¿Existen lenguas superiores e inferiores?

Los lingüistas europeos del siglo XIX estaban convencidos de que las lenguas podrían ordenarse en jerarquías. La lengua que invariablemente se llevaba el premio por su eficacia, elegancia y belleza era el latín; dominar su gramática fue durante mucho tiempo una condición previa para el éxito en los estudios en el mundo occidental.

Sin embargo, comenzando por el estudio de las lenguas indias americanas, lingüistas antropólogos, capitaneados por Franz Boas, mostraron que la creencia en la superioridad de una gramática civilizada era insostenible. Se descubrió que las normas gramaticales recorrían toda la gama desde los sistemas más simples hasta los más complejos entre pueblos de todos los niveles políticos y tecnológicos. La conclusión del gran lingüista antropólogo Edward Sapir (1921:234) permanece en pie: «Cuando se trata de la forma lingüística, Platón camina junto al porquero de Macedonia, y Confucio con los salvajes cazadores de cabezas de Assam». A menudo se citan otros tipos de diferencias en lenguajes como evidencia de que una lengua es más primitiva que otra. Por ejemplo, en las lenguas nativas brasileñas tupi hay numerosas palabras para los diferentes tipos de loros, y aún así no existe ningún término para designar a los loros en general. Esto se ha atribuido a una supuesta capacidad lingüística primitiva. Por otro lado, ciertas lenguas parecen carecer de términos específicos. Por ejemplo, existen lenguas que no tienen palabras específicas para números superiores al cinco. Las cantidades superiores simplemente se denominan como «muchos». Esto también se ha achacado a una supuesta deficiencia lingüística.

Estas evaluaciones no tienen en cuenta que hasta donde un discurso es específico o general refleja la necesidad culturalmente definida de que sea específico o general, no la capacidad de la propia lengua para transmitir mensajes sobre fenómenos específicos o generales. Un indio brasileño apenas tiene necesidad de distinguir entre loros en general de otras aves, pero sí que debe ser capaz de distinguir un loro de otro, ya que cada tipo es valorado según su plumaje. Un individuo normal en una sociedad pequeña puede nombrar e identificar entre 500 y 1000 especies de plantas diferentes, pero el moderno hombre de la ciudad normalmente no pasa de 50 a 100 de tales especies. Paradójicamente, el habitante de la ciudad normalmente tiene un repertorio más complejo de términos generales tales como planta, árbol, bulbo o cepa que los habitantes de un pueblo para los que tales generalidades son de poca utilidad (Witowski y Brown, 1978:445-446). La lengua inglesa, que tiene expresiones para muchos vehículos especiales —cart (carreta), stretcher (camilla), auto (auto), sled, snowmobile (trineo), etc.—, carece de un término general para vehículos de ruedas. Sin embargo, esto no les impide comunicarse sobre vehículos de ruedas distinguiéndolos de los trineos y los helicópteros cuando hay necesidad de ello. De forma semejante, la ausencia de cifras elevadas normalmente significa que existe poca necesidad y pocas ocasiones en las cuales es útil especificar de forma precisa estas grandes cantidades. Cuando estas situaciones se hacen más corrientes cualquier lengua puede solucionar el problema de la numeración repitiendo el término mayor o inventando nuevos términos.

Se ha visto que sociedades pequeñas tienden a tener lenguas con menos términos que las sociedades más complejas para expresar los colores. Algunas lenguas tienen términos diferentes solamente para expresar la diferencia de brillo, como los que designan el blanco y el negro. Con la evolución hacia sociedades más complejas, las lenguas tienden a añadir distinciones de color en una secuencia regular: rojo ^ verde o azul ^ marrón ^ rosa, naranja, morado. La aparición de estos diferentes términos para expresar el color está probablemente asociada con el control tecnológico creciente sobre los tintes y pinturas (Witowski y Brown, 1978). De forma similar, muchas lenguas usan un solo término para designar «mano» y «brazo» y un solo término para «pierna» y «pie». Se ha demostrado que esta falta de distinción está relacionada con lenguas habladas por gente que vive en los trópicos y lleva poca ropa. Entre la gente que vive en climas más fríos y que llevan prendas especiales (guantes, botas, mangas, pantalones, etc.) para las distintas partes del cuerpo, se tiende a designar las diversas partes de los miembros con términos diferentes (Witowski y Brown, 1985).

En cualquier caso, estas diferencias son, por supuesto, superficiales. La productividad semántica es infinita en cualquier lengua conocida. Cuando surge la necesidad social, en cualquier lengua pueden desarrollarse los términos propios de la civilización industrial. Esto se puede conseguir bien a través del préstamo de palabras de una lengua por otra (sputnik, blitzkrieg, garage) o por la creación de nuevas palabras basadas en nuevas combinaciones de los morfemas ya existentes en reserva (radiometric, railroad, newspaper). Ninguna cultura falla por falta de palabras, por lo menos no durante mucho tiempo.