4

Cuando terminó la última de las carreras de carros, hubo ensordecedores vítores de las gradas Tanu, y fueron colgadas guirnaldas de flores en torno a los cuellos de los tres chalikos teñidos de azul; y por supuesto el Rey en persona entregó el trofeo. Solamente los corredores de apuestas reaccionaron ante la victoria con comprensible irritación. No era que la carrera estuviera amañada, por supuesto, pero ¿qué tipo de apuestas puedes hacer contra la Reina? Siempre todos habían dejado que venciera en la última.

—Felicitaciones, Nonnie —dijo Thagdal, besándola mientras ella descendía del vehículo de mimbre dorado—. Se lo demostraste otra vez, vieja muchacha.

Pero el Rey no sentía ningún interés en contemplar a los más jóvenes Tanu en sus carreras de velocidad, ni la carrera de botes entre Humanos e híbridos mientras Fian el Rompedor de Cielos hacía soplar la brisa y las nobles damas se estremecían deliciosamente ante los ocasionales vuelcos en los peligrosos virajes. Discutieron unos momentos si quedarse a contemplar la competición de corte de troncos por parte de los Firvulag o la danza de las espadas… porque siempre había la posibilidad de que algún contendiente descuidado desventrara a alguien o rebanara algún pie. Pero incluso esas divertidas posibilidades tenían poco atractivo para el Rey.

—Creo que voy a ir un rato al pabellón y tomarme un descanso —confesó—. Estoy de un humor de mil diablos, Nonnie.

Ella lo condujo hasta su retiro. Una vez dentro de las blancas sedas, Nontusvel tejió pantallas metapsíquicas y encerró fuera la carnavalesca barahúnda. Se sirvieron ellos mismos algo de comer, porque a ninguno de los pequeños ramas se les permitía permanecer en la Llanura de Plata Blanca por el peligro de que sus sensibles mentes resultaran dañadas por las tormentas emocionales del Combate; y a los sirvientes grises y cuellos desnudos, siguiendo una larga tradición, se les concedía durante aquel tiempo la libertad a fin de que pudieran contemplar los juegos y saciar su avidez de apuestas.

El Rey no comió mucho. Su aprensión era tan patente que finalmente Nontusvel le obligó a tenderse en el camastro real de campaña para poder administrarle un remedio soberano. Y en los semirreveladores murmullos que siguieron, él le contó todas las malas noticias. Acerca de la defección de Katlinel y el Maestro Genético, que había llegado a su atención inmediatamente antes de la Apertura de los Cielos. Acerca del mensaje de la Casa de Redacción, revelando la huida del secuaz de Aiken Drum, Stein, junto con la ingrata amante de este último y Felice… e incluso Elizabeth.

—Se están cociendo auténticos problemas, Nonnie. Son malos tiempos, y lo peor aún tiene que venir. Aiken Drum niega tener ningún conocimiento de las huidas… ¿y tú lo crees? ¡Pero Culluket e Imidol confirman que el pequeño bastardo dice la verdad! Pero si Aiken no liberó a los prisioneros, entonces ¿quién lo hizo? ¿Y dónde está Elizabeth? Ya no está trabajando con los sanadores. ¿Se ha marchado con Felice? ¿O está ocultándose mientras se prepara para conspirar con Aiken Drum en el Combate?

—Oh, Thaggy… ¡seguro que no! Elizabeth es no agresiva. Riganone determinó eso cuando la mujer llegó aquí a Muriah.

Pero el Rey, sin escuchar, seguía hirviendo:

—¡Y esa maldita Katy! ¡Mira lo que hicimos por la chiquilla medio Humana, elevándola incluso hasta la Alta Mesa! Y ella se marcha y confirma todo lo que Nodonn ha estado diciendo acerca de que no podemos confiar en los híbridos. Tana sabe por qué se llevo a Greggy con ella, pero ha habido manipulaciones en la habitación del ordenador.

—¿Supones que Greggy consiguió obtener su propia copia del informe de Bryan? —dijo Nontusvel ansiosamente.

Thagdal se mordisqueó el bigote ornamentadamente trenzado.

—Si lo hizo, está en una magnífica posición para jugar en ambos extremos contra el medio. ¡El medio Humano! Y tú sabes quién está perchado precisamente ahí en la línea divisoria, sonriéndonos a todos nosotros…

—Greg-Donnet es demasiado querido y simple para caer en ninguna de las intrigas de Aiken Drum… por mucho que el chico fuera capaz de agenciarse partidarios.

