El Proyecto Agrícola Forestal Haitiano

Si el desarrollo agrícola tiene que ser importante, no puede quedar confinado a una o dos comunidades campesinas. Debe utilizar conocimientos científicos que aseguren que las innovaciones beneficiosas se extenderán rápidamente a través de una región o de un país debido a las actividades de los participantes locales más que a las de expertos extranjeros.

El Proyecto Agrícola Forestal Haitiano es más prometedor en este sentido que el proyecto Vicos. Planeado y dirigido en su fase inicial por el antropólogo Gerald Murray, el Proyecto Agrícola Forestal ha sido capaz de inducir a los campesinos haitianos a plantar millones de árboles de crecimiento rápido en granjas o terrenos de cultivo situados en colinas muy escarpadas y amenazadas por la erosión. El agotamiento del suelo como resultado de una rápida erosión de las colinas peladas de árboles ha sido reconocido hace mucho tiempo como uno de los mayores problemas de Haití. Además, se necesitan muchos árboles como fuente de carbón vegetal —fuente principal de energía para cocinar en los hogares pobres— y como fuente de materiales de construcción. Han existido muchos otros programas de reforestación en Haití, pero apenas han tenido éxito debido a que los fondos para plantar árboles fueron mal administrados o desviados por los burócratas del gobierno o a que los campesinos rechazaban cooperar y proteger las semillas de las hambrientas cabras.

El Proyecto Agrícola Forestal Haitiano estaba orientado a evitar ambos fallos. Murray, al aceptar la beca de 4 millones de dólares donada por United States Agency for International Development (USAID), insistió en una condición poco habitual: no había que enviar ningún fondo al gobierno haitiano o a través del gobierno haitiano. Por el contrario, deberían ser dados a los grupos comunitarios locales —organizaciones voluntarias privadas— interesadas en el bienestar campesino. En la práctica, la mayoría de estos grupos eran asociaciones religiosas populares formadas por misioneros, pastores y sacerdotes protestantes o católicos. El proyecto proporcionó a los grupos semillas de especies de crecimiento rápido adecuadas a las condiciones ecológicas locales, y asesores especializados. Las organizaciones voluntarias privadas, a su vez, se hacían responsables de reunir e instruir a los granjeros locales y de distribuirles las semillas gratis, bajo la condición de que cada granjero plantara un mínimo de 500 plantas.

Lo que estaba claro era que a menos que los campesinos mismos estuvieran motivados para plantar semillas y protegerlas, el proyecto no tendría éxito. El estudio de Murray sobre las causas de fallos en los proyectos anteriores para obtener la cooperación de los campesinos se basaba en su conocimiento de primera mano de la vida campesina haitiana y de ciertos principios de la teoría antropológica. Los campesinos haitianos tienen una actitud mercantilista —producen cosechas para venderlas—. Sin embargo, en los intentos previos de hacerles plantar árboles se estipulaba que estos no podían ser vendidos. Por el contrario, se les dijo que constituían un tesoro nacional imposible de ser comercializado. Así pues, los árboles representaban exactamente lo opuesto de las cosechas que los campesinos plantaban voluntariamente para vender.

Un programa de reforestación detrás de otro siempre había estado bajo el dedo amenazador con el mensaje de que el árbol debería ser considerado como un sagrado protector del suelo, y como un objeto que atrae la lluvia y que el campesino debía plantar, pero nunca cortar. La tala de árboles era considerada no como una conducta económica legítima, sino como un tipo de comportamiento económico incorrecto (Murray, 1984:154).

