Notas capítulo 2

[1] Los quince miembros del Consejo del Reino que entre el 1 y el 3 de julio de 1976 emitieron el plácet a la dimisión del presidente Arias Navarro y elaboraron la terna para la elección del nuevo jefe de Gobierno eran los siguientes: el arzobispo Pedro Cantero Cuadrado, prelado de mayor jerarquía y antigüedad entre los que eran procuradores en Cortes; Ángel Salas Larrazábal, teniente general en activo y de mayor antigüedad de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire; Carlos Fernández Vallespín, teniente general, jefe del Alto Estado Mayor; Valentín Silva Melero, presidente del Tribunal Supremo de Justicia; Antonio María de Oriol y Urquijo, presidente del Consejo de Estado; y Manuel LoraTamayo, presidente del Instituto de España; José Antonio Girón de Velasco y Miguel Primo de Rivera y Urquijo, por los consejeros nacionales; Manuel Hernández Sánchez y Luis Álvarez Molina, por la Organización Sindical; Juan María Araluce Villar, por la Administración Local; Joaquín Viola Sauret y Enrique de la Mata Gorostizaga, por la representación familiar; Ángel González Álvarez, por los rectores de universidad, e Íñigo de Oriol e Ybarra, por los colegios profesionales. Los seis primeros eran «miembros natos» en razón de sus cargos; el resto eran elegidos por cooptación para representar a los distintos grupos de procuradores. Debían haber sido dieciséis consejeros, pero la baja de Miguel Ángel García-Lomas al cesar como alcalde de Madrid no había sido cubierta todavía. <<

[2] Fernández-Miranda Lozana y Fernández-Miranda, Lo que el Rey…, ob. cit., p. 205. <<

[3] Ibídem. <<

[4] Explicación de Miguel Primo de Rivera, véase Victoria Prego, Así se hizo…, ob. cit., p. 492. <<

[5] Joaquín Bardavío, El dilema: un pequeño caudillo o un gran rey, Strips, Madrid, 1978, p. 151. <<

[6] La lista manuscrita, que se conserva en el archivo de Torcuato Fernández-Miranda, consta de estos nombres: Antonio María de Oriol, Gonzalo Fernández de la Mora, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, José García Hernández, José Solís Ruiz, Laureano López Rodó, Federico Silva Muñoz, Manuel Fraga, José María de Areilza, Gregorio López Bravo, Adolfo Suárez, Licinio de la Fuente, Rafael Cabello de Alba, Alfonso Osorio, Jesús Romeo Gorría, Fernando María Castiella, José María Azcárate, Virgilio Oñate, Alfonso Álvarez Miranda, Fernando de Santiago, José Antonio Galera Paniagua, Emilio Lamo de Espinosa, Carlos Pérez de Bricio, Leopoldo Calvo-Sotelo, Joaquín RuizGiménez, Juan Sánchez Cortés, Raimundo Fernández-Cuesta, Alejandro Fernández Sordo, Fernando Suárez González, Antonio Barrera de Irimo, Cruz Martínez Esteruelas y Alberto Monreal Luque. Véase Fernández-Miranda Lozana y Fernández-Miranda, Lo que el Rey…, ob. cit., p. 209. <<

[7] Gregorio Morán, Adolfo Suárez: historia de una ambición, Planeta, Barcelona, 1979, p. 58; explicación de Miguel Primo de Rivera, en Prego, Así se hizo…, ob. cit., p. 492. <<

[8] Fernández-Miranda Lozana y Fernández-Miranda, Lo que el Rey…, ob. cit., p. 209. Testimonio de Juan Sierra y Gil de la Cuesta a Pilar Fernández-Miranda Lozana. <<

[9] Rodolfo Martín Villa a la autora, conversación del 29 de noviembre de 2012. <<

[10] Explicación de Miguel Primo de Rivera, en Prego, Así se hizo…, ob. cit., pp. 492-493; José García Abad, Adolfo Suárez: una tragedia griega, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005, p. 80. <<

[11] Crónica de Pilar Urbano, que aguardaba en aquel momento con el pequeño grupo de periodistas junto a la puerta de la sala del Consejo del Reino, «Consejo del Reino: en 7 horas, un Presidente», en Hilo Directo, ABC, 4 de julio de 1976. <<

[12] Relato de Marcelino Oreja a la autora. <<

[13] García Abad, Adolfo Suárez…, ob. cit., p. 80. <<

[14] Soriano, Sabino…, ob. cit., p. 60. <<

[15] Telegrama de Madrid al Departamento de Estado, The Succession: A Pragmatic View from the Regime Center, 29 de octubre de 1975; y telegrama de Madrid al Departamento de Estado, The Transition: Further Views of UDPE, 13 de noviembre de 1975. Véase Powell, El amigo americano…, ob. cit., pp. 289-290. <<

[16] Relatos a la autora de Adolfo Suárez González, de Adolfo Suárez Illana y de Eduardo Navarro Álvarez. Véase también Victoria Prego, Presidentes: veinticinco años de historia narrada por los cuatro jefes de Gobierno de la democracia, Plaza & Janés, Barcelona, 2000, p. 24; Charles Powell y Pere Bonnín, Adolfo Suárez, Ediciones B, Barcelona, 2004, p. 90; García Abad, Adolfo Suárez…, ob. cit., pp. 91-92; Abel Hernández, Suárez y el Rey, Espasa, Madrid, 2011, pp. 79-82; Adolfo Suárez González, entrevista en RTVE, 20 de noviembre 1995. <<

[17] Gregorio Morán, Adolfo Suárez: ambición y destino, Debate, Barcelona, 2009, pp. 259 y ss. <<

[18] Relatos a la autora de Adolfo Suárez Illana y de Eduardo Navarro Álvarez, recibidos a su vez de Adolfo Suárez González. <<

[19] Relato de Adolfo Suárez González a la autora. Refiriéndose muy probablemente al mismo encargo del príncipe Juan Carlos o a otro estudio similar, pero coincidente en fechas, Eduardo Navarro relató tiempo después a la autora: «Entre abril y mayo de 1975, Adolfo Suárez —vicesecretario general del Movimiento, con Herrero Tejedor como ministro— fue al Consejo Nacional. Llevaba en la mano un dosier con unos textos escritos por él, y se lo dejó olvidado encima de una mesa. Era un informe sobre medidas de cambio político que convenía adoptar. Lo vio otro consejero, Fernando Cañellas. Me buscó para dármelo y me comentó muy asombrado, porque aún vivía Franco: “Eduardo, fíjate, Adolfo se ha dejado aquí este documento. Le he echado una ojeada por encima, y he visto cuatro o cinco epígrafes que son medidas de cambio político: ensanchar las bases de las asociaciones, abrir cauces amplios para el contraste de pareceres y la participación ciudadana en los asuntos públicos… O sea, que aquí se está preparando algo, aquí va a ocurrir algo”».<<

[20] Fernández de la Mora, Río arriba…, ob. cit., p. 260. <<

[21] Relato de Eduardo Navarro a la autora. Véase Hernández, Suárez y el Rey…, ob. cit., p. 65. <<

[22] Relato de Eduardo Navarro a la autora. <<

[23] Entre ellos, Ricardo de la Cierva, Ignacio Camuñas, Pío Cabanillas, Francisco Fernández Ordóñez y Antonio Garrigues Walker. Véase Ricardo Zugasti Azagra, «La prensa española ante la designación de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno en julio de 1976», en Doxa Comunicación, n.º 5, pp. 59-76, accesible en red. Y del mismo autor, Monarquıía, prensa y democracia en la Transición española: una relación de complicidad (1975-1978), tesis doctoral, Universidad de Navarra, 2004. <<

