A medianoche en la Llanura de Plata Blanca, cuando la plateada luna estaba muy alta tras vaporosas nubes que formaban ondas como muaré, los dos ejércitos bajaron sus armas y finalmente se separaron. Los palafreneros cuellodesnudos condujeron fuera a todos los chalikos de guerra. Rápidos psicocinéticos limpiaron un gran círculo de cuerpos y restos. Alrededor de ese perímetro se agruparon indiscriminadamente Tanu y Firvulag en la camaradería del completo agotamiento físico.
Los Reyes avanzaron con su cortejo de no combatientes, Thagdal llevando el trofeo de la Espada. Y tras ellos se apretujó el vulgo de los dos bandos que deseaba presenciar con sus propios ojos los Encuentros Heroicos. Finalmente, en una acción tan sin precedentes que desafiaba todo comentario, apareció Brede.
Nadie necesitaba consultar los marcadores; cada mente sabía cuál era el resultado en puntos de la Mêlée… con los Tanu manteniendo su precaria delantera, que podía verse invertida si se producía algún resultado significativo en los Encuentros. Los grandes campeones de las razas gemelas iban a luchar ahora individualmente; estaban muy equilibrados tanto en proezas físicas como metapsíquicas. Ninguno de los héroes Firvulag era de naturaleza gnómica; todos ellos eran robustos, y algunos incluso gigantes. Los Tanu (con una excepción) eran también especímenes físicos de notables características, con su musculatura algo más débil compensada por el mayor alcance de sus poderes mentales. Tan equilibrados estaban los Grandes de las dos compañías de batalla que los vencedores de los Encuentros eran casi siempre atribuidos a base de puntos. Habían pasado muchos años desde que un héroe había resultado muerto en la celebración culminante del Combate.
Los árbitros de ambas razas ocuparon sus posiciones Los heraldos hicieron sonar una fanfarria de cristal y plata, y los tambores Firvulag empezaron a batir. De la multitud con armaduras negras surgió Pallol Un-Ojo, llevando su terrible estandarte de batalla, que clavó en la sal. Los nueve Grandes de la Pequeña Gente emergieron de la masa de sus partidarios para declarar su adhesión a su Maestro de Batalla: Sharn-Mes, el veterano Medor, Galbor Gorro Rojo, las heroínas Ayfa y Skathe, Tetrol Aplastahuesos, Betularn Mano Blanca, y —recientemente incorporados en el lugar de los difuntos Bles y Nukalavee— Fafnor Mandíbulas de Hielo y Karbree el Gusano.
Mientras resonaban todavía los vítores a los campeones Firvulag, Nodonn avanzó para clavar su estandarte con el rostro del sol. Los que se reunieron tras él fueron Imidol, Culluket el Interrogador, Kuhal el Sacudidor de Tierras, y Celadeyr de Afaliah, promovido en el campo de batalla a la Alta Mesa y ahora Segundo Creador, y que había elegido seguir a Nodonn después de todo. Pero entonces, mientras los murmullos de la multitud ascendían en un nuevo crescendo, Aiken Drum avanzó y plantó su estandarte, y a él se adhirieron Tagan el Lord de las Espadas, Bunone la Maestra de Guerra, Alberonn el Devorador de Mentes, y Bleyn.
Los reunidos entraron en erupción. Aquella división de partidos entre los héroes Tanu significaba que la posición de Nodonn como Maestro de Batalla era desafiada por el pequeño Humano vestido de oro. Tanu y Firvulag solían enfrentarse a una escisión de este tipo en el liderazgo de un modo distinto; entre la Pequeña Gente, una elección popular resolvería el asunto, del mismo modo que lo hacían en la elección de sus reyes; pero los Tanu resolvían sus asuntos internos en el campo del honor. Los Encuentros Heroicos entre Tanu y Firvulag no podían romperse por justas de partidos, de modo que la suma de las hazañas de los partidarios de cada aspirante decidirían si era Nodonn o Aiken Drum quien en último término se enfrentara a Pallol. El Encuentro subsiguiente entre los Maestros de Batalla pondría el cierre al conteo de los puntos; y como resultado de ello el propio Thagdal le entregaría el trofeo de la victoria al ganador… es decir, le devolvería la Espada al Rey Yeochee o seguirá conservándola él.
Aquello señalaría oficialmente el fin de las hostilidades del Gran Combate. Pero no el fin de la lucha… porque los dos rivales para el liderazgo de los Tanu en el campo de batalla tendrían entonces su duelo, y el vencedor ganaría la opción de declarar su fidelidad al monarca reinante o desafiarlo sobre la marcha.
