—¿Estás segura, Madre? —preguntó Nodonn.
—Lo verás por ti mismo —respondió la Reina—. El Thagdal terminó con ella hace muy poco y la envió de vuelta a la Casa de Redacción. Culluket obtuvo de ella la verdad cuando yo hablé telepáticamente con él acerca de lo que había pasado. La está enviando ahora de nuevo a palacio para mi escrutinio.
Estaban en el salón matutino de la Reina. La mujer se hallaba aún en deshabillé, mientras que el Maestro de Batalla, llamado cuando estaba en la arena, lucía la ligera coraza de prácticas con avambrazo y hombrera para sus no protegidos brazo y hombro derechos.
—¡Una nueva conspiración Humana! —rumió en voz alta—. La audacia de los Inferiores va más allá de todo lo creíble. Esa mujer Guderian se halla en el fondo de todo ello, por supuesto. La entente Humana-Firvulag, el uso de la sagrada Lanza… ¡y ahora esto!
—Fue un pensamiento-venganza lo que dejó escapar la muchacha Gwen-Minivel, ya sabes, cuando el Thagdal la estaba llenando de su gracia —dijo Nontusvel—. En esencia era: «No vas a poder seguir haciéndole esto a las mujeres Humanas durante mucho más tiempo cuando hayamos destruido vuestra fábrica de torques y cerrado la puerta del tiempo. Liberaremos a todos los esclavos Humanos.»
—Fue una suerte que tú estuvieras dentro de alcance y captaras su pensamiento.
—Estaba protegido por una fuerte pantalla. Pero yo soy la Madre de la Casa.
—¿Exactamente quién es ella, para que tenga conocimiento de ese complot?
—Bien… una joven sanadora que promete mucho. Fue apartada del remate habitual por el propio Dionket. Hubiera debido ser enviada al lecho del Rey hace ya tiempo. Pero por razones que no me resultan muy claras, y que me gustaría que investigaras, fue guardada en secreto en las catacumbas de la Casa de Redacción por una connivencia entre Mayvar y el Lord Sanador. Con tu Asombroso Padre tan bajo de espíritu a raíz de los últimos y melancólicos acontecimientos, pensé en esta muchacha como una fuente potencial de alivio. Nos había sorprendido a todos en el banquete de la puja con su empatía. Yo… confieso que vi en ella recuerdos de mí misma cuando era una joven doncella, abrazada a mis muñecas para dormir y soñando en los bebés que tendría algún día… Pero ya basta de esto. Puesto que mi deber es asegurar el consuelo de nuestro Rey, encargué a tu hermano Culluket que descubriera qué había sido de Minivel. Una orden real pasa por encima incluso de la autoridad de Dionket, y la chica tuvo que ser entregada. Culluket es demasiado directo para efectuar los preparativos mentales que Minivel requería (estando como está tu Asombroso Padre en una condición tan delicada, no podíamos correr el riesgo de que ella lo deprimiera aún más), así que me ocupé yo personalmente de la coerción y redacción de la joven. Trabajé con ella durante todo el día de ayer por la tarde, y la pasada noche fue al lecho de Thagdal tan ansiosa como una ninfa. El nunca supo que ella lo despreciaba. Y por supuesto tu Padre nunca oyó la profunda admisión de venganza de Minivel, puesto que se hallaba distraído con su propia pasión. Hice que ella cantara para él y le dispensara las más maternales formas de solaz, además de las habituales. Fue un gran éxito.
—Y aún sin quererlo —sugirió Nodonn—, ella puede convertirse también en la llave de nuestra victoria.
La puerta de la suite se abrió. El Interrogador del Rey, apuesto y austero en una capa con capucha color borgoña oscuro, empujó a Sukey ante él e hizo un gesto a la escolta de guardias con armaduras granate para que permaneciese fuera. Culluket saludó a Nontusvel y a su hermano.
