Como sugiere Alland (1977:24), el juego es una forma de conducta exploratoria que permite a los humanos ensayar respuestas nuevas y posiblemente útiles en un contexto protegido y controlado. Es probable, por tanto, que el impulso de juego creativo que subyace en el arte guarde una estrecha relación con el impulso creativo que anima el desarrollo de la ciencia, de la tecnología y de instituciones nuevas. El arte y la tecnología a menudo interactúan. Por ejemplo, a lo largo de todo el periodo paleolítico resulta difícil afirmar dónde acaba la tecnología y dónde empieza el arte, o viceversa. Un cuchillo en forma de hoja de laurel solutrense es tanto una expresión estética como un útil para cortar carne. La bella simetría de redes, cestos y tejidos es esencial para su buen funcionamiento. Incluso el desarrollo de medios de expresión musical puede conllevar beneficios tecnológicos. Por ejemplo, probablemente hubo algún tipo de retroalimentacíón entre la invención del arco como arma de caza y el tañido de cuerdas tensas para obtener un efecto musical. Nadie puede decir cuál fue primero, pero las culturas con arcos y flechas siempre tienen instrumentos de cuerda. Los instrumentos de viento, las cerbatanas, los pistones y los fuelles también están relacionados. Análogamente, la metalurgia y la química están vinculadas con la experimentación con la forma ornamental, textura y color de los productos textiles y cerámicos. Por tanto, estimular a los artesanos y artesanas a experimentar con nuevas técnicas y materiales reporta ventajas. No es de extrañar, pues, que muchas culturas consideren el virtuosismo técnico como mana y que otras vean en él un don de los dioses, como en la idea griega clásica de las musas —diosas de los oradores, danzantes y músicos—, cuya asistencia era necesaria para que se produjeran realizaciones artísticas valiosas.