Resumen

Las relaciones entre los individuos y los grupos domésticos en las sociedades de bandas y aldeas se mantienen en orden, sin gobiernos ni especialistas en hacer cumplir la ley y el orden. Esto es posible debido al pequeño tamaño, al predominio del parentesco y la reciprocidad, y al acceso igualitario a los recursos vitales. En estas sociedades la opinión pública es la fuente principal de la ley y el orden.

Entre las bandas de cazadores y recolectores y en la mayoría de los pueblos aldeanos preestatales no existe la propiedad de tierras a nivel individual o de familia nuclear. Sin embargo, hasta en las sociedades más igualitarias existe la propiedad privada de algunos artículos. El predominio del modo de intercambio recíproco y la ausencia de mercados anónimos hacen que el robo sea innecesario y poco práctico.

La principal amenaza a la ley y el orden entre las sociedades organizadas en bandas y aldeas proviene de la tendencia de los grupos domésticos y de parentesco a intensificar los conflictos en apoyo de ofensas reales o imaginarias a uno de sus miembros. Tal apoyo no depende de los principios abstractos del bien y el mal, sino del probable resultado de una acción concreta ante la opinión pública. El duelo de canciones entre los esquimales es un ejemplo de cómo se puede poner a prueba y utilizar la opinión pública para acabar con conflictos entre individuos que pertenecen a diferentes grupos domésticos y de parentesco.

Las acusaciones de brujería son otro medio de dar a la opinión pública una oportunidad de identificar y castigar a los violadores persistentes de las reglas de reciprocidad y otros alborotadores. Los chamanes actúan como portavoces de su comunidad, pero su posición es precaria y a menudo se les identifica como fuente de desgracias y conflictos. Como sucede entre los kuikuru, el temor a ser acusado de brujería hace a la gente amable y generosa. Sin embargo, bajo condiciones de presión, las acusaciones de brujería pueden alcanzar proporciones epidémicas y constituir una amenaza para el mantenimiento de la ley y el orden.

El tipo de liderazgo que ejercen los cabecillas refleja la naturaleza igualitaria de las instituciones de la ley y el orden en las sociedades organizadas en bandas y aldeas. Los cabecillas poco más pueden hacer que arengar a la gente y suplicarle apoyo. No disponen de medios físicos o materiales para imponer sus decisiones. Su éxito depende de su capacidad para intuir la opinión pública. Tal como ilustran los nuer, la evitación de la venganza de sangre puede facilitarse con el pago de una compensación y acudiendo a los jefes rituales que carecen de poder político y económico.

Otros casos de organización política no basada en el parentesco adoptan la forma de asociaciones voluntarias o de camaradas (sodalities), tales como los clubs de hombres y mujeres, las sociedades secretas y los grupos de edad. Sin embargo, todos estos modos de organización política de individuos no emparentados son bastante rudimentarios y están eclipsados por las redes de alianzas de parentesco basadas en el matrimonio y la filiación, que constituyen el «aglutinante» de las sociedades organizadas en bandas y aldeas.

Aunque tanto los cazadores y recolectores como los agricultores aldeanos preestatales se dedican a la guerra, hay razones para suponer que la guerra fue menos frecuente en el Paleolítico que en el Neolítico y que los agricultores aldeanos son más propensos a destruirse entre sí.

La guerra no puede explicarse como una consecuencia de la agresión o como un deporte divertido. La guerra es una forma particular de actividad organizada y sólo una de las muchas formas en que las culturas tratan la agresión. Las causas de la guerra en las sociedades de bandas y aldeas hunden sus raíces en problemas asociados con la producción y la reproducción y casi siempre conllevan intentos de incrementar o preservar ratios costos/beneficios y niveles de vida, incluso donde las densidades de población son muy bajas, como entre los yanomamo, puede haber problemas de agotamiento y de eficiencia decreciente. No puede decirse que los yanomamo sufran de deficiencia proteínica, aunque hay evidencia de que si sus poblados crecen en tamaño, la calidad y cantidad de recursos animales disminuyen y se incrementan los costos de obtener dietas de alta calidad.

Parece probable que la guerra en algunos contextos preindustriales ayudó a frenar el crecimiento de la población y a evitar el agotamiento de los recursos. La guerra podría tener ese efecto a través del fomento del infanticidio femenino y de la falta de cuidados hacia las mujeres. La evidencia de esta interpretación ecológica de la guerra consiste en estudios comparativos entre culturas que correlacionan ratios de sexo desequilibradas con la guerra activa. Sin embargo, esta teoría es controvertida.