—¡Asombrosa Madre! ¡Hermano Maestro de Batalla! He interrogado a la mujer Gwen-Minivel y he puesto al desnudo todo lo que sabe.
Sukey permanecía de pie con rostro resuelto. Sus ojos y su nariz estaban enrojecidos de haber llorado, y su pelo colgaba en mechones. Llevaba todavía el diáfano atuendo del obsequio de amor con que las ayudantes de la Reina la habían vestido la noche antes.
Nontusvel y Nodonn estudiaron la información que la mente de Culluket desplegó ante ellos.
—Niña, niña —se lamentó la Reina—. ¡No solamente la traición… sino también un amante Humano! Un gris inferior… Stein Oleson, el hombre de armas de Aiken Drum. ¡Y has concebido su hijo!
—Stein es mi esposo —dijo Sukey.
El Interrogador, tan parecido y tan distinto a su tierna madre, echó hacia atrás su capucha.
—La pena sólo por esa acción sería la muerte, Gwen-Minivel. La muerte para ti, para tu hijo nonato, y para el padre del ilegítimo. Has mancillado tu torque de plata e invalidado todo derecho a la ciudadanía Tanu. Ya no eres más Gwen-Minivel, sino simplemente Sue-Gwen Davies, una Humana fuera de la ley. Tú y todas las demás personas que estén implicadas en esta traición o en las mayores infamias que me has revelado deberán responder de ello ante nuestra justicia… no importa lo alto que sea su rango.
Los hinchados labios de Sukey sonrieron. Su pensamiento fue claro: Nosotros perdemos nuestras vidas. ¡Pero vosotros perderéis todo vuestro mundo, aunque sigáis viviendo!
—Sácala de aquí —dijo Nodonn—. Tenemos que discutir esto.
Mientras Culluket devolvía a Sukey a los guardias, la Reina dijo:
—Vayamos al atrio, donde hay más aire. No me siento demasiado bien.
El Segundo Redactor tomó a su madre del brazo, y los tres salieron a un pequeño patio interior que era un emparrado de rosas otoñales. La Reina y Culluket se sentaron en el borde del cuenco de mármol de la fuente central. Nodonn empezó a recorrer arriba y abajo las losas del patio, con las facetas de su armadura arrojando refracciones prismáticas a las sombras del jardín.
—¿Qué habéis hecho con el hombre? —preguntó Nontusvel.
—Hubo un alboroto, por supuesto. —El tono de Culluket era seco—. Stein y Aiken Drum estaban en el Colegio de Coercedores, desayunando con Gomnol. Naturalmente, el joven charlatán y el Lord Coercedor proclamaron no saber nada de la relación de Stein con Sukey… que fue la ostensible razón que di para tomarlo en custodia. Stein se puso terriblemente violento, pese a su torque. Gomnol no tuvo otra elección más que dominarlo y entregárnoslo a nosotros, por supuesto. La veracidad de nuestra acusación acerca de la mujer chorreaba de la mente de Stein como de un cedazo. Ha sido encarcelado hasta el Gran Combate y puesto en uno de los espectáculos de gladiadores. La muchacha irá a la Gran Retorta, por supuesto.
—¿Y Aiken Drum?
La risa de Culluket contenía un deje de admiración, pese a sí mismo.
—¡Ése sí es un tipo frío! No se necesita redacción para saber que tiene que haber habido connivencia entre ambos hombres en las dos traiciones. Pero Drum insistió en jugar al inocente. Pidió que Gomnol y yo inspeccionáramos juntos su mente, allí mismo. Sin el proceso de ablandamiento adecuado nuestro examen tuvo que ser rudo y casi doloroso… pero el pequeño bribón supo estar a la altura. No descubrimos ni una partícula de traición oculta en ningún rincón de su mente. Ningún conocimiento acerca de lo de Stein y Minivel, ningún conocimiento acerca de ningún complot contra la fábrica de torques o la puerta del tiempo.