[24] Relato de Jaime Carvajal y Urquijo a la autora el 15 de octubre de 2012. <<

[25] Notas de Luis Solana, del 14 de julio de 1976, citadas por Javier Tusell, Juan Carlos I: la restauración de la Monarquía, Temas de Hoy, Madrid, 1995, p. 558. <<

[26] Federico Silva Muñoz, La Transición inacabada, Planeta, Barcelona, 1980; García Abad, Adolfo Suárez…, ob. cit., pp. 81-82. <<

[27] Pilar Urbano, «El presidente, al fin, tiene Gobierno», en Hilo Directo, ABC, 8 de julio de 1976. <<

[28] Relato de Rafael Pérez Escolar a la autora. Véase también Rafael Pérez Escolar, Memorias, Foca, Madrid, 2005, pp. 204-205. <<

[29] Relatos de Eduardo Navarro y de Alfonso Osorio a la autora. <<

[30] Pilar Urbano, «Jornada de alto voltaje», en ABC, 6 de julio de 1976, y «El presidente en busca de sus hombres», en ABC, 7 de julio de 1976. <<

[31] Juan Francisco Fuentes, Adolfo Suárez, Planeta, Barcelona, 2011, p. 152. <<

[32] Relato de Landelino Lavilla Alsina a la autora del 23 de noviembre de 2012, en el Consejo de Estado. <<

[33] Fernando Puell, Gutiérrez Mellado, un militar del siglo XX (1912-1995), Biblioteca Nueva, Madrid, 1997, p. 179. <<

[34] Relato de Marcelino Oreja Aguirre a la autora. <<

[35] En el estadillo curricular del primer Gobierno de Suárez se contaban nueve licenciados o doctores en derecho, entre los cuales había tres abogados del Estado, un letrado del Consejo de Estado y censor del Tribunal de Cuentas; un catedrático de mercantil y un registrador de la propiedad. Dos licenciados en políticas y empresariales; un economista e inspector de finanzas del Estado; cuatro ingenieros: uno industrial, otro de caminos, canales y puertos, un tercero químico, y un agrónomo; un diplomático; un catedrático de ciencias químicas; tres tenientes generales y un almirante, diplomados los cuatro en Estado Mayor. Ocho de los diecinueve ministros habían ejercido como altos directivos en el mundo de la gran empresa privada o pública: Renfe, Esso, Petróleos, Papeleras, Campsa, Acerinox, Aeronáutica Industrial, Uninsa, Editorial Católica, La Unión y el Fénix, Unesid, Explosivos Río Tinto, Lácteas, o de instituciones internacionales como Cruz Roja o la Organización Mundial de la Salud. Seis provenían del ámbito financiero: Banesto, Banco Urquijo, Banco de España, Banco de Crédito Industrial, Confederación de Cajas de Ahorro y Banco Exterior de España. Tres habían cursado estudios superiores en Estados Unidos y otros cuatro en Alemania, Bélgica, Inglaterra y Holanda. Véase Pilar Urbano, «El Gobierno, al microscopio», en ABC, 11 de julio de 1976. <<

[36] Primer Gobierno presidido por Adolfo Suárez González: Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil, vicepresidente primero de Asuntos de la Defensa; Alfonso Osorio García, vicepresidente segundo y Presidencia; Landelino Lavilla Alsina, Justicia; Marcelino Oreja Aguirre, Asuntos Exteriores; Eduardo Carriles Galarraga, Hacienda; Rodolfo Martín Villa, Gobernación; Félix Álvarez-Arenas, Ejército; Gabriel Pita da Veiga y Sanz, Marina; Carlos Franco Iribarnegaray, Aire; Fernando Abril Martorell, Agricultura; Carlos Pérez de Bricio Olariaga, Industria; José Lladó Fernández-Urrutia, Comercio; Aurelio Menéndez Menéndez, Educación y Ciencia; Álvaro Rengifo Calderón, Trabajo; Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo, Obras Públicas; Francisco Lozano Vicente, Vivienda; Enrique de la Mata Gorostizaga, Relaciones Sindicales; Andrés Reguera Guajardo, Información y Turismo; Ignacio García López, Secretaría General del Movimiento. <<

[37] Relato de Marcelino Oreja a la autora. <<

[38] Relato de Adolfo Suárez a Eduardo Navarro, y de éste a la autora. <<

[39] Abel Hernández lo recoge de Manuel Ortiz y de Adolfo Suárez, en Adolfo Suárez y Abel Hernández, Fue posible la concordia, Espasa, Madrid, 1996. <<

[40] Relato de Marcelino Oreja a la autora. Véase también Marcelino Oreja, Memoria y esperanza: relatos de una vida, La Esfera de los Libros, Madrid, 2011, pp. 365-368. Este viaje de trabajo a Francia se produjo los días 26 y 27 de noviembre de 1979. <<

[41] Wells Stabler fue sustituido por Terence Todman el 6 de mayo de 1978; Jean-François Deniau, por Emmanuel Jacquin Margerie el 22 de noviembre de 1977. Véase también información de Alberto Aza, asesor entonces de Suárez, que Abel Hernández reproduce en Suárez…, ob. cit., p. 127. <<

[42] Relato de Landelino Lavilla Alsina a la autora el 23 de noviembre de 2012, en el Consejo de Estado. <<

[43] Realmente, el Gobierno de Suárez en su declaración programática del 17 de julio de 1976 ya indicaba su intención de unificar las jurisdicciones, lo cual se plasmaría al año siguiente en el texto de la Carta Magna: el apartado 5 del artículo 117 de la Constitución española de 1978 proclamaría el principio de unidad jurisdiccional, declarando que «la ley regulará el ejercicio de la jurisdicción militar en el ámbito estrictamente castrense y en los supuestos de estado de sitio, de acuerdo con los principios de la Constitución». <<

[44] Osorio, Trayectoria política…, ob. cit., pp. 162-164. <<

[45] Ibídem. <<

[46] El PSOE histórico, presidido por Alfonso Fernández, tenía como figuras representativas a Manuel Murillo, Sócrates Gómez, Manuel Turrión, Juan Zarrias y José Prat. <<

[47] Relato de Rodolfo Martín Villa a la autora, en noviembre de 2012 y enero de 2013. <<

[48] Por real decreto ley del 8 de febrero de 1977 se modificó la Ley de Asociaciones del 14 de junio de 1976, convirtiéndola en Ley sobre el Derecho de Asociación Política. <<

[49] Relato de Pablo Castellano a la autora, en conversaciones del 10 de julio y el 26 de septiembre de 2007. <<

[50] El Servicio Central de Documentación (Seced) fue el servicio de inteligencia español de finales del franquismo y principios de la Transición (1972-1977). <<

[51] Manuel Campo Vidal, Adolfo Suárez: el presidente inesperado de la Transición, RBA, Barcelona, 2012, pp. 65-66. <<

[52] Fernando Abril Martorell a la autora, en conversaciones de 1984 y 1985. Sobre los créditos del SPD al sindicato socialista español UGT, Fermín Zelada, que estaba al frente del Banco Exterior de España en aquel tiempo, confirmó a la autora el asunto con datos y documentos, mostrándole incluso una orden firmada por el ministro de Hacienda de la Unión de Centro Democrático (UCD), Francisco Fernández Ordóñez, para que dicho banco autorizase y avalase una cuantiosa partida de créditos concedidos por el SPD a la UGT en marcos alemanes. <<

