14

Gomnol hizo trazar lentamente un círculo al localizador a infrarrojos sobre la negrura del golfo Catalán.

—Nada todavía. Y la Caza Aérea habrá trasladado su búsqueda a esta zona dentro de otra hora si se atienen a su plan de cuadriculado del terreno. ¿Estás seguro de que los saboteadores planeaban aterrizar esta noche?

—Maldita sea, sí —gruñó Aiken Drum. Permanecía acuclillado en la tronera abierta entre dos almenas, mirando a través de unos binoculares normales. Él y el Lord Coercedor estaban en la más alta torre de la Sede de la Liga—. Llegarán esta noche, se pondrán en contacto telepático conmigo para ver qué sitio de reunión parece más seguro, conferenciarán acerca de la mejor forma de aplastar este lugar, luego montarán el asalto durante las primeras horas de la mañana del lunes, después de descansar y recuperarse durante un día. No me eches a mí las culpas si tus espías fueron tan incompetentes como para no localizarles.

—Creo que tus amigos ya están aquí —dijo Gomnol—. Pudieron llegar oblicuamente a lo largo de la costa con el tráfico de Tarasiah y Calamosk y Geroniah y el resto de las ciudades españolas. Supón que navegaron hacia el sudoeste hasta los bajíos catalanes tras descender la Glissade, y luego simplemente volvieron siguiendo la orilla de Aven. Si ahora no están bajando por la costa, nunca los descubriremos… ni tampoco lo hará Nodonn y la Casa, por el aire o no. Hay medio centenar de calitas y ensenadas a lo largo de este lado septentrional de la península, todas ellas llenas de cuevas donde esconderse fuera del alcance de los telépatas. —Desconectó la energía de su gran visor—. Vamos a tener que aguardar su llamada, aunque esto incremente las posibilidades de que la Casa los descubra primero. Es una lástima que tus amigos saboteadores no confíen lo bastante en ti como para haberte permitido volar a su encuentro tan pronto como alcanzaran la cuenca.

—Oh, cállate —dijo Aiken—. Estoy probando mi sentido de búsqueda sintonizado al esquema de Felice. Puede que ella aún no sea lo bastante buena con su pantalla.

—¡Ése es el problema, puede! Tendremos que ir con mucho cuidado con eso… ¡Y con ese gran simplón, Stein! Si nuestro bloqueo sobre su mente no se mantiene… si Culluket se da cuenta y hace que otros redactores de la Casa se unan a él en una sonda multifase… ¡Stein se va a abrir como una flor para ellos! No puedo arriesgarme a que la Casa sepa mi implicación en este asunto, y tú tampoco. Vamos a tener que poner a Stein fuera de la circulación.

—Gumball, maldita sea, ¿quieres dejar de atosigarme? —los ojos como botones de Aiken lanzaron un destello maligno—. El bloqueo mental de Stein resistirá. Simplemente intenta matarlo a él o a Sukey, y todo habrá terminado entre nosotros. ¿Lo entiendes bien?

—Demasiado bien. Pero debo señalarte el riesgo que estamos corriendo. Si la Casa obtiene una prueba firme de nuestra traición, seremos declarados Humanos fuera de la ley. Ninguna de las reglas de la tregua ni los otros preceptos de la religión de batalla nos protegerán. Sé lo poderoso que te has vuelto… por eso acepté tu liderazgo en este asunto. Pero las mentes reunidas de la Casa son capaces de aniquilarnos a los dos si actúan concertadamente bajo la dirección de Nodonn. Poseo cuarenta años de experiencia con los Tanu, ¡y tú solamente llevas aquí tres meses! Si no escuchas mis consejos, terminarás con tu cabeza clavada en una estaca… ¡pese a todas tus grandes metafacultades!

El joven bajó de la almena, con sus dientes brillando en la oscuridad en una sonrisa conciliadora.

