Una cuestión que ha sido investigada por los lingüistas durante muchos años es hasta qué punto las diferentes gramáticas y categorías de palabras producen habitualmente formas incompatibles de pensamiento entre gente que pertenece a diferentes comunidades lingüísticas (Hymes, 1971; Kayy Kempton, 1984). En el centro de esta controversia se encuentra la comparación hecha por Benjamin Whorf, lingüista antropólogo, entre las lenguas nativas americanas y la familia de lenguas indoeuropeas, siendo este un grupo que incluye el inglés, muchas otras lenguas europeas, el hindú, el persa y otros. Según Whorf, cuando dos sistemas de lenguaje tienen gramáticas y vocabularios radicalmente distintos, sus respectivos usuarios viven en un mundo de pensamiento completamente diferente. Incluso cuestiones tan básicas como las que se refieren al tiempo y al espacio se afirma que se viven de forma diferente como resultado de los moldes lingüísticos que constriñen el pensamiento:
Las formas de pensamiento de una persona están controladas por leyes inexorables, constituyendo modelos de los que es totalmente inconsciente. Estos modelos consisten en las no percibidas e intrincadas sistematizaciones de su propio lenguaje, lo cual se muestra claramente por la comparación y contraste con otras lenguas, especialmente aquellas que pertenecen a una familia lingüística diferente. Su forma de pensamiento está en una lengua —en inglés, en sánscrito, en chino— y cada lengua es un enorme sistema de modelos, diferentes de otros, en los que se encuentran culturalmente ordenadas las formas y categorías por las cuales la personalidad no sólo comunica, sino que también analiza la naturaleza, recoge o ignora tipos de relaciones y fenómenos, canaliza su razonamiento y construye el edificio de su conciencia (1956:252).
Según Whorf, las frases inglesas están construidas de tal forma que indican que tal objeto o asunto son parte de un suceso localizado en un tiempo y lugar definidos. Tanto el tiempo como el espacio pueden ser divididos y medidos en unidades. En las frases de la lengua hopi, sin embargo, los sucesos no se localizan con respecto al tiempo, sino más bien en categorías de «ser», en oposición a las categorías de «devenir». La lengua inglesa anima a uno a pensar en el tiempo como en una barra divisible que empieza en el pasado, pasa a través del presente y continúa hacia el futuro —esto justifica la existencia de los tiempos pasado, presente y futuro de la lengua inglesa—. Sin embargo, la gramática hopi, simplemente distingue todos los sucesos que ya se han manifestado de aquellos que aún están en proceso de manifestarse; no tiene ningún equivalente al pasado, presente y futuro. ¿Significa esto que un hopi no puede indicar que un suceso pasó en el último mes, o que está sucediendo ahora mismo o que sucederá mañana? Por supuesto que no. Lo que afirma Whorf es que el sistema de tiempos inglés hace más fácil medir el tiempo y él defendía la existencia de una cierta conexión entre los sistemas de tiempo, de las lenguas indoeuropeas y la inclinación de los euroamericanos a leer horarios, a hacer pagos en una determinada fecha y a usar relojes para fichar en los trabajos.
En contra de esta opinión, otros lingüistas han señalado que el sistema de tres tiempos que supone ser una idea más completa sobre el tiempo, realmente no existe en inglés. En primer lugar, no existe un verbo específico que indique el tiempo futuro en inglés; se usan formas auxiliares como will y shall. En segundo lugar, los que hablan inglés frecuentemente usan el presente e incluso el pasado para hablar acerca del futuro: «I’m eating at six this evening»; «If I told you, would you do any thing?». Esto significa que el uso de los tiempos en inglés es mucho más flexible y ambiguo que lo que indican las gramáticas en las escuelas. Si alguien quiere estar confuso sobre cómo entender el tiempo, el inglés le proporciona bastantes oportunidades (Haugen, 1975).
Una objeción más importante al punto de vista de Whorf es que su enfoque distorsiona implícitamente las relaciones causales fundamentales entre lenguaje y cultura. Nadie puede negar que la ausencia de calendarios, relojes y horarios tiene que haber dado a las sociedades preindustriales como la hopi una orientación sobre el tiempo muy distinta a la de las sociedades de la era industrial. Sin embargo, no hay ninguna evidencia que apoye el punto de vista de que la industrialización puede ser facilitada o causada por el hecho de tener un determinado tipo de gramática en vez de otra.
El interés en calendarios y otro tipo de dispositivos para medir el tiempo es un rasgo que se repite en el desarrollo social y político asociado a pueblos cuyas lenguas son tan dispares como las de los egipcios y los mayas. En este sentido, los chinos contribuyeron tanto a la invención de los modernos relojes mecánicos como hicieron los europeos. Por otro lado, la falta de interés para medir el tiempo es una característica de los pueblos preindustriales en general, desde la Patagonia a la Tierra de Baffin y desde Nueva Guinea al desierto de Kalahari —pueblos que hablan miles de lenguas diferentes.
Lo que sucede con el cálculo del tiempo, ocurre en otros aspectos de la cultura. Los aztecas, cuyo poderoso estado marca el alto nivel de desarrollo político en la Norteamérica aborigen, hablaban una lengua estrechamente relacionada con la de los cazadores y recolectores utes. Religiones tan diferentes como el cristianismo, el hinduismo y el budismo han florecido entre pueblos que hablan, todos ellos, lenguas indoeuropeas. El malayo-polinesio, el bantú y el árabe han servido perfectamente como medio de expansión del islam, mientras que el chino, el ruso y el español han servido perfectamente para la expansión del marxismo. El capitalismo industrial en Japón y en EE. UU. tiene mucho en común; sin embargo, el japonés y el inglés apenas tienen semejanzas.