¿Por qué existe la guerra?

Debido a que la densidad de población, de grupos y aldeas, es generalmente muy baja, a menudo parece como si no existiera una base infraestructural para la guerra entre dichas sociedades. La aparente ausencia de motivos materiales para la lucha ha apoyado la creencia popular de que la guerra en estas situaciones de pre estado corresponde a una tendencia innata de los seres humanos de ser agresivos (Cuadro 9.1). Otra variación sobre este tema es que los grupos y las aldeas van a la guerra no para ganar ninguna ventaja material, sino porque los hombres lo consideran como un deporte agradable. Estas teorías no son muy convincentes. Aunque los seres humanos pueden tener tendencias agresivas, no existe ninguna razón de por qué tales tendencias no pueden ser suprimidas, controladas, o expresadas de otras maneras que por el combate armado. La guerra es una forma particular de actividad organizada que se ha desarrollado durante la evolución cultural como otros rasgos estructurales tales como el comercio, el reparto del trabajo y los grupos domésticos. De la misma manera que no existe un instinto para el comercio, para la organización doméstica o para la división del trabajo, tampoco existe un instinto para la guerra. Se hace la guerra en tanto en cuanto supone una ventaja para alguno de los combatientes.

Cuadro 9.1

Agresión y guerra

Nuestra naturaleza biológica y trasfondo evolutivo puede ayudarnos a entender ciertos aspectos de la guerra. Como especie, incuestionablemente somos capaces de una agresión a escalas incomparables. Pero la capacidad para la violencia colectiva no explica la existencia de la guerra. Incluso aunque la agresión sea un rasgo universal, la guerra no lo es. Las sociedades guerreras luchan sólo ocasionalmente y muchas sociedades no conocen la guerra. Son las circunstancias de la vida social las que explican esta variación. Pero la imagen de la humanidad sedienta de sangre, e inevitablemente avanzando para matar, es un poderoso mito y un importante apoyo para el militarismo de nuestra sociedad. A pesar de su falta de credibilidad científica, todavía habrá cabezas duras «realistas» que continúen creyéndolo, felicitándose a sí mismos por «el valor para enfrentarse a la verdad», totalmente ajenos al mito que hay detrás de su realidad.

Fuente: Ferguson, 1984:12.

La teoría de que la guerra es un deporte divertido se contradice con el hecho de que la razón más comúnmente citada por los guerreros de sociedades de bandas y aldeas para ir a la guerra es vengar las muertes ocurridas en luchas anteriores o muertes causadas por los hechiceros enemigos. Por otro lado, al combate rara vez se va a la ligera; los guerreros necesitan mentalizarse a sí mismos con cantos y danzas rituales y a menudo solamente empiezan a combatir una vez que han dominado sus miedos por medio de sustancias psicotrópicas. Aunque hay deportes, tales como el boxeo y las carreras de coches, que son bastante peligrosos, sin embargo no llegan al mismo grado de peligrosidad mortal al que se exponen los combatientes armados. Además, habría que ver si tales deportes peligrosos se practicarían si no fuese por los grandes premios materiales que esperan al ganador.

Como hemos visto en el Capítulo 5. Reproducción, son los costos difíciles de sobrellevar de la crianza de los niños lo que conduce a una baja densidad de población así como a unos índices bajos de crecimiento de población entre sociedades de bandas y aldeas. Por tanto, el hecho de que las densidades de población sean bajas no quiere decir que las sociedades de bandas y aldeas no estén amenazadas por agotamiento de recursos vitales o por rendimientos decrecientes. En tales sociedades, la guerra casi siempre implica la posibilidad de mantener o mejorar un nivel de vida amenazado, lo que se consigue logrando acceder a recursos vitales, a hábitats más sanos o a rutas comerciales (Balee, 1984; Biolsi, 1984; J. Ross, 1984). Así pues, la guerra se entiende mejor si se la considera como una forma mortal de competición entre grupos autónomos que luchan por recursos escasos (R. Cohén, 1984).