Entonces, ¿quién tiene la culpa?

La tendencia a culpar a los pobres de su situación no es privativa de los miembros relativamente opulentos de la clase media. Los mismos pobres o casi pobres son a menudo los partidarios más acérrimos del punto de vista de que la persona que realmente desee trabajar siempre encontrará empleo. Esta actitud forma parte de una visión del mundo más amplia que demuestra escasa comprensión de las condiciones político-económicas que hacen la pobreza inevitable para algunos. Lo que hay que ver como un sistema, se ve puramente en términos de fallos, motivos y opciones individuales. De ahí que los pobres se vuelvan unos contra otros y se culpen mutuamente de su difícil situación.

En un estudio sobre una comunidad de Terranova llamada Squid Cove, Cato Wadel (1973) ha mostrado cómo un problema estructural de desempleo, producido por factores que escapan al control de la comunidad local, puede dar lugar a una interpretación tendente a enfrentar a unos vecinos con otros. Los hombres de Squid Cove se ganan la vida en la explotación forestal, la pesca y la construcción. La mecanización de la explotación forestal, el agotamiento de los bancos de pesca y la especialización de los oficios de la construcción han dejado a la mayoría de los hombres sin un medio estable de ganarse la vida durante todo el año. Un cierto número de hombres, en especial los que tienen familias numerosas y ya no se encuentran en la plenitud física, se han incorporado a las listas de desempleo. Al actuar así deben estar preparados para librar una lucha desesperada a fin de conservar su amor propio frente a la tendencia de sus vecinos a considerarles como gandules que «no hacen nada por el dinero que reciben». Lo que es especialmente conmovedor en la difícil situación de estos hombres acogidos al subsidio de desempleo en Squid Cove es que los habitantes de Terranova han destacado durante mucho tiempo por su severa ética de trabajo. Muchos de los beneficiarios del subsidio de desempleo trabajaron antaño en empleos no cualificados sumamente arduos. Por ejemplo, el principal informante de Wadel, George, trabajó como leñador durante veintinueve años. George dejó de cortar árboles porque se lastimó un disco de la columna vertebral. La lesión fue suficiente para impedirle competir por los puestos de trabajo no cualificados mejor retribuidos, pero no para permitirle beneficiarse de alguna prestación social como trabajador inválido. George afirma estar dispuesto a trabajar siempre que el empleo no sea demasiado duro y no le exija abandonar la casa que posee en Squid Cove: «Deseo trabajar, pero no hay ningún empleo por aquí». «Entonces, ¿quién tiene la culpa de esto?», se pregunta. Otros están en desacuerdo. En Squid Cove, el subsidio de desempleo se concibe más o menos como algo que «nosotros», los contribuyentes, les damos a «ellos», los parados. No hay ningún sentimiento generalmente aceptado de que el gobierno o la sociedad tengan la responsabilidad de asegurar un empleo apropiado; la responsabilidad de encontrarlo recae sobre el individuo y nadie más.

No se aprueba que la persona acogida al desempleo afirme rotundamente que, si no hay trabajo, incumbe al gobierno prestar la asistencia adecuada. Los parados deben cuidar, pues, de no hablar de sus «derechos»… Por otra parte, si un parado no se queja, esto podía tomarse como señal de que está satisfecho con el subsidio de desempleo, que en realidad no está dispuesto a trabajar. Haga lo que haga el parado, se queje o no, lo más probable es que sea sancionado (Wadel, 1973:38).

Al explicar por qué eligió estudiar la difícil situación de los beneficiarios de la seguridad social, Cato Wadel escribe: «Por lo dicho hasta ahora, debe quedar claro que no abrigo la menor duda de quién tiene la culpa».

La culpa no la tiene el individuo en paro. Si este estudio se sintetizara en un enunciado sencillo y claro, sería que es el desempleo en sí el que provoca una conducta en el parado que hace que la gente culpe del desempleo al individuo, pero no a la inversa: que la causa del desempleo es una actitud especial o un defecto personal (Wadel, 1973:127).