Religión

Podría suponerse que, como una de las sociedades industriales más avanzadas tecnológicamente del mundo, los Estados Unidos serían también una de las sociedades en que la mayoría de los ciudadanos rechazaran las formas tradicionales del animismo y animatismo (véase Cap. 12). La ciencia es la fuente principal de la tecnología moderna, que a su vez subyace en la producción masiva industrial y en el consumo de bienes, servicios e información. Aunque la ciencia no se opone necesariamente a una creencia en las almas, los dioses o la suerte, los principios científicos del conocimiento requieren que las proposiciones basadas en la fe, en la tradición, en los presentimientos o en las visiones estén sujetas a pruebas lógicas y empíricas sistemáticas. Podría esperarse, por consiguiente, que en una sociedad en que la ciencia y la tecnología científica desempeñan un importante papel, la mayoría de la gente debería ser agnóstica, no creyendo ni dejando de creer en el animismo ni el animatismo, o bien totalmente atea.

Sin embargo, el 94 por ciento de los ciudadanos de Estados Unidos profesan una creencia en Dios o en un espíritu universal, el 89 por ciento dicen que rezan y el 78 por ciento dicen que pertenecen a algún grupo religioso organizado (Princeton Religions Research Center, 1980:17). En realidad, sólo el 57 por ciento afirman que sus creencias religiosas son «muy importantes» para ellos y sólo el 41 por ciento asisten a la iglesia las semanas ordinarias (lo que representa una reducción respecto al 49 por ciento de 1955). No obstante, este grado de creencias y prácticas es mucho mayor que en las sociedades industriales no comunistas de Europa Occidental y Japón (ibíd., 1979). Además, existen indicios de que, mientras las Iglesias establecidas de Estados Unidos están teniendo dificultades para mantenerse (o están perdiendo influencia lentamente), muchas formas nuevas de creencia y práctica religiosa parecen estar ocupando su lugar.

Algunos observadores detectan indicios de un «despertar» religioso a gran escala. Este despertar implica algo más que una creencia reafirmada en una deidad activa y personal. Las formas de despertar varían desde grupos de encuentro de fin de semana a profetas mesiánicos. Tal y como lo considera el sociólogo Robert Bellah (1976), el aspecto más representativo de este despertar es la aceptación de la «espiritualidad asiática» como un antídoto al «individualismo utilitario» occidental. Según Bellah, ciertos aspectos del Zen, del taoísmo, del budismo, del hinduismo, del sufismo y de otras religiones orientales comenzaron por primera vez a tener un papel importante en la contracultura de los últimos años de la década de los 60, al comenzar los norteamericanos a sentir que la lucha por conseguir beneficios materiales por y para los individuos era hueca y no tenía sentido. Ayudada por las drogas y por la meditación, la generación de la contracultura se dio cuenta de lo «ilusorio de la lucha mundana». «Buscar el éxito en la profesión y en la situación social, el sacrificio de los logros actuales por algún objetivo futuro siempre alejado, ya no parecía valioso». (Bellah, 1979:341).

Reconociendo que los Estados Unidos tenían muchos problemas materiales sin resolver como el racismo y la pobreza, Bellah insiste, no obstante, en que el despertar religioso fue provocado tanto por «el éxito de la sociedad» y por la «consciencia de que la educación y la riqueza no traían la felicidad o el logro», como por sus fallos. Siguiendo esta línea de razonamiento hasta su resultado lógico, estamos abocados a concluir que la causa básica del despertar religioso en Estados Unidos es una crisis de espíritu y significado más que una crisis de necesidades materiales prácticas. Bellah escribe: «La causa más profunda, prescindiendo de qué factores en particular contribuyeron al ritmo real, fue, en mi opinión, la incapacidad del individualismo utilitario de proporcionar un modelo significativo de existencia personal y social» (ibíd.: 39).

Puede aducirse contra este punto de vista, sin embargo, que el impulso más profundo y más característico del despertar religioso de Norteamérica no es la búsqueda del significado último, sino la búsqueda de soluciones a los problemas económicos y sociales que no están resueltos. El papel de la espiritualidad «asiática» en la formación y propagación de nuevos grupos y rituales religiosos en los Estados Unidos se exagera fácilmente. El número de personas implicadas en nuevos cultos, sectas y movimientos que tienen como principal preocupación la contemplación, la retirada de los asuntos mundanos y otros motivos supuestamente «asiáticos», es realmente bastante reducido en comparación con el número de los que se dedican a cultos, sectas y movimientos que tienen un programa definido para atender a los problemas mundanos y ensalzar el bienestar material individual. El asunto parece evidente en cuanto a aquellos norteamericanos que desean predecir el futuro a partir de los horóscopos, curar la enfermedad a través de trances chamánicos o herir a su jefe o profesor clavando pinchos en muñecos. Todas esas técnicas están destinadas a dominar el mundo antes que a retirarse de él.

Los motivos utilitarios son también muy evidentes en las variedades al parecer interminables de grupos de encuentro de fin de semana y terapias de mente-cuerpo que son parte del «movimiento del potencial humano». Los ejecutivos prescriben grupos de encuentro y cursos de entrenamiento de los sentidos para mejorar las relaciones entre los empleados y para aumentar las ventas.

En los «entrenamientos» más etéreos y espiritualizados, el tema predominante y repetitivo es el de la mente dominando sobre la materia. Los participantes no sólo esperan controlar a los demás mejorando su control sobre sí mismos, sino que esperan controlar los acontecimientos físicos a través del dominio del pensamiento sobre la materia. Erhard Seminars Training, por ejemplo, alega que «nadie tiene que morir a menos que lo decida; todas las muertes son suicidios, y no existen accidentes. Y Vd. podría volar si se concediera permiso para saber cómo hacerlo» (Conway y Siegelman, 1978:169). Formas similares extremas de mentalismo —creencia en la omnipotencia de la mente— caracterizan los principios y objetivos de las disciplinas humanas potenciales más «meditativas». La cienciología, por ejemplo, ofrece como promesas: «No me preocuparé ni me abrumaré con un montón de problemas», «libertad para mis impulsos», «ya no tengo miedo a nada», «capacidad para cambiar el tamaño del cuerpo», «capacidad para ver a través de las paredes», y «capacidad para oír los pensamientos de otras personas». (Wallis, 1977:121). Incluso cultos como los «Moon» (la Iglesia de Unificación), los «Haré Krishna» y la Misión de Luz Divina tienen un compromiso mundano —un anhelo de control— que contradice la noción de que el despertar religioso actual en los Estados Unidos se entiende mejor como una «crítica de expansión de la riqueza y el poder» inspirada en Asia. La ex moonie Bárbara Underwood, por ejemplo, confesó que quería hacer «millones de dólares» para comprar y mantener hoteles, centros de vacaciones, residencias palaciegas desde Chicago hasta Nueva Orleans, centros de formación y de vida, universidades, yates e incluso los edificios del Empire State y de la Pan Am. «Dentro de nosotros estaba la firme creencia de que Moon debe reclamar toda la propiedad del dinero y de las tierras que están en manos de Satán». «Los cristianos piensan que el Mesías debe ser pobre y miserable», dice un manual de formación de la Iglesia de Unificación. «Él no vino para esto. El Mesías debe ser el más rico. Sólo Él es el que puede tener el dominio sobre las cosas. De otra forma, ni Dios ni el Mesías pueden ser felices». (Underwood y Underwood, 1979:76; Welles, 1978:225).