La Voz en su cabeza se hace más larga y se convierte en Voces, ellas son sus amigas y le avisan de que le están envenenando…, por eso debe actuar en el poco tiempo que le queda de estar en este mundo y acelerar cuanto antes el Apocalipsis… Recorre una y otra vez su vida, repite su existencia como una película de vídeo mil veces pasada, unas veces rápida, como ahora, y otras a cámara lenta… Su familia de modestos ingresos… el padre, un hombre espeso y cabizbajo, administrativo en una fábrica de piensos compuestos… Tendría unos diez años cuando sus padres comenzaron a pelearse…, le enviaban a su cuarto para que no presenciase la riña… Se iba, pero seguía escuchando y los gritos le llegaban cargados de veneno… La madre acusaba al padre de serle infiel y de pasar cada vez más tiempo alejado de casa, en el pub…, se estaba convirtiendo en un borracho… Su madre era una mujer fuerte, agresiva y admirable… y el padre casi siempre terminaba cediendo…, la llamaba puta, bruja y arpía, y luego se iba a la cama a dormir, cansado de discusión, o se quedaba tirado en el sofá, indiferente, con la botella siempre cerca… Robert podía oír desde su habitación esas acusaciones y las voces insultantes, cargadas de aversión y hostilidad que les acompañaban… Las peleas duraron casi diez años, hasta que el matrimonio se separó y él quedó al cuidado de la madre…, su madre, la mujer que le inspiraba seguridad y le hacía sentirse fuerte… Por entonces ya supo que ella tenía poderes especiales… Era capaz de adormecerlo mirándole a los ojos fijamente, mientras le susurraba que estuviera tranquilo, que se relajara y se sintiera flotar como si estuviera en una piscina de aguas tranquilas o en una nube… Le gustaba ir al colegio, y en la secundaria fue un alumno corriente…, sus compañeros se reían de él y lo llamaban el saltimbanqui porque no sabía estarse quieto…, siempre se estaba moviendo como si tuviera hormiguillo… y le gustaba cazar insectos y atravesarlos con alfileres o lápices afilados… En el instituto empezó a tomar pastillas… La experiencia lo trastornó, acentuó su rebeldía sin causa, carente de objetivos…, ya no le importaban tanto las peleas de sus padres, y las peleas que escuchaba desde su habitación le parecían más distantes… Más tarde, cuando fue a la universidad, las Voces ya habían empezado a resonar en su cabeza… y los estudios se acabaron… No pudo seguir el ritmo del curso ni relacionarse bien con los compañeros… Una vez le expulsaron de una fiesta que se celebraba en un apartamento por intentar abusar de una chica, dijeron…, pero él no recuerda ni el nombre ni la cara… y no está seguro de lo que pasó, aunque no estaba muy borracho… Fue entonces cuando las Voces se hicieron tan fuertes que cayó enfermo y tuvieron que internarlo en un hospital psiquiátrico… Allí iba su madre a verlo todos los sábados, y le tranquilizaba sentir sobre él su mirada taladrante, capaz de hacerle dormir o de crear en su interior imágenes nuevas, que amplificaban las Voces desatadas dentro de su cerebro, pugnando por salir, aunque él nunca les dejaba que salieran, ni siquiera cuando los médicos le hacían tomar las pastillas o le ataban a la cama… Y así estuvo varios años, no sabría decir cuántos… hasta que uno de los psiquiatras, el que mejor parecía llevarse con su madre, dijo que podía salir del hospital y ser atendido como paciente externo, porque las pastillas casi le habían curado y ya no era necesario que estuviese encerrado… Y lo mejor de todo fue que al salir del hospital pasó a estar bajo los cuidados de su madre, y ella ya no tenía que trabajar… Decidió venir a España y no separarse de él… y así tuvieron mucho tiempo para hablar y su madre le fue inculcando verdades que de otro modo nunca hubiera podido conocer, y supo que cada uno de nosotros tiene un ego perverso, un deseo de afirmación propia, separado del resto del mundo, desligado de la vida que nos rodea, y eso nos mantiene alejados unos de otros y es lo que nos conduce a la ruina… porque la verdadera libertad es anular nuestro yo, matar nuestro yo y entregarse, dejar de existir dentro de uno