—¡Gumball… muchacho! Te dije que seríamos colegas. Sé que te necesito. Infiernos, hombre, aunque no fueras el Lord Coercedor y el más hábil intrigante de todo el reino… eres el tipo que conoce los torques. ¿Quién demonios desea ser rey sin súbditos? ¡Tú haz que esos collares sigan saliendo de la línea de producción, muchacho! Buf, casi me estalló la corteza cerebral cuando la vieja Elizabeth me dio la maravillosa noticia acerca de esos palomos acudiendo al sur para sabotear tus dominios. ¡Y desean cerrar la puerta del tiempo además! ¡No solamente cortar la llegada de nuevos tipos, sino también de las chucherías futuristas que traen consigo! Se acabaría el auténtico escocés para ti y para mí. ¡Sería una auténtica pena!

Gomnol se echó a reír.

—Tienen pocas posibilidades de conseguirlo. Tú y yo y los Tanu tenemos nuestras diferencias, pero el valor atribuido a la puerta y a la fábrica no es precisamente una de ellas. Ni siquiera Nodonn se atrevería a ir contra el Rey y la opinión pública tratando esa amenaza de sabotaje a la ligera.

—Pero puede intentar inmiscuirse en nuestra actuación —advirtió Aiken—. Del mismo modo que lo hizo con la Búsqueda de Delbaeth. Intentará hacer que parezca como que él es quien huele los complots y los ataja, y no podemos permitir que nos robe la gloria. Nosotros seremos quienes capturemos a esos saboteadores Humanos con las manos en la masa, de modo que podamos demostrar los leales ciudadanos que somos.

—Sería más prudente detener a los saboteadores de la fábrica tan pronto como descubramos dónde se ocultan. Pero tu idea tiene ventajas propagandísticas. He dispuesto observadores neutrales, Lord Bormol de Roniah y el Lord de las Espadas, para que sean testimonio de nuestra brillante defensa. Ambos pertenecen a la Liga de Coercedores, y podrán dar fe de mi celo en caso de que ese fanático, Imidol, intente decir más tarde que yo estaba confabulado con los invasores.

—Me gustaría estar aquí para ayudar —dijo Aiken con todas las evidencias de sinceridad—. Pero tú no puedes volar, y uno de los dos tiene que manejar personalmente la operación de la puerta del tiempo. No podemos simplemente avisar al gobernador del Castillo y esperar que todo vaya bien. Esta Madame Guderian no es ninguna estúpida, por la forma en que orquestó Finiah. Debe tener planeado algo retorcido. Probablemente locas operaciones de diversión mientras ella se arrastra invisible hasta la puerta. Pero conmigo aguardando para convertir sus ilusiones en humo… ¡no hay que tener miedo! Simplemente asegúrate de que actúas a fondo con Felice, Gumball —añadió con suavidad.

El Lord Coercedor estaba colocando de nuevo la funda protectora sobre el localizador a infrarrojos.

—Tengo a mis mejores oros Humanos preparados para ella. Las armas de hierro de los saboteadores no van a servir de nada contra ellos. —Con un aire de intrascendencia, preguntó—: ¿Qué supones que ocurrió con la Lanza y el volador después de Finiah?

Aiken alzó sus dorados hombros.

—¡No tengo ni la menor idea! Seguro que los rebeldes no hubieran dejado de utilizarlos en otros ataques si fueran aún operativos. Creo que Velteyn afirmó que había derribado el aparato.

—Dijo que penetró en el aparato con sus rayos de bola —corrigió Gomnol—. Pero nadie vio al volador estrellarse, y no han sido descubiertos restos en ninguna parte. Tenemos que descubrir exactamente lo que ocurrió. Si el arma y la nave son aún utilizables, podemos hallarnos en muy serios problemas, muchacho.

