Creencias y rituales individualistas: los esquimales

El individualismo de gran parte de las creencias y rituales esquimales es paralelo al individualismo de su modo de producción. Solos o en pequeños grupos, los cazadores enfrentan su ingenio a la astucia y fuerza de una presa y hacen frente a los peligros de viajar sobre el hielo y a la amenaza de tormentas y noches que duran meses. El cazador esquimal estaba equipado con un ingenioso conjunto de artefactos tecnológicos que hacían posible la vida en el Ártico. Pero el resultado de la lucha diaria era incierto. Desde el punto de vista de los esquimales, no bastaba con estar bien equipado con anteojos para la nieve, parkas de piel, trampas con resorte de hueso, puntas de arpón dentadas y desmontables y poderosos arcos compuestos. También había que estar equipado para vérselas con los espíritus y fuerzas invisibles que acechan por doquier en la naturaleza y que, si se les ofende o no se les evita como es debido, podrían reducir al mejor cazador a un pobre hambriento. Era necesario un esfuerzo de vigilancia individual para tratar con almas errantes humanas y animales, espíritus locales, Sedna (el Guardián de los Animales Marinos), el Sol, la Luna y el Espíritu del Aire (Wallace, 1966:89). Parte del equipo de cada cazador consistía en su canción de caza (una combinación de canto, oración y fórmula mágica), que heredaba de su padre o de los hermanos de su padre o que compraba a algún famoso cazador o chamán. La cantaba en voz baja mientras se preparaba para las actividades del día. Alrededor de su cuello llevaba una pequeña bolsa llena de diminutas esculturas animales, trozos de garras y piel, guijarros, insectos y otros artículos, cada uno de los cuales correspondía a algún Espíritu Ayudante con el que mantenía una relación especial. A cambio de la protección y el éxito en la caza que le concedían sus Espíritus Ayudantes, el cazador tenía que observar ciertos tabúes, abstenerse de cazar o comer algunas especies o evitar determinados lugares. Un cazador nunca debía dormir fuera sobre la nieve. Todas las tardes debía volver a tierra firme o al antiguo hielo sólido que está a cierta distancia del mar abierto, puesto que al Espíritu del Mar no le gusta que sus criaturas huelan a seres humanos mientras no cazan (Rasmussen, 1929:76). También había que tener cuidado de no cocinar mamíferos de tierra y mar en la misma olla; había que colocar agua dulce en la boca de los mamíferos marinos recién matados y grasa en la de los mamíferos terrestres (Wallace, 1966:90). Adviértase que algunas de estas «supersticiones» pueden haber mitigado tensiones psicológicas o haber tenido un valor práctico para la caza o algún otro aspecto de la vida esquimal. Por ejemplo, el no dormir fuera sobre el hielo es una precaución de seguridad.