Clase y estilo de vida

Las clases difieren unas de otras no sólo en el poder que detentan per cápita, sino también en amplias áreas de pensamiento y conducta pautados llamados «estilo de vida». Los campesinos, los asalariados industriales urbanos, las gentes de clase media que viven en las afueras y los industriales de la clase alta tienen diferentes estilos de vida. Los contrastes culturales entre las especialidades en el estilo de vida ligadas a la clase son tan grandes como las existentes entre la vida en un iglú esquimal y la vida en una aldea mbuti de la selva del Ituri. Por ejemplo, la anterior señora de Seward Prosser Mellon tenía un presupuesto doméstico de 750.000 dólares al año, excluidos los 20.000 dólares para el perro de la familia (Koskoff, 1978:467).

En otras palabras, las clases tienen sus propias subculturas, integradas por pautas de trabajo, arquitectura, mobiliario, dieta, ropas, rutinas domiciliarias, relaciones sexuales y prácticas de apareamiento, rituales mágico-religiosos, arte e ideología distintivos. En muchos casos, las clases hablan con acentos distintos, haciendo difícil la comunicación entre ellas. Debido a la exposición de partes del cuerpo al sol, al viento y fricciones que producen callosidades, las personas de la clase obrera tienden a tener aspectos muy diferentes de los de sus «superiores». Otras distinciones son resultado de especialidades dietéticas: en un tiempo rico y gordo fueron sinónimos. Durante casi todo el curso evolutivo de las sociedades estratificadas, la identidad de clase ha sido tan explícita e inequívoca como la distinción entre varón y hembra. Para el campesino de la dinastía Han, el plebeyo inca o el siervo ruso, era inconcebible sobrevivir hasta la madurez sin saber cómo reconocer a los miembros de las clases «superiores». La duda se disipaba en muchos casos por los modelos de vestidos impuestos por el Estado: sólo la nobleza china podía vestir ropas de seda; sólo los señores feudales europeos podían portar puñales y espadas; sólo los gobernantes incas podían llevar adornos de oro. Los transgresores eran ejecutados. En presencia de sus «superiores», los plebeyos todavía realizan rituales definidos de subordinación entre los que bajar la cabeza, quitarse el sombrero, apartar los ojos, arrodillarse, hacer reverencias, arrastrarse a los pies y guardar silencio a no ser que se les dirija la palabra, son prácticas casi universales.

En muchas partes del mundo, la identidad de clase continúa siendo marcada e inequívoca. En la mayoría de las naciones contemporáneas, las diferencias en los estilos de vida vinculados a clases muestran pocos visos de disminuir o desaparecer y la URSS no es una excepción (Mathews, 1978). En efecto, dado el incremento en los bienes y servicios de lujo asequibles a las élites contemporáneas, los contrastes en los estilos de vida entre las oligarquías de base metropolitana y los habitantes de aldeas campesinas o de chabolas urbanas pueden alcanzar un nivel nunca visto. Durante las épocas recientes de progreso industrial, las clases gobernantes en todo el mundo han pasado de palanquines a «Cadillacs» y reactores privados, mientras que sus subordinados carecen hasta de un asno o una pareja de bueyes. Mientras las élites gobernantes se aprovechan en la actualidad de la asistencia sanitaria en los mejores centros médicos del mundo, un vasto número de personas menos afortunadas nunca ha oído hablar de la teoría de los gérmenes de la enfermedad y nunca será tratado con técnicas médicas modernas. Mientras que las élites gobernantes asisten a las mejores universidades, la mitad de la población mundial sigue siendo analfabeta.