[53] Charles Powell, «La dimensión exterior de la Transición política española», en Revista del Centro de Estudios Constitucionales, n.º 18, 1994, pp. 79-116. <<

[54] El embajador alemán Georg von Lilienfeld, amigo del Rey y presente en ambas audiencias, le relató después algunos pormenores a su colega americano Wells Stabler, y éste envió su puntual informe al Departamento de Estado en Washington. Véase telegrama de Madrid al Departamento de Estado, Brandt’s Attendance at Socialist Congress, 8 de diciembre de 1976. <<

[55] Lagunero contradice a Carrillo en sus Memorias: la extraordinaria vida de un hombre extraordinario, Umbriel, Barcelona, 2009: «Santiago Carrillo sostiene que Nicolás Franco no se presentó como enviado del Príncipe. Sin embargo, yo recuerdo con nitidez que dijo que venía en nombre suyo. Posteriormente, Victoria Prego ha dicho que así se lo contamos a ella los cuatro que estuvimos en la reunión». <<

[56] Relato de Santiago Carrillo a la autora en marzo de 2006; entrevista de Santiago Carrillo con David Jorge Penado el 30 de enero de 2010. <<

[57] Entrevista a Nicolás Franco Pasqual del Pobil, «Franco pensaba que tenía que cumplir una misión y se sentía militar más que político», en El Mundo, 27 de agosto de 2006, pp. 10-11. <<

[58] Vilallonga, El Rey, ob. cit., pp. 106-108. <<

[59] Soriano, Sabino Fernández Campo…, ob. cit., p. 318. <<

[60] Carrillo, Memorias, ob. cit., pp. 686-688. <<

[61] A través del embajador francés Jean-François Deniau, se solicitó el plácet «con carácter urgente» para el diplomático Francisco Javier Elorza y Echániz, marqués de Nerva, que estaba en Bruselas y fue destinado a París como nuevo embajador de España. Su cese en Bruselas y el nombramiento en París se hicieron con sendos reales decretos del 10 de agosto de 1976. <<

[62] En julio de 1977, Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado reconvirtieron los servicios de inteligencia militar de Carrero, el Seced, en el Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), y el teniente coronel Andrés Cassinello sustituyó a Juan Valverde, que venía siendo jefe de los servicios operativos desde los tiempos de Carlos Arias. El CESID incorporó todo el aparato y personal del Seced. <<

[63] Por la gentileza y la confianza inestimables de Ana María Montes, viuda de José Mario Armero, y de su hijo Mario, la autora accedió al archivo documental de Armero relativo a toda la secuencia del antes, durante y después de la legalización del PCE, incluyendo algunos contactos previos, cuando Juan Carlos todavía no era Rey. Hay documentos mecanografiados, multitud de apuntes a mano en hojas de bloc o en trozos de papel; recados de Adolfo Suárez o de Santiago Carrillo, tomados por teléfono al pie de la letra. Y están los prodigiosos diarios manuscritos de Ana María, que recogen al dictado de José Mario, su marido, día a día, y a veces hora a hora, los sucesos y conversaciones entre agosto de 1976 y junio de 1977. Una valiosa pieza inédita de nuestra historia: la historia de unos hechos convulsivos que fueron gran noticia, pero vividos en la penumbra de la sala de calderas donde unas pocas personas podían hacer que todo naufragara o todo saliera a flote. <<

[64] Fernando Bermejo y Javier Lorenzo, Historia de la democracia: veinte años de nuestra vida, El Mundo, Madrid, 1995, p. 208. <<

[65] Landelino Lavilla a la autora, conversación en su despacho del Consejo de Estado del 23 de noviembre de 2012. <<

[66] Son coincidentes los comentarios que, sobre esta cuestión de los senadores de designación regia, recibió la autora de diversas personas, juzgando el tema desde sus distintas perspectivas: Antonio Fontán, presidente del Senado en la legislatura constituyente; Landelino Lavilla, ministro de Justicia y ponente de la Ley para la Reforma Política, que estableció ese cupo de senadores reales; o senadores de este cupo como Torcuato Fernández-Miranda, el teniente general Manuel Díez-Alegría, el catedrático Carlos Ollero, el escritor Camilo José Cela, el político Miguel Primo de Rivera o el banquero Jaime Carvajal y Urquijo, quien a su vez sugirió nombres al monarca, como Justino Azcárate, un republicano del exilio, con esa idea de aportar pluralismo ideológico en la fábrica de la Constitución. De otra parte, el escaño de senador constituyente no era una prebenda vitalicia: se agotaba con aquella breve legislatura de apenas diecisiete meses. El listado de los senadores reales habla por sí mismo de la variedad e independencia de criterio que se pretendía convocar. Como botón de muestra expresivo, el 8 de junio de 1977, una semana antes de las elecciones a Cortes constituyentes, el Rey, a través de Suárez, pidió a Santiago Carrillo una terna, para designar de entre ellos a un senador real: «Pero que, además de ser militantes o afectos al PCE —dijo el Rey—, tengan un significado social o un valor intelectual por sí mismos». Los nombres propuestos fueron el actor Juan Diego, el jesuita Padre Llanos y el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, que resultó elegido. <<

[67] Vilallonga, El Rey, ob. cit., pp. 123-125. <<

[68] Relato de Eduardo Navarro a la autora; referencia a esa evasiva de De Santiago y Díaz de Mendívil al presidente Suárez, en Francisco Medina, Memoria oculta del Ejército: los militares se confiesan (1970-2004), Espasa, Madrid, 2004, pp. 270-271. <<

[69] Relatado por Adolfo Suárez durante una comida homenaje en el palacio de Fuensalida, Toledo, que José Bono transcribe con detalle en Les voy a contar: diarios I, Planeta, Barcelona, 2012, pp. 361 y ss. <<

[70] Relato a la autora del general Fernando López de Castro. López de Castro era comandante y jefe de seguridad de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. Madrid, febrero de 2005; Adolfo Suárez González, intervención oral en la Fundación Ortega y Gasset, Seminario en Toledo, 13 de mayo de 1984; Bono, Les voy…, ob. cit., p. 363. <<

[71] Existe un texto de Adolfo Suárez explicando en primera persona el desarrollo de la reunión del 8 de septiembre de 1976 con la cúpula del mando militar. Fue dirigido al palacio de La Zarzuela, para que José Luis de Vilallonga, autor del libro El Rey, ob. cit., rectificara su afirmación de que «por la deliberada ambigüedad de Suárez, muchos de aquellos tenientes generales se sintieron engañados y traicionados». También envió otro escrito, explicando y aclarando su intervención en la Operación Tarradellas. El libro de Vilallonga, al ser traducido de la edición francesa a la versión española, fue enmendado, «afeitado» y recortado en ese y en otros muchos puntos, al menos en cuarenta y cinco, por lo que resultó innecesario incluir el texto de Suárez, que no vio la luz. La autora tuvo acceso a él y, por su valor histórico y su carácter inédito, lo reproduce aquí en su integridad.

El primer Gobierno que presidí en julio de 1976 —el segundo de la >Monarquía— tenía un[os] objetivo[s] muy claro[s] que S. M. el Rey conocía y compartía: devolver la soberanía al pueblo español, instaurar los derechos y libertades ciudadanas y construir una democracia pluralista en la que los españoles pudieran convivir en paz y expresarse en libertad. Con ello se conseguiría la reconciliación de todos los españoles, divididos aún por las secuelas de la guerra civil, y el Rey —que había accedido al trono por decisión del general Franco y en virtud de las Leyes Fundamentales por él promulgadas— se convertiría en Rey de todos.

