Tras ducharse, vestirse, secarse el pelo y maquillarse, Pella deambulaba por el apartamento esperando el regreso de David. Entre los papeles esparcidos sobre el escritorio de su padre en el despacho, encontró medio paquete de Parliament. Su padre había vuelto a fumar, tal como ella sospechaba; algo le pasaba. Tenía que obligarlo a dejarlo, incluso si eso implicaba llamar al médico y delatarlo; el tabaco era streng verboten en la familia Affenlight.
Ella misma nunca había fumado mucho, al menos desde el penúltimo curso de secundaria, pero en ese momento un cigarrillo le aplacaría los nervios. Dando un golpecito al paquete con la mano ilesa, sacó uno y logró encenderlo con una cerilla sin que se le corriera el esmalte de uñas todavía sin secar. Abrió la ventana del despacho. En el momento en que se asomaba para exhalar el humo, vio salir a su padre por la puerta del edificio situado en diagonal respecto a Scull Hall. Ella no se orientaba muy bien en el campus —todos los edificios le parecían iguales, con su piedra gris erosionada—, pero estaba casi segura de que aquél era una residencia, la misma hacia la que Henry había señalado la noche anterior al ofrecerse a ir en busca de hielo. Su padre miró a la izquierda, a la derecha, a la izquierda, como un personaje de cine negro que sospecha que alguien lo sigue. A continuación, cruzó el patio hacia el callejón donde tenía el coche, detrás del comedor.
Tres minutos y medio después, mientras ella aplastaba la colilla en el marco de la ventana, Owen Dunne salió por la misma puerta. Aquello encajaba, ya que Henry y Owen compartían habitación, si bien no explicaba para qué había ido su padre allí. Tal vez fuera un edificio con diversos usos; tal vez hubiera necesitado hielo de la máquina.
Sonó el portero automático; David había llegado. En una película se oiría una música amenazadora de fondo. Corrió al cuarto de baño para enjuagarse la boca con un colutorio.