Poniéndose en el lugar de los campesinos, Murray se dio cuenta de que los anteriores proyectos de reforestación habían creado un balance adverso entre costos y beneficios para los campesinos. Por eso era perfectamente lógico para ellos dejar que sus cabras se comieran las semillas en vez de poner su trabajo y su terreno para árboles que les estaba prohibido recolectar (o como mucho tendrían que esperar 30 o 40 años). Teniendo esto presente, Murray decidió distribuir los árboles como cosecha vendible y sobre la que los campesinos tendrían el control absoluto. El proyecto simplemente informaba a los campesinos cómo plantar los árboles y cuidarlos. También se les enseñó cómo sembrar las semillas en filas entre las cuales se podían plantar otras cosechas mientras los árboles eran todavía pequeños. También se les dijo con qué rapidez crecerían los árboles y cuánta madera o carbón vegetal podrían extraer en las distintas etapas del crecimiento. A partir de ahí, a los campesinos se les dejó entera libertad para decidir cuándo sería el mejor momento para sus propios intereses de cortar algunos o todos los árboles.

Para subrayar este carácter de propiedad, el proyecto llega hasta el punto de insistir en que, si después de un año más o menos, el campesino cambia de idea sobre los árboles, es perfectamente libre de arrancarlos… El objeto de tal propuesta es eliminar cualquier tipo de miedo por parte del campesino hacia el hecho de que el proyecto mantenga cualquier tipo de derechos de propiedad sobre los árboles que el campesino planta en su propia tierra (ibíd.).

El objetivo del proyecto era ayudar a 5000 familias campesinas a plantar 3 millones de árboles en cuatro años. Después de cuatro años (1981-1985) en realidad se había ayudado a 40.000 familias a plantar 20 millones de árboles. Gran cantidad de árboles ya se habían usado para carbón vegetal y para la construcción. Hasta que se sepa exactamente cuántos han sido los beneficios y cuanta erosión se ha evitado, el análisis básico de Murray parece ser correcto.

Murray predice que la actividad agrícola forestal orientada hacia la venta (véase Cuadro 15.2) será una importante característica de la agricultura campesina en todo el Tercer Mundo. Él entiende la arboricultora con orientación comercial, como una respuesta a unas condiciones infraestructurales que son similares a las condiciones responsables del aumento de los métodos de producción agrícola aparte de la caza y recolección: extenso agotamiento de los recursos naturales y presión demográfica. Los campesinos, habiendo agotado los árboles de los que dependen para la regeneración del suelo, combustible y material de construcción, descubrirán ahora que es tanta ventaja plantar árboles como cualquiera de sus cosechas básicas. En palabras textuales de Murray (en comunicación personal):

El elemento antropológicamente más importante de este modelo… es el elemento diacrónico [evolucionista] sobre el que estoy postulando una disposición, generada por la escasez y el estrés, para una repetición, en el terreno del combustible y de la madera, de la transición del forrajeo a los sistemas de plantación que comenzó hace unos 15.000 años en el terreno de los alimentos.

Cuadro 15.2

Haciéndose con el «demonio» existente detrás de la deforestación

Propongo que prestemos atención al «demonio» al que normalmente se hace responsable de dar el toque final al desastre ecológico de Haití —el mercado que existe para carbón vegetal y materiales de construcción—. Muchos argumentarán que es este mercado el que saboteará para siempre cualquier esperanza de conservación de los escasos árboles que existen en Haití.

Me gustaría argumentar que es precisamente este mercado el que puede restaurar el crecimiento de los árboles en las colinas de Haití. El demonio puede ser «bautizado» y llevado a una unión con los imperativos ecológicos, de los que, hasta ahora, ha sido el mayor adversario. En una programación creativa podemos dar un vuelco a la historia y utilizar la actual energía generadora de dinero, que tanto miedo nos da, extendida por toda la sociedad haitiana, de tal manera que esta sociedad plante árboles más rápidamente de lo que los corta. Si alguien puede hacer esto es el campesino. Pero este no lo hará voluntaria o espontáneamente a menos que el plantar árboles contribuya a mejorar los ingresos que tan desesperadamente necesita para mantener su hogar. Propongo que el mecanismo para conseguirlo sea el de la introducción de una política agrícola forestal orientada comercialmente.

Fuente: Murray, 1984:147.