mismo y fundirse con los demás y con el mundo… Madre sabía mucho más que él de esas cosas… Ella le transportaba a otros mundos y le bacía dormir…, le enseñó la gran verdad que muy pocos conocían…, que este mundo llega a su final y vendrá el Apocalipsis… y después reapareceremos en un mundo mejor, un paraíso, y volveremos a repoblar la tierra, aunque haya una conspiración para impedirlo… Eso es sobre todo lo que le dicen las Voces… Cuando la madre le adormece con sus ojos fijos como lanzas, se lo recuerda…, la inminente destrucción del mundo que es necesario acelerar para reaparecer también cuanto antes… aunque sea ineludible derramar sangre… el sacrificio… algunas muertes sangrientas para compensar el daño que le habían hecho desde niño los que siempre quisieron acallar las Voces de la verdad…, el daño solo puede ser reparado con el sacrificio de gente anodina, víctimas propiciatorias que no habían sufrido como él… Sacrificios que siembren el temor general y fomenten el caos…, el enfrentamiento entre razas, entre religiones, entre comunidades… La guerra entre los blancos y el resto de las razas es inevitable, porque esa es la voluntad de Dios escrita en la Biblia… Que no se me olvide… El Génesis dice que antes de Adán existieron otras razas menores, las bestias del campo… Además está el capítulo 25 de Libro de los Números. El pasaje en el que Lineas mata al israelita que ha fornicado con la mujer medianita… y Dios premia a Lineas y sus descendientes con el sacerdocio perpetuo… Realizar la obra del diablo, pero esta vez a favor de Dios… porque el reino del diablo se extenderá a menos que haya sacrificios sangrientos… Alrededor del Milenio se producirá la transformación decisiva en el mundo… La batalla contra el demonio, tal como se profetiza en el Libro de la Revelación, comenzará en el año próximo al Milenio, cuando vendrá el que sostiene las siete estrellas en su diestra y anda entre los siete candelabros de oro… Todo forma parte de un designio de redención, y su madre se lo ha dicho… Ella dice que pertenezco al ángel de los abismos, Abaddón, el Destructor, el Exterminador, que guía mis pasos… Eres la esperanza del futuro de la tierra, me dice, pero no estás solo. Hay otros como tú por todo el mundo… Pero nosotros sabemos que el combate final tendrá lugar en Granada, porque es la última ciudad sagrada, el campo de Armagedón, y debemos ayudar a que llegue… Todo parto exige dolor, pero luego vendrá la luz… Lo dice mi madre…, la que me ordena con esos ojos que me hacen dormir con su voz clara y pausada…, me pide que me relaje, primero los pies, y luego los tobillos, las rodillas, el estómago… hasta llegar a la nuca y la cabeza… respirando siempre profundamente… despacio… y yo la obedezco… porque ella sabe…, ha trabajado en sitios secretos… experimentos hipnóticos como arma de guerra… destinados a formar a gente capaz de derramar sangre para acelerar el Apocalipsis y crear otro mundo mejor…, gente como yo…, dispuesta a matar… que obedece a Abaddón…
Desde el balcón de la habitación contigua al salón vio cómo la policía vaciaba la calle y tomaba posiciones. Alerta, escuchó los pasos que subían por la escalera y el golpear de los agentes en la puerta. Cuando los gritos de su madre se hicieron insistentes y ellos se la quisieron llevar a la fuerza, supo que era el momento de actuar. Entonces fue cuando empuñó la catana, la espada del ángel exterminador, y acudió a salvarla para que nadie pudiera detener el fin de este mundo…, el Apocalipsis…, y la salvación fuera posible en otro mundo que habría de llegar.
«Acudo a salvarte, madre… Espérame…». El comisario sintió silbar el acero junto a su cabeza y disparó tres veces seguidas contra el bulto armado que se le echaba encima. De las tres balas, dos hicieron impacto, una en la frente y otra en el pecho. El bulto cayó al suelo y un grito desgarrador inundó la estancia. La mujer del pelo verde había perdido a su hijo, y sus alaridos y maldiciones estremecieron por un momento a todos, hasta que con las esposas puestas la arrastraron escaleras abajo y la empujaron dentro del furgón celular.