La guerra entre agricultores aldeanos

Aunque los pueblos aldeanos no fueron los primeros en practicar la guerra, sin embargo sí ampliaron la escala y ferocidad de los enfrentamientos militares. Las casas de las aldeas, el equipo para elaborar los alimentos, los cultivos en los campos, los animales domésticos, los bosques de crecimiento secundario y las tierras de los huertos de primera calidad representan inversiones de capital estrechamente identificadas con los inputs de arduo trabajo de grupos específicos. La defensa de esta inversión sentó las bases para el desarrollo de identidades territoriales de índole estable y excluyente. A menudo, las aldeas se oponen entre sí como enemigos tradicionales, se atacan y saquean repetidas veces, y se expropian sus territorios. Desde el punto de vista arqueológico, el inicio de la territorialidad lo sugiere la práctica de enterrar a los aldeanos fallecidos bajo las casas que ocuparon en vida (Flannery, 1972). Etnológicamente, la intensificación de las identidades locales viene sugerida por el desarrollo de sistemas de parentesco basados en la filiación unilineal. Como ha mostrado Michael Harner (1970), el desarrollo del interés por la filiación y la herencia está estrechamente relacionado con el grado en que las poblaciones agrícolas dejan de recurrir a la caza y recolección para subvenir a las necesidades de subsistencia.

Es probable que la guerra entre los cultivadores aldeanos sea más costosa, en términos de bajas en el combate, que entre cazadores y recolectores seminómadas. Entre los dani de Irían occidental, Nueva Guinea, la guerra tiene una fase ritualista, en campo abierto (parecida a los encuentros de los tiwi que acabamos de describir) en la que se producen escasas bajas. Pero también se lanzan ataques furtivos que causan cientos de muertos y la destrucción y expulsión de aldeas enteras. Karl G. Heider (1972) estima que los dani perdían alrededor del 0,5 por ciento de su población por año debido a la guerra, y que el 29 por ciento de los hombres y el 3 por ciento de las mujeres fallecía a causa de las heridas recibidas en incursiones y emboscadas. Entre los yanomamo de Brasil y Venezuela, que tienen fama de ser una de las culturas más «feroces» y belicosas del mundo, las incursiones y emboscadas furtivas explican alrededor del 33 por ciento de las muertes de varones adultos y alrededor del 7 por ciento de las muertes de mujeres adultas (Chagnon, 1974:160-161).