El neoevolucionismo

Después de la Segunda Guerra Mundial, un número cada vez mayor de antropólogos estaban insatisfechos con el antievolucionismo y la ausencia de generalizaciones y explicaciones causales, características de la primera mitad del siglo. Bajo la influencia de Leslie White, se realizó un esfuerzo general para volver a examinar las obras de los evolucionistas del siglo XIX como Lewis Henry Morgan, para corregir sus errores etnográficos e identificar su contribución positiva al desarrollo de una ciencia de la cultura. White fue pionero al postular que la dirección global de la evolución cultural estaba determinada, en buena medida, por las cantidades de energía que podían ser captadas y puestas en funcionamiento per cápita y por año (véase Cap. 4. Energía y pastoreo nómada).

Al mismo tiempo (aproximadamente de 1940 a 1950), Julián Steward sentó las bases del desarrollo del enfoque conocido como ecología cultural, que recalcaba el papel de la interacción de condiciones naturales tales como tierra, lluvias y temperatura con factores culturales como la tecnología y la economía como causas tanto de las diferencias como de las similitudes culturales.

La vuelta a puntos de vista evolucionistas generales en la segunda mitad del siglo XX entre los antropólogos culturales norteamericanos, fue estimulada por la evidencia arqueológica de que la difusión no podía explicar las notables similitudes entre el desarrollo de los estados y de los imperios en el Nuevo y Viejo Mundos (Cap. 10. Orígenes de los estados). El proceso paso a paso por el cual los pueblos nativos norteamericanos en las regiones andina y mesoamericana desarrollaron independientemente sus propias civilizaciones elaboradas se conoce ahora bastante bien, gracias a la investigación arqueológica moderna.

Julián Steward quedó especialmente impresionado con el paralelismo entre la evolución en las antiguas civilizaciones de Perú, México, Egipto, Mesopotamia y China, y efectuó una llamada a un renovado esfuerzo por parte de los antropólogos para que examinaran y explicaran estas notables uniformidades. Sin embargo, Steward fue cuidadoso a la hora de distinguir su esquema de evolución cultural de las versiones más extremas del evolucionismo del siglo XIX. Según Steward, el problema de estos evolucionistas era que postulaban un conjunto sencillo o «unilineal» de etapas para todas las culturas, mientras que existen realmente muchas o «multilineales» trayectorias de desarrollo, dependiendo de las condiciones iniciales ambientales, tecnológicas y otras.