Creacionismo científico

La evolución es atacada por los fundamentalistas religiosos, que se llaman a sí mismos «creacionistas científicos». Su objetivo es obligar a las escuelas a enseñar que la Biblia contiene una alternativa científicamente creíble frente a las teorías evolucionistas. Los creacionistas científicos intentan desacreditar al evolucionismo en lo que se refiere a la evolución del universo, galaxias, estrellas y planetas; a la evolución de la Tierra, sus minerales, océanos y continentes; a la evolución de la vida, plantas y animales; a la evolución de la especie humana, y, finalmente, a la evolución de la cultura, incluyendo la tecnología, lenguaje, organización doméstica y política, religión y la ciencia misma.

Ya que la Constitución de los Estados Unidos prohíbe la enseñanza de la Biblia (o de cualquier otro libro sagrado) como religión en los colegios, los creacionistas intentan salvar la separación existente entre Iglesia y Estado refundiendo los mitos, leyendas y alegorías del libro del Génesis en lo que ellos denominan teorías científicas. Ellos pretenden que la Biblia sea enseñada como ciencia. Proyectos de ley exigiendo que se dedique al creacionismo «científico» su parcela de tiempo en los cursos de ciencias se han presentado en las cámaras de casi todos los estados (varias de estas leyes han sido declaradas inconstitucionales). Independientemente de que los creacionistas tengan éxito o no al conseguir que sus propuestas de leyes sean aceptadas, sus presiones han hecho impacto en los editores de libros de texto y en las juntas rectoras de los colegios, dado que ambos suelen ser muy sensibles a los grupos de presión.

Los creacionistas científicos pretenden conseguir su objetivo de disponer del mismo tiempo de clase denominando al evolucionismo como «teoría y no hechos». Ya que el evolucionismo es, según ellos, simplemente una «teoría», ¿por qué no podrían enseñarse otras teorías también? Esto es en parte verdad. Todos los «hechos», «teorías» y «leyes» científicas son mantenidas provisionalmente y pueden ser desechadas por nuevas evidencias, de tal forma que no podemos negar que el evolucionismo es «teoría y no hechos». Pero las teorías que los científicos enseñan son las que han soportado pruebas rigurosas y han sido apoyadas por un gran número de hechos evidentes. Precisamente por la falta de estos dos pilares es por lo que la teoría creacionista no es aceptable. A ningún alumno se le debería prohibir leer teorías científicamente desacreditadas. Pero a ningún profesor se le debería obligar a enseñar cualquier teoría que haya sido desacreditada alguna vez. (Aún existe gente que cree que la Tierra es plana. ¿Debería dedicarse a sus puntos de vista el mismo tiempo en la clase de astronomía?).

¿Qué tipo de teorías pretenden los creacionistas imponer a los profesores para que las presenten como una alternativa al evolucionismo? En primer lugar, ellos afirman que el universo entero —incluyendo todas las galaxias, estrellas, planetas, minerales, plantas y animales— fue creado en seis días de 24 horas. Estos seis días de creación habrían tenido lugar no más allá de hace 10.000 años. También afirman que todos los tipos de raza humana actual y todas las clases de animales extinguidas tales como dinosaurios, etc., en una época estuvieron todos vivos al mismo tiempo. De acuerdo con la teoría creacionista, hubo un tiempo en que todas las especies comían solamente plantas y eran capaces de vivir eternamente. Incluso los lobos y los tigres tenían que ser vegetarianos en aquellas épocas primitivas, ya que ningún animal podía morir. Los creacionistas también defienden que hace 8000 años toda la Tierra fue inundada en 40 días, hasta una altura de 17.000 pies (más de 5000 metros). Al cabo de un año, toda esta agua se vació en las fosas oceánicas que no existían previamente.

Todas las especies animales terrestres actuales se salvaron de esta inundación al ser llevadas a bordo de una gran barca de madera que fue lo único que sobrevivió a los tremendos vientos y olas que barrieron toda la superficie terrestre (Godfrey, 1981; McKim; Morris, 1974a, 1974b).

