Esa tarde Zaldívar llama por el móvil a Medina. El coronel tiene un pálpito. Llama desde la sede del CNI en Madrid. Línea segura. Ha estado dándole vueltas al caso y tiene noticias de que la situación en Granada empeora. Los asesinatos parecen formar parte de un plan para desestabilizar y crear confusión social. Las muertes podrían ser pasos dirigidos a hacer saltar la chispa. Sembrar el caos para potenciar la acción terrorista de la Alhambra.
—Y esa Graciana, ¿de dónde viene? ¿Quién es?
Medina permanece mudo.
—Hablad con ella. A ver qué coño es eso del enviado de la Luz.
—Lo que tú digas.
—Algunos en el Centro creen que solo hay chifladura esotérica en todo este lío de los crímenes del Matador, pero yo pienso que hay algo más.
Medina admite que es posible.
—Cambio de planes. Quiero que Berta y tú os dediquéis al asunto de esos asesinatos. Creo que pueden estar relacionados con algún plan oscuro.
—¿Con qué fin? —Medina sabe hacia dónde apunta ahora Zaldívar, pero quiere oírselo decir.
—No me defraudes, muchacho. Para extender un fuego con rapidez, mejor dos focos que uno. Esos asesinatos extienden el miedo y la confusión. Contribuyen a enmierdarlo todo y a desquiciar más a la gente.
Medina piensa que Zaldívar lleva razón. Es una hipótesis enrevesada y maquiavélica, y, por lo tanto, posible. Los que han hecho desaparecer a Abu conocen el juego.
—¿Qué pasa con Abu?
—Lojendio se encarga de él a partir de ahora. Cada uno a lo suyo. Tendrá apoyo operativo.
El agente guarda silencio hasta que el coronel pregunta.
—¿Alguna duda?
—¿Me tomas el pelo? Todo son dudas. No tengo ni idea de por dónde empezar.
—El asesino ha dejado notas en los cadáveres de las víctimas. Apunta.
Medina, obediente, saca bolígrafo y apunta el contenido de las tres notas que han acompañado a los asesinatos. Al terminar, dice:
—¿Cómo te has enterado de esto?
—Veo que te falla la memoria, muchacho. También tenemos policías que son de los nuestros. ¿O ya no te acuerdas?
Zaldívar se refiere al grupo especial de la Policía Nacional que trabaja en secreto para el CNI, y funciona de enlace permanente con los mandos policiales para la investigación y la detención de sospechosos. Esto último es algo que los del Centro no pueden hacer.
—Los mensajes parecen obra de un chiflado —dice Héctor Medina.
—Seguro. Por eso convendría preguntar a un loquero. Me han hablado de un tipo en Granada que sabe de eso. Es coadjutor de la catedral y se apellida Serrano. Lo demás ya te lo dirá él. También es posible que la tal Graciana nos pueda dar alguna pista.
—¿Solo eso?
—Si quieres, te doy también el número de su DNI. No me jodas.
«Menos mal —piensa Medina— que esta vez no ha añadido lo de “muchacho”».