La perspectiva de provocar la caída de la realeza Tanu proporcionaba un agradable incentivo adicional a los ya hambrientos de victoria héroes Firvulag, que empezaron a golpear con sus pies cubiertos de malla la sal en un gesto de desafío que fue inmediatamente secundado por toda la Pequeña Gente que se había reunido para presenciar el espectáculo. El suelo retembló. Los caballeros Tanu resplandecieron en furiosa exhibición vengativa. El éter y el aire vibraron con insultos, y pareció que estaba a punto de producirse un tumulto.
Entonces, de la atestada zona donde estaban Thagdal y Yeochee, surgió una mujer totalmente vestida de negro y rojo y con el rostro oculto. La cadena de silencio permanecía inmóvil entre sus tendidas manos. La multitud retrocedió, y la tormenta mental se calmó instantáneamente.
—¡Que empiecen los Encuentros! —gritó el Árbitro.
Entonces hubo un frenético susurrar y un entrechocar de opiniones entre los espectadores, intentando computar las posibilidades de aquel encuentro decisivo. El pobre Karbree fue apartado del campo debido a la combinación Aiken Drum-Nodonn, dejando así a ocho héroes subsidiarios en cada lado. A medida que cada contendiente Firvulag daba un paso adelante en orden inverso de edad, Thagdal —como actual custodio de la Espada del vencedor— fue nombrando al oponente Tanu. Fue un momento de cálculos llenos de suspense. ¿Sucumbiría el Rey a la tentación de decantar los puntos en favor de los partidarios de Nodonn? ¿Correría el riesgo de perder la Espada para poder ganar al pequeño Humano? Las anteriores confrontaciones entre Nodonn y Pallol habían quedado muy ajustadas en lo que a puntos se refería. ¿Era posible que aquel pequeño maniquí dorado poseyera metafacultades más fuertes que el glorioso Apolo? (Físicamente, no había comparación.) Y sin embargo… el advenedizo tenía que tener algo o de otro modo no hubiera podido alcanzar una posición desde la cual lanzar su desafío. Desde los Tiempos de los Disturbios no había habido una conclusión tan emocionante al Gran Combate; y el aspirante herético al trono de los Tanu no había sido nada en comparación con la perspectiva de un Rey Humano en la Tierra Multicolor…
Thagdal alzó unos brazos resplandecientes como un arcoíris.
—Para Fafnor Mandíbulas de Hielo… ¡Culluket el Interrogador! —(Encajaba; el novicio Firvulag contra un miembro de la Alta Mesa notorio por sus trucos mentales y dudoso valor)—. Para Betularn Mano Blanca… ¡Celadeyr de Afaliah! —(Dos excéntricos; pero el resultado se inclinaba claramente hacia el viejo Celo)—. Para Tetrol Aplastahuesos… ¡Alberonn el Devorador de Mentes! —(Una inclinación de cabeza a los Firvulag; ¿estaba siendo marrullero Thaggy en este combate?)—. Para Galbor Gorro Rojo… ¡Tagan el Lord de las Espadas! —(No, evidentemente no; Tagan había vencido antes a ese muchacho)—. Para Skathe… ¡Bunone la Maestra de Guerra! —(Un cara o cruz; nada más difícil de acertar que los tableros de batalla)—. Para Ayfa… ¡Bleyn! —(¡Ése sí que era un mal emparejamiento!; la esposa de Sharn descuartizaría a ese híbrido como si fuera un pollo asado: esa mujer era capaz de acabar con Aiken Drum)—. Para Medor… ¡Kuhal el Sacudidor de Tierras! —(De nuevo las dudas; muy emparejados, pero este Tanu tenía un golpe PC que era demoledor)—. Y para Sharn-Mes… ¡Imidol el Lord Coercedor! —(La lucha podía decantarse a favor de cualquiera, siendo Imidol tan joven; pero los coercedores eran duros de roer, y este muchacho estaba bien dotado).
—Podéis empezar —dijo el Thagdal—. Luchad durante todo el tiempo establecido, y luego retiraos rápidamente para dejar paso a los próximos contendientes. ¡Y que la Diosa de las Batallas os contemple, juzgue vuestro valor, y haga su elección!
—¡Escúchame, Hermano Coercedor! —suplicó el Maestro Artesano—. ¡Los temblores del suelo! ¡Los cambios electromagnéticos en la corteza! ¿No puedes sentirlo por ti mismo?
El Humano torque de oro de animado rostro se alzó de hombros.