—¡Ja! Desde hace algún tiempo tengo mis dudas acerca de la simplicidad del Loco Greggy. Y Aiken es popular entre nuestra nobleza inferior, no cometas un error al respecto. ¿Sabías que es él quien va a enfrentarse al mono?

La Reina pareció impresionada, luego empezó a reír suavemente.

—¿El gigantopiteco? ¡Oh, Thaggy! El pequeño demonio listo. ¡Eso no debo perdérmelo!

—Nadie desea perdérselo —dijo el Rey hoscamente—. Ese pequeño truhán tiene a la multitud en la palma de su mano antes incluso de participar en las contiendas de sangre. El jodido bastardo gusta a la gente, ¡te lo digo yo! Y cuando empiece realmente a hacer su show con sus malditas metafunciones con categoría de maestro en las batallas, lo respetarán tanto como lo agasajarán. Galopará a través de la Alta Mêlée con tal esplendor que atraerá bajo su estandarte el número suficiente de oportunistas como para conseguir que su petición de un Encuentro Heroico con Nodonn sea tenida en cuenta.

—¡Unos cuantos diletantes urbanos e híbridos!

Thagdal agitó la cabeza.

—De momento ha conseguido alinear ya a su lado a tres campeones de la Alta Mesa. Y contingentes de Roniah y Calamosk y Geroniah y Van-Mesk se han declarado partidarios suyos también. Mayvar se ha asegurado de que todos los Lords provinciales sepan de las pelotas de oro de Aiken Drum.

—¡Nunca elegirán a ese payaso por encima de Nodonn!

—Enfréntate a ello, Nonnie. Nuestro hijo el Maestro de Batalla posee metafunciones que quemar y más brío que yo y mi Asombroso Padre y mi Innombrable Abuelo juntos. Pero, eugenésicamente hablando, ni pincha ni corta. Y eso es en lo que piensan todos esos de tierra adentro: genes fuertes, más hijos, crecimiento de la población para mantenernos por delante de las hordas Firvulag. No… tenemos que ser realistas. Si Aiken sobrevive a la Alta, irá tras Nodonn en los Encuentros. Y si vence, toda la maldita compañía aceptará al chico como Maestro de Batalla por aclamación. Entonces mi culo será el siguiente de la fila.

—Nodonn derrotará a Aiken Drum —declaró la Reina—. Es tu heredero designado. ¡Si es necesario, puede invocar el antiguo privilegio y utilizar la Espada!

Pero entonces Thagdal tuvo que admitirle que Aiken poseía la Lanza.

Después de esto, permanecieron sentados durante largo rato cogidos de las manos, cada uno contemplando un punto indefinido del espacio más allá del otro, hasta que finalmente, con una cierta serenidad, se admitieron que las cosas compartidas eran más soportables.

Los tripulantes del globo decidieron acampar en el fiordo, al menos hasta el día siguiente. Felice aseguró a Sukey que le resultaría imposible a cualquier observador hostil penetrar sus defensas ilusorias. Invitó incluso a Sukey a entrar en su mente y descubrir algunas de las maravillas que recientemente se habían instalado allí. Todo lo que sabía Sukey de la jugadora de anillo-hockey le había llegado de segunda mano a través de Stein. (Esta pobre chiquilla de grandes ojos marrones y andrajosa camisa… ¿ésta era la agresiva rompepelotas que Stein había conocido allá en el albergue?) Cualquier concepción equivocada que hubiera podido alimentar Sukey fue despejada por el aura de amistoso poder y buena voluntad que irradiaba la mente de Felice.

Descansar todo un día [pensó Sukey] les daría tiempo de conocerse algo mejor, adecentarse un poco, y tomar algunas decisiones racionales acerca de dónde ir desde allí. Muy especialmente, les proporcionaría la oportunidad de dedicarse a la delicada operación de retirar el torque de Stein.

Las cizallas de acero de doble palanca estaban en uno de los armarios de la góndola.

—Entonces podré completar la mayor parte de su curación mental por mí misma, incluso con el torque fuera. —La timidez hizo dudar a Sukey antes de explicarle a Felice—: Hay algunas lesiones mentales que Elizabeth no pudo tratar, ¿sabes? Heridas muy antiguas que el torque hizo peores. Pero su curación no es tanto un asunto de habilidad redactara como de… amor.