Los creacionistas no tienen un cuerpo de evidencias que apoye cualquiera de estas teorías. Por ejemplo, ¿tiene el universo solamente 10.000 años? Esta es una propuesta comprobable, pero los creacionistas no tienen ningún instrumento nuevo o ningún método matemático o empírico sistemático nuevo para calcular tal fecha. Si tuvieran tales métodos o instrumentos nuevos, los geólogos, astrónomos, biólogos y antropólogos de todo el mundo estarían muy ocupados usando dichos instrumentos en vez de los que en la actualidad usan. Estos, de forma consistente, arrojan cronologías que van desde millones a billones de años. Careciendo de métodos propios, los creacionistas intentan crear dudas sobre las fechas indicadas por técnicas radiométricas que emplean el uranio/plomo, potasio/argón, rubidio/estroncio y carbono 14/carbono 12. Incluso aunque los cálculos de estas pruebas, que por otro lado son de uso diario en cientos de laboratorios de todo el mundo, estuvieran equivocados en un factor de diez, el universo aún tendría millones de años en vez de 10.000.

Uno de los argumentos más poderosos para apoyar la antigüedad del universo es su inmenso tamaño. Desde que se ha podido determinar experimentalmente la velocidad de la luz y la distancia de las estrellas y galaxias puede ser calculada mediante fórmulas que relacionan la debilidad de la luz con la distancia, queda claro que la luz procedente de objetos muy distantes en el espacio tiene que haber empezado a viajar hacia la Tierra muchísimo antes de 10.000 años. En efecto, la luz procedente de los objetos del espacio más distantes y que ahora está llegando a la Tierra tiene que haber empezado su viaje hace billones de años. Para salvar esta evidencia, los creacionistas afirman que la velocidad de la luz no ha sido calculada adecuadamente. Pero el hecho es que ellos no han llevado a cabo ningún experimento propio para echar por tierra los numerosos experimentos que los físicos han llevado a cabo para determinar la velocidad de la luz. Otros creacionistas afirman que el universo fue creado a base de fotones procedentes de objetos estelares distantes, estando ya perfectamente colocados a la hora de viajar hacia la Tierra. De esta forma se deduce que Dios nos ha engañado haciéndonos pensar que algunos rayos de luz han estado viajando durante billones de años, cuando en realidad la luz no existía hace más de 10.000 años. Este postulado desafía todas las teorías básicas de la física y de la astronomía. Y aún más, a diferencia de estas teorías, no solamente las creacionistas no están probadas sino que es imposible probarlas. (Si no existe ningún tipo de relación entre luz, espacio y tiempo, no se puede usar ningún tipo de evidencia que implique la medida de la luz, el espacio o el tiempo para demostrar que la teoría está equivocada).

De acuerdo con el Instituto de Investigación Creacionista, en el momento de la creación no existían las cuencas oceánicas y la tierra firme estaba más baja y era más extensa que actualmente. La mayor parte del agua de la Tierra estaba contenida en una «bóveda celeste» de vapor en la parte alta de la atmósfera y en los pantanos subterráneos. El diluvio se inició por la erupción volcánica de las aguas subterráneas, que causaron turbulencia en la atmósfera y «rompieron la bóveda celeste de agua». Casi todos los animales terrestres murieron. Los seres muertos por la inundación fueron arrastrados por las aguas a puntos más bajos y enterrados por sedimentos y posteriormente fosilizados. Los primeros en ser enterrados y fosilizados fueron los seres que vivían en el fondo del mar —conchas y otros invertebrados—; a continuación fueron enterrados los peces; después los anfibios y reptiles (debido a que vivían en «niveles más altos»); finalmente los mamíferos y las aves («debido a su mayor movilidad»). Los últimos en morir fueron los seres humanos —de hecho, rara vez se les encontraba enterrados en la capa de sedimentos, más bien se les encontraba sobre la superficie del suelo, donde sus cuerpos se desintegraban antes que fosilizarse— y esta es la razón por la que se encuentran muy pocos huesos humanos fosilizados mezclados con los de animales extintos. Además, por cualquier sitio los seres más pequeños y más ligeros fueron los primeros en sucumbir y los enterrados a mayor profundidad, mientras que los más fuertes y los más grandes estarían enterrados en los sedimentos más altos. De esta forma, las inundaciones fueron la causa de la manera en que los fósiles estaban ordenados en los estratos geológicos, de sencillos a complejos y de pequeños a grandes, con los seres humanos por encima de todos ellos. Los creacionistas dicen que es este sistema de capas lo que los científicos oficiales han confundido como evidencia de la evolución. Las inundaciones terminarían con las aguas retrocediendo a las cuencas oceánicas «recién formadas», después de lo cual la Tierra es repoblada por plantas, animales terrestres y seres humanos que sobrevivieron a bordo del Arca de Noé.

