La concentración de la riqueza

En un estudio sobre la concentración de la riqueza basado en los impuestos estatales sobre la herencia, proporcionado por el Internal Revenue Service (Smith, Frankliny Wion, 1973) se expresaba que el 4 por ciento de la población era propietaria de lo siguiente:

En 1976 se sabía que el 0,5 por ciento de la población poseía el 50 por ciento de todas las acciones de compañías privadas. Los estudios más recientes muestran que la concentración de la riqueza va en aumento. Según el «Informe sobre las operaciones financieras del consumidor en 1983», de la Oficina de la Reserva Federal, el 2 por ciento de las familias norteamericanas posee lo siguiente:

La concentración del poder económico es mucho mayor de lo que estas estadísticas sugieren. La razón está en que para mucha gente la principal forma de riqueza consiste en residencias y automóviles. Pero estas formas de riqueza no son verdaderamente importantes. No pueden ser usadas para crear más capital ni para controlar decisiones económicas. Por otro lado, la gente que realiza grandes cantidades de negocios —es propietaria de acciones, créditos y bienes reales— posee capital y puede ejercer control sobre aquellos que no lo tienen. Además, el hecho de que el 0,5 por ciento de la población tenga en su poder el 50 por ciento de las acciones de las compañías privadas no nos dice cuánto capital controlan realmente estas personas. Para controlar una gran empresa no se necesita poseer el 51 por ciento de las acciones. Como hay muchos inversores privados que son propietarios sólo de pequeños paquetes de acciones, inversores que posean un 15 por ciento o menos pueden controlar la política de la empresa.

Según la revista Forbes, las 400 personas más ricas de Estados Unidos son miembros de 82 familias. Estos individuos y estas familias tenían en 1983 negocios por valor de 166.000 millones de dólares. Pero cuando estos negocios se dividen en bloques de propietarios de grandes compañías que disponen del 15 por ciento o más de las acciones, resulta que no controlan sólo los 166.000 millones en los que se calcula su capital, sino 2 billones 213.000 millones de capital, o sea, el 40,2 por ciento de todo el capital fijo, privado y no residencial en Estados Unidos (Moorehouse y Dembo, 1985a: 23).

Cerca de la mitad de las acciones y de los créditos pertenecen a inversores institucionales, los cuales administran fondos de pensiones, depósitos de garantía y compañías de seguros. Son las grandes compañías, las familias y la gente que controla a estos inversores institucionales los que tienen el poder económico más grande.

Según un estudio sobre derechos de voto en las principales compañías realizado por el Comité del Senado para Asuntos Gubernamentales (1978), la fuerza del voto de los accionistas en 122 de las más grandes compañías de Norteamérica se concentraba en 21 inversores institucionales. Estas 122 sociedades tenían un valor de mercado de unos 500.000 millones de dólares y 2259 compañías subsidiarias y afiliadas, comprendiendo las firmas de mayor entidad en los campos de la industria, finanzas, transporte, seguros, suministros y venta al por menor del país. Los 21 grandes inversores institucionales eran, sobre todo, bancos y compañías de seguros como Morgan Guaranty, Citicorp, Prudential Insurance, Bankamerica, Manufacturers Hanover, Bankers Trust, Equitable Life y Chase Manhattan. Cada uno de estos bancos no era sólo una de las cinco principales fuerzas de voto en cualquiera de 8 a 56 de las más grandes sociedades, sino que, como grupo, eran la fuerza de voto mayoritario de cualquiera de los otros bancos. Morgan Guaranty, que es el primer accionista en cuanto al voto en 27 de las sociedades anónimas de mayor tamaño, también lo es en Citicorp, Manufacturers Hanover, Chemical New York, Bankers Trust y Bankamerica. Pero controladores y controlados eran realmente unos y los mismos, porque los más importantes bloques institucionales en la Morgan Guaranty no eran otros que Citicorp, Chase Manhattan, Manufacturers Hanover y Bankers Trust (U. S. Senate Committee on Governmental Affairs, 1978:3).

Es muy posible, por tanto, que un pequeño grupo de individuos y familias ejerzan de hecho una influencia decisiva en las políticas de este reducido pero inmensamente poderoso grupo de sociedades. Algunos de estos individuos y familias son bien conocidos. Además de los Mellon, están los Rockefeller, Du Pont, Ford, Hunt, Pew y Getty. Pero de la capacidad de los superricos para vivir en un mundo aparte da fe el hecho de que los nombres de muchas familias superricas sean completamente desconocidos para el público en general. Los antropólogos, en particular, con sus numerosos estudios sobre los pobres, han descuidado el estudio de las correspondientes pautas de pensamiento y acción de los superricos (Nader, 1972).