a la noche, y ni mis hijos ni mi mujer ni yo tenemos nada (ibíd.:67).
Liebow resume las condiciones etic que regulan la pauta de trabajo de los «hombres de la esquina» de la siguiente manera:
La posibilidad de encontrar un empleo regular es alta sólo si accede a trabajar por menos de lo necesario para vivir, y a veces ni eso siquiera. En algunos empleos, el nivel de los salarios es engañosamente más alto que en otros, pero cuanto más alto es este nivel, más difícil resulta obtenerlos y menor es la seguridad en el empleo. Los trabajos mejor retribuidos de la construcción tienden a ser estacionales y, durante la temporada, los puestos de trabajo disponibles son muy sensibles a las condiciones de los negocios y del tiempo y a las necesidades cambiantes de los proyectos individuales. Además, los empleos mejor retribuidos de la construcción exigen frecuentemente un esfuerzo por encima de la capacidad física de algunos hombres, y algunos de los salarios de los empleos peor retribuidos se reducen todavía más de acuerdo con… el supuesto de que el hombre robará parte de lo que obtenga por su trabajo (ibíd.: 50-52).