Felice dejó escapar una risita.

—¡Stein es un tipo afortunado! Si quieres, yo manejaré las cizallas de modo que tú puedas concentrarte con libertad en su mente. Si es necesario, también puedo ejercer coerción sobre él para que se esté quieto.

Sukey asintió. Las dos se acercaron a Stein, que permanecía tendido con los ojos muy abiertos en el duro césped. En el momento del corte, el gigante gritó. Pero allí estaba la atenta mente sanadora con su bálsamo mental, guiando sus psicoenergías hacia los canales preparados por Elizabeth. No hubo serios traumas postadictivos en Stein. El anómalo circuitado cerebral del torque y toda huella de su insultante presencia se fundieron y desaparecieron ante la acción sanadora de Sukey. Más completo de lo que nunca había estado, Stein Oleson vivió.

—Es suficiente por ahora —dijo Sukey—. Lo despertaré.

Los ojos de Stein la vieron. Durante largo rato no se dijeron ninguna otra cosa.

Felice los dejó juntos y fue a estudiar el paisaje del fiordo, los porosos bloques de lava y masas de no consolidadas cenizas y escorias dando sustento a una raquítica vegetación. No fue hasta horas más tarde —mucho después de que Felice hubiera lavado sus ropas, y Sukey se hubiera hundido en un breve episodio reaccionario, y Stein hubiera ocupado su lugar como confortador— que Felice empezó a hablar de una forma completamente desapasionada de su plan de genocidio.

Estaban sentados en torno a un pequeño fuego, a las sombras del anochecer. La cazadora había mostrado de una forma casual sus poderes atrapando a una criatura lagomórfica parecida a una liebre de orejas cortas. La habían asado para cenar, y con las dulces biogalletas de las raciones del globo habían comido uvas silvestres. Stein y Sukey, gozando de la digestión y de la dulce paz, permanecían sentados el uno en brazos del otro, sin oír realmente lo que Felice les estaba diciendo.

—… y la fábrica de torques resultó esencialmente intacta tras nuestro ataque, así que la tercera fase del gran plan de Madame Guderian queda por cumplir. La Humanidad puede seguir siendo esclavizada por los torques. No importa que la puerta del tiempo haya sido cerrada. ¿Acaso no lo veis? Todo lo que tienen que hacer los Tanu es rescindir su prohibición de la reproducción Humanos-con-Humanos, y a su debido tiempo el número de esclavos potenciales será mayor que nunca. ¡Y no penséis que solamente los Humanos con torque cooperan con los exóticos! Deberíais haber visto a los desgraciados Humanos de cuello desnudo lloriqueando para volver a casa después de que hubiéramos hecho volar Finiah. ¡Esos patéticos estúpidos preferían vivir bajo los Tanu!

—Podríamos ir a Burdeos —dijo Stein a Sukey—. Allá donde Richard y yo imaginamos que debían vivir los exiliados amantes de los vinos. Tiene que haber gente libre allí, como el grupo de Madame Guderian. Sólo que sin hacer la guerra con armas de hierro. Simplemente viviendo en paz. Al estilo de Robin Hood y sus muchachos. Podría construir una hermosa cabaña para nosotros dos…

—No habéis estado escuchándome —interrumpió Felice.

—Por supuesto que sí, Felice. Puedes quedarte con nosotros. Sukey y yo te lo debemos. Como también te lo deben todos los seres Humanos en el Exilio. Lo que hicisteis tú y los otros…

—No conseguimos terminar el trabajo, Steinie. Mientras esa fábrica de torques siga intacta, ningún ser Humano con el cuello desnudo está a salvo de la esclavitud. Los Tanu nos Cazarán durante tanto tiempo como sean los amos del Exilio. Y recuerda que los traidores Humanos que llevan torques no resultan envenenados por el hierro. No son más vulnerables a él que cualquier cuello desnudo. Todo lo que tiene que hacer la Caza Aérea es descubrir desde el aire los asentamientos Humanos ocultos, luego enviar grupos de Humanos con torques para que hagan el trabajo sucio.

—Oh, infiernos. Tiene que haber algún lugar lo suficientemente salvaje donde poder estar a salvo. No tantos Tanu pueden volar. Los buenos como Nodonn irán al norte, donde Guderian destruyó el nido del avispón… no a Burdeos. Ése es un buen lugar. Richard y yo estábamos preocupados acerca de los Humanos normales fuera de la ley que pudiera haber en el plioceno. ¿Entiendes? Deseábamos encontrar un emplazamiento seguro para nuestra base de operaciones. Así que rebuscamos entre la documentación geológica allá en el albergue y nos decidimos por Burdeos. Posee unos grandes pantanos de marea con islas de buenas tierras altas. Richard imaginó que el lugar sería perfecto.

