Los costos y beneficios de la crianza de los niños

La presión demográfica implica que las parejas son sensibles a los costos y beneficios que conlleva el proceso de reproducción. Los costos de criar niños incluyen la comida extra consumida durante el embarazo, el trabajo que se ha perdido por la mujer embarazada, los gastos implicados para proporcionar la leche materna y otros alimentos durante la infancia y la niñez, el esfuerzo de transportar los niños de un lado a otro, y en sociedades más complejas los gastos de ropa, alojamiento, cuidados médicos y educación. Además, el proceso del parto mismo es peligroso y a menudo supone un riesgo para la vida de la madre.

Los beneficios de la reproducción incluyen la contribución que los niños hacen a la producción de alimentos, a los ingresos de la familia en general, y al cuidado y seguridad económica de sus padres. Los niños también son muy valiosos por su papel en los intercambios maritales y en las alianzas entre los grupos (véase El matrimonio en las familias extensas y Los grupos domésticos y la evitación del incesto) —es decir, que muchos grupos culturales se intercambian hijos e hijas con el objeto de obtener maridos y esposas—. Estos intercambios se usan para arreglar alianzas contra los agresores. Por eso, cuando existe un estado de guerra crónico, los grupos más numerosos son más seguros que los más pequeños; tienen más alianzas así como una mayor fuerza militar. Por supuesto que esto no quiere decir que la gente no tenga también hijos por razones sentimentales.

Junto a otros primates, los humanos pueden tener una inclinación genéticamente controlada a sentirse emocionalmente atraídos por los niños y expresar una satisfacción emocional al cogerles, acariciarles, mirarles y ayudarles a jugar y aprender. A medida que los niños crecen, su respeto y cariño por sus padres también se valora atentamente. Pero debe quedar claro que este cariño por los bebés y los niños, si fuese innato, podría modificarse por la cultura de forma tan radical como para que la mayoría de la gente tenga menos niños de los que son capaces de producir, y permitir a otros, tales como monjes, curas, monjas e incluso algún «yuppie» de nuestros días, no tener ninguno.

Recientes evidencias sugieren que el ritmo al cual la generación de padres tiene niños está en gran parte determinado por el hecho de si el tener un hijo más supone una ganancia clara de beneficios sobre costos para la pareja por término medio (Caldwell, 1982; Harris y Ross, 1986; Nardi, 1983). Por ejemplo, entre los cazadores-recolectores, el número de hijos está limitado por el peso que los niños suponen para sus madres, que deben transportarlos varios miles de kilómetros cada año en sus expediciones de forrajeo. Según Richard Lee, las madres !kung san intentan evitar tener hijos muy seguidos, con el objeto de evitar el peso de transportar a dos niños a la vez. Entre los cazadores-recolectores, los beneficios de tener más hijos quedan bastante reducidos debido a la vulnerabilidad al agotamiento de las especies animales y vegetales salvajes. A medida que el tamaño del grupo aumenta, la producción de alimento per cápita tiende a disminuir, ya que los cazadores-recolectores no tienen una forma eficaz de crear un incremento paralelo en la población de las plantas y animales salvajes que ellos utilizan como alimento. Por último, los hijos de los cazadores-recolectores no producen más de lo que consumen hasta relativamente tarde en su niñez. Por estas razones, las densidades de población entre cazadores-recolectores rara vez superan la cifra de una persona por milla cuadrada. Son de alguna manera representativos de tiempos prehistóricos. El Homo sapiens debe de haber sido una criatura muy escasa en el Paleolítico. Quizá sólo alcanzase una cifra de 5 millones en lodo el mundo en aquellas épocas (Hassan, 1978:78; Dumond, 1975), desde luego no pasarían de 15 millones (Mark Cohén, 1977:54), comparados con los 4000 millones, que hay en la actualidad. Aunque tomemos el cálculo más alto o más bajo, de lo que no hay duda es que por decenas de miles de años, el ritmo de crecimiento de la población humana fue muy lento (véase Tabla 5.1).

Fuente: Hassan, 1978,1971; Spengler, 1974.

Con la llegada de la agricultura y los animales domésticos, el equilibrio entre los costos y beneficios de reproducción cambió a favor de tener más hijos. Los hijos ya no tenían que ser transportados durante largos trayectos; podían realizar muchos trabajos a una edad temprana; y desde el momento en que el ritmo de reproducción de animales y plantas domésticas pudo ser controlado, se pudieron intensificar todos los procesos y se consiguió un aumento en el crecimiento de la población sin que disminuyera el rendimiento per cápita. Después del destete, en muchas sociedades agrícolas los niños empezaban a ser útiles. Contribuían a la producción de la propia comida, ropa y alojamiento; y si las condiciones eran favorables podían empezar a producir excedentes por encima de las necesidades de su propia subsistencia a la temprana edad de 6 años. Este período de transición se acelera con los partos sucesivos, ya que los hermanos mayores y otros niños deben de asumir gran parte del esfuerzo que lleva el atender a sus hermanos más pequeños.

Se han hecho varios intentos de medir el valor económico de los niños en las comunidades rurales contemporáneas. Benjamín White (1976) ha mostrado que en una aldea de Java los niños de 12 a 14 años contribuyen 33 horas a la semana con trabajo valorable económicamente, y las niñas de 9 a 11 años contribuyen alrededor de 38 horas a la semana con el mismo tipo de trabajo. Si lo totalizamos, se llega a la conclusión de que los niños contribuyen con casi la mitad del trabajo llevado a cabo por los miembros adultos de la casa. La mayoría del trabajo del hogar supone realizar trabajos manuales, trabajar en pequeñas operaciones comerciales y procesar diversos alimentos para ser vendidos. Hallazgos similares han sido publicados referentes al Nepal (Nag y col., 1978).

