La vaca sagrada

El caso de la vaca sagrada en la India se ajusta a la teoría general de que la carne de algunos animales se convierte en tabú cuando se vuelve muy costosa debido a cambios ecológicos. Al igual que los cerdos en el Oriente Medio, el ganado vacuno fue sacrificado y consumido con bastante libertad en la India durante el Neolítico. Sin embargo, con el surgimiento del Estado y de densas poblaciones rurales y urbanas, el ganado vacuno ya no se pudo seguir criando en número suficiente como para servir a la vez de fuente de carne y de principal fuerza de tracción para tirar de arados. Pero cuando se desarrolló el tabú contra el empleo del ganado vacuno, adoptó una forma bastante diferente del tabú israelita contra el cerdo. Mientras que el cerdo era apreciado casi exclusivamente por su carne, el ganado vacuno lo era por su leche y, en especial, por su fuerza de tracción. Así, cuando los cerdos se volvieron demasiado costosos de criarlos para carne, todo el animal fue objeto de tabú y abominación. Pero cuando ocurrió esto con el ganado vacuno, aumentó su valor como fuente de fuerza de tracción (la tierra tenía que ser arada más intensivamente cuando aumentó la población). Por consiguiente, tenía que ser protegido en vez de aborrecido, y así la religión hindú hizo hincapié en el deber sagrado de abstenerse de matar el ganado vacuno o comer su carne. Hay que señalar que los brahmanes, en otro tiempo la casta responsable del sacrificio ritual del ganado vacuno, después se convirtieron en la casta más preocupada por su protección y más opuesta al desarrollo de una industria basada en el sacrificio del ganado vacuno en la India (Harris, 1977; cf. Harris, 1979a; Simoons, 1979).

¿Pero qué sucede con la vaca sagrada hoy en día? ¿Es la prohibición religiosa del sacrificio y consumo del ganado vacuno un rasgo funcionalmente útil del hinduismo moderno? Todo el mundo está de acuerdo en que la población humana de la India necesita más calorías y proteínas. No obstante, la religión hindú prohíbe el sacrificio de ganado vacuno y hace un tabú del consumo de su carne. A menudo se responsabiliza a estos tabúes del mantenimiento de gran número de vacas viejas, decrépitas, estériles e inútiles. Se describe a estos animales como si no hicieran otra cosa que vagar sin objeto alguno por los campos de la India, obstruyendo las carreteras, deteniendo trenes, robando alimentos en el mercado y bloqueando las calles de la ciudad. Un examen más minucioso de algunos de los detalles de la ecología y economía del subcontinente indio sugiere, sin embargo, que el tabú en cuestión no disminuye la capacidad del actual sistema indio de producción de alimentos para mantener la vida humana.

La base de la agricultura india tradicional es el arado tirado por bueyes. Cada campesino necesita al menos dos bueyes para arar los campos en el momento oportuno del año. A pesar de la impresión de que existe un excedente de ganado vacuno, el hecho central de la vida rural india es que hay un déficit de bueyes, puesto que una tercera parte de las unidades domésticas campesinas poseen menos de una pareja. Es verdad que muchas vacas son demasiado viejas, decrépitas y enfermas para reproducirse como es debido. En esta situación se cree que la prohibición del sacrificio y consumo de la carne de vaca ejerce un efecto perjudicial. Porque en lugar de matar a las vacas secas, estériles y viejas, se nos presenta al campesino hindú como si actuara bajo la obsesión ritual de preservar la vida de cada animal sagrado, no importa cuan inútil pueda ser. Sin embargo, desde el punto de vista del agricultor pobre estas criaturas relativamente indeseables pueden ser bastante esenciales y útiles. El agricultor preferiría tener vacas más vigorosas, pero lo que le impide alcanzar este fin no son los tabúes contra el sacrificio, sino el déficit de tierras y pastos.

