El punto débil en la falta de especialización de las sociedades cazadoras-recolectoras y agrícolas simples es que cada adulto lleva a cabo diferentes tipos de tareas de un día para otro, en contraste con las rutinas estandarizadas de los empleados de una fábrica o de una oficina. Además, la decisión de cambiar de una tarea a otra —de poner trampas a fabricar flechas o recolectar miel— es fundamentalmente voluntaria y se llega a ella bien individualmente o bien por consenso del grupo. Por tanto, sería correcto decir que la gente de estas sociedades preestatales de pequeña escala no vivían el trabajo como un aspecto tedioso de la vida. En este sentido, recientes reformas experimentales sobre pautas de trabajo en fábricas, van dirigidas a dejar que los trabajadores hagan diversos tipos de trabajo en vez de solamente uno y además se les trata de incluir en «círculos de calidad» que toman decisiones sobre cómo deben realizarse las tareas. Estos experimentos representan un intento de volver a las características de trabajo, hasta cierto punto envidiables, de las economías no especializadas, de pequeña escala. Existen muchas pruebas que sugieren que en las sociedades de infraestructura cazadora-recolectora o agrícola simple, la gente no trabaja tanto tiempo como en las sociedades con una agricultura intensiva. Por ejemplo, los !kung san dedican solamente unas 20 horas por semana a la caza. La razón fundamental para ello es que su modo de producción no es intensificable. Si trabajaran más horas por semana no solamente les resultaría cada vez más difícil capturar sus presas, sino que además correrían el riesgo de agotar la población animal por debajo del punto de recuperación. En cierta forma, los !kung san se benefician de estar a merced de los índices naturales del incremento de plantas y animales en su hábitat; su modo de producción les obliga a trabajar menos que los agricultores intensivos o los obreros de las fábricas modernas.
Fuentes: Carlstein, 1983; Johnson, 1975; Lee, 1979; White, 1976.
En la Tabla 6.1 se compara el tiempo dedicado al trabajo entre los !kung con el de otras sociedades —los machiguenga, agricultores de tala y quema de la zona este de los Andes en el Perú, y con Kali Loro, una aldea campesina de Java que se dedica a cultivar arroz por un sistema de regadío—. El promedio de tiempo de trabajo es mucho mayor para ambos sexos en Kali Loro, la sociedad que tiene una tecnología más avanzada. Como ya se ha dicho previamente, la razón básica para esto es que la agricultura de regadío es altamente intensificable (véase Cap. 4. Agricultura de regadío). Además Kali Loro es parte de una sociedad con Estado, estratificada, en la cual existen controles políticos y económicos tales como impuestos, renta y precios de mercado que obligan o inducen a la gente a trabajar más horas de las que serían necesarias si ellos pudieran guardar para su propio uso todos los bienes y servicios que producen.
Entre los trabajadores industriales a sueldo, el trabajo ocupa una parte mucho mayor de su vida diaria. A las 8 horas básicas de trabajo, hay que añadir una hora de transporte, media hora de compras (comida y de otras cosas, incluyendo el transporte), media hora para cocinar, media hora para las tareas y reparaciones de la casa, y media hora para el cuidado de los niños (incluyendo el transporte de los niños y de los que los cuidan[12]). El total —11 horas— es equiparable al tiempo de trabajo empleado por las mujeres campesinas javanesas. (Es cierto que este esquema de trabajo sirve solamente para los días laborables. Pero durante el fin de semana, el tiempo que se dedica a otros tipos de trabajo también aumenta enormemente. Y además, hay muchas personas que tienen un segundo trabajo). Cuando los líderes laborales presumen de cuánto progreso se ha conseguido en la obtención de tiempo libre para la clase trabajadora, están pensando en lo que era común en la Europa del siglo XIX, donde los obreros de las fábricas trabajaban doce horas al día o más, en vez de en lo que suele ser norma entre los machiguenga o los !kung.