—¡Ja! —se burló Aiken—. Si tuvieran aún el arma fotónica y la nave, ¿hubieran venido al sur en barco por el río e intentado este estúpido ataque contra tu fortaleza? —Las palabras de Aiken eran razonables. Y su mente estaba artísticamente protegida por su pantalla—. No tienes nada de qué preocuparte. Descubriremos a Felice y su heterogéneo comando y tú tendrás a tus comités de recepción y observación primorosamente dispuestos… y harás algunos prisioneros para interrogarlos, ¿de acuerdo? Incluso aunque el pájaro y el arma que utilizaron en Finiah sean ya inservibles, puede resultar interesante averiguar de dónde procedían. ¡Puede que haya otros!

Los extraños compañeros de circunstancias se miraron el uno al otro durante un largo minuto. Ninguno de los dos pudo detectar la presencia de alguna trampa cuidadosamente protegida en el otro. Ambos eran expertos.

—Bien… creo que voy a echar un pequeño ojeo —dijo finalmente Aiken—. Bajaré hasta la orilla y estaré preparado para cuando Felice y su banda den su grito. —Agitó una mano como despedida al Lord Coercedor.

Una polilla de cola larga, verde con lustrosas manchas redondas en las alas, se elevó revoloteando de la alta torre, descendió los acantilados septentrionales, y sobrevoló las dunas y las tierras baldías hacia la orilla del lago Catalán.

Oh Aiken.

¡Hey! ¿Eres tú encanto? ¡Hacetantotiempo! Pensé que te habías marchado.

¿Cómo pudiste Stein/Sukey atrapados por Cullukettorturador?

¡Elizachica no me interpretes mal! ¡No me culpes de haberme asustado y haberhecholoquehice! Sukey le cantódeplano a la Reina sobre Stein de modo que Cull cayó sobre ellos. Opciones para mí: [1] dejar que Cull cogiera a Stein; [2] luchar & que nos cogiera a los dos. ¿Sí? ¡Sí! He puesto un buen bloqueomental en Stein para que no traicione a los otros/a mí. El/Sukey seguros por ahora Cull cree que lo sabe todo. Antes del Combate meteré alosdos sin torques en una nave y enviaré a seguro nidodeamor a ellos + nonato Steinchico para que sean felices por siempre.

¿Y Gomnol?

Elizalistabeth ya lo sabes.

Aiken Drum + Gomnol = ReyTú + GranVisirEl.

¿Por qué no?

¿Permites un sondeo?

No puedes sondear a largadistancia y yo estoy demasiado ocupado para venir. ¿Desde cuándo ya no confías en el YankiMerlín?

No aliado a Mordred.

¿Por qué él? ¿Y por qué te preocupas del GranMaestroDesertor?

¡Aiken no traiciones a nuestrosamigos! Cuida no sólo de susalud sino de latuya ohtramposo autotrampeado hasta el final Aiken nolohagas.

Tranquila Elizabetaeronauta. Cuando sea rey todo irá bien pero no interfieras no te atravieses en las ambiciones de los dioses/supergente a menos que quieras que el Juggernaut caiga sobre ti.

Oh Aiken haz lo que debas pero ay de ti a causa de lo que hagas.

Tus oráculos son como dolor anal. Manténte lejos sobrevolando como antes ¿porquéno? ¡Ahora tienes tu globo así que tómalo y piérdete! Pero déjame solo no me detengas ahora no hay nada que puedas hacer ni tú ni Brede ni el Arcángel-Nodonn ni el viejo Grupo Verde ¡ni siquiera el chocolatedekryptonita por todos los demonios!

¿Elizabeth?

¿Te has ido?

(Risas.)

… La polilla de cola larga siguió la llamada hasta una profunda caverna en una calita en la costa septentrional de Aven. Los saboteadores, como los Firvulag, sabían que la forma más sencilla de escapar a la detección de los buscadores Tanu era ocultarse bajo tierra. Felice guió a Aiken hasta ellos mediante un hilo de araña mental, sintonizado exquisitamente a su modo íntimo, que ningún otro ser era capaz de captar telepáticamente. Y cuando la pequeña figura vestida de dorado apareció con un silencioso restallar al otro lado de su oculto fuego, Felice estaba de pie allí con la armadura de cristal azul que había robado y que el Viejo Kawai había adaptado a su pequeña estatura, con la Lanza sujeta en una mano recubierta por un guantelete… y el asesinato en sus ojos.