Pero ni siquiera las vacas estériles suponen, en modo alguno, una pérdida total. El estiércol constituye una aportación fundamental al sistema energético como abono y combustible para la cocina. Se necesitarían millones de toneladas de fertilizantes artificiales a precios fuera del alcance del pequeño agricultor para compensar la pérdida del estiércol si se enviara un número importante de vacas al matadero. Como la boñiga de vaca es una fuente importante de combustible para la cocina, el sacrificio de un número importante de animales exigiría también la compra de costosos sustitutos, como madera, carbón o queroseno. La boñiga de vaca es barata porque las vacas no comen alimentos aptos para el consumo humano. En vez de esto se alimentan de los rastrojos abandonados en los campos y de hierbas que crecen en laderas escarpadas, cunetas de carreteras, terraplenes junto a vías férreas y otras tierras no cultivables. Esta constante búsqueda de desechos da la impresión de que las vacas están deambulando de aquí para allá sin objetivo alguno, devorando todo lo que encuentran a su alcance. Pero la mayoría de las vacas tienen un propietario y, en las ciudades, después de hurgar entre las basuras del mercado y mordisquear en los céspedes de sus vecinos, cada animal vuelve a su establo al final del día.

En un estudio sobre el equilibrio bioenergético implicado en el complejo ganadero de aldeas en Bengala occidental, Stuart Odend’hal (1972) descubrió que «básicamente, el ganado convierte artículos de poco valor humano directo en productos de utilidad humana inmediata». Su eficiencia energética bruta en el suministro de productos útiles era varias veces mayor que la característica de la producción agroindustrial de carne de vaca. Concluye que «juzgar el valor productivo de las vacas indias sobre la base de criterios occidentales es inadecuado».

Aunque se pudiera mantener o rebasar el nivel actual de producción de bueyes y estiércol con menos vacas de razas mejores y de mayor tamaño, se plantea el problema de cómo distribuir estas vacas entre los agricultores pobres. ¿Hay que expulsar de la tierra a los agricultores que sólo tienen uno o dos animales decrépitos?

Aparte del problema de si se podrían mantener los niveles actuales de producción y productividad con menos vacas, está la cuestión, más crucial desde un punto de vista teórico, de si es el tabú contra su sacrificio el que explica la ratio observada entre ganado vacuno y gente. Esto parece sumamente improbable. A pesar de la prohibición del sacrificio, los agricultores indios seleccionan sus rebaños y ajustan las proporciones entre los sexos a los cultivos, clima y condiciones regionales. La muerte del ganado vacuno se provoca por varios medios indirectos equivalentes a las formas de negligencia benigna y maligna discutidas en el Capítulo 5 con respecto al control de la población humana. En la llanura del Ganges, una de las regiones más ortodoxas en materia religiosa de la India, hay más de 200 bueyes por cada 100 vacas (Vaidyanathan, Nair y Harris, 1982).

Dejando a un lado el punto de vista del agricultor individual, hay varias razones para concluir que los tabúes hindúes tienen un efecto más bien positivo que negativo sobre la capacidad de sustentación. La prohibición del sacrificio, cualesquiera que sean sus consecuencias en la selección de los rebaños, desalienta el desarrollo de una industria envasadora de carne. Esta industria sería ecológicamente desastrosa en una tierra tan densamente poblada como la India. A este respecto hay que señalar que el output de proteínas del sistema existente es importante. Aunque las vacas indias producen poca leche según los criterios occidentales, no obstante aportan proteínas críticas, aunque en pequeñas cantidades, a la dieta de millones de personas. Además, se consume una cantidad considerable de carne de vaca en el transcurso del año, puesto que los animales que mueren de muerte natural los comen los parias devoradores de carroña. Finalmente, hay que señalar la función crítica de la prohibición del sacrificio durante épocas de hambre. Cuando el hambre cunde por el campo indio, el tabú contra el sacrificio ayuda a los campesinos a resistir la tentación de comer su ganado vacuno. Si esta tentación triunfara sobre los escrúpulos religiosos, les resultaría imposible plantar nuevos cultivos cuando llegaran las lluvias. Así, la fuerte resistencia de los santones hindúes al sacrificio y consumo de la carne de vaca toma un nuevo significado en el contexto de la infraestructura india. Como dijo Mahatma Gandhi:

Me resulta obvio por qué la vaca fue seleccionada para su apoteosis. La vaca era en la India la mejor compañera. Era la donante de la abundancia. No sólo daba leche, sino que también hacía posible la agricultura (1954:3).