Todo este escenario ha sido construido a base de parches, ignorando las leyes físicas y biológicas y desafiando las normas más elementales de la lógica. No existe ninguna evidencia física de esa bóveda de vapor acuoso antediluviana, y ninguna razón geofísica por la que los supuestos pantanos subterráneos habrían repentinamente erupcionado de forma simultánea sobre la Tierra, así como ningún proceso geofísico conocido podría justificar la repentina formación de cuencas oceánicas hacia las cuales las aguas procedentes de las inundaciones fluyeron convenientemente al término precisamente de un año. Además, los estratos geológicos contienen numerosas formaciones que de ninguna forma pudieron haber sido producidas por las aguas salvajes procedentes de las inundaciones: las piedras arenosas de los desiertos conteniendo depósitos de sal no indican inundaciones sino más bien la evaporación de antiguos lagos; capas sucesivas de arrecifes coralinos intactos, cada uno de los cuales habría requerido cientos de miles de años de aguas tranquilas y claras para poder formarse; así como bosques completos de árboles fosilizados, completamente erectos, debido a que fueron enterrados no por violentas inundaciones sino por sucesivos depósitos de cenizas volcánicas, capa a capa, una encima de otra. Pero todas estas objeciones palidecen ante el sorprendente intento de explicar el hecho de que los estratos más profundos contienen las formas más simples de vida; que los fósiles vertebrados generalmente aparecen por encima de los fósiles invertebrados, anfibios por encima de los peces, reptiles por encima de los anfibios, mamíferos encima de reptiles y así sucesivamente. ¿Por qué los mamíferos terrestres habrían sobrevivido los 40 días de lluvia e inundación mejor que los tiburones, cuyos restos fosilizados se encuentran muy por debajo de los de esos mamíferos? ¿Podemos decir lo mismo para los fósiles de reptiles, incluyendo dinosaurios acuáticos, cocodrilos gigantes y tortugas? ¿Cómo es posible que los mamíferos terrestres, luchando contra las más altas montañas (contra torrentes de agua salada caliente descendiendo sobre ellos) sobrevivieran, mientras que los tiburones, dinosaurios y cocodrilos se ahogaban y se hundían hasta el fondo donde fueron enterrados? La teoría de la evolución, por supuesto, no tiene dificultad en explicar las posiciones relativas de los invertebrados, peces, reptiles, mamíferos y seres humanos en los estratos geológicos de la Tierra: es la secuencia en que evolucionaron.

¿Qué clase de evidencia pueden mostrar los científicos creacionistas para la supuesta coexistencia de tipos humanos modernos con especies extinguidas hace muchísimo tiempo, tales como los dinosaurios? Los creacionistas han hecho películas y escrito libros acerca de las así llamadas «huellas humanas» y «rastros de hombre» encontrados en el río Paluxy cerca de Glen Rose, Texas (Morris, 1980; Taylor, 1973). Estas huellas y rastros humanos son resultados imaginativos que corresponden más al deseo que a la realidad (véase Cuadro 2.1). Como resultado de los estudios de campo llevados a cabo por un equipo de antropólogos (Godfrey y Cole, 1985), la película creacionista ampliamente distribuida, y denominada «Pisadas en la piedra», ha sido retirada de la circulación (Taylor, 1985) y se ha admitido que «algunas de las huellas que en principio se habían etiquetado como humanas, tienen un carácter completamente distinto» —es decir, pisadas con las características de dinosaurio y no de seres humanos (Morris, 1985:ii).