—¡Se lo dijiste! —Su poder coercitivo se cerró sobre él como una trampa para osos.

—¿Yo? ¿Yo? —Se debatió en las tenazas mentales que lo sujetaban. Era más fuerte de lo que había esperado. Mucho más fuerte. Podía liberarse… ¿pero era juicioso dejarle saber hasta qué punto habían madurado sus propios poderes? ¿Y cómo demonios lo había conseguido? ¡Un enorme peñasco cegaba la salida de la caverna! ¿De dónde había salido, tan silencioso, tan rápido? ¡Maldita sea!, ¿acaso ella era una creadora también… o había sido solamente un truco hábil de su vieja PC?

—Felice, chica, me estás magullando. ¡Ayyy! ¡Afloja un poco, muchacha, por el amor de Dios! ¡Yo no les dije nada! ¡Dame una oportunidad de explicarme!

Ella relajó su presión, tanto coercitiva como psicocinética. Una gran jaula de llamas de luz azulada brotó para rodearle. (Bien, así que era eso. Podía crear.) Por primera vez prestó atención a los otros detrás de Felice, disfrazados como guardias y sirvientas. Solamente reconoció a la monja.

—¡Amerie! —exclamó el resplandeciente muchacho—. ¡Dile que me deje explicarme!

—Habla rápido, Bolsillos trucados —dijo Felice.

Él pareció desnudar su inocencia ante la furia del torque de oro. Stein y Sukey… ¡ellos eran quienes inadvertidamente habían dejado escapar el asunto… no él! Puesto que la información que le dio a Felice era básicamente la verdad (y puesto que era un hábil artesano en ocultar las costuras que unían la verdad con la media verdad y la mentira), el poder redactor de la muchacha, el más débil de sus cinco metafunciones, no pudo hallar ningún fallo en su recitado. Aún furiosa, pero reluctantemente vencida pese a sus más profundos instintos, Felice hizo desaparecer la jaula de fuego astral y lo dejó libre.

Aiken sacó un pañuelo blanco de uno de sus bolsillos y se secó la sudorosa frente.

—¡Buen Dios, eres un bruto, Felice! ¿Realmente has aprendido a utilizar tu collar tan aprisa?

Ella no respondió.

Aiken adoptó su aire más congraciador. Dirigiéndose a los otros, dijo:

—Todo está arreglado, muchachos. Hemos hallado a un hombre dentro… un torque de oro que ha vivido durante años aquí fingiendo ser leal, simplemente aguardando la posibilidad de dar un golpe realmente útil para la Humanidad. Él va a desactivar la cerradura de una pequeña puerta de servicio que no ha sido utilizada en años. La empleaban para sacar la basura fuera de la ciudadela y arrojarla directamente por el borde del acantilado. Hay un estrecho sendero que da acceso a la puerta y que es aún practicable. Lo he comprobado. Tendréis que llegar al sendero desde arriba, cruzando la ciudad. Pero para la huida, podéis descolgaros directamente por el acantilado hasta el viejo montón de desperdicios y desde allí a las tierras yermas. Con un poco de suerte habrá un follón tal que podréis estar de vuelta a estas cuevas antes de que se den siquiera cuenta de que os habéis marchado.

Con un floreo de prestidigitador, extrajo una gran hoja de durofilm de otro bolsillo.

—¡Mirad! ¡Os traje un mapa completo! Ciudad, edificios de la Liga, interior del bloque de la sede mostrando vuestro camino desde la puerta de servicio hasta las habitaciones donde se fabrican los torques. Ved… aquí es donde estáis ahora, y éste es el montón de vieja basura, y aquí está la sede de los Coercedores al borde del acantilado y la puerta. Simplemente entráis en la ciudad con vuestros disfraces (por cierto, parecéis bonzos) y os perdéis entre las plantas justo al oeste de la pared de la Casa de Coercedores.

