La propiedad de tierra y recursos es uno de los aspectos más importantes del control político. Y esto es tanto político como económico porque las desigualdades en el acceso al medio ambiente implican alguna forma de coacción que los políticamente superiores aplican a los inferiores.
Como hemos visto, hay formas de propiedad de tierras y recursos en sociedades igualitarias. En las comunidades aldeanas, la propiedad de huertos es a menudo reivindicada por grupos de parentesco; pero todo el mundo pertenece a tales grupos de parentesco y, por ende, no se puede impedir a los adultos el uso de los recursos que necesitan para ganarse la vida. Por el contrario, la propiedad de tierras por parte de terratenientes, gobernantes o el Estado significa que se puede excluir del uso de la tierra a los individuos que carecen de títulos de propiedad o tenencias, aun cuando esto provoque su muerte por inanición.
Como veremos en el Capítulo 10, la propiedad de tierras y recursos se origina como consecuencia de los procesos infraestructurales que seleccionan poblaciones más densas y productivas. La propiedad de tierras supone un gran estímulo para la producción porque obliga a los productores de alimentos a trabajar más tiempo y más duro de lo que lo harían si tuvieran libre acceso a los recursos. Incrementa la producción, sobre todo, mediante la extracción de rentas de los productores de alimentos. La renta es un pago en especie o dinero por la oportunidad de vivir o trabajar en la tierra del propietario. Este pago obliga automáticamente a los arrendatarios a incrementar su input de trabajo. Al aumentar o bajar las rentas, el terrateniente ejerce un control bastante directo sobre el input de trabajo y la producción.
Como la extracción de rentas se asocia evolutivamente a un incremento en la producción de alimentos, algunos antropólogos consideran el pago de rentas como indicador de la existencia de un excedente de alimentos: una cantidad mayor de la necesaria para el consumo inmediato de los productores. Pero es importante señalar que el «excedente» de alimentos que el terrateniente se apropia en calidad de renta no es, forzosamente, una cantidad superflua desde el punto de vista del productor. Estos últimos pueden muy bien usar el monto total de su output para aumentar el tamaño de su familia o elevar su propio nivel de vida. Si entregan sus productos es porque no disponen del poder para retenerlos. En este sentido, toda renta es un aspecto de la política, puesto que sin el poder para hacer respetar los títulos de propiedad, la renta rara vez se pagaría. Así pues, existe una estrecha semejanza entre renta e impuestos. Ambos dependen de la presencia de un poder coactivo, en forma de policía y armas, que se puede emplear si el contribuyente o arrendatario se niega a pagar.
En algunos estados sumamente centralizados, como en el antiguo imperio inca (ver Cap. 10. Un imperio americano autóctono: los incas), no cabe establecer distinción entre renta e impuestos, ya que no existe una clase terrateniente. En efecto, la burocracia estatal monopoliza los medios de extraer riqueza a los productores primarios plebeyos. Estos estados también detentan un control directo sobre la producción fijando contingentes regionales o comunitarios para cultivos concretos y reclutando ejércitos de plebeyos para trabajar en proyectos de construcción patrocinados por el Estado. El reclutamiento obligatorio de mano de obra, denominado correé, constituye otra forma de recaudación de impuestos. Como veremos en el Capítulo 10, todas estas formas coactivas de extraer riqueza de los productores plebeyos tienen probablemente sus raíces en formas igualitarias de redistribución como una consecuencia de la intensificación y la presión demográfica.