Cuadro 2.1

La huellas del río Paluxy

Desde 1930, los científicos han explorado la región alrededor del río Paluxy, cerca de Glen Rose, Texas, encontrando cientos de huellas de dinosaurios. Se conocen muy bien la geología y la paleontología de la zona. Los científicos creacionistas sostienen que entre las huellas de dinosaurios se encuentran huellas humanas, lo que si fuera cierto desafiaría las interpretaciones de los evolucionistas. En contra de las imágenes que se ven en la televisión y en los libros de cuentos sobre el «hombre de las cavernas» con vecinos dinosaurios, los humanos evolucionaron millones de años después de que se extinguieran los dinosaurios, y restos de dinosaurios y de seres humanos nunca se han encontrado juntos.

Entonces, ¿qué pasa con «las huellas humanas» del río Paluxy? En algunas de las «huellas humanas» presentadas en los libros de los creacionistas se pueden ver débiles rastros de la parte lateral de los dedos del pie, lo que sugiere que estas huellas pudieran realmente ser huellas de dinosaurios erosionadas. Estas huellas muestran señales de garras en la zona del «talón» de la huella «humana», lo cual supone otra indicación de que esta huella es una huella de dinosaurio mal interpretada. En una secuencia de huellas, por lo menos, se alternan huellas de dinosaurios con huellas humanas. Si esto fuera así, o bien la gente evolucionó muy rápidamente desde los dinosaurios y después retrocedió otra vez, o ¡las huellas «humanas» son raras huellas de dinosaurio!

Estas huellas de dinosaurio no tienen la misma anatomía que las huellas humanas, aunque algunos creacionistas afirman ser capaces de ver «grandes dedos de pie», «puntos de apoyo del pie» y «arcos plantares» en agujeros erosionados a orillas del río. Sin embargo, si se estudia toda la ribera, se puede ver que hay cientos de agujeros producto de la erosión y puntos y zonas de desgaste. Las formas irregulares son como los tests a base de borrones de tinta: uno puede imaginar todo tipo de figuras. Las huellas «humanas» imaginadas a partir de estos rasgos erosionados son ejemplos cuidadosamente seleccionados que podrían ser descritos como las proyecciones de las esperanzas de los científicos creacionistas para ver lo que ellos quieren ver.

Fuente: Scott, 1984.

También está la cuestión de cómo fue posible que cada una de las criaturas que han existido pudiera ser puesta en una barca de madera, alimentada y cuidada durante todo un año con enormes huracanes y olas gigantes arrasando irremediablemente todo el globo terrestre y ahogando o bien matando todo lo que estuviera vivo. Desde luego, no existe explicación natural para el proyecto, construcción y actuación del barco de Noé; aun así, la zoología creacionista defiende que millones de especies terrestres de alguna forma sobrevivieron a la inundación y vivieron para repoblar la Tierra. Por tanto, queda claro que, independientemente de lo bien que los creacionistas pudieran reconciliar los fósiles de las inundaciones con las edades geológicas, sería necesario un milagro para justificar la supervivencia de la vida animal sobre la Tierra, lo mismo que se necesitarían otros milagros para explicar el comienzo del diluvio y la posterior retirada de las aguas en cuencas oceánicas, que no pueden ser probadas, y por tanto no son aceptables como milagrosas teorías científicas.

