El juego creativo, la estructura formal, los sentimientos estéticos y las transformaciones simbólicas son los ingredientes esenciales del arte. Aunque la capacidad para el arte está prefigurada en la conducta de los primates no humanos, sólo el Homo sapiens es capaz de desarrollar un arte que implica «transformaciones-representaciones». Nuestra capacidad distintiva para el arte guarda así una estrecha relación con otra capacidad también privativa de los seres humanos: la de la transformación simbólica que subyace en la universalidad semántica del lenguaje humano.
Las definiciones occidentales emic de arte dependen de la existencia de autoridades y críticos de arte que sitúan muchos ejemplos de juego, estética estructurada y transformación simbólica fuera de la categoría de lo artístico. La distinción entre artesanía y arte forma parte de esta tradición. Los antropólogos, en cambio, consideran a los artesanos diestros en su oficio como artistas.
El arte tiene funciones adaptativas en relación con cambios creativos en los demás sectores de la vida social. Arte y tecnología se influyen mutuamente, como ejemplifican el caso de los instrumentos de música y la caza, o la búsqueda de nuevas formas, colores, texturas y materiales en la cerámica y los tejidos.
A pesar del énfasis en la innovación creadora, la mayoría de las culturas poseen tradiciones o estilos artísticos que insisten en mantener la continuidad formal a través del tiempo. Esto permite identificar los estilos de culturas como las de la costa noroccidental de Norteamérica, la maorí o la mochica. La continuidad e integridad de estos estilos proporcionan el contexto básico para la comprensión y apreciación de las transformaciones creadoras del artista en el seno de un pueblo. El arte del establishment de la moderna cultura occidental es el único que hace hincapié en la creatividad estructural o formal y las transformaciones creadoras. Esto produce el aislamiento del artista. La falta de comunicación puede ser resultado de factores como la reacción ante la producción masiva, los mercados de arte comercial, el rápido ritmo de cambio cultural y el talante despersonalizado de la vida industrial urbana.
El arte y la religión están estrechamente relacionados. Esto se puede ver en las pinturas rupestres del Paleolítico Superior, las canciones de las búsquedas de visiones, la preparación de cabezas reducidas, los cánticos en las actuaciones chamanistas, los mitos chamanistas tapirapé, la circuncisión ndembu, la narración de historias, el canto y la danza, los churingas arunta, y muchos otros aspectos de los cultos individuales, chamanistas, comunitarios y eclesiásticos. El arte y la religión satisfacen muchas necesidades psicológicas similares, y a menudo resulta difícil distinguirlos.
También el arte y la política están estrechamente relacionados. Esto es evidente en el arte eclesiástico patrocinado por el Estado, que en buena medida cumple la función de inculcar en la gente el temor a sus gobernantes. Sólo en la época moderna, con el surgimiento de los estados capitalistas descentralizados, ha gozado el arte de un grado significativo de libertad con respecto al control político directo. Sin embargo, hoy en día, muchos artistas de sociedades capitalistas y socialistas consideran el arte como un importante medio de expresión política, tanto conservadora como revolucionaria.
En la medida en que las bandas, aldeas, jefaturas y estados representan niveles evolutivos y en que el arte está funcionalmente relacionado con la tecnología, la economía, la política, la religión y otros aspectos del patrón cultural universal, es evidente que el contenido del arte ha sufrido una evolución. Se dispone de elementos de juicio que indican que los estilos de música, canto y danza —incluidos los intervalos musicales, la repetición de los textos de las canciones, la complejidad y tipo de orquesta, el uso expresivo de las diferentes partes del cuerpo y el énfasis en los movimientos curvilíneos— también han experimentado cambios evolutivos. No obstante, esto está sujeto a una amplia controversia. El ejemplo de la retórica campa demuestra que hay que tener sumo cuidado al juzgar la complejidad y sofisticación de los estilos artísticos de los pueblos ágrafos.
Una modalidad, hoyen día muy popular, del análisis antropológico —el estructuralismo— intenta interpretar el contenido superficial de los mitos, rituales y otras realizaciones expresivas en términos de una serie de oposiciones binarias de carácter universal e inconsciente. Oposiciones binarias comunes se pueden encontrar en el mito de la Cenicienta y en la cosmología, rituales y arquitectura de las casas de los tetum.