—¿Sabes dónde está Richard ahora? —La sonrisa de Felice era soñadora—. Yo sí. Puedo captarlo telepáticamente con gran facilidad con mi nuevo poder. Está en un volador exótico descompuesto en una órbita de aparcamiento a cuarenta y nueve mil kilómetros de distancia, dando vueltas y más vueltas en torno al mundo con el cadáver de su dama. De tanto en tanto contempla las lecturas de los aparatos del vehículo y se ríe. Y no deja de ser divertido, cuando piensas en el traje que lleva y en todo lo demás. Porque el oxígeno está casi completamente agotado.

Sukey, completamente despierta por la impresión, se apartó de los brazos de Stein.

—¡Oh, no! Felice, ¿cómo puedes… cómo puedes burlarte de él de esta manera tan despiadada? ¡Richard era tu amigo!

Por primera vez, Sukey se atrevió a intentar una intensa sonda redactora en la muchacha. La lanza mental se hizo añicos contra una impenetrable lisura. Sukey lanzó un casi inaudible grito de dolor.

—No hagas eso, querida. Prefiero mantener mis pensamientos en la intimidad hasta que yo elija revelarlos. Creo que es algo de simple cortesía entre los metas del Medio. Richard no es importante. —¡Como tampoco lo eres tú, Esposaredactora, así que ve con cuidado!—. Pero Stein es importante… para un cierto plan de acción que tengo en mente. Sé cómo poner un auténtico fin a todas nuestras preocupaciones.

Stein y Sukey se la quedaron mirando.

—Deseo borrar del mapa a todos esos sucios bastardos Tanu de una vez por todas… mientras se hallan reunidos en un solo lugar para el Gran Combate. Y como propina, nos libraremos también de unos cuantos Firvulag. Nunca confié en esos pequeños diablillos, y tampoco en Madame Guderian.

—¡Si esperas que yo colabore en otra invasión de Muriah, no malgastes tu aliento, muchacha! —dijo Stein.

—Oh, no, Steinie. No se trata de nada de eso. —Sus dedos acariciaron el hueco de su garganta—. Tenía un torque de oro. Me volvió operativa, con maravillosos poderes. Y luego fui atrapada, y los Tanu retiraron mi torque e intentaron castigarme. Pero el tiro de sus torturas les salió por la culata, Steinie. Soy un tipo extraño de persona, ¿sabes? Los sufrimientos me volvieron completamente operativa. Sin torque. Soy tan buena como los mejores sacudemundos metapsíquicos del Medio Galáctico. Mi PC y mi creatividad son más fuertes que los poderes de cualquiera de los Grandes Tanu.

—No bromees —dijo Stein, arrastrando las palabras—. ¡Entonces preséntate para Reina del Mundo en el Combate!

De nuevo la sonrisa soñadora.

—Tengo una idea mejor. Por eso necesito tu ayuda… Quiero quitarle el tapón a Gibraltar y dejar que el Atlántico entre en la cuenca mediterránea. Ahogar a los exóticos como ratas en un barril. Yo haré el trabajo duro, y tú me dirás dónde debo dirigir los tiros para que las paredes se derrumben.

El vikingo lanzó un involuntario grito de excitación.

—¿Y los ejércitos del Faraón ahogados al completo? ¡Dulce Jesús!

¡Stein! —gimió Sukey.

—Pensé que la idea sería de tu agrado —dijo Felice tentadoramente.

—¡No! —exclamó Sukey.

Él la tomó nuevamente en sus brazos.

—No seas tonta, niña. ¿Sabes lo que me pides? ¡Hay seres humanos en Muriah! Están Elizabeth y Raimo. Y Amerie, y esos dos tipos que atraparon con ella. ¡E incluso el chico ese de los pantalones divertidos! Necesita una buena patada en el trasero, es cierto… pero no ahogarse.

—Aiken Drum está casi convencido de que va a vencer a Nodonn en el gran combate y se convertirá en rey. ¿Crees que él va a cerrar la fábrica de torques? ¿O liberar a los esclavos y privarse a sí mismo de todos esos súbditos Humanos en los que poder confiar? ¡No me hagas reír!