Las dificultades para lograr estos objetivos eran muy grandes. Buena parte de la clase política del régimen anterior que ocupaba las instituciones entonces vigentes se oponía a ello. La Ley para la Reforma Política en que jurídicamente se concretaba la operación tenía, además, que ser aprobada por esas instituciones y cumplir los requisitos y procedimientos que las Leyes Fundamentales —que el Rey y yo habíamos jurado— preveían para su modificación y reforma. Era menester, por tanto, llegar a la democracia respetando esas leyes y conseguir la aprobación de unas instituciones que iban a desaparecer si aprobaban lo que se les proponía. La cuestión parecía a muchos históricamente imposible.

Siempre he creído en la fuerza de la razón, en la virtud del diálogo y en el sentido común de la mayoría. Para llevar a cabo la reforma sobraban razones y urgencias, y éstas estaban al alcance de todos. Era menester hacer algo que en España parece siempre muy difícil: dialogar, convencer y hacerse entender. En definitiva, hablar con todos los sectores de la sociedad española y convencerlos de la necesidad y urgencia de la reforma política.

El Rey, como he dicho, conocía y compartía este propósito. La responsabilidad de llevarlo a cabo era algo que a mí —y a mi Gobierno— solo competía. Así lo asumí.

Algunos sectores del régimen anterior no deseaban la reforma y propendían al inmovilismo. Otros —que entonces figuraban en la oposición política y sindical— sólo parecían desear la ruptura y pretendían hacer tabla rasa de todo lo existente. El pueblo español era el que no se merecía ni la ruptura de su convivencia ni su condena a la inmovilidad perpetua. No estaba, además, dispuesto a someterse a esos dictados porque constituía una sociedad moderna, emprendedora y libre que se había hecho a sí misma bajo el régimen autoritario y quería ser dueño de su destino.

A quienes primero había que convencer y sosegar era a los altos dirigentes de los ejércitos que —en el régimen anterior— constituían la columna vertebral del sistema y los garantes de los Principios Fundamentales que había que reformar. Sin lograr al menos su neutralidad era imposible iniciar la reforma.

Por eso convoqué una reunión de los altos mandos militares para el 8 de septiembre de 1976 en mi despacho de Castellana 3. A ella asistieron el vicepresidente primero del Gobierno, teniente general De Santiago —que me había aconsejado aplazar la reunión— los tres ministros militares, los jefes de los estados mayores, los capitanes generales de las regiones militares, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia Militar, el director general de la Guardia Civil y el director del Ceseden. El Rey conocía la convocatoria, mi propósito de explicarles la reforma política y la necesidad de legalizar todos los partidos políticos y las centrales sindicales, como requisito fundamental para construir la democracia. La responsabilidad de la reunión era, desde luego, sólo mía.

Más allá de las palabras del ex ministro del Ejército y capitán general de Cataluña, Francisco Coloma Gallegos que inició la reunión expresando sus «dudas sobre el rumbo que parece pretender darse a la política de nuestra patria», la preocupación que latía en los altos mandos militares se centraba en que el propósito reformador del Gobierno pudiera dar al traste con la convivencia española y abriera el portillo a lo que ellos consideraban como «enemigos sempiternos» de España, entre los que se encontraba, en primer lugar, el Partido Comunista.

Ante esos temores aseguré que la reforma era el único camino para conseguir la democracia sin romper la convivencia y que nunca sería reconocido un partido en cuyos estatutos se propusieran como objetivos la subversión del orden constituido, la revolución marxista y la dependencia política de España de una potencia extranjera. Ésa era la idea que ellos tenían del Partido Comunista y eso era —en honor a la verdad— lo que el Partido Comunista preconizaba entonces. Mientras el PCE tuviera esos objetivos no podría ser reconocido. Eso es lo que afirmé.

Lo que no dije —y no tenía por qué hacerlo— era mi deseo y mi pretensión de que el PCE se transformase y se convirtiera en un partido democrático, que aceptara la Monarquía, la bandera de España y el respeto a las reglas del juego del régimen parlamentario. Eso no lo dije porque se trataba de una operación que podía salir bien o no, y en la que ni podía ni debía involucrar a la cúpula de los ejércitos. Se trataba de una operación en la que nos jugábamos mucho y de la que, en definitiva, yo solo debía aparecer como responsable.

Afirmé, sin embargo, que la democracia o se basa en la libertad de todos o no es democracia, y por tanto era necesario ir a la legalización de todos los partidos y sindicatos que aceptaran el orden democrático.

La idea del «engaño» a los militares que ahora repite el señor Vilallonga puede ser hasta «emocionante», pero hace muy poco honor a los mismos.

En el transcurso del almuerzo que siguió a la reunión, y en el que el teniente general Prada Canillas me elogió abiertamente, pude percibir con claridad que quienes escucharon con atención mis explicaciones las comprendieron y no se engañaron. La prueba está en que el propio vicepresidente primero del Gobierno, teniente general De Santiago, absolutamente contrario a la legalización del Partido Comunista, me planteó su dimisión pocos días después, el 21 de septiembre, en una tensa conversación en la que aludió a la posibilidad de un golpe militar, a lo que tuve que responder que en España seguía vigente la pena de muerte. La legalización del Partido Comunis-ta, después del cambio de sus estatutos, tuvo lugar el 9 de abril de 1977. Ni mentí ni engañé a los militares, ni el 8 de septiembre de 1976 ni en ninguna otra ocasión. <<

[72] Soriano, Sabino Fernández Campo…, ob. cit., pp. 155-156. <<

[73] Véase texto de Adolfo Suárez en la nota 71 de este mismo capítulo. <<

[74] Ibídem. <<

[75] Ibíd. <<

[76] Soriano, Sabino Fernández Campo…, ob. cit., pp. 155-156; Medina, Memoria oculta…, ob. cit., pp. 271-274. <<

[77] Véase texto de Adolfo Suárez en la nota 71 de este mismo capítulo. <<

[78] Soriano, Sabino Fernández Campo…, ob. cit., pp. 156-157. <<

[79] Relato de Eduardo Navarro a la autora; Eduardo Navarro, Mis testimonios sobre Adolfo Suárez, manuscrito, p. 76; Fuentes, Adolfo Suárez…, ob. cit., pp. 169-170; relatado por Adolfo Suárez durante una comida homenaje en el palacio de Fuensalida, Toledo, que José Bono transcribe con detalle en Les voy…, ob. cit., p. 364. <<

[80] Laureano López Rodó, Memorias (IV): claves de la Transición, Plaza & Janés, Barcelona, 1993, p. 276. <<

[81] Fernández de la Mora, Río arriba…, ob. cit., pp. 272-273. <<

[82] Fernández-Miranda advirtió a los procuradores que, siendo la Ley para la Reforma Política una Ley Fundamental, si fuese rechazada se reconsideraría la continuidad o no de las actuales Cortes, que vivían ya su segunda prórroga. Fue un importante aviso para que sus señorías supieran que podía resultarles muy caro el filibusterismo, el deporte parlamentario de la obstrucción. <<

[83] Charles Powell, España en democracia, 1975-2000, Plaza & Janés, Barcelona, 2001, p. 168. <<

[84] Josep Melià, entrevistado por José Martí Gómez, «Suárez es un pragmático vocacional», en La Vanguardia Magazine, 24 de noviembre de 1996, pp. 30-36. <<