Desplegó el mapa en el suelo, y la mayor parte de los saboteadores se inclinaron para estudiarlo. Pero Felice dijo:

—¿Y la Lanza?

Aiken fue cogido por sorpresa.

—Oh. Es cierto. ¿Es eso que tienes ahí? Más bien grande, ¿no?

—Si pudiéramos conseguir que funcionara de nuevo, podríamos golpear la sede de los Coercedores a distancia —dijo la muchacha—. No habría necesidad de ninguna penetración.

—Entiendo. Oh, absolutamente. Había olvidado el viejo matamoscas, teniendo a un hombre dentro y todo preparado para que pudierais entrar.

—¿Quién es ese hombre? —preguntó el más grande de los fuera de la ley. Llevaba la capa azul y la media armadura de bronce de un capitán de la guardia provincial.

Aiken frunció el ceño ansiosamente.

—No puedo deciros su nombre. Si alguno de vosotros resultara capturado, no hay forma humana de evitar que lo dijerais. Y no podemos permitir que eso ocurra. Este tipo no solamente está cargado de metafunciones, sino que también se halla en una posición muy alta. Un perfecto agente camuflado para más tarde, ¿entendéis? Dediquémosle nuestro pensamiento. Como iba diciendo, casi había olvidado la Lanza. Un buen disparo a distancia… pero si puedo arreglarla y advertir a nuestro hombre de dentro que salga de allí…

Felice tendió silenciosamente la gran lanza cristalina a Aiken. El Jefe Burke extrajo la unidad de energía y su cable, que habían traído desde Manantiales Ocultos en un arcón de cuero. Aiken palpó el arma lacada en azul con dedos firmes, alzó la tapa de los mandos para examinar los controles, sujetándola bajo su brazo derecho y fingiendo apuntar a la gran roca de Felice que cegaba la entrada.

—¡Pam! —exclamó. Un vacilante destello, del tamaño de una luciérnaga, emergió del extremo de la lanza y derivó en el aire. Chocó contra la roca y cayó en una impotente lluvia de polvo de mortecino brillo rojizo.

—¡Demasiado recargar el arma con mi poder mental! —Les hizo un animoso guiño—. Ahora echémosle una mirada a la caja de energía.

Tomó la unidad, y empezó a trastear en sus peculiares cierres con algunas de las herramientas que llevaba en su traje dorado.

—Va a tomar más tiempo del que dispongo aquí el abrirla —dijo—. Os diré lo que voy a hacer. La transformaré en una brizna de paja y yo en un pájaro, y me la llevaré a mi cuarto de trabajo. Si consigo abrirla y veo cómo recargarla, la traeré de vuelta aquí antes de la medianoche de mañana, y advertiré a nuestro colega coercedor que salga, y podréis mandar el lugar al infierno de un zambombazo y marcharos por el lago. Pero si os envío un chillido mental a las veinticuatro horas de mañana diciéndoos que no ha habido forma, seguís con el otro plan. ¿Qué tal suena eso?

Sus ojos se posaron ansiosamente de rostro en rostro.

—Creo —dijo Felice— que deberíamos posponer cualquier decisión hasta que tú vuelvas aquí con la Lanza. Operativa o no. Y pienso que deberías acompañarnos en el asalto a la fábrica de torques.

—Nada me gustaría más —dijo Aiken seriamente—. Pero se supone que debo asistir a ese banquete de combatientes en palacio. Esa gente se sentará a la mesa allá por la medianoche. No hay forma alguna en que pueda excusar mi asistencia. ¡Soy uno de los principales contendientes en la categoría de pesos ligeros Humanos!

—No me gusta —dijo Felice.

—Sigues sin confiar en mí. —El pesar nubló el rostro de Aiken. Hizo un gesto señalando el mapa—. ¿Qué otra cosa queréis que haga?

