Como señala Beattie, hay muchas analogías entre el Estado de Bunyoro y el sistema «feudal» existente en Inglaterra en tiempos de la invasión normanda (1066 d. C.). La estratificación en Bunyoro, al igual que en la Inglaterra de principios del Medievo, implicaba un voto de fidelidad por parte de los jefes de distrito («señores») a cambio de concesiones de tierra y de los servicios laborales de los campesinos («siervos») que vivían en estas tierras. El rey inglés, al igual que el Mukama, podía recurrir a estos jefes para que le proporcionaran armas, víveres y guerreros siempre que surgía una amenaza interna o externa a su soberanía. La capacidad del rey para reunir coaliciones de señores y de sus fuerzas militares mayores que las que podía conseguir otra asociación de señores desleales hacía posible la supervivencia del linaje real feudal inglés, al igual que en Bunyoro. Pero hay que señalar importantes diferencias en la escala demográfica y en el papel del dirigente como redistribuidor. Aunque la redistribución se mantenía mediante un sistema de impuestos y tributos reales, la función policial-militar del rey inglés era más conspicua que entre los bunyoro. El soberano inglés no era el «gran proveedor». En cambio, era el «gran protector». Con una población que ascendía a más de un millón de personas, y con una producción agrícola y artesanal organizada sobre la base de haciendas locales independientes y autosuficientes, la función redistributiva de los reyes feudales de Europa era totalmente asimétrica. Guillermo el Conquistador no necesitaba cultivar una imagen de generosidad entre la masa de siervos de su reinado. Aunque se preocupaba de ser generoso con los señores que le apoyaban, la exhibición de generosidad hacia los productores primarios ya no era una preocupación importante. Un enorme abismo se había abierto entre los estilos de vida de los productores primarios y sus señores feudales. Y el mantenimiento de estas diferencias ya no se fundaba principalmente en la aportación especial que los señores feudales hacían a la producción, sino, en gran parte, en su capacidad de privar a los siervos de los medios de subsistencia y de la misma vida. Por supuesto, en los señoríos de la Europa medieval, los señores feudales se guardaban bien de no llevar la explotación (véase Cap. 11. La explotación económica) de sus siervos más allá de ciertos límites, para no minar la base de su propia existencia.
Cuando se compara el desarrollo político africano con el europeo, hay que recordar que hubo dos periodos de feudalismo en la Europa occidental y septentrional. El primero, sobre el que se sabe poco, precedió al desarrollo del Imperio romano y fue interrumpido por la conquista romana. El segundo siguió al derrumbamiento del Imperio romano. Aunque el último periodo proporciona el modelo estandarizado de feudalismo, el tipo de comunidad política existente en Bunyoro es en realidad una forma mucho más extendida y, probablemente, se parece más a los sistemas políticos que los romanos encontraron e invadieron en su conquista de la Europa occidental (cf. Bloch, 1964; Renfrew, 1973; Piggott, 1966).
Gracias al Imperio romano, el feudalismo de la Europa medieval se fundó en una tecnología mucho más avanzada que la hallada incluso en los reinos subsaharianos más populosos. El producto recaudado en forma de impuestos por la clase dirigente de Bunyoro era muy pequeño comparado con el expropiado por la aristocracia feudal inglesa. La arquitectura, la metalurgia, los tejidos, las armas y otras industrias estaban mucho más avanzados en la Europa medieval.