Chauvinismo racial y étnico frente a conciencia de clase

En los Estados Unidos, la intensidad y claridad de las luchas raciales y étnicas presenta un curioso contrapunto con la naturaleza generalmente amorfa y confusa de las relaciones clasistas. Son las mayorías y minorías raciales y étnicas, en vez de las clases, los grupos estratificados que manifiestan un sentido de su propia identidad, una conciencia de destino común y un proyecto colectivo. Estos fenómenos no dejan de estar relacionados. Tanto la persecución, segregación y explotación de enclaves minoritarios por mayorías raciales y étnicas solidarias, como el propio activismo solidario de los enclaves minoritarios pueden contemplarse como formas de lucha política y económica que preservan la pauta global de la estratificación de clases. En lugar de organizarse para mejorar las escuelas, barrios, empleos y servicios sanitarios de todos, las minorías étnicas y raciales buscan su propio provecho a expensas de otras minorías. El chauvinismo étnico empuja así a «los que no tienen nada» contra «los que tienen poco», permitiendo a «los que tienen todo» mantener su concentración de riqueza y poder (cf. Bottomore, 1966; Perlo, 1976).

Una vez más, la distinción emic/etic resulta vital para la comprensión de esta situación. El pluralismo étnico de los Estados Unidos no ha surgido como resultado de una conspiración consciente. La formación de la conciencia étnica y racial tomó precedencia sobre la formación de la conciencia de clase a causa de la tasa relativamente alta de movilidad social que disfrutaban los inmigrantes blancos. La conciencia de clase no se desarrolló a causa de que, a la corta, era desventajoso para la clase trabajadora blanca, con su relativamente alta movilidad, establecer alianzas con la clase trabajadora negra. Los negros fueron abandonados (y perseguidos activamente) por los blancos de la clase obrera; se les dejó que sufrieran los peores efectos de los bajos salarios, el desempleo y la explotación porque, al actuar así, gran número de blancos tenía una mayor probabilidad de alcanzar el estatus de la clase media. Sin embargo, a la larga, los blancos de la clase obrera han tenido que pagar una enorme penalización por no haberse unido a la clase obrera y pobre negra. Por ejemplo, en su estudio de la clase trabajadora del barrio de Greenpoint-Williamsburg, en Brooklyn, N. Y., Ida Susser (1982:208) descubrió que las divisiones raciales debilitaban la acción colectiva y permitían campo libre a los funcionarios y agentes comerciales para beneficiar a los blancos de clase media y clase alta. «En la medida en que los temas raciales mantenían leales a los votantes blancos, los funcionarios elegidos podían ignorar las necesidades de los distritos electorales de clase trabajadora blanca y pobre».

Una de las razones del éxito limitado del movimiento del poder negro en Estados Unidos es que provocó un aumento reactivo en los sentimientos y actividades de solidaridad de los grupos blancos culturales, raciales y étnicos. Como respuesta a amenazas reales o imaginarias a sus escuelas, barrios y puestos de trabajo… «las etnias blancas» —descendientes de italianos, polacos, irlandeses y judíos— lucharon contra el poder negro. Montaron campañas contrarias a la utilización conjunta de autobuses y crearon sistemas escolares nuevos, privados y públicos, basados en modelos de residencia suburbana segregada (Stein y HUÍ, 1977). Como sugiere Orlando Patterson (1977), puede llegar el momento en que las minorías negra y blanca piensen mejor las consecuencias del «chauvinismo étnico».