La sociobiología es una estrategia de investigación que intenta explicar algunas diferencias y semejanzas socioculturales en términos de selección natural. Se basa en un refinamiento de la selección natural conocido como el principio de eficacia biológica inclusiva (inclusive fitness). Este principio establece que la selección natural favorece aquellos rasgos que difunden los genes de un individuo no sólo al aumentar el número de descendientes de este, sino también los de sus parientes cercanos, como hermanos y hermanas, que poseen muchos de los mismos genes. Lo que la evolución biológica controla es, por tanto, si un rasgo aumenta el total inclusivo de los genes de un individuo en generaciones sucesivas y no simplemente si aumenta el número de sus descendientes.
La eficacia biológica inclusiva ha sido utilizada para explicar ciertos rasgos sociales infrahumanos que versiones tradicionales de la selección natural encontraban misteriosos. Por ejemplo, explica la evolución de castas estériles entre insectos sociales como las abejas y las hormigas. Puede demostrarse que, no teniendo descendientes propios pero sí alimentando y cuidando a sus hermanos y hermanas fértiles, la eficacia biológica inclusiva de dichos individuos estériles resulta aumentada. Otros rasgos «altruistas» de especies sociales también pueden explicarse de esta manera (Barash, 1977; Wilson, 1975).
Aunque la sociobiología es una estrategia que destaca la importancia básica de los factores genéticos como determinantes de la vida social humana, sus partidarios no aceptan necesariamente las teorías de los científicos que creen que las razas y clases difieren en su capacidad intelectual y en otros rasgos importantes de la conducta debido a que tienen diferentes genotipos. De hecho, la mayor parte de los sociobiólogos resalta la unidad del biograma humano —la herencia genética básica que define la naturaleza humana—. Los sociobiólogos han mostrado poco interés en estudiar la posibilidad de que cada raza tenga su propio biograma. Hay que tener mucho cuidado, por tanto, para no mezclar indiscriminadamente a los sociobiólogos con los raciologistas científicos y los racistas políticos.
Los sociobiólogos no niegan que la mayor parte de las respuestas sociales humanas son aprendidas socialmente y, por tanto, no se encuentran directamente bajo control genético. El sociobiólogo E. O. Wilson (1977:133) escribe: «Hay una fuerte evidencia de que casi todas, pero probablemente no todas, las diferencias entre culturas tienen su base en el aprendizaje y la socialización más que en los genes». El sociobiólogo Richard Alexander (1976:6) también declara: «Creo que, finalmente, llegará a demostrarse que la mayor parte de las variaciones culturales entre los pueblos actuales no tienen virtualmente nada que ver con sus diferencias genéticas». Pocos sociobiólogos, si es que hay alguno, están interesados en relacionar las variaciones en la conducta social humana con la frecuencia variable con que los genes aparecen en las diferentes poblaciones humanas.
Debe admitirse que el interés de los sociobiólogos en identificar las constantes de la naturaleza humana puede conducir a la comprensión de la «envoltura» externa, empleando una metáfora propuesta por E. O. Wilson (Harris y Wilson, 1978), dentro de la cual ha estado confinada hasta ahora la evolución cultural. Virtualmente, todos los antropólogos están de acuerdo en que hay una naturaleza humana que se corresponde con la herencia genética del Homo sapiens. Pero la mayor parte de los antropólogos difieren de los sociobiólogos al atribuir pocas prácticas culturales, como la guerra o la supremacía de los machos, directamente a la expresión de la naturaleza humana. Además, está claro que la naturaleza humana sólo puede dar cuenta de los elementos universales de la cultura, no de la enorme gama de variaciones en cualquier momento de la historia.
Cuando nuestra especie logró la universalidad semántica y cruzó el umbral del despegue cultural, completó una transición a un nivel de existencia tan momentánea como la creación de materia a partir de la energía o de la vida a partir de la materia. El Homo sapiens no es sólo otro animal a estudiar como las hormigas o los castores; somos el único animal sobre la Tierra (y también al menos en doce años luz alrededor) cuyo modo principal de desarrollar nuevas formas de tratar los problemas de la supervivencia y la reproducción depende abrumadoramente de la selección cultural más que de la selección natural. La cultura no está codificada en los genes sino en la mente. Por tanto, las diferencias y semejanzas culturales no pueden explicarse por el principio de la eficacia biológica inclusiva.