El aumento de la información y de la economía de servicios dependía de y a la vez ha contribuido a un dramático cambio en la distribución por sexos de la mano de obra en los Estados Unidos, y también ha contribuido a un aumento en el costo de la crianza de los hijos (véase Cap. 5. Los costos y beneficios de la crianza de los niños); estos cambios, a su vez, son responsables de otros cambios importantes en los niveles estructurales e ideológicos de la vida social americana.
Desde la Segunda Guerra Mundial, dos de cada tres nuevos empleos se han ocupado llamando a un «ejército de reserva» de mujeres casadas. Al mismo tiempo, parcialmente como resultado de las primas dadas a la formación para poder promocionarse en el sector económico de servicios y de la información, y parcialmente como resultado de la llamada a las mujeres casadas, las familias con ingresos medios y un solo sueldo ya no pueden criar ni siquiera uno o dos hijos. Estos cambios infraestructurales explican otros cambios a nivel estructural y superestructural que afectan a las pautas de matrimonio, a la organización familiar y a los aspectos ideológicos y de comportamiento en lo que se refiere a los roles de sexo y a la sexualidad, tales como el auge, tras la Segunda Guerra Mundial, de doctrinas feministas y de políticas de liberación de la mujer (Margolis, 1984).
Debido al cambio en la distribución por sexos de la mano de obra y al aumento en el coste de la crianza de los hijos se pueden detectar cuatro tipos principales de efectos: 1) tasas decrecientes de fertilidad; 2) disminución de los matrimonios y aumento de los divorcios; 3) nuevas formas de estructura de la familia, y 4) nuevos roles sexuales y nuevas formas de sexualidad. A continuación vamos a discutir cada uno de estos efectos.
Fertilidad
Después de la Segunda Guerra Mundial, las tasas de fertilidad en los Estados Unidos subieron rápidamente y se produjo el fenómeno conocido como «el boom de los bebés» que alcanzó su punto máximo en 1957. A partir de ahí, las tasas de fertilidad cayeron a niveles que aún se consideran como históricos, un 50 por ciento del punto máximo del boom —desde un 3,69 hasta un 1,81—. Aunque es cierto que la tasa bruta de nacimientos por mil mujeres se ha elevado ligeramente desde 1975, la tasa diferenciada de fertilidad total ha permanecido inamovible en su mínimo histórico. La razón por la que la tasa bruta de nacimientos por mil mujeres se ha elevado ligeramente está fundamentalmente en el hecho de que la cohorte de edad de los niños procedentes del «boom de los bebés» ha accedido a sus primeros años de capacidad reproductiva. Sin embargo, no existe una indicación de que la tasa de fertilidad total se vaya a elevar (Newitt, 1985). En 1985, la Oficina del Censo de los Estados Unidos elaboró las proyecciones alta, media y baja hasta finales de siglo y son 2,1, 1,9 y 1,6 nacimientos, respectivamente.
Existen muchas connotaciones ideológicas en la tendencia hacia cifras más bajas del número de hijos por mujer. Las encuestas muestran que el número de mujeres entre los 18 y 34 años que dicen no esperar tener hijos se ha quintuplicado desde 1967. El 11 por ciento de las mujeres entre esas mismas edades dicen que no quieren tener ningún hijo en absoluto. Entre las que quieren tener hijos, el número de retoños deseados bajó de 4 a 2 durante la década entre 1970-1980. En 1970, el 53 por ciento de las mujeres consideraban la maternidad como «una de las mejores cosas del ser mujer»; en 1983, sólo el 26 por ciento opinaba de la misma manera (Dowd, 1983).
Tasas de matrimonio y divorcio
Actualmente, uno de cada tres matrimonios en Estados Unidos acaba en divorcio, lo que supone un número tres veces mayor de lo que era en 1960. De las parejas que se casan en nuestros días, una de cada dos se divorciará (Wall Street Journal, 26 de septiembre de 1986).
Esto va acompañado de una gran cantidad de segundos matrimonios. Más de una quinta parte de todos los matrimonios son segundos matrimonios de los que al menos un miembro de la pareja está divorciado. El 50 por ciento de las mujeres divorciadas se vuelven a casar dentro de los dos años siguientes al divorcio (Sachs, 1985:761). Actualmente existen más matrimonios por mil personas que en 1960 —casi tantos como en 1900—. Pero entre las mujeres solteras de edades entre 15 y 44 años, las tasas de matrimonio por mil habitantes han descendido un 30 por ciento desde 1960 (USBCSA, 1985: 80). Los americanos acceden al matrimonio más tarde. El porcentaje de mujeres entre los 20 y 24 años que no están casadas aumentó desde un 36 por ciento a un 53 por ciento entre los años 1970 y 1982; para los hombres de la misma edad, el cambio fue del 55 al 72 por ciento (The New York Times, 27 de mayo de 1985). Además, la probabilidad de divorcio aumenta en los segundos matrimonios: un 33 por ciento global para la primera vez, 50 por ciento para la segunda (Sachs, 1985:761). Así pues, el matrimonio mismo como institución no está en declive. Lo que está en declive es el matrimonio monógamo que dura hasta que una de las partes se muere.
La estructura de la familia
A principios de siglo se iba al matrimonio de por vida, y las familias estaban encabezadas por los varones que las mantenían económicamente. Cada pareja casada tenía por término medio tres o más hijos, y estos eran criados por sus padres naturales, a menos que el matrimonio se acabase por muerte.
