La segunda revolución verde mexicana

Uno de los problemas de invertir tanto capital y tierra para cosechar trigo en México es que el trigo no era el alimento más corriente para la mayoría de los mexicanos. El precio subvencionado hizo que su consumo se limitase a la clase media mexicana. Los alimentos más corrientes entre los pobres —maíz y alubias— no estaban subvencionados, y a pesar de las mejoras introducidas en las cosechas, se continuaban plantando en pequeñas parcelas en las que no se usaba el riego.

Entre 1940 y 1965, la producción per cápita de trigo y maíz aumentó de forma importante. A partir de ahí, a pesar de las subvenciones para el trigo, la producción per cápita disminuyó. En 1979 la producción per cápita de maíz, trigo y alubias había descendido hasta el 40 por ciento de su punto máximo, alcanzado en 1965 (DeWalt, 1984:44). La razón del descenso ha sido estudiada por la antropóloga Billie DeWalt. Cuando el gobierno mexicano disminuyó su apoyo a los precios del maíz, trigo y alubias, los granjeros se dedicaron a una especie más lucrativa: el sorgo. Antes de 1960, el sorgo, que se cultiva extensivamente en África y en Asia como alimento humano, era prácticamente desconocido en México. En sólo 20 años, la producción de sorgo aumentó en un 2772 por ciento. Actualmente se cultiva más sorgo que trigo en México. La extensión de terreno dedicada a la producción de sorgo es el doble de la extensión dedicada al trigo. DeWalt llama a esto la «segunda revolución verde», una revolución que se ha producido «sin el apoyo de un programa avalado por el gobierno para estimular la producción, sin la ayuda de ninguna agencia de cooperación mutua bilateral y sin la asistencia técnica y formativa procedente de becas» (ibíd.40). La principal ventaja del sorgo sobre el trigo es que aunque le va bien el regadío, también puede prosperar como cultivo de secano y soporta bien periodos de sequía.

Si se totaliza la producción de maíz, trigo, alubias y sorgo, parece como si México hubiese resuelto sus problemas de producción de alimentos: la producción per cápita de grano en 1980 era el doble de la obtenida en 1945. Esto es exactamente lo que los planificadores de la primera revolución verde habían esperado lograr. Sin embargo, México actualmente importa más grano que en 1945. La razón —completamente imprevisible para los planificadores de la revolución verde— es que el 100 por ciento del sorgo, el 14 por ciento del maíz y el 10 por ciento del trigo se dedican a alimentación para los animales y de esta forma quedan convertidos en carne de cerdo, de vaca y de pollo. Esto tiene como consecuencia una pérdida aproximada de 4 de cada 5 calorías en los vegetales. Si bien es deseable un aumento del consumo anual de alimentos, la gente que necesita más calorías y proteínas adicionales no puede comer cantidades importantes de tales alimentos. Unos 30 millones de mexicanos son demasiado pobres para comer carne; 20 millones son demasiado pobres para comer el maíz, trigo y alubias suficientes como para que satisfagan los niveles mínimos nutricionales.

En opinión de DeWalt, el incremento espectacular de la cantidad de tierra dedicada al sorgo ha tenido un efecto adverso sobre el bienestar de las clases más pobres mexicanas (Cuadros 15.3 y 15.4). En vez de plantarlo fundamentalmente como cultivo de secano para el consumo directo humano, se cultiva para el consumo animal en los mejores terrenos de regadío del país. Por tanto, no solamente es una fuente deficiente de proteínas y calorías al ser convertido en carne, sino que se ha apropiado de terrenos para los cuales el gobierno había construido sistemas de riego, carreteras y otros servicios con objeto de eliminar el hambre y hacer que México fuera autosuficiente en la producción de cereales de máximo consumo (DeWalt, 1984).