[85] «Viajan», en La Política y la Gente, ABC, 21 de noviembre de 1976, p. 11. <<

[86] Antonio Lamelas Blanco, La Transición en Abril: biografía política de Fernando Abril Martorell, Ariel, Barcelona, 2004, p. 107. <<

[87] Charles Powell, El piloto del cambio: el Rey, la Monarquía y Transición a la democracia, Planeta, Barcelona, 1991, p. 200, recoge un comentario sobre este tipo de presiones de José María de Areilza, Cuadernos de la Transición, Planeta, Barcelona, 1983. <<

[88] Nicolás Sartorius y Alberto Sabio, El final de la dictadura, Temas de Hoy, Madrid, 2007, p. 745. <<

[89] Alfonso Osorio, Trayectoria política…, ob. cit., p. 26; y Julia Navarro, Nosotros, la Transición, Temas de Hoy, Madrid, 1995, p. 58. <<

[90] Véase «Jefatura del Estado», en BOE, n.º 4, 5 de enero de 1977, p. 170; y Ley 1/1977, de 4 de enero, para la Reforma Política. <<

[91] «Las leyes obligan, pero no atan, Alteza. Las Leyes Fundamentales, y también la Ley de Principios del Movimiento, aunque el texto diga que son permanentes e inalterables, son reformables y son derogables», le repetía Torcuato Fernández-Miranda. Véase Fernández-Miranda Lozana y Fernández Miranda, Lo que el Rey…, ob. cit., pp. 52-53. <<

[92] Rodolfo Martín Villa a la autora, conversación de 2013. <<

[93] Rosa Montero, artículo en El País, 5 de mayo de 1996, citada por Sartorius y Sabio en El final…, ob. cit., p. 401. <<

[94] Romero, Historia…, ob. cit., p. 113. <<

[95] Gutiérrez Mellado a la autora; véase también Archivo General de la Administración (AGA), Alcalá de Henares, Cultura, leg. 676, 1977, FE 40 290; Diego Carcedo, Sáenz de Santa María: el general que cambió de bando, Temas de Hoy, Madrid, 2003, p. 173. <<

[96] Telegrama de Madrid a Washington, Departamento de Estado, Meeting with King Juan Carlos, 14 de diciembre de 1976, Spain State Department Telegrams to SECSTATE, Box 12, National Security Adviser, PCF-EC, Gerald R. Ford Library. Esta conversación del Rey con Wells Stabler, a quien acompañó aquel día en La Zarzuela el consejero Arthur A. Hartman, fue muy amplia, abordó muchos temas, y es recogida parcialmente por Powell, El amigo americano…, ob. cit., pp. 425-426, y por Sartorius y Sabio, El final…, ob. cit., pp. 586-587. <<

[97] Cesan el director general de Seguridad, Rodríguez Román; el inspector jefe de la Policía Armada, general Aguilar Carmona; y el director de la Guardia Civil, general Campano López. <<

[98] Bono, Les voy…, ob. cit., p. 363; relato de Adolfo Suárez en el palacio de Fuensalida, Toledo. <<

[99] Relatos de Santiago Carrillo, Eduardo Navarro y Rodolfo Martín Villa a la autora; véase Campo Vidal, Adolfo Suárez…, ob. cit., pp. 68-71; también Victoria Prego, Así se hizo…, ob. cit., pp. 608-609. <<

[100] Javier González de Vega, A la sombra de Adolfo Suárez, Plaza & Janés, Barcelona, 1996, p. 99. <<

[101] En la matanza de Atocha, el 24 de enero de 1977, resultaron muertos por los disparos los abogados laboralistas Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco, el estudiante de derecho Serafín Holgado de Antonio y el administrativo Ángel Rodríguez Leal. Fueron gravemente heridos Miguel Sarabia Gil, Alejandro RuizHuerta Carbonell, Luis Ramos Pardo y Dolores González Ruiz, casada con Javier Sauquillo. <<

[102] Martín Villa compartía las dudas de Rosón sobre los policías del «supercomisario» Conesa. Véase Jesús Duva, «Los siete días que hicieron temblar la Transición», en El País, 29 de enero de 2012. En pocos días, la Policía Armada detuvo a José Fernández Cerrá, Carlos García Juliá y Fernando Lerdo de Tejada como autores materiales de la matanza de Atocha, y a Francisco Albadalejo Corredera —del sindicato vertical del Transporte— como autor intelectual. Por suministrar las armas fueron detenidos también Leocadio Jiménez Caravaca y Simón Ramón Fernández Palacios, excombatientes de la División Azul. Durante el juicio se llamó a declarar a Blas Piñar y a Mariano Sánchez Covisa, dirigentes de la extrema derecha. El juez de la Audiencia Nacional encargado del caso, Rafael Gómez Chaparro, se negó a investigar más allá de los seis encausados. «Faltan las cabezas pensantes. No nos dejaron investigar —declararía años después Jaime Sartorius, abogado de la acusación particular—. Para nosotros, las investigaciones apuntaban hacia los servicios secretos, pero sólo apuntaban. Con esto no quiero decir más». Véase Aníbal Malvar, «¿Qué fue de los asesinos de Atocha?», en El Mundo, 20 de enero de 2002. Pese a la cuantía de las sanciones, 464 años de cárcel repartidos entre todos los condenados, uno de ellos, Francisco Albadalejo, el que conocía el entramado de la mafia del transporte, falleció en prisión; y dos de los autores materiales, Lerdo de Tejada y García Juliá, se fugaron aprovechando sendos beneficios de permiso penitenciario y de libertad condicional, otorgados por el juez Gómez Chaparro. <<

[103] Osorio, Trayectoria política…, ob. cit., p. 268. <<

[104] Testimonio del teniente general Gutiérrez Mellado en la serie «La Transición», RTVE, ob. cit., capítulo 12; véase también Prego, Así se hizo…, ob. cit., pp. 631-633. Cuatro años después, el marino Camilo Menéndez aparecerá implicado en la intentona de golpe militar del 23-F. <<

[105] El texto de la alocución, de nueve minutos, fue elaborado pocas horas antes por Rafael Anson, Manuel Ortiz, Fernando Ónega y Eduardo Navarro. <<

[106] La autora habló con el comisario Roberto Conesa durante más de seis horas, grabando la conversación, para un reportaje exclusivo y seriado que se publicó en las páginas centrales de ABC los días 16, 17 y 18 de febrero de 1976, con los hechos calientes, y con los miembros de los Grapo Pío Moa y Hierro Chomón «desaparecidos, escondidos… ni se sabe», dijo Conesa. La impresión, escuchando su relato, era la de una película policíaca llena de intuiciones, golpes de suerte, casualidades, pistas inexplicables, lapsus, hallazgos fortuitos… Una especie de historia reconstruida para poder contarla. Véase Pilar Urbano, «Operación Valencia: Conesa cuenta cómo se organizó el rescate de Oriol y Villaescusa», en ABC, 16 de febrero de 1976. <<

[107] Alfonso Guerra, Cuando el tiempo nos alcanza: memorias (19401982), Espasa, Madrid, 2004, p. 186. <<

[108] Diego Carcedo, Sáenz de Santa María…, ob. cit., p. 173. <<

[109] Jesús Duva, «Los siete días…», art. cit. <<

[110] Osorio, Trayectoria política…, ob. cit., p. 277. <<

[111] Romero, Historia…, ob. cit., p. 153. <<

[112] Osorio, Trayectoria política…, ob. cit., p. 282. <<

[113] Ese adelanto en tres años de la mayoría de edad se haría por ley para que los jóvenes de dieciocho años pudieran votar ya en el referéndum de la Constitución de diciembre de 1978. <<

