Los chamanes son individuos a quienes socialmente se les reconoce capacidades especiales para entrar en contacto con seres espirituales y controlar las fuerzas sobrenaturales. Todo el complejo chamanista incluye alguna forma de experiencia de trance durante la cual se aumentan los poderes del chamán. La forma más frecuente de trance chamánico es la posesión, la invasión del cuerpo humano por un dios o espíritu. El chamán entra en trance fumando tabaco, ingiriendo drogas, golpeando el tambor, danzando de forma monótona o simplemente cerrando los ojos y concentrándose. El trance empieza con rigidez corporal, sudor y jadeos. Mientras está en trance, el chamán puede actuar como médium, transmitiendo mensajes de los antepasados. Con la ayuda de espíritus amistosos, los chamanes predicen acontecimientos futuros, descubren objetos perdidos, identifican la causa de la enfermedad, prescriben curas y dan consejos a los clientes sobre cómo protegerse contra las intenciones malvadas de los enemigos.
Hay una estrecha relación entre cultos chamanistas y búsqueda individualista de visiones. Normalmente los chamanes son personalidades psicológicamente predispuestas a las experiencias alucinatorias. En culturas que usan libremente sustancias alucinógenas para penetrar los misterios del otro mundo, mucha gente puede obtener un estatus chamánico. Entre los jíbaros, uno de cada cuatro hombres es chamán, puesto que el uso de plantas alucinógenas permite a casi todo el mundo alcanzar los estados de trance esenciales para la práctica del chamanismo (Harner, 1972b: 154). En otras partes, llegar a ser chamán puede estar restringido para personas propensas a tener alucinaciones auditivas y visuales.
Una parte importante de la actuación chamanista en muchas regiones del mundo consiste en simples trucos de ventriloquia, prestidigitación e ilusionismo. Por ejemplo, los chamanes de Siberia señalaban la llegada de espíritu posesor moviendo subrepticiamente las paredes de una tienda a oscuras. En toda Sudamérica la ceremonia más corriente de la cura chamánica consiste en extraer trocitos de hueso, guijarros, bichos y otros objetos extraños del cuerpo del paciente. No hay que considerar la práctica de estos trucos como una prueba de que el chamán tiene una actitud cínica o incrédula hacia el resto de su actuación. La mente humana es plenamente capaz de bloquear y compartimentar la información contradictoria o inoportuna reprimiéndola a un plano inconsciente y mediante la racionalización («es un truco, pero para su propio bien»; o «es un truco, pero funciona»).
Aunque el trance forma parte del repertorio chamanista en centenares de culturas, no es universal. Muchas culturas tienen especialistas con dedicación a tiempo parcial que no usan el trance, pero que diagnostican y curan enfermedades, encuentran objetos perdidos, predicen el futuro y confieren inmunidad en la guerra y éxito en el amor. Se puede designar a estas personas con nombres tan diversos como magos, videntes, brujos, encantadores, hechiceros y curanderos. El complejo chamanista incluye todos estos roles.
Los tapirapé, un pueblo aldeano del centro de Brasil, tienen un culto chamanista típico (Wagley, 1977). Los chamanes tapirapé obtienen sus poderes de sueños en los que se encuentran con seres espirituales que se convierten en ayudantes suyos. Los sueños son causados por almas que abandonan el cuerpo y van de viaje. Los sueños frecuentes son un signo de talento chamanista. Los chamanes maduros, con la ayuda de sus espíritus familiares, pueden convertirse en pájaros o lanzarse al aire en «canoas» de calabaza, charlar con espíritus y demonios, o viajar hasta aldeas lejanas a través del tiempo (Cuadro 12.2).
