Uno de los rasgos más sorprendentes de la vida económica de las sociedades de cazadores-recolectores y agrícolas de pequeña escala es la importancia de los intercambios realizados según el principio conocido como reciprocidad. En los intercambios recíprocos, el flujo de servicios y productos del trabajo no parece depender de un contraflujo definido. Los implicados en el intercambio toman según su necesidad y dan sin ninguna regla establecida de tiempo o cantidad.
Richard Lee ha descrito de un modo sucinto la reciprocidad tal como ocurre entre los !kung. Por la mañana, entre 1 y 16 de los 20 adultos de la banda !kung abandonan el campamento para pasar el día recolectando o cazando. Vuelven al atardecer con el alimento que han encontrado. Todo lo que se trae al campamento es compartido por igual, prescindiendo del hecho de que los receptores hayan pasado el día durmiendo o cazando.
No sólo las familias reúnen la producción del día, sino que el campamento entero —residentes y visitantes— comparte equitativamente los alimentos disponibles. La comida de cualquier familia se compone de alimentos aportados por todas y cada una de las demás familias residentes. Los productos alimenticios se distribuyen crudos o son preparados previamente por los recolectores. Hay un constante flujo de nueces, bayas, raíces y melones entre los hogares familiares hasta que cada residente ha recibido una parte equitativa. A la mañana siguiente, un grupo distinto de recolectores sale del campamento y, cuando regresa al atardecer, se repite la distribución de alimentos (Lee, 1969:58).
A la postre, todos los adultos habrán participado en la recolección o caza, y habrán dado y recibido alimentos. Durante largos periodos de tiempo pueden existir considerables desigualdades en la balanza del dar y recibir entre individuos, pero ello no da lugar a habladurías o acciones especiales.
En todas las culturas se da alguna forma de intercambio recíproco, sobre todo entre parientes y amigos. En los Estados Unidos y Canadá, por ejemplo, los maridos y esposas, amigos, hermanos, hermanas y otros parientes regulan y ajustan una pequeña parcela de su vida económica según transacciones de toma y daca de carácter informal y desinteresado. Los jóvenes no pagan por comer en casa ni abonan un alquiler por el coche de sus padres. Las mujeres no cobran por cocinar la comida. Los amigos se hacen regalos el día de su cumpleaños y en Navidad. Sin embargo, estos intercambios sólo constituyen una porción mínima de los actos totales de intercambio de los norteamericanos. La gran mayoría de los intercambios en las culturas modernas implican contraflujos rígidamente definidos que se deben realizar en un plazo determinado.