[114] Archivo Armero, notas de J. M. Armero y diario manuscrito de Ana María Montes de Armero. Véanse también Carrillo, Memorias, ob. cit., pp. 712-714; información facilitada a la autora por David Jorge Penado, a partir de una de las entrevistas que tuvo con Santiago Carrillo en el 2010 preparando su biografía (en concreto, estos datos proceden de la conversación mantenida en el domicilio de Camilo, plaza de Reyes Magos 11, Madrid, el 30 de enero de 2010); Prego, Presidentes…, ob. cit., p. 59; conversación de Santiago Carrillo con la autora en el vuelo Donostia-Madrid, 1 de diciembre de 2005. <<

[115] Archivo personal de Jaime Carvajal y Urquijo: notas de una conversación con Don Juan de Borbón en Valldemosa (Mallorca), en agosto de 1976. <<

[116] Comentario de Carmen Díez de Rivera anotado después del 27 de febrero y antes del 7 de marzo de 1977. Véase Romero, Historia…, ob. cit., p. 160. <<

[117] Fuentes, Adolfo Suárez…, ob. cit., p. 187, citando notas de Eduardo Navarro. <<

[118] En esa cascada de medidas, una veintena, se tocaron las siete Leyes Fundamentales: Fuero del Trabajo, Fuero de los Españoles, Ley de Cortes, Ley de Sucesión, Ley de Referéndum, Ley Orgánica del Estado y Ley de Principios Fundamentales del Movimiento. <<

[119] El 5 de agosto de 1976, por decreto ley, habían sido repuestos en sus cátedras Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo, a quienes Franco depuso y expulsó en 1965. Por decisión gubernativa, desde el 11 de septiembre de 1976, se volvió a celebrar la Diada en Cataluña, y desde el 20 de septiembre quedó autorizada la ikurriña. Un decreto ley del 8 de octubre de 1976 desmantelaba el sindicato vertical, traspasando su personal, su patrimonio y sus recursos a un ente transitorio creado sólo para eso: la Administración Institucional de Servicios Socioprofesionales (AISS). Esta solución reubicaba a las ingentes plantillas de funcionarios sindicales, evitando que vieran la reforma como su eutanasia. Meses después, el 1 de abril de 1977, se reconocía la libertad y la pluralidad sindical; quedaban legalizadas las centrales que ya venían funcionando en la ilegalidad, como CC.OO., UGT, USO y CNT; y se abría la puerta a las que quisieran crearse de nuevo cuño. Era el fin del sindicato vertical franquista. El 2 de junio desaparecían la sindicación obligatoria y la cuota sindical. También por decreto ley, el 30 de octubre de 1976 se restableció el histórico régimen foral para Gipuzkoa y Bizkaia, que Franco abolió en 1937 como castigo a ambas «provincias traidoras». El BOE del 4 de enero de 1977 publicaba tres importantes decretos leyes en materia de justicia: se suprimía el Tribunal de Orden Público; se creaba la Audiencia Nacional; se regulaba la objeción de conciencia por motivos religiosos; y la jurisdicción militar perdía su competencia en materia de terrorismo. Asimismo, se permitía la inscripción de nombres en cualquiera de las lenguas españolas en el Registro Civil. El decreto ley de 25 de enero de 1977 prorrogó por cinco años el programa de inversiones de las Fuerzas Armadas reforzando su monto económico. Ese mismo día, otro decreto ley suprimía la prisión subsidiaria en caso de impago de multas. Fuerte gramaje el del BOE del 8 de febrero de 1977: un decreto ley prohibía a los miembros de las Fuerzas Armadas la militancia, incluso la participación política y sindical, y otro creaba la JUJEM, que en adelante no dependería de ningún ministerio militar, sino del presidente del Gobierno. Se establecía así un orden en la cadena de mando que supeditaba el «poder fáctico militar» al poder político civil. El 25 de febrero fue legalizado el juego. El 4 de marzo se restablecieron las juntas generales de Gipuzkoa y Bizkaia y las diputaciones forales. Con esa misma fecha, se amplió la amnistía del 30 de julio de 1976, incluyendo ahora entre los delitos de sangre amnistiados «a los que con sus actos hubieran puesto vidas en peligro». Y se reguló el derecho a la huelga y el cierre patronal. <<

[120] José Martí Gómez, «La aristócrata y el comunista (una historia de la Transición)», en el blog La Lamentable, 5 de abril de 2012, <http://lamenta ble.org/?p=3761>, consultado en agosto de 2013. <<

[121] Ibídem. <<

[122] Relato de Landelino Lavilla a la autora, conversación en su despacho del Consejo de Estado el 23 de noviembre de 2012. <<

[123] Ibídem. <<

[124] Ídem, conversaciones mantenidas los días 12 de noviembre de 2012, y 29 y 31 de enero de 2013 en su despacho de Técnicas Reunidas, Madrid. <<

[125] Ibídem. <<

[126] Osorio, Trayectoria política…, ob. cit., p. 287. <<

[127] Relato de Rodolfo Martín Villa a la autora (véase nota 124 de este mismo capítulo). <<

[128] Adolfo Suárez a la autora, en Lanzarote, durante un viaje oficial al archipiélago canario en abril de 1978. <<

[129] Adolfo Suárez a la autora (véase nota precedente); Preston, Juan Carlos…, ob. cit., p. 426. <<

[130] Archivo Armero, notas manuscritas del diario de Ana María Montes dictadas por su marido, José Mario Armero, entrada del día 5 de abril de 1977. <<

[131] Los fiscales González Merino, Clemente de Diego, Ramos Catalán, González Serrano, Reol Suárez y el propio González Zapatero. Redactó la minuta el secretario general técnico de la Fiscalía, Raya Mario. <<

[132] Relato de Landelino Lavilla a la autora, conversaciones de los días 23 y 29 de noviembre de 2012. <<

[133] Relato de Rodolfo Martín Villa a la autora (véase nota 124 de este mismo capítulo). <<

[134] Archivo Armero, notas manuscritas del diario de Ana María Montes dictadas por su marido, José Mario Armero, entradas de los días 5 y 6 de abril. <<

[135] Medina, Memoria oculta…, ob. cit., p. 302. <<

[136] Íbidem, p. 303. <<

[137] Íbid., p. 303; relato del teniente general Gutiérrez Mellado a la autora y a otros periodistas, almorzando en Lhardy, Madrid, 1983. <<

[138] Gutiérrez Mellado en «La Transición», RTVE, ob. cit., capítulo 13. <<

[139] Prego, Así se hizo…, ob. cit., p. 660. <<

[140] En diversas ocasiones, alguna de ellas confirmada por Jaime García Añoveros, ministro de Hacienda con Adolfo Suárez y con Leopoldo Calvo-Sotelo, Antonio Navalón, hombre de negocios muy amigo de Adolfo Suárez desde la juventud, habló a la autora de la existencia de una serie de cartas —once al menos—, manuscritas por el rey Juan Carlos y dirigidas a Adolfo Suárez. Cartas ocasionales, que Suárez guardaba en sus desordenados archivos de documentos, y que García Añoveros y Navalón no sólo habían visto y leído, sino también custodiado en lugar seguro por encargo de Suárez.