Cuadro 12.2
Cómo Ikanancowi llegó a ser chamán
En su sueño [Ikanancowi] caminó hasta las orillas de un gran lago en lo profundo de la selva. Allí escuchó el ladrido de los perros y corrió en la dirección en la que venía el ruido hasta que se encontró con varios espíritus del bosque, de la categoría llamada muntí anká. Estaban arrancando un murciélago de un árbol para alimentarse. [Los espíritus] hablaron con Ikanancowi y le invitaron a volver a su aldea, que estaba situada en las cercanías del lago. En la aldea vio periquitos y muchos socó…, pájaros que guardaban como animales domésticos. [Ellos] tenían varios pucheros de kauí [una especie de papilla] e invitaron a Ikanancowi a comer con ellos. Él lo rechazó al ver que su kauí estaba hecho con sangre humana. Ikanancowi observaba a un espíritu cómo bebía el kauí y vio que inmediatamente después vomitaba sangre; el chamán vio a un segundo espíritu cómo bebía otro recipiente e inmediatamente expulsó sangre por el ano. Él vio al muntí anká vomitar sus entrañas y arrojarlas en el suelo, pero enseguida se dio cuenta de que esto solamente era un truco; ellos no morirían, porque tenían más intestinos. Después de esta visita, los muntí anká llamaron a Ikanancowi padre y él los llamó hijos; con frecuencia, les invitaba en sus sueños y siempre tenía a los muntí anká cerca de él.
Fuente: Wagley, 1943:66-67.
A menudo, se acude a los chamanes tapirapé para curar enfermedades. Esto lo consiguen con la prestidigitación y la ayuda de sus espíritus familiares entrando en una situación de semitrance provocada al ingerir grandes cantidades de tabaco (Cuadro 12.3).
Cuadro 12.3
Cura mediante el vómito
A menos que la enfermedad sea lo suficientemente grave como para aconsejar un tratamiento inmediato, el chamán siempre cura a última hora de la tarde. El chamán va donde está el paciente, y se pone en cuclillas cerca de la hamaca del mismo; su primer acto siempre es encender su pipa. Cuando el paciente tiene fiebre o está inconsciente debido a la visión de un espíritu, el método principal de tratamiento es por medio de masaje. El chamán sopla humo sobre todo el cuerpo del paciente; después sopla el humo sobre sus propias manos, escupe en ellas y da masaje al paciente de una forma lenta y firme, siempre en la dirección de las extremidades del cuerpo. Muestra que está sacando una sustancia extraña con el movimiento rápido de sus manos a medida que alcanza el extremo de un brazo o de una pierna.
El método más frecuente de curar es por medio de la extracción de un objeto maligno a través de la succión. El chamán se pone en cuclillas al lado de la hamaca de su paciente y comienza a «comer humo» —traga grandes bocanadas de humo de tabaco de su pipa—. Él empuja el humo por medio de profundas inspiraciones hasta lo más profundo de su estómago; enseguida se intoxica y le acometen náuseas; vomita violentamente y el humo sale de su estómago. Lanza quejidos y aclara su garganta de una forma que recuerda a la persona que tiene náuseas pero es incapaz de vomitar. Volviendo a chupar lo que él vomita acumula saliva en su boca.
En medio de todo este proceso se para varias veces para chupar el cuerpo de su paciente y finalmente, con un terrible esfuerzo, expulsa en el suelo todo el material acumulado y busca en medio de toda la porquería el objeto extraño que ha sido la causa de la enfermedad. Ni siquiera una vez vi al chamán mostrar el objeto extraño a los que miraban. Para un tratamiento, el tapirapé (chamán) normalmente repite este proceso de «comer humo», chupar y vomitar, varias veces. Cuando el que está enfermo es un hombre de gran prestigio, el tratamiento que hemos mencionado lo llevarán a cabo dos o incluso tres chamanes, y el ruido de los violentos vómitos resuena en toda la aldea.
Fuente: Wagley, 1943:73-74.
Por lo que respecta al uso tan difundido del tabaco en los rituales de los americanos nativos, es interesante indicar que el tabaco contiene alcaloides alucinógenos y puede provocar visiones si se consume en grandes cantidades.