—¡Con los entusiastas armando tanto jaleo en los Encuentros, lo raro sería que la Tierra no se estremeciera! Por ahora hay dos perdedores y dos vencedores del lado de Aiken Drum, y los chicos de Nodonn se apuntan un vencedor y un perdedor, y un empate entre Kuhal y Medor. Así que todo se decide en este último enfrentamiento de Imidol contra Sharn-Mes… ¡no sólo en las apuestas a favor del Maestro de Batalla sino muy probablemente en todo este maldito Combate! ¡Y te agradeceré que dejes de molestarme en mis tareas para que pueda volver allá donde se produce la acción!
Los soldados grises condujeron hasta la gran jaula de cristal al último contingente de sucios hombres y mujeres, sacados de los calabozos y mazmorras de Muriah y traídos hasta la Llanura de Plata Blanca para la última ofrenda. No se trataba de nobles caídos en desgracia o de luchadores derrotados, sino de los desechos del reino… los traidores, los criminales más allá de toda rehabilitación, los rebeldes cuellodesnudos demasiado débiles como para proporcionar deporte en la Caza, mujeres agotadas por el constante dar a luz, y por encima de todo los mentes quemadas, que penetraban arrastrando los pies en la jaula de cristal empujados por el ímpetu de sus collares grises o platas u oros y se detenían en precisas hileras ante el cristal delantero de la Gran Retorta para contemplar con ojos vacíos el campo de batalla al otro lado bañado por la luz de la luna.
—¡Léeme! —le gritó Aluteyn al comandante de la guardia—. ¡Comprueba mi mente! ¡Está ocurriendo algo extraño, te lo aseguro! Simplemente permíteme conectar telepáticamente con el Rey… o con Lady Eadone la Maestra de Ciencias.
—Ninguno de vosotros va a engañarme —advirtió el coercedor Humano—. Más vale que te calles, viejo. Guárdate tus tembleques y compórtate como un hombre. —Envió una orden mental a los soldados, se volvió de espaldas, y se dirigió apresuradamente hacia donde aguardaba su montura.
—Te dije que no ibas a conseguir nada —dijo Raimo lúgubremente—. Pero lo intentaste, Al.
Aluteyn rechinó los dientes mientras contemplaba el grueso y resistente cristal de la parte delantera de la Retorta.
—¡Malditos sean! ¡Malditos sean! ¡Esta cuenca mediterránea es inestable! Allá al este, entre Kersic y ese largo archipiélago que tu gente futura llama Italia, hay una zona de inestabilidad de la corteza que no he dejado de observar desde hace un par de cientos de años. ¿Qué ocurrirá si se produce una alteración importante? ¡Puede producirse un seísmo en pleno lago!
—¿Qué tipo de seísmo? —preguntó Raimo, desconcertado.
—Un maremoto —dijo uno de los caballeros oro cobardes, con una risita—. Uno pequeño. ¿No sería una buena patada en los cojones para todos esos valientes gladiadores de tu campo de batalla? ¡Oh, todos sabemos lo que les encanta a los Tanu un buen remojón de tanto en tanto!
—El lago es demasiado poco profundo para crear un frente de agua de cierta importancia —opinó alguien.
—¡Puede que moje lo suficiente las cosas como para impedir encender el fuego debajo de la Retorta! —exclamó otro.
—No te hagas ilusiones. ¿No has visto nunca a esos hunos en acción, muchacho? ¡Pregúntale al viejo Al Jodidomaestro Artesano! Acostumbraba a ser uno de los que encendían la pira de cadáveres cada año. ¡La jodida psicoenergía de toda la jodida Liga de Creadores nos asará en esta jodida caja aunque lluevan jodidos gatos y perros!
—¡Debo advertir del peligro! —exclamó Aluteyn—. ¡Es mi deber! Si tan sólo pudiera comunicarme…
—Envíales un astrograma a pagar en destino —sugirió una voz ronca.
Una mujer dijo:
—¡Podemos mostrarles tu mensaje como un acertijo cuando vengan a prender los cadáveres! —Su risa era histérica e infecciosa. Se contagió rápidamente.
—¡Haz tu testimonio como estos estúpidos Shadrach, Meshach y Abednego! ¡Lástima que no dispongamos aquí de ningún ángel Nomex como tenían los tipos buenos de los antiguos tiempos israelíes!
La chusma de condenados se carcajeó y lloriqueó y se revolcó.
Mientras tanto, Aluteyn el Maestro Artesano, ex Lord Creador, utilizó lo que le quedaba de su poder metapsíquico para grabar un mensaje de advertencia en la parte interna del liso panel frontal de la Retorta. Probablemente no iba a servir de nada, pero tenía que intentar algo de todos modos.
—¡Perdiste!
—Me hicieron un sucio truco Firvulag, Maestro de Batalla —protestó acaloradamente Imidol—. Realmente tenía acorralado a Sharn-Mes, a él y a su maldito traje de escorpión, y si hubiera dispuesto de otros tres segundos…
—¡Perdiste, y tu chapucería y tu inexperiencia puede que nos hayan costado el Gran Combate!
