Como resultado de la creciente expansión de los sectores de servicios e información, los Estados Unidos pueden describirse mejor como una sociedad hiperindustrial, puesto que, prácticamente, todas las formas de actividad económica implican actualmente la producción en masa, la división detallada del trabajo y maquinaria mecánica o electrónica.
Aunque desde una perspectiva emic se dice que la economía política de los Estados Unidos es el capitalismo, desde una perspectiva etic es una mezcla de socialismo y capitalismo. De nuevo desde una perspectiva emic, el sector capitalista de la economía se contempla como basado en la competencia de precios de la libre empresa; desde el punto de vista etic, sin embargo, el grado de concentración de los recursos económicos en los conglomerados de sociedades anónimas más grandes crea una situación de oligopolio que evita el establecimiento de los precios a través del mercado competitivo de oferta y demanda.
La mayoría de los norteamericanos trabajan para organizaciones burocratizadas que no recompensan la iniciativa privada tanto como la voluntad de la gente para llevar a cabo tareas rutinarias y estandarizadas. La consecuencia de esto es que existe una extendida alienación no sólo en las cadenas de montaje, sino también en los sectores de información y servicios. Mientras que algunos observadores contemplan la automatización de los puestos de trabajo de información y servicios como un medio de superar el problema, existe evidencia de que la oficina electrónica del futuro hará aún más rutinaria y discapacitada la fuerza de trabajo.
La visión emic y etic del sistema de estratificación social en los Estados Unidos ofrece puntos de vista en agudo contraste. Las versiones emic reducen el grado de separación entre las clases y niegan la existencia de una clase gobernante. Desde una perspectiva etic, sin embargo, existe una considerable evidencia de que, a pesar de la influencia de la política compensatoria, existe una élite gobernante que actúa decisivamente sobre la conformación global de las políticas social, económica y militar de los Estados Unidos. Esta evidencia consiste en la concentración de la riqueza en familias superricas y en los poderes engranados de un puñado de inversores institucionales importantes. En contraste con los muchos estudios de los pobres, sin embargo, muy poco se conoce de los superricos; los antropólogos han sido negligentes por no estudiar a los de «arriba» tanto como a los de «abajo».
La persistencia de una extendida clase de pobres apunta de nuevo a un desacuerdo grave entre las versiones emic y etic de la vida en Estados Unidos. La movilidad hacia arriba no es tan rápida o amplia como creen la mayoría de los norteamericanos. Existe una tendencia a echar la culpa de la perpetuación de la clase pobre a las víctimas de la pobreza, tal y como puede verse en la popularidad de la «cultura de la pobreza» de Oscar Lewis y en la presunción de que el pobre debe trabajar más duro que el rico. El pobre, sin embargo, comparte con la clase media la mayoría de los valores, y existen pocas evidencias de que, esforzándose, pueda superar las condiciones estructurales que conducen al desempleo y al subempleo. Evidencia de lo contrario puede verse en el informe de Elliot Liebow sobre los «hombres de la esquina» en Washington.
En contraste con la visión emic que difumina las líneas de clase en los Estados Unidos, las minorías y mayorías raciales y étnicas se conciben conscientemente a sí mismas como definidas claramente y como grupos competitivos. El chauvinismo ético y social opone a los negros «que nada tienen» contra los blancos «que tienen poco», y por consiguiente ayuda a los «que tienen mucho» a mantener la riqueza y el poder. El movimiento del «poder negro» ha ayudado a muchos negros privilegiados, pero ha sumergido más en la trampa a la mayoría de los negros de los guetos urbanos de la nación. Los apuros cada vez peores de la subclase negra de Norteamérica se atribuyen frecuentemente a la supuesta naturaleza patológica de la familia matrifocal negra. Pero la matrifocalidad es, en sí misma, una forma familiar producida por la pobreza, el desempleo y las normas del programa de asistencia social de la AFDC, como demuestra Carol Stack en su estudio sobre los Flats.
Estados Unidos paga un gran coste oculto por su fracaso en el intento de mejorar la situación en que se encuentra la subclase negra. El elevado desempleo durante largo tiempo de los hombres de los guetos negros e hispanos ha creado una situación de desesperanza y envidia que ha conducido a que un porcentaje desproporcionado de negros e hispanos hagan del delito su carrera. El dilema racial y étnico de Norteamérica explica en gran medida la gran diferencia entre las tasas de delitos violentos en Estados Unidos y en las naciones occidentales industrializadas y Japón. La AFDC está también implicada en las elevadas tasas de delitos violentos en el centro de las ciudades norteamericanas. Tal y como lo demuestra el estudio de Jagna Sharff sobre las mujeres hispanas acogidas a la AFDC en Nueva York, los estipendios de la AFDC se establecen demasiado bajos como para que las familias puedan vivir gracias a ellos, alentando de esta forma a que los jóvenes recurran a un comportamiento delictivo para llenar el vacío en los presupuestos familiares.
El desarrollo de la economía hiperindustrial de los servicios e información de los Estados Unidos ha tenido un gran efecto sobre la vida de familia de clase media. Después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres se incorporaron a la fuerza de trabajo en un número sin precedentes, ocupando puestos de trabajo en rápida expansión y de baja retribución en los sectores de servicios e información. A medida que la inflación barría la posibilidad de conseguir o mantener el estatus de clase media con los ingresos de sus maridos, las mujeres casadas comenzaron a incorporarse a la fuerza de trabajo. Su papel como receptoras de salarios estaba en conflicto con su papel como madres, subvirtió el imperativo tradicional marital y procreador y socavó la familia basada en el hombre como persona que procura el sustento. También ha conducido a la separación entre sexo y reproducción, al aumento de familias con un solo progenitor, a uniones consensuales de prueba, al descenso de las tasas de primeros matrimonios y a tasas de fertilidad históricamente bajas. La separación entre sexo y reproducción, a su vez, ha fomentado la liberalización de formas de sexualidad anteriormente prohibidas, incluyendo la homosexualidad, y las películas, libros y cintas de vídeo pornográficos.
El rápido ritmo de cambio y los problemas inducidos por la inflación: la burocratización, oligopolización, alienación y feminización de la economía y de la fuerza de trabajo, el desafío al imperativo marital y procreador, la prevalencia del crimen y la persistencia de la pobreza y de agudas desigualdades en la riqueza y el poder, pueden explicar básicamente las razones del despertar religioso actual de Norteamérica. La historia de otras culturas demuestra que las tensiones provocadas por un rápido cambio cultural y el malestar social suelen encontrar su expresión en un anhelo, búsqueda y experimentación espirituales que conducen a una ampliación e intensificación de la actividad religiosa. Aunque algunos aspectos del despertar religioso de Norteamérica puedan atribuirse a un intento de rechazar el mundo material, el centro del fermento religioso, tal y como se ve en los cultos mediante video y en el movimiento del potencial humano, consiste en intentos de superar los problemas prácticos y mundanos.