Retenidos de memoria algunos de sus fragmentos, y repetidos a la autora —con idénticas frases y palabras, en momentos distintos y transcurrido un amplio lapso de tiempo entre una y otra mención—, esas cartas, o al menos esos párrafos, tienen bastante probabilidad de ser auténticos.

En unas, el Rey alude a aspectos concretos de la Constitución, mientras se elaboraba: la aconfesionalidad del Estado, «me dicen que se está haciendo una Constitución atea […], con esto ponéis en grave riesgo la Corona española»; o en el debate sobre el derecho a la huelga, la primacía del interés general en la economía y su posible planificación por el Estado, recoge las quejas de algunos banqueros y empresarios. En otra de esas cartas, cuando se está dilucidando el Estado de las autonomías, el Rey menciona una reciente visita del banquero Emilio Botín, y del empresario y senador real Luis Olarra, temerosos de que «se esté haciendo una Constitución contra España». También, cuando se potenciaba financieramente al sindicato UGT para que compitiera con CC.OO., el Rey le escribía a Suárez un expresivo «¡mucho cuidado con las izquierdas!».

Otras misivas, breves, sin protocolos ni florituras, eran de estímulo a actuaciones concretas de Suárez o para aliviarle por críticas recibidas. Así, por ejemplo, con ocasión de la sesión de investidura en las Cortes, en marzo de 1979, en que Suárez se negó al debate. Por cierto, esa carta le llegó a Adolfo Suárez estando con él en La Moncloa el ministro Martín Villa. Suárez se la pasó después de leerla él. Años más tarde, Martín Villa comentó a la autora: «A mí me llamó la atención que, para darle ánimos, el Rey le escribiera en lugar de descolgar el teléfono y llamarle; pero a Suárez no pareció sorprenderle, como si eso del carteo entre ellos fuera algo usual. Bueno, ésa fue mi impresión».

Entre la supuesta colección de cartas, hay una, quizá la última, del verano de 1982, cuando hacía año y medio que Suárez había dimitido de la presidencia del Gobierno, y entre el monarca y él se había creado una muralla de hielo. Al parecer, es bastante extensa, cinco holandesas y media: «Hace mucho tiempo que no te escribo una carta larga…» El Rey le reconoce a Suárez, de un modo desenfadado, «cuántas veces tú estuviste acertado […] como en aquel jodido Sábado Santo». Y refiriéndose al 23-F, el Rey habla del «ejercicio de generosidad que tú tuviste que hacer, y también yo, […] a pesar de nuestros mutuos aciertos y errores». Una carta con la cual —abonando la hipótesis de su existencia— el monarca buscaba de alguna manera quebrar el enfrentamiento, acortar la distancia y que todo quedase en amistosas tablas.

Esas cartas y otros muchos documentos de Gobierno, apuntes, correspondencia, etc., que Adolfo Suárez conservaba, porque eran suyos, estuvieron guardados un tiempo en una caja fuerte empotrada en uno de los muros de su despacho jurídico en Antonio Maura 4, en Madrid. Luego, los hizo llevar a su casa de Ávila en un camión de mudanzas, camuflados entre muebles, libros y bultos. Y más tarde los llevó consigo a su residencia de la urbanización de La Florida. En cierta ocasión, quiso desprenderse de todos esos papeles porque le resultaban comprometedores e incómodos de custodiar, máxime cuando pasaba largas temporadas en Palma de Mallorca, por la enfermedad de Amparo, su mujer. Pero Navalón le disuadió: «Adolfo, eso es historia de España y no tienes derecho a destruirla. Si te resulta engorroso tener que estar vigilando esos documentos, no te preocupes más: desde hoy, yo me hago cargo de buscarles una custodia segura. Y el día que tú faltes, los entregaré al Archivo Histórico Nacional, que es donde deben estar». Los documentos más importantes fueron embalados y depositados en una caja de seguridad con tres llaves y tres claveros, en un despacho de abogacía de Londres.

En 2005, a raíz de publicarse el libro de García Abad, Adolfo Suárez, ob. cit., y ante lo que se apunta en la página 128 sobre «los papeles secretos que guardaba Suárez y que Mariam intentó clasificar, ahora quizá los tenga su hijo mayor, Adolfo», Antonio Navalón trasladó al Rey un mensaje haciéndole saber que «las cartas que Su Majestad escribió a Adolfo Suárez no las tiene Adolfo Suárez Illana, sino que están en un determinado despacho de abogados, en el lugar L. Y Antonio Navalón responde de su seguridad. Quede tranquilo Su Majestad sobre el uso de tales cartas: no se publicarán hasta que no hayan desaparecido de la escena pública el destinatario [Adolfo Suárez] y el remitente [el rey Juan Carlos], por fallecimiento o por abdicación». <<

[141] Archivo Armero, notas manuscritas del diario de Ana María Montes, dictadas por su marido, José Mario Armero, entrada del día 7 de abril de 1977. <<

[142] Marcelino Oreja, Memoria…, ob. cit., p. 188. <<

[143] Archivo Armero, notas manuscritas del diario de Ana María Montes, dictadas por su marido, José Mario Armero, entrada del día 9 de abril de 1977. <<

[144] En 1984, y porque necesitaba fotocopiar ese documento para un libro suyo de memorias, Martín Villa advirtió el lapsus. Fue entonces cuando firmó el famoso documento. <<

[145] Relato de Rodolfo Martín Villa a la autora (véase nota 124 de este mismo capítulo). <<

[146] Romero, Historia…, ob. cit., p. 168. <<

[147] Soriano, Sabino Fernández Campo…, ob. cit., pp. 157-159. <<

[148] Éste fue el relato que, por teléfono y desde su domicilio, hizo el almirante Pita da Veiga a la autora, con el ruego de que, «por no echar más leña al fuego en estos momentos», enmascarase su persona diciendo que tal información la facilitaba «una fuente de toda solvencia e inmediata proximidad al almirante, con su autorización». Fue la única vez que habló de su dimisión. Véase Pilar Urbano, «Qué y por qué de la dimisión de Pita da Veiga», en ABC, 14 de abril de 1977, p. 7. <<

[149] Preston, Juan Carlos…, ob. cit., pp. 428-429. <<

[150] Ibídem. <<

[151] Adolfo Suárez en la serie «La Transición», RTVE, ob. cit. Véase también Prego, Presidentes…, ob. cit., pp. 65-69. Asimismo, Adolfo Suárez, conversaciones con la autora en Galicia y Canarias, 1978. <<

[152] Archivo Armero, notas del diario de Ana María Montes correspondientes al mes de abril de 1977. <<

[153] Medina, Memoria oculta…, ob. cit., pp. 300-301. <<

[154] Ibídem, pp. 301-302. <<

[155] Véanse Cambio 16, 25 de abril de 1977-1 de mayo de 1977; Adolfo Suárez, Fundación Ortega y Gasset, Seminario en Toledo; Pilar Urbano, Con la venia, yo indagué el 23-F, Argos Vergara, Barcelona, 1982, pp. 14-15; Colectivo Democracia, Los ejércitos… más allá del golpe, Planeta, Barcelona, 1981, pp. 64-68; Prego, Así se hizo…, ob. cit., pp. 662-663. <<

[156] Nota del Consejo Superior del Ejército, en repulsa de la legalización del PCE, 14 de abril de 1977, facsímil en cuadernillo documental. <<

[157] Archivo Armero, notas manuscritas de José Mario Armero en una página de cuaderno escolar de doble raya, con fecha del 14 de abril de 1977. <<