El titán zafiro se quitó el casco y se echó un cubo de agua fría por encima de su aún humeante pelo.
—Sabes que puedes ganar a Aiken Drum en el mano a mano.
—¡Estúpido! —rugió incandescente el Maestro de Batalla—. ¿Has olvidado a los Firvulag? ¡Van por delante de nosotros en puntos!
En las mentes de los ocho campeones Tanu y en la de Nodonn colgó el tablero de los resultados:
CULLUKET | (PERDIÓ) | contra | FAFNOR |
CELADEYR | (GANÓ) | contra | BETULARN |
ALBERONN | (GANÓ) | contra | TETROL |
TAGAN | (GANÓ) | contra | GALBOR |
BUNONE | (PERDIÓ) | contra | SKATHE |
BLEYN | (PERDIÓ) | contra | AYFA |
KUHAL | (EMPATÓ) | contra | MEDOR |
IMIDOL | (PERDIÓ) | contra | SHARN-MES |
El Maestro de Batalla hizo un gesto hacia los cuatro aliados de Aiken Drum junto al derrotado héroe coercedor.
—Y gracias a nuestros hermanos y hermanas renegados de aquí, ¡vamos a tener que enviar a un pequeño truhán al Encuentro contra Pallol Un-Ojo!
Hubo un puf de humo púrpura.
—Creí haber oído pronunciar mi nombre en vano —gorjeó Aiken Drum—. No me digas, Hermano Rostro de Sol, que tienes dudas acerca de mi capacidad de clavarle la tapa al ataúd del gran Ojo.
—Es cinco veces más poderoso que su hermano de sangre Delbaeth, que nos trajo tantos problemas en la Búsqueda —dijo Nodonn—. Y él no ataca y huye, como hacía la Forma de Fuego. ¡Él se queda! ¿Crees que tu mente será capaz de mantener indefinidamente un escudo contra ese Ojo? ¿Confías en que tu poder psicocreativo puede equipararse al suyo? ¿O piensas agotarte en la defensa, joven Humano, utilizando todas tus fuerzas en detener sus energías mientras él te hace pedazos con un simple golpe de su puño?
—¿Te gustaría que yo lo matara a él?
Los ocho campeones y el Maestro de Batalla estallaron en amargas carcajadas.
Aiken frunció el ceño.
—No. En serio. Puedo matarlo. Exactamente como lo hice con Delbaeth. Lo haré a la manera humana, y tú y el resto de la Alta Mesa tendréis que admitir que lo he hecho a mi manera sin transgredir ninguna de las mierdas de sagradas reglas vuestras.
El rostro de Nodonn, dentro del fantástico casco rosa-dorado, brilló despectivo.
—No puedes utilizar la Lanza contra Pallol, Inferior. Solamente contra mí.
Aiken hizo un gesto con un dedo al Maestro de Batalla.
—No es eso lo que quiero decir. Y no te impacientes, Cara de Sol. ¡Ya llegará tu turno! —Miró intensamente a todos los campeones, por turno—. ¿Bien? ¿Voy a sacaros las castaña del fuego y a vencer en esta maldita fiesta por vosotros… o no? Mi truco no es más sucio que cualquiera de los que los Firvulag y sus secuaces Humanos emplearon contra vosotros en Finiah. —Y la mente de Aiken les mostró lo que se proponía hacer—. ¿Sí o no, maldita sea? Dad un grito al resto de la Mesa o simplemente me largo de aquí y os dejo con los pulgares metidos en la masa.
—¡Ve y que te maldigan! —aulló Imidol—. El Maestro de Batalla se enfrentará a Pallol si tú fracasas. ¡Y él vencerá!
—¿Estás seguro? —inquirió suavemente el truhán—. ¿Vencerá por los puntos suficientes como para hacer cambiar el resultado de los juegos? Nodonn no puede decapitar a Pallol. Pero yo sí puedo. Y todos vosotros sabéis lo que afectará eso al resultado. ¡Venceremos, maldita sea!
—Conferenciaré con la Alta Mesa —dijo Nodonn.
Quince segundos más tarde, dijo:
—Lucharás con Pallol Un-Ojo a tu manera Humana, sin prejuicios.
La luna estaba descendiendo, una vez cumplido con su trabajo. Aún seguía iluminando la cuenca mediterránea, pero sus efectos de marea, durante tanto tiempo carentes de importancia en aguas someras, estaban empezando a dejarse sentir en la zona al oeste de Aven, donde las oscuras aguas lamían una desmoronante cresta de lava.