Los costos son más difíciles de evaluar, pero White nos muestra que los niños javaneses hacen la mayor parte del trabajo necesario para criar y mantener a sus hermanos, dejando libres a las madres para trabajos que revierten ingresos. En cualquier caso, en la Java rural, cuanto más grandes son los hogares, más eficaces son los grupos para producir ingresos; ello es debido a que se necesita una menor proporción del esfuerzo total para dedicarlo al mantenimiento. Dadas estas condiciones, White (1982:605) encuentra que las mujeres tienen alrededor de cinco partos y de ellos sobreviven cuatro hijos, lo cual parece «una respuesta totalmente apropiada». (De cualquier forma es una respuesta que arroja un alarmante 2 por ciento anual de incremento en la población de Java).

Meade Caín (1977:225) ha cuantificado ambas cosas, beneficios y costos para los niños varones en una aldea de Bangladesh. Caín describe sus hallazgos de la siguiente forma:

Los niños varones se convierten en productores netos como muy tarde a los 12 años. Y lo que es más, los niños varones trabajan un número suficiente de horas a un ritmo bastante elevado de productividad como para compensar el consumo propio durante los periodos anteriores de dependencia hasta la edad de 15 años. Por tanto, y en términos generales, los padres obtienen un rendimiento económico claro procedente de los niños varones durante el periodo en que están subordinados al hogar paterno.

Así pues, en contra de la creencia popular de que la gente en países menos desarrollados tienen muchos hijos, simplemente porque no saben cómo evitar la concepción, existe clara evidencia de que a corto plazo más hijos y hogares mayores suponen un estándar de vida más alto y no más bajo. Unos aldeanos del Punjab explicaban por qué no deseaban seguir ningún programa de planificación familiar: «¿Por qué pagar 2500 rupias por una ayuda extra? ¿Por qué no tener un hijo?». (Mamdani, 1973:77).

Con el aumento de oportunidades de empleo urbano, industrial, técnico y en oficinas, los beneficios de criar hijos pueden aumentarse invirtiendo en menos descendientes pero mejor educados. En el pueblo de Rampur, cercano a la capital hindú, Nueva Delhi, el número de hijos por mujer descendió a medida que las oportunidades de obtener un salario fuera del pueblo aumentaron (Das Gupta, 1978). Los tractores, los tubos y bombas de agua redujeron la demanda de trabajo procedente de los niños. Además, los padres querían que sus hijos tuvieran una educación mejor como preparación para trabajos más cualificados en Nueva Delhi. En una situación parecida, en Sri Lanka (Tilakaratne, 1978), los que contratan asalariados han llegado a preferir varones adultos antes que niños que solamente pueden trabajar a tiempo parcial, como consecuencia de tener que ir a la escuela. Existen más trabajos de oficina disponibles para los cuales los niños no están preparados ya que no han alcanzado niveles adecuados de educación general y de formación en matemáticas. Incluso familias de obreros desean tener hijos con empleos en oficinas de alto nivel y les dan más educación. El casarse con un hombre o una mujer cultos y con un buen empleo ha llegado a ser el objetivo ideal, y esto solamente puede ser conseguido posponiendo el matrimonio, lo que a su vez hace que decrezca el número de hijos por mujer.

En pueblos hindúes próximos a la ciudad de Bangalore existen tres factores que explican la actitud en contra del trabajo infantil: 1) los campos se han fragmentado mucho y se han hecho demasiado pequeños para absorber el trabajo adicional de niños en la agricultura; 2) han surgido nuevas oportunidades de trabajo no agrícola y que requiere ciertos conocimientos aritméticos y nivel de cultura; 3) las condiciones de educación se han introducido y mejorado en los pueblos (Caldwell y otros, 1983). Igualmente, en el pueblo de Manupur en el Punjab, Nag y Kak (1984) encontraron un aumento considerable del número de parejas que practicaban la contracepción y por tanto una gran reducción en el número de hijos considerados como deseables. Estos cambios ocurrieron debido a los cambios en la forma de producción, lo cual hizo que disminuyera la demanda de trabajo infantil. Por ejemplo, la disminución o eliminación del barbecho ha conducido a la desaparición de terrenos para pastos dentro del pueblo, de tal forma que los chicos jóvenes ya no pueden ser útiles para el cuidado del ganado. La pérdida del ganado y el aumento de combustibles y fertilizantes químicos también han hecho que desaparezca el trabajo infantil de recolectar abono usado como fertilizante y combustible (véase La vaca sagrada); con la introducción de herbicidas industriales, ya no se necesitan niños para escardar. Además, ha habido un aumento sustancial en el número de trabajadores en Manupur, empleados en sectores industriales, comerciales y del gobierno. Mientras tanto, la mecanización de las operaciones agrícolas, el cada vez más extendido uso del crédito y la necesidad de llevar libros de contabilidad, han hecho que los padres de Manupur, de una forma más consciente, estén más deseosos de ampliar los horizontes educativos de sus hijos. La matrícula para la escuela secundaria ha aumentado para los chicos del 63 al 81 por ciento, y del 29 al 63 para las chicas. Ahora los padres quieren tener por lo menos un hijo que tenga un trabajo de oficina, de tal forma que la familia no dependa completamente de la agricultura; muchos padres quieren que tanto los hijos como las hijas vayan al colegio.