Como se analizó en el Cap. 12. Lo sagrado y lo profano, la religión puede considerarse la concentración del sentido de lo sagrado. En las teorías de Emile Durkheim, lo sagrado es el sentimiento de temor reverencial que suscita el poder de la vida social. Se deduce de ello que la apelación a la naturaleza sagrada de una regla que rige las relaciones interpersonales o la relación entre una población y su entorno será útil para resolver las incertidumbres que la gente puede experimentar respecto a lo que debe hacer.
Por ejemplo, la prohibición del incesto dentro de la familia nuclear se considera en todo el mundo como una obligación sagrada, y la violación del tabú del incesto como un acto profano o antisagrado. Una explicación plausible de este poderoso sentimiento es que el individuo está fuertemente tentado a cometer el incesto, pero que las satisfacciones a corto plazo que podría obtener de tales actos tendrían a la larga consecuencias negativas, para él y para la continuidad de la vida social, al reducir la capacidad de los individuos y los grupos locales para establecer relaciones intergrupales adaptativas (véase Cap. 7. Ventajas sociales y culturales de la exogamia). Rodeando las prohibiciones del incesto de la aureola de lo sagrado, acaba por prevalecer el interés individual y colectivo a largo plazo, y las ambigüedades y dudas que el individuo experimenta al renunciar a las relaciones sexuales prohibidas se resuelven más decisivamente de lo que de otro modo sería posible. Esto no significa que el incesto no se produzca o que se disipen todas las dudas psicológicas, sino que tales dudas son objeto de un control social efectivo.
Una tensión similar entre costos y beneficios a corto y a largo plazo puede explicar el origen de ciertos tabúes dietéticos considerados como obligaciones sagradas. Por ejemplo, es probable que la antigua prohibición israelita del consumo de la carne de cerdo refleje la contradicción entre la tentación de criar cerdos y las consecuencias negativas de criar animales que sólo son útiles para carne. Los cerdos necesitan sombra y humedad para regular la temperatura de su cuerpo. Con la progresiva deforestación y desertización del Oriente Medio, causadas por la difusión e intensificación de la agricultura y la ganadería y por el crecimiento demográfico, las zonas adecuadas para la cría de cerdos se hicieron escasas. De ahí que un animal, en otro tiempo criado y consumido como fuente relativamente económica de grasa y proteínas, ya no pudiera ser criado y consumido por gran número de personas sin que disminuyera la eficiencia del principal sistema de producción alimentaria (Harris, 1985). Sin embargo, persistió la tentación de continuar la práctica de la cría de cerdos; de ahí la invocación de mandamientos sagrados en la antigua religión hebrea. Obsérvese que la explicación del antiguo origen de este tabú no da cuenta de su perpetuación en el presente. Una vez puesto en práctica, el tabú contra la carne de cerdo (y otros alimentos) adquirió la función de demarcar o delimitar las minorías étnicas judías frente a otros grupos e incrementar su sentido de identidad y solidaridad (véase Cap. 11. Asimilación frente a pluralismo). Fuera del Oriente Medio, dejó de cumplir una función ecológica, pero continuó siendo útil en el nivel de las relaciones estructurales.
La adaptatividad ecológica general de tabúes que regulan fuentes potencialmente importantes de proteínas animales en la cuenca amazónica ha sido estudiada por Eric Ross (1978). Ross sostiene que los achuara, que viven en la frontera entre Perú y Ecuador, ni cazan ni comen algunos grandes animales, como el ciervo, el tapir y el pécari de morro blanco, porque hacerlo supondría sustraer esfuerzos a la caza de especies gregarias abundantes, relativamente accesibles y menos costosas, como monos, aves y peces. Los costos de obtener especies como el ciervo y el tapir entre los achuara son prohibitivos debido a que viven en aldeas dispersas y muy pequeñas y no pueden formar partidas de caza con el suficiente número de hombres como para perseguir, matar y traer a los animales más grandes.
Reviste interés señalar a este respecto el origen de la palabra tabú. Se trata de un término polinesio que designa la práctica seguida por los jefes polinesios al limitar el acceso a algunas tierras cultivables agotadas o a zonas litorales esquilmadas de su riqueza pesquera. Cualquier persona que violara estos tabúes era objeto de un castigo tanto natural como sobrenatural.