—¡Maldita sea… los demás!

—Amerie y Peo y Basil estaban terriblemente heridos. Casi estarían mejor muertos. La única forma en que podrían sobrevivir es si los Tanu los metieran en la Piel. ¿Y por qué deberían hacerlo? Planean asarlos vivos en la oferta de vida dentro de cuatro días.

—Raimo… Bryan —protestó Stein.

Felice se echó a reír.

—Están deshauciados también. Digamos que amaron y vivieron. En cuanto a Elizabeth… puede salvarse si quiere.

El ceño de Stein se frunció truculentamente.

—Tienes que enviarle una advertencia leal. Ella ayudó a Sukey a apretarme los tornillos. Nos dio su globo.

La pequeña atleta agitó una mano.

—De acuerdo. Una advertencia telepática una vez la cosa esté en marcha y ella no pueda hacer nada para detenerme.

—¡Stein, no puedes! —gritó Sukey—. ¡Felice es… inhumana!

—Oh, sí —admitió la muchacha. Agitó el fuego con un largo palo. La estructura en tipi de las ardientes ramas de pino se derrumbó con una erupción de chispas naranja—. ¡Pero también son inhumanos los Tanu y los Firvulag! Si dejo entrar el mar, los Tanu serán virtualmente borrados del mapa y los Firvulag reducidos a una pequeña población manejable. Los seres Humanos libres tendrán que seguir luchando contra aquellos que lleven torques y que se han quedado en las ciudades principales. Pero con los amos exóticos y la fábrica de torques desaparecidos, al menos tendremos una posibilidad. Vosotros tendréis una posibilidad.

Sin mirar a su esposa, Stein dijo:

—Sukey… tiene razón.

—Steinie, ¿y todos los Humanos en Muriah que resultarán ahogados?

El hombre frunció el ceño.

—Todos los que he visto allí eran leales a los Tanu hasta las uñas de los dedos de los pies.

—¡Pero Felice está hablando del asesinato de casi un centenar de miles de personas! ¡No puedes ayudarla en ello, Stein! No si… si yo significo algo para ti. ¡Felice está loca! Culluket la tuvo en sus manos durante toda una semana. Eso es suficiente para… —Se interrumpió, mordiéndose los labios.

Felice permanecía tranquila.

—También te torturó a ti, Sukey. Y tú no te volviste loca. ¿Te ha contado eso, Stein? ¿Te ha hablado del interrogatorio ordenado por la Reina? ¿No deseas devolverles el golpe a la gente que torturó a Sukey?

—¡Stein sabe todo lo que hizo Culluket! —gritó Sukey. Repentinamente, el miedo la invadió. Pero Stein no sabía nada de…

—¿Y no deseas vengarte del Thagdal, Steinie?

—¿Del Rey? —Stein estaba desconcertado—. ¿Pero por qué? Siempre se portó como un buen tipo. Fue un auténtico deportista en la Búsqueda de Delbaeth.

—¡Felice, no! —suplicó Sukey—. ¡No!

—Veo que Sukey no te contó lo que ocurrió antes de su interrogatorio… no lo hizo, Stein. No quería que tú cometieras alguna locura y te hicieras matar por los Tanu… o por cualquier otro. Pregúntale a Sukey cómo descubrió la Reina lo del grupo de sabotaje.

—¡No la escuches, Stein! ¡Está mintiendo!

—¿Estoy mintiendo, Sukey? Puedo verlo en su totalidad, directamente ahí en tu banco de memoria. Lástima que Stein no lleve el torque, o podría conectarlo directamente al lugar. Has intentado emparedar esos recuerdos, pero puedo leerlos. ¿Sabes que has estado dejando que escaparan? ¡Algo en tu pequeño y furtivo subconsciente ha dejado rezumar una pequeña fracción de memoria para que Stein la captara! Tú deseabas que lo hiciera. Y él lo hizo, por supuesto. Tan sólo una sospecha. Una necesidad de… culpar a alguien.

—Por favor —susurró Sukey—. No le hagas esto.

—¿Culpar a alguien? —El vikingo frunció el ceño—. ¿Cómo puedo culpar a Sukey de traicionar la invasión? Nunca debí decirle nada al respecto. Incluso Aiken me advirtió que no lo hiciera. Me culpo a mí mismo… lo culpo a él también, por poner…

—¡Asno! —silbó Felice—. No culpar a alguien por eso. Por el bebé.

