La antropología aplicada se dedica a proponer investigaciones que tienen aplicaciones prácticas. Su núcleo consiste en una investigación patrocinada por organizaciones, públicas y privadas, que están interesadas en conseguir objetivos prácticos. El papel del antropólogo cultural aplicado puede consistir simplemente en investigar los medios posibles de conseguir estos objetivos; a veces esto supone esbozar planes y ayudar a implementarlos, así como la evaluación de los resultados de la implementación. Los antropólogos aplicados que están involucrados en la implementación se conocen como practicantes de la antropología de acción.
Más allá de ese núcleo se pueden considerar también otras formas de investigación como parte de la antropología aplicada. La teorización abstracta tiene a menudo importantes implicaciones prácticas, como en el caso de las teorías alternativas sobre las causas del subdesarrollo o pobreza urbana. Buena parte de la investigación que no está patrocinada por una organización particular, con un objetivo definido, puede estar, no obstante, destinada a conseguir objetivos tales como la independencia de una colonia o el desarrollo de un estado que ha conseguido recientemente su independencia.
La antropología aplicada tiene tres contribuciones principales y concretas que hacer al análisis y solución de los problemas prácticos urgentes: 1) denuncia de los sesgos etnocéntricos; 2) un punto de vista holístico que haga hincapié en consecuencias a corto plazo y a largo plazo en la interconectividad de las partes de los sistemas socioculturales, y en el conjunto del sistema, así como sus partes; 3) un compromiso para distinguir los sucesos conductuales de tipo etic de los planes e ideologías de tipo emic. Con demasiada frecuencia, los efectos reales de los planes y políticas de una organización son muy diferentes de sus consecuencias de tipo etic reales y diarias. El proyecto Vicos Cornell-Perú ilustra el funcionamiento de la antropología aplicada en toda la gama de investigación, planificación, implementación y evaluación. Este proyecto mejoró sustancialmente el nivel de vida de los campesinos que vivían como siervos en la hacienda Vicos. Un ingrediente importante de este éxito fue la utilización de los poderes autoritarios del nuevo gerente para introducir nuevas formas de agricultura y otras innovaciones. Aunque con éxito en su propia esfera, es dudoso que Vicos proporcione un modelo para el desarrollo de las tierras altas del Perú, debido a los costos ocultos de los expertos que dirigieron a los vicosinos día a día, a lo largo de un periodo de diez años. El proyecto agroforestal haitiano es otro ejemplo de la investigación, planificación, implementación y evaluación antropológicas, en este caso aplicadas al objetivo de movilizar a campesinos a que planten árboles y los protejan. Apelando al propio interés de los campesinos en usar los árboles como una cosecha que se puede vender, este proyecto muestra signos de poder dar una solución a uno de los más serios problemas de Haití.
El caso de la revolución no tan verde ilustra la importancia de una perspectiva holística para los proyectos de desarrollo y la importancia del papel del antropólogo aplicado como crítico antes que como agente del cambio. Los antropólogos han señalado repetidamente que las semillas milagrosas de alto rendimiento benefician a los grandes propietarios más que a los pequeños agricultores pobres, porque las semillas requieren grandes cantidades de agua y productos químicos. Los casos del arroz en Indonesia y del trigo en México indican la futilidad de buscar una solución puramente técnica a la pobreza y al subdesarrollo, puesto que los efectos de toda innovación tecnológica se modifican por el contexto sociocultural total en que se introduce.
Los estudios sobre la utilización de la marihuana en Jamaica y Costa Rica ilustran la importancia que tiene el controlar los sesgos etnocéntricos en la investigación relacionada con los problemas de salud y de bienestar. De la misma forma que las innovaciones tecnológicas deben verse en un contexto sociocultural definido, también debemos hacer lo mismo con la utilización de las drogas psicoactivas. Los estudios jamaicanos y costarricenses muestran que la marihuana no puede contemplarse sólo como un problema químico-fisiológico. Sus efectos son diferentes en culturas distintas. A diferencia de lo que ocurre en los Estados Unidos, la marihuana se fuma en Jamaica y Costa Rica como medio de aliviar la carga del trabajo más que como relajamiento después de este.
El caso de los «guerreros de fin de semana» de Truk ilustra un punto similar. Una visión holística y comparativa pone en guardia contra la suposición de que el comportamiento de borrachera, pendenciero y destructivo signifique necesariamente que una cultura se esté disgregando. Por lo menos es discutible que este comportamiento constituya una afirmación de vitalidad cultural en lugar de un signo de su desintegración, y de ahí que no deba ser contemplado como comportamiento patológico.
El caso del Kuru ilustra la importancia de conocer el contexto cultural en el que tiene lugar la enfermedad. Haber comprendido el papel del canibalismo en los rituales funerarios y el desarrollo de modelos de dieta distintos entre los hombres y mujeres proporcionó la clave para resolver la misteriosa epidemiología de la enfermedad.
Los dos últimos casos hacen hincapié en la discontinuidad entre los planes burocráticos de tipo emic y el comportamiento diario de tipo etic. En Villalta, una ciudad de la República Dominicana, la élite local establece de manera entusiasta una asociación tras otra. Los miembros se reúnen en una sesión y después dejan que la asociación se esfume. Desde el punto de vista etic del antropólogo aplicado, este comportamiento se entiende como un esfuerzo por parte de la élite local de buscar los favores de los funcionarios del Estado. Una discontinuidad similar entre planes y comportamientos caracteriza el caso de la clínica infrautilizada. Los administradores a cargo del programa de la clínica no reconocían o no admitían la discrepancia entre sus planes y su propio comportamiento. En esta situación, los administradores constituyen el principal obstáculo para la implementación. Esto significa que los antropólogos que están comprometidos con la implementación —con la antropología de acción— deben asumir con frecuencia el papel de defensores. No existe acuerdo en cuanto a si los antropólogos profesionales pueden asumir el papel de defensores profesionalmente sin dañar el supuesto de que la antropología es una disciplina científica y objetiva.