Actualmente, los grupos domésticos matrifocales, que constituyen la forma familiar de crecimiento más rápido, han aumentado un 80 por ciento desde 1960. En los Estados Unidos existen más de 8 millones de tales grupos domésticos. En la actualidad, el 20,5 por ciento de jóvenes de menos de 18 años viven en hogares encabezados por mujeres que o nunca se han casado, o están divorciadas, separadas o viudas. Como hemos visto (Cap. 16 Valores y familia matrifocal: los Flats), la matrifocalidad es especialmente frecuente entre los negros —47 por ciento de los hogares negros con hijos están encabezados por mujeres, siendo las cifras cinco veces superiores a las de 1950 (The New York Times, 27 de noviembre de 1984)—. Pero esta modalidad de familia está creciendo aún más rápido entre los blancos y ahora constituye el 15 por ciento de todos los hogares blancos con hijos (USBCSA, 1984:46). Debido en gran parte a los divorcios, separaciones y al aumento de familias encabezadas por mujeres, el 60 por ciento de todos los niños que nacen actualmente en los Estados Unidos tienen grandes probabilidades de vivir con uno solo de los padres durante un cierto periodo antes de alcanzar los 18 años. O mirándolo de otra forma, el 33 por ciento de todos los niños están ya viviendo bien con uno solo de sus padres naturales o bien con uno natural y el otro no. Aún se sabe muy poco sobre el tipo de relaciones que tienen los padres, padrastros, hermanastros, hijos e hijastros, qué tipo de lazos forman, qué tipo de responsabilidades aceptan y qué tipo de conflictos experimentan (Weitzman, 1985). Sin embargo, parece bastante probable que las tasas cada vez más altas de divorcio para los segundos y terceros matrimonios estén relacionadas con las tensiones derivadas de los seis millones y medio de hijastros que existen en todo el país, y que tienen menos de 18 años (Collins, 1985:15).
Nuevos roles sexuales y formas de sexualidad
Las encuestas muestran que en los Estados Unidos se ha producido un profundo cambio en lo que se refiere a las actitudes hacia las relaciones sexuales premaritales y extramaritales. El número de adultos que, respondiendo a una encuesta, dijeron que ellos llevan a cabo o aceptan el coito premarital o extramarital, aumentó de un 20 por ciento a un 50 por ciento en el periodo comprendido entre 1960 y 1980. Durante el mismo periodo, el número de parejas no casadas que dijeron que estaban viviendo juntos aumentó casi tanto como el número de familias encabezadas por mujeres. Aunque esta tendencia parece haber disminuido entre 1980 y 1985, el incremento del número de jóvenes adultos, entre los 25 y los 34 años, que dijeron que estaban viviendo solos —ya había aumentado de 1 de cada 20 en 1950 a 1 de cada 3 en 1980— continuó entre 1980 y 1985 (Herbers, 1985). La cuestión está en que quien tiene esa edad y está viviendo solo es poco probable que duerma solo. Existen numerosos datos que apuntan a un incremento de la actividad sexual premarital entre jóvenes y no tan jóvenes solteros. Los estudios de Planificación Familiar muestran que la mitad de los jóvenes entre 13 y 19 años, de nivel high school (Bachillerato o F. P.), tienen una vida sexual activa. Debido a la ausencia de programas contraceptivos intensivos y apoyados oficialmente para los jóvenes, no debe sorprender que la cifra de embarazos juveniles se haya doblado desde 1965 y que en los Estados Unidos se den actualmente las tasas más altas dentro del mundo industrial. Esta situación es parcialmente atribuible a la altísima tasa de embarazos entre las adolescentes negras americanas, si bien la tasa para las adolescentes blancas (83 por mil) es el doble que la de Inglaterra y el cuádruple que la de Holanda (Bruzan, 1985). Cerca de un 21 por ciento de todos los partos, por año, son de mujeres no casadas (Wall Street Journal, 25 de septiembre de 1986).
El cambio fundamental, en Estados Unidos, en lo que se refiere a las actitudes hacia la sexualidad, puede atribuirse a la separación entre los aspectos hedonísticos y los reproductivos de las relaciones sexuales. Una consecuencia de esta tendencia es el aumento de la producción y consumo de material pornográfico, incluyendo libros para «adultos» y revistas tipo Playboy, Hustler y Penthouse. Los video-cassettes porno suponen de un 20 a un 40 por ciento del volumen de alquiler de los video-clubs a particulares. «Lo que hace unos pocos años habría sido pasarse de la raya, incluso en un barrio chino, ahora la gente lo puede ver tranquilamente en sus cuartos de estar». (Lindsey, 1985:9).
El relajamiento de las leyes americanas contra la homosexualidad puede considerarse como una expresión de la misma tendencia. Como ya hemos visto (Cap. 14. La homosexualidad), las sociedades que prohíben la homosexualidad están decididamente a favor de la natalidad y tienden a condenar todas las formas de sexualidad que no conduzcan a tener hijos y a formar familias. Las parejas heterosexuales obligadas a la separación entre sexo y reproducción no se diferencian mucho de las parejas homosexuales, a este respecto. El incremento en el número de homosexuales autorreconocidos como tales, demuestra la liberalización general existente hacia las normas de conducta sexual desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, aún queda por ver si el miedo al sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) hará que los homosexuales «se retiren a sus guetos». (En los últimos años, el miedo a contraer el herpes puede que haya reducido en cierto grado la promiscuidad sexual).