Sukey ocultó su rostro en el pecho de Stein. Los brazos del hombre cayeron apartándose del cuerpo de ella. Pareció contemplar algo muy profundamente enterrado en el muriente fuego. La resina de una de las ramas crepitó. Los sollozos de Sukey eran suaves, desesperanzados.

—El Rey Thagdal —dijo finalmente Stein—. Pese a lo que Aiken y Mayvar y Dionket prometieron. Tuvo a Sukey.

—Cuando ella ya estaba embarazada de tu hijo. Y algunas mujeres… tienen que ir con mucho cuidado las primeras semanas. Hasta que el pequeño embrión queda firmemente implantado. Así que ahora ya sabes a quién tienes que culpar.

Los grandes brazos volvieron a alzarse, rodeando a la estremecida forma. Stein no miró ni a Felice ni a su esposa. Seguía contemplando las llamas.

—Tendremos que efectuar un reconocimiento desde el aire. También desde la superficie, quizá. ¿Puedes hacer que el globo vaya en cualquier dirección que desees?

—Por supuesto.

—Entonces mañana. —Repitió—: Mañana. A primera hora.

Elizabeth regresó a la habitación sin puertas.

No había ningún otro lugar adónde ir a menos que estuviera dispuesta a aguardar pasivamente en Muriah hasta que la Casa descifrara finalmente su secuencia de protección y terminaran con ella. Desde la marcha del globo, tenían a una docena de telépatas de primera línea centrados sobre ella, de modo que no había ninguna forma de marcharse de Aven por medios normales. Y la Esposa de la Nave había declarado, con todas las evidencias de un sincero pesar, que no se sentía capaz de teleportarla a la seguridad. Era una lástima, se había lamentado Brede, que Elizabeth no poseyera más PC. Por un breve tiempo, Elizabeth había creído en la sinceridad de las protestas de la mujer exótica.

Pero luego la marrullera Dos Caras había empezado de nuevo. Su gran visión racial, su visión anticipada de las cosas… ¡si tan sólo Elizabeth quisiera ayudarla a efectuar la última clarificación! Una de las dos tenía que jugar un papel importante en ella, o ambas… y si estudiaban el asunto en Unidad, seguramente podrían descubrir la verdad.

Elizabeth sintió deseos de huir de la habitación de Brede… y Dionket le había ofrecido refugio en el escondrijo de los conspiradores allá en el Monte de los Héroes. Pero sabía que ni siquiera la pantalla natural de las rocas sería suficiente para mantener fuera a los hostiles. En estos momentos Nodonn coordinaba a más de doscientos de ellos, con creciente sofisticación. Si alguno llegaba a descubrir una forma de ataque, y efectuaba su movimiento mientras ella estaba dormida, puede que nunca volviera a despertarse.

Solamente en la habitación sin puertas estaba a salvo de ellos. En cuanto a Brede… había una forma también de librarse de sus importunaciones. Aléjate, falsa Unidad. Aléjate, seductora dos-en-una con tu engañosa prolepsis que conduce solamente a otra utilización. Elizabeth no aceptaría el confort si el precio era la responsabilidad. No en una situación tan desesperadamente bárbara, tan alienígena a su naturaleza metapsíquica Humana. Los auténticos seres Humanos serían siempre derrotados en este Exilio controlado por razas exóticas. Y Elizabeth se sentía demasiado débil y afligida como para condenarse a sí misma a aguardar seis millones de años.

La voz mental de Brede seguía llamando: ¡Te necesitamos! ¡Las tres razas te necesitamos! Simplemente mira y contempla cómo puede ser. Mira y confórtate.

No miraré. No seré utilizada. Me engañaste una vez para conseguir una operatividad total, para convertirte en una adepta. Y no en bien de tu gente, como dijiste, sino para conseguir un acceso hasta mí. Para ser capaz de alcanzarme con tu tentación. Oh bien llamada Dos Caras. Pero no voy a ser tu salvadora, exótica. Este papel no puede ser impuesto por coerción. No tienes confort para mí. Mi confort se halla a seis millones de años de distancia, y esta teosfera del plioceno es inhumana y no temperada por la encarnación. De modo que déjame sola. Déjame sola…

Envuelta en el capullo del viejo fuego, Elizabeth se alejó derivando. Las llamadas de Brede se hicieron más y más débiles, hasta fundirse finalmente en el silencio.