—Lo has traído todo planeado, ¿eh? —dijo ella socarronamente—. Nosotros tan sólo tenemos que seguir tus pequeñas líneas rojas en el mapa. El tiempo está controlado, el recorrido está controlado, la huida está controlada. ¿Qué opinarías si te dijera que vamos a efectuar nuestra penetración en el momento que nosotros mismos elijamos? ¿No el lunes precisamente? ¿Sólo para asegurarnos de que no nos encontraremos sorpresas desagradables aguardándonos detrás de la puerta de las basuras?

Aiken alzó sus manos en el aire.

—Es tu problema, chica, no el mío. Pero sin la Lanza o mi hombre de dentro para que os abra la puerta, vais a necesitar un maldito abrelatas para conseguir penetrar en esa fortaleza. Sin decir nada de perder vuestra sincronización con Madame cuando ataque la puerta del tiempo.

—Felice, quizá yo podría ir de vuelta con él —dijo el Jefe Burke.

—¿Y cómo nos harás saber que no hay ningún gato encerrado? —Felice se mostró sarcástica—. ¿Hablando telepáticamente a través del torque gris roto que llevas al cuello?

—Entonces ven tú misma —sugirió Aiken.

Los demás estallaron en una barahúnda de protestas.

Finalmente, Felice dijo:

—Tenemos que seguir adelante con tu sugerencia respecto a la Lanza. ¡Pero que Dios salve tu culo, Aiken Drum, si es uno de tus retorcidos trucos!

—Tonterías —dijo el hombre dorado. Tomó la Lanza y su pesada unidad de energía como si fueran juguetes, e inclinó la cabeza en dirección a la barricada del enorme peñasco—. ¿Serás tan gentil de abrir tu pequeña puerta para alguien que lleva las manos ocupadas?

Felice cruzó sus brazos enfundados en la armadura color zafiro y lanzó una tintineante risa.

—Supongamos que nos demuestras cómo lo haces , Pantalones de Carnaval.

Aiken lanzó un suspiro de mártir. Hizo frente a la entrada de la caverna, y le sacó la lengua. La masa de mineral pareció verse acribillada de repente por miles de pequeños agujeros que crecieron y crecieron hasta que la enorme roca no fue más que una tenue filigrana. Se colapsó al instante siguiente por su propio peso, haciendo un ruido como de cristal roto.

—Hay muchos aficionados por aquí —observó.

Se transformó en un chotacabras con alas de media luna. ¡Kutuk-kutuk! El pájaro lanzó su burlona llamada mientras se deslizaba a la noche de fuera, con una paja y un puñado de musgo aferrados en sus garras.

Nadie de los reunidos dentro de la cueva pudieron ver la dirección que tomaba: directamente al norte, hacia la masa continental de Europa.

¿Gumball?

Sí Aiken.

Se trajeron la casa y el jardín y la preciosa valla blanca que la rodea también. Exactamente tal como planeamos. Vagarán un poco por ahí mañana por la noche cuando yo no me comunique telepáticamente con ellos. Pero luego decidirán que fui devorado por algún monstruo y seguirán adelante con su plan. ¿Qué otra cosa pueden hacer? ¿Correcto? Estáte preparado cuando entren por esa puerta de atrás. Felice lleva una armadura azul y está cargada de metafunciones. Asegúrate de que tus chicos tienen alzadas sus mejores pantallas. Además de ella van seis hombres vestidos como guardias grises y dos damas disfrazadas de sirvientas con esas ropas a rayas. Ninguno de ellos posee ningún poder mental. Serán fáciles de detener si vigilas el hierro.

¿Y Felice?

Haz lo que tengas que hacer y cuidado con sus fuegos artificiales.

Entiendo. ¿Tú vas ahora al Castillo del Portal?

Sobre las alas más veloces. Tengo tiempo de sobra. Que tengas un buen día mañana, y asegúrate de que el comité de bienvenida esté preparado para la medianoche. ¡Adiós!

