La abrumadora mayoría de las sociedades conocidas muestran pautas de residencia y filiación centradas en el varón. El 71 por ciento de las 1179 sociedades clasificadas por George Murdock (1967) son ya patrilocales, ya virilocales, y en esta misma muestra el número de sociedades que tienen grupos de parentesco patrilineales supera al de las que poseen grupos de parentesco matrilineales en la proporción de 558 a 164. La patrilocalidad y la patrilinealidad constituyen el modo estadísticamente «normal» de organización doméstica. Han predominado no sólo, como antes se creía, en sociedades que disponen de arados y animales de tiro o que practican el pastoreo nómada, sino también en sociedades basadas en la horticultura y la tala y quema (Divale, 1974).
Fig. 8.10. Avunculocalidad.
Es difícil soslayar la conclusión de que la razón subyacente en el predominio de la patrilocalidad entre las sociedades preestatales consiste en que la cooperación entre los varones es más crucial que la cooperación entre las hembras. Los hombres son más efectivos en el combate cuerpo a cuerpo que las mujeres, y estas tienen menos movilidad que los hombres cuando están embarazadas o con niños pequeños. Como consecuencia, los varones suelen monopolizar las armas de guerra y caza y controlan el comercio y la política. La práctica de guerra intensiva y a pequeña escala entre aldeas vecinas puede ser el factor crucial que fomenta todo el complejo de instituciones centradas en el varón y dominadas por este (véase Cap. 9). Al estructurar los grupos domésticos en torno a un núcleo de padres, hermanos e hijos, la patrilocalidad facilita la cooperación militar entre los varones que se han criado juntos y evita que padres, hijos y hermanos se enfrenten en el terreno de combate cuando una aldea ataca a otra (Divale y Harris, 1976).