Hay dos formas diametralmente opuestas de contemplar el sistema de castas hindú. La visión que predomina entre los occidentales se ajusta, en buena medida, a la que corresponde a la perspectiva emic de la casta dominante de los brahmanes. Con arreglo a esta visión, cada casta y subcasta posee una ocupación hereditaria que garantiza a sus miembros los medios básicos de subsistencia y seguridad en el empleo. Las castas inferiores rinden servicios vitales a las superiores. Por tanto, estas últimas, conscientes de su dependencia de las castas inferiores, procuran no abusar de ellas, y en momentos de crisis les prestarán ayuda de emergencia en forma de comida o créditos. Además, como la religión hindú brinda a todos una explicación convincente de por qué algunos individuos son inferiores y otros superiores, los miembros de las castas inferiores no se ofenden por ser considerados como una fuente de contaminación e impureza y no tienen interés en modificar el estatus de su casta en la jerarquía local o regional (Dumont, 1970).
Visto desde abajo, el sistema de castas indio resulta difícil de distinguir de las minorías raciales, étnicas y culturales con que están familiarizados los occidentales. Los críticos de la visión «desde arriba» ponen de relieve que, en otro tiempo, los blancos estadounidenses insistían en que la Biblia justificaba la esclavitud y que los negros recibían un buen trato, estaban contentos con la vida que les había tocado en suerte y no deseaban cambiar su estatus. Según Joan Mencher, que ha vivido y trabajado entre las castas intocables de la India meridional, la visión «desde arriba» es tan errónea en el caso de la India como en el de los Estados Unidos. De acuerdo con Mencher, las castas inferiores no están satisfechas con su posición en la vida y no creen que sus superiores de casta les traten con equidad. En cuanto a la seguridad que, supuestamente, proporciona el monopolio sobre oficios tales como herrero, lavandera, barbero, alfarero, etc., estas castas en su conjunto nunca constituyeron más del 10 o el 15 por ciento de la población total, e incluso dentro de tales castas, la profesión de casta nunca facilitó los medios básicos de subsistencia para la mayoría de la gente. Por ejemplo, entre los chamars, que son conocidos como curtidores, sólo una pequeña parte de la casta se dedica a la industria del cuero, y en el campo casi todos los chamars son una fuente de mano de obra barata para la agricultura. Cuando se les preguntaba por su baja posición en la vida, muchos de los informantes de casta inferior explicaban a Mencher que tenían que depender de las demás castas porque no disponían de tierras propias. ¿Daban realmente los terratenientes, en tiempos de extrema necesidad o crisis, alimento y asistencia gratuitas a sus subordinados de casta inferior? «… A mis informantes, sean jóvenes o viejos, esto les suena como un cuento de hadas». (Mencher, 1974b).
Los estudios antropológicos sobre la vida en las aldeas de la India han proporcionado un cuadro de las relaciones entre las castas que se opone drásticamente a los ideales postulados en la teología hindú (Carrol, 1977). Uno de los descubrimientos más importantes es que las jatis locales intentan continuamente elevar su estatus ritual. Normalmente, esos intentos se llevan a cabo como parte de un proceso general por el que el estatus ritual local se ajusta al poder económico y político local real. Puede que haya subcastas de rango inferior que aceptan pasivamente el destino que su karma les asigna; ahora bien, estos grupos suelen carecer totalmente de oportunidades de movilidad económica y política. «Pero basta con que las oportunidades de progreso político y económico se vislumbren como posibles, para que tal resignación desaparezca más rápidamente de lo que uno se puede imaginar». (Orans, 1968:878).
Uno de los síntomas de esta propensión subyacente en las jatis a redefinir su posición ritual con arreglo a su potencial político y económico es una amplia falta de acuerdo sobre la forma de las jerarquías rituales locales tal como las ven los habitantes de la misma aldea, ciudad o región.
Como ha indicado el sociólogo Bernard Barber (1968), el estudio de la «disensión» entre castas es actualmente un tema central en la investigación sobre las aldeas indias. Kathleen Gough (1959) señala que, en las aldeas del sur de la India, las capas medias de la jerarquía de castas pueden tener hasta 15 castas cuyos rangos rituales relativos son ambiguos u objeto de disputa. Individuos y familias diferentes, incluso dentro de la misma casta, dan versiones distintas del orden jerárquico de estos grupos. En otras partes, se impugnan abiertamente incluso las pretensiones de las subcastas de brahmanes a una superioridad ritual (Srinivas, 1955). El conflicto entre las jatis en lo que atañe a su posición ritual puede acarrear un litigio prolongado en los tribunales locales y, si no se resuelve, puede, bajo ciertas circunstancias, provocar gran violencia y derramamiento de sangre (cf. Berreman, 1975; B. Cohn, 1955).
Contrariamente a la visión de que estos rasgos de las castas constituyen una respuesta a la reciente «modernización» de la India, Karen Leonard (1978) ha demostrado que en el siglo XVIII, como mínimo, las estrategias de subcastas, familias e individuos mostraban ya una fluidez y flexibilidad análogas. Según Leonard, la organización interna y relaciones exteriores de los kayastk, originariamente una casta de escribanos y contables, se modificaron continuamente para adaptarse a las cambiantes circunstancias económicas, políticas y demográficas. Los kayastk intentaron mejorar su suerte en la vida como individuos, familias y subcastas, con arreglo a las oportunidades cambiantes, Las pautas matrimoniales y las reglas de filiación eran alteradas constantemente al objeto de proporcionar las máximas ventajas con respecto al empleo gubernamental o comercial, y hasta la norma de la endogamia se quebrantaba cuando las alianzas con otras subcastas revestían utilidad: «ha sido la adaptabilidad, no la conformidad con las nociones brahmánicas o académicas aceptadas sobre las castas, lo que ha caracterizado las redes matrimoniales y grupos de parentesco de los kayastk». (Leonard, 1978:294).
Cuando se comparan las castas indias con minorías de otras partes del mundo, hay que subrayar que importantes diferencias culturales se asocian frecuentemente a cada jatis local. Las subcastas pueden hablar lenguas o dialectos diferentes, tener diferentes clases de reglas de filiación y residencia, modalidades diferentes de matrimonio, rendir culto a dioses distintos, consumir alimentos diferentes y en conjunto presentar un contraste en el estilo de vida mayor que el que existe entre los neoyorquinos y los indios zuñi. Además, muchas castas de la India están asociadas a diferencias raciales comparables al contraste entre blancos y negros en Estados Unidos. En vista de todas estas semejanzas cabe argüir que o bien el término «casta» o bien el de «minoría» podrían eliminarse sin causar perjuicio alguno a la comprensión de los fenómenos de la estratificación.
El sistema de estratificación de la India no es notable simplemente por la presencia de grupos de filiación endógamos que poseen especialidades raciales y culturales reales o imaginadas. En todas las sociedades de nivel estatal existen tales grupos. Es más bien su extraordinaria profusión lo que llama nuestra atención. Con todo, el sistema de castas de la India es fundamentalmente similar al de otros países que tienen clases cerradas y numerosas minorías étnicas y raciales. Como los negros en Estados Unidos o los católicos en Irlanda del Norte, las castas inferiores de la India se oponen al estatus que se les ha otorgado, con sus consiguientes desventajas y discriminaciones, y luchan por alcanzar un estatus más alto y las consiguientes ventajas. Las castas superiores tratan de impedir tales esfuerzos y la amenaza que esto supone a su posición. En este conflicto de intereses radica el potencial explosivo de todas las sociedades basadas en las castas (Berreman, 1966:318).