De forma semejante, y de acuerdo con los creacionistas, en un cierto momento de la vida, la gente que previamente había hablado la misma lengua, de repente empezó a hablar en lenguas mutuamente ininteligibles. Y los creacionistas mantienen que esta ininteligibilidad fue la causa de que la gente emigrara de sus países hacia partes muy distantes del globo. Sin embargo, no hay evidencia que apoye tal suceso, y de hecho contradice todo lo que se sabe sobre la historia de las lenguas. Como veremos más adelante (véase Cap. 3 Cambio lingüístico), la ciencia de la lingüística histórica ha reconstruido pacientemente las formas ancestrales de las principales familias lingüísticas del planeta. Las lenguas, tal y como las conocemos hoy día, evolucionaron gradualmente a partir de aquellas protolenguas ancestrales a un ritmo que requiere muchas generaciones de cambios divergentes de sonidos y reestructuración gramatical, y esto a su vez propiciado por separaciones y dispersiones geográficas. Este es un proceso que ha sido cuidadosamente estudiado y documentado con la ayuda de material escrito.

Los creacionistas también afirman que la Edad de Piedra duró no los dos millones de años (o más) que los arqueólogos pretenden, sino solamente 3000 años, desde la dispersión causada por la Torre de Babel hasta la reaparición de civilizaciones avanzadas fuera del Oriente Medio. No se ha ofrecido ninguna evidencia que apoye esta teoría. En cambio, los creacionistas argumentan que si la Edad de Piedra hubiera durado un millón de años, la población de la Tierra sería mucho mayor de lo que es actualmente. «Es absolutamente increíble que hubiera habido 25.000 generaciones de seres humanos, dando una población de sólo 3,5 billones», ya que la familia por término medio «tiene que tener por lo menos 2,5 hijos», pero como ya veremos más adelante (véase Cap. 5 Prácticas de regulación de la población), las publicaciones antropológicas demuestran que el hombre prehistórico mantenía unas cifras de población muy bajas gracias a la abstinencia, al aborto, a la lactancia prolongada, y a formas directas o indirectas de infanticidio. Por ello, no hay razón para que la familia media tuviera que tener por lo menos 2,5 hijos que vivieran hasta una edad reproductiva.

Y lo que es más, la teoría creacionista de que todas las civilizaciones pueden remontarse hasta su origen en el Oriente Medio ignora que los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo XX —es decir, las sociedades-estado precolombinas de México y Peni— evolucionaron desde un origen cazador-recolector, independientemente de las importantes influencias del Viejo Mundo. Los arqueólogos han encontrado paso por paso suficiente evidencia para demostrar los procesos mediante los cuales las plantas y animales nativos americanos, desconocidos en el Viejo Mundo, tales como llamas, alpacas, cerdos de Guinea, patatas, mandioca, maíz y amaranto, fueron domesticados e integrados en las culturas nativas prehistóricas americanas. Gracias a estas plantas y animales se consiguió la energía alimentaria necesaria para llevar a cabo la evolución de bandas en poblados, de poblados en ciudades y de ciudades en estados y, por último, de los estados en imperios en la América precolombina.

A finales del pasado siglo, importantes filósofos, teólogos y científicos consiguieron una tregua en la guerra existente entre ciencia y religión, guerra que se había enconado desde que Giordano Bruno murió en la hoguera en el siglo XVI por decir que la Tierra no era el centro del universo. Los científicos y teólogos de diversas creencias aceptaron la idea de que no había necesidad de disputa entre ellas en tanto en cuanto no se dijera que las creencias religiosas eran teorías científicas, lo que, por otra parte, no se podía comprobar empíricamente. Desde entonces gente con ideas religiosas muy profundas han encontrado perfectamente compatible con sus ideas religiosas sobre Dios, Cristo, Krisna, Alá, el cielo y la inmortalidad el aceptar las teorías científicas básicas sobre el origen y la evolución de la Tierra, la vida, la humanidad y la cultura. Y a su vez, los científicos, algunos de los cuales comparten los mismos credos, han encontrado igualmente compatible con sus investigaciones el no atacar científicamente la esencia de las religiones actuales, por otra parte empíricamente no comprobables. Pero si los creacionistas insisten en atacar el núcleo evolucionista de la ciencia moderna, esta no tiene más remedio que contraatacar el núcleo religioso del creacionismo (véase Spuhler, 1985, en una revisión exhaustiva sobre la controversia creacionista).