[158] Carrillo, Memorias, ob. cit., pp. 721-722; Gregorio Morán, Miseria y grandeza del Partido Comunista de España: 1939-1985, Planeta, Barcelona, 1986, p. 542; Prego, Así se hizo…, ob. cit., pp. 665 y ss. <<

[159] Carillo, Memorias, ob. cit., p. 722. <<

[160] VV. AA., Historia de la Transición: diez años que cambiaron España (1973-1983), vol. I, Diario 16, Madrid, 1983, p. 417. <<

[161] Archivo Armero, diario de Ana María Montes, entradas de los días 15 y 16 de abril de 1977. <<

[162] López Rodó, Memorias…, ob. cit., p. 327. <<

[163] El rey Juan Carlos se lo relató a su amigo el embajador francés Jean-François Deniau, que, entrevistado años después por Vilallonga, lo cuenta en El Rey, ob. cit., pp. 112 y 113. Asimismo, Rafael Pérez Escolar, en sus Memorias, ob. cit., p. 219, refiere que se lo confirmó el propio Antonio Hernández Gil en Oviedo, durante una entrega de premios Príncipe de Asturias. <<

[164] Eduardo Navarro a la autora; Morán, Adolfo Suárez, ambición y destino, ob. cit., p. 137, citando a Charles Powell, Juan Carlos: un rey para la democracia, Planeta, Barcelona, 1995, y a Carlos Abella, Adolfo Suárez, Espasa, Madrid, 2006, que en sus respectivas biografías ponen en boca de Adolfo Suárez las palabras de exigencia de una orden o una carta escrita, si bien la ponencia de Suárez en el Seminario sobre la Transición, organizado por la Fundación Ortega y Gasset y celebrado en Toledo en 1984, no se grabó por explícito deseo suyo. Véanse también Juan Van Halen, Objetivo: ganar el futuro (conversaciones con Osorio), Plaza & Janés, Barcelona, 1986, p. 167; y Campo Vidal, Adolfo Suárez…, ob. cit., sobre el aviso de Suárez por teléfono estando el Rey en Bonn. <<

[165] Leopoldo Calvo-Sotelo, Memoria viva de la Transición, Plaza & Janés y Cambio 16, Barcelona/Madrid, 1990, p. 154. <<

[166] Alfonso Osorio y Eduardo Navarro a la autora. <<

[167] Conversación de Fernando Abril Martorell con la autora en su despacho de la Unión Naval de Levante, Madrid, 1983. <<

[168] «Antes y después de su entrevista y almuerzo con Suárez en La Moncloa, el vicepresidente Mondale permaneció en una suite del hotel Palace, donde recibió a varios abogados españoles con los que mantiene relaciones desde antes de acceder a su actual cargo», véase Bonifacio de la Cuadra, El País, 18 de mayo de 1977, pp. 1 y 11. Uno de esos abogados amigos de Walter Mondale facilitó esta información a la autora. <<

[169] Anotación manuscrita de Jaime Carvajal y Urquijo en sus diarios de 1977. <<

[170] Eduardo Navarro a la autora. <<

[171] Santiago Martínez Caro, diplomático, había sido jefe de gabinete en Asuntos Exteriores con los ministros López Rodó y López Bravo. Al parecer, fue este último quien le recomendó para compensar con algún personal civil el elevado número de ayudantes y jefes militares que trabajaban en La Zarzuela. <<

[172] Diarios manuscritos de Jaime Carvajal y Urquijo, notas de agosto de 1976. <<

[173] Sainz Rodríguez, Un reinado…, ob. cit., pp. 266-267. <<

[174] Luis María Anson, por EFE; José Mario Armero, por Europa Press; Aquilino Morcillo, por Logos; José María García Hoz, por Multipress; Javier Godó, por Colpisa; y Alejandro Armesto, por Fiel. <<

[175] Landelino Lavilla a la autora, conversación del 23 de noviembre de 2012. <<

[176] Archivo Armero, anotación manuscrita de su puño y letra, con fecha del sábado, 14 de mayo, en una página de cuaderno rayado, plegada por la mitad y ocupando ambas mitades. <<

[177] Dirigentes, miembros de un organismo de dirección (referido especialmente al PNV). <<

[178] Relato de Marcelino Oreja Aguirre a la autora, conversaciones de junio, julio y septiembre de 2005. <<

[179] A los etarras extrañados en Noruega, Bélgica y Holanda se les dio un millón de pesetas a cada uno para su manutención, gastos reservados a cargo de Gobernación. <<

[180] Entre abril y mayo de 1977, siendo Eduardo Navarro subsecretario de Gobernación, a las órdenes del ministro Rodolfo Martín Villa, recibió un oficio del subsecretario de Exteriores que remitía la «factura de gastos de estancia de cinco vascos de ETA, alojados durante un mes en Oslo», porque «no corresponde abonarlo a este ministerio». Navarro entregó el oficio y la factura a Martín Villa, que tomó el dosier rápidamente, «Dame, dame eso…», como sabiendo de qué iba y sin ofrecer ninguna explicación al subsecretario. Navarro sobreentendió que «si se les costea la estancia, será porque están asistiendo a reuniones de negociación, o porque al Estado español le interesa tenerlos allí». No se equivocaba. Relatado por Eduardo Navarro a la autora, conversaciones de noviembre y diciembre de 2005, y enero de 2006. <<

[181] Véase «Torcuato Fernández Miranda explica su decisión», en El País, 1 de junio de 1977. Después del 15-J, y elegidos Fernando Álvarez de Miranda como presidente del Congreso y Antonio Fontán del Senado, hubo que improvisar sobre la marcha para cubrir esa presidencia de las Cortes bicamerales que Torcuato rechazó. El Rey llamó al catedrático y jurista extremeño Antonio Hernández Gil, de cuyos conocimientos jurídicos había tenido noticia personal, aunque este hombre nunca había estado en La Zarzuela. Incluso tuvo que preguntar cómo se iba y por dónde se entraba el día de su designación. <<

[182] Dolores Ibárruri a la autora. <<

[183] Soriano, Sabino Fernández Campo…, ob. cit., p. 100. <<

[184] Relato de su hijo mayor, Enrique Fernández-Miranda Lozana, duque de Fernández-Miranda, «Torcuato Fernández-Miranda», en ABC, 15 de febrero de 2013. <<

[185] Relato de Eduardo Navarro a la autora. También, anotación manuscrita de Jaime Carvajal y Urquijo en sus diarios, con fecha de marzo de 1979: «Me comenta el Rey el papel importantísimo jugado por Torcuato en el nombramiento de Adolfo. Mi reacción primera fue de duda… Sin embargo, la relación entre los dos se fue deteriorando… Preveo que Torcuato ahora tendrá que hacer otra cosa». «Búscale un acomodo adecuado fuera de la política, en el mundo de la banca, de la empresa…» <<

[186] Relato de Martín Villa a la autora.<<

[187] Relato de José Manuel Otero Novas a la autora, conversación del 2 de junio de 2005 en su despacho de Cea Bermúdez 37, Madrid. <<

[188] Esa carta la publicó íntegra, en su original francés, Asadollah Alam, que sucesivamente fue ministro de Interior y primer ministro en el régimen imperial de Persia, ministro de la corte y consejero personal del sha, en su libro de memorias The Shah and I: The Confidential Diary of Iran’s Royal Court, I. B. Tauris, Nueva York, 1992. <<

[189] Aurelio Delgado, a la autora. Conversación del 12 de enero de 2005. <<