Buen viaje Aiken Drum.

—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —hirvió Felice.

—Son las doce y media —dijo Uwe—. Tenemos que ir ahora. Nos tomará al menos tres horas entrar en la ciudad, aunque nos procuremos monturas en el muelle principal, y más aún abrirnos camino a lo largo del acantilado. No podemos esperar más tiempo a oír noticias de Aiken Drum.

—¡Es una trampa! —insistió la muchacha.

—Intenta establecer una vez más contacto mental —la animó Amerie—. Prueba con él y con Elizabeth.

Los indómitos ojos marrones de Felice se clavaron en algún paisaje distante. Aferró con sus dedos el torque de oro. Todos aguardaron.

La pequeña atleta pareció hacerse más pequeña que nunca, pese al brillo de la armadura de cristal.

—Nada. Ni Aiken ni Elizabeth. Nada. No podemos ir. Es una trampa. Lo sé.

El Jefe Burke se irguió ante ella.

—Ese pequeño mamón vestido de dorado puede habernos preparado alguna de las suyas. Pero hay otras formas de explicar su silencio. Puede hallarse en una posición en la que no se atreva a ponerse en contacto telepático con nosotros. Quizá algunos exóticos han ido a buscarlo y se lo han llevado a la fiesta antes de que pudiera establecer la comunicación. ¿Acaso no es posible?

—¡No! Quiero decir… quizá. —Su expresión era frenética—. Oh, Peo… ¡todo depende de su habilidad telepática! Y no sé lo suficiente acerca de este asunto como para decir de lo que es capaz y de lo que no. Supongo que puede que tengas razón.

—Entonces vamos a tener que seguir adelante con nuestro plan —dijo el nativo americano.

—¿No podemos esperar? ¿Estudiar nosotros mismos la sede de la Liga a la luz del día, de la forma en que planeamos hacerlo en un principio? ¿Hacer nuestros propios planes para la penetración?… ¡Mi PC y creatividad y coerción van siendo cada vez más fuertes, muchachos! Creo que puedo ofuscar las mentes de los guardias del lugar de tal modo que podamos entrar directamente por la puerta principal. Infiernos… con esta armadura azul y vosotros como mi leal escolta, soy simplemente otro miembro de la Liga para cualquiera que pase por ahí. Puedo escudaros fácilmente a todos vosotros. Y por Dios, oleré esa fábrica de torques aunque esté sumergida en mermelada tan pronto como se me ponga a tiro. ¡Nada de rayos y truenos! Deslizarnos silenciosamente… ¡con PC que simplemente licúe las paredes! Luego podemos escapar antes de que nadie sepa lo que ha pasado. Pero no por esa puerta de Aiken… saldremos por una de las ventanas de la esquina nordeste del edificio, tan lejos de esa puerta de servicio como nos sea posible. Será fácil con mi PC y el equipo de escalada de Basil.

El Jefe Burke dudó.

Uwe contribuyó con su plácida opinión:

—Si Felice está segura de que sus metafunciones pueden hacerse cargo de la tarea, entonces no hay razón por la que no podamos seguir su plan modificado esta noche. Khalid conoce la ciudad. Podemos tomar un camino completamente distinto del señalado por Aiken Drum. El complejo de la Liga de Coercedores es grande. Si están preparando una emboscada en su puerta trasera, entonces puede que no se preocupen de vigilar excesivamente los otros lados.

Felice lanzó una exclamación de alegría y besó al hombre de barba gris.

—¡Sí! Mientras no sigamos el plan de ese guasón, estoy dispuesta a hacerlo esta noche.

—¿Estáis todos los demás de acuerdo? —preguntó Burke. Hubo un murmullo de asentimiento—. Entonces preparad vuestras cosas y poned en orden vuestros disfraces. Iremos al embarcadero flotante principal a tomar prestados algunos caballos… quiero decir chalikos. Si mis futuros antepasados pudieran verme en estos momentos.