El Maestro de Batalla interrumpió sus paseos y se sentó al lado de su hermano en el borde de la fuente. Agitó el agua con un dedo. Brotaron ligeras nubecillas de vapor.
—Tú y Gomnol efectuasteis el interrogatorio… juntos.
La Reina miró de Nodonn a Culluket.
—No pretenderás decir…
Pero Culluket asintió gravemente.
—Podría ser muy bien. ¡Gomnol es capaz de ello! No sospeché nada… Habían estado circulando rumores acerca de la impotencia del Rey entre todos los miembros de la Alta Mesa, y sabemos que a nuestro precioso Lord Coercedor solamente le importa apostar sobre seguro. Indudablemente se ha dado cuenta de que su primer juicio acerca de Aiken Drum como una nova metapsíquica era erróneo. Además, el desmantelamiento de su esquema genético implicando a Elizabeth y al Thagdal tiene que haber hecho necesaria una revisión de su escenario dinástico.
—¡Oh, el ingrato! —exclamó la Reina—. ¡Gomnol aliado con Aiken Drum! ¡Eso es lo que ocurre admitiendo a Inferiores a nuestra Alta Mesa! ¡Tenemos que hacer algo respecto a él inmediatamente! Imidol debe formular el desafío a Gomnol en la manifestación de poderes de este año.
—Perderá —dijo llanamente Culluket.
—¿Entonces qué? —imploró la Reina—. ¡Gomnol se pondrá del lado de los rebeldes Inferiores! ¿Acaso no es obvio?
Culluket parecía desconcertado.
—Pero Gomnol no destruiría su propia fábrica de torques, la base de su poder. Es algo que va contra toda la psicología del hombre. De alguna forma, Aiken Drum ha conseguido guardarse para sí esta parte del complot.
—¡Entonces contémoselo a Gomnol! —exclamó Nontusvel—. ¡Volvámoslo contra ese horrible animalillo dorado!
—Tranquila, queridísima Madre —la contención de Nodonn relajó a la agitada Reina con su calor casi solar—. Hay tantas cosas en preparación… tantas intrigas y complots y contracomplots… que chocan los unos contra los otros y se entrelazan en una maraña que parece desafiar todo intento de desentrañarlos. Los insurgentes del norte con su hierro, quizá con la Lanza; la Monstruosa Felice, asesina de nuestra hermana Epone, y que ahora lleva un torque de oro robado; la rebelde Guderian y su cohorte de saboteadores: Aiken Drum, cuyas lealtades se inclinan hacia Tana sabe dónde; los planes del Rey; el antropólogo y su análisis; y el Lord Coercedor… ¡que puede manipularnos a todos! Un lío formidable.
—¿Pero no más allá de tu poder de desentrañarlo, Hermano Maestro de Batalla? —insinuó Culluket.
—Tengo una Espada —dijo Nodonn.
La Reina inspiró profundamente.
—¡No puedes!
—Son Humanos. Se han puesto ellos mismos fuera de la ley. Aiken Drum plantea un problema peculiar debido a su gran popularidad entre nuestros ciudadanos. Necesitamos pruebas fuertes de su traición, pero podemos conseguirlas. Lo mismo podemos decir con Gomnol… y mucho más fácilmente, creo. Todo este lío puede ser vuelto del revés con ventaja para nosotros.
—¿Tan confiado estás en tu propia habilidad? —preguntó Culluket—. Tan sólo el hierro es una amenaza mortal para nuestra supervivencia aquí. Si calculas mal, todo el Reino Soberano puede verse sumido en el caos.
Siempre sereno, el Maestro de Batalla dijo:
—Nosotros los miembros de la Casa hemos admitido que es necesario volver a unos caminos más simples. A las viejas costumbres que seguíamos hará un millar de años. El encanto superficial de la cultura bastarda de la Humanidad ha cegado a demasiados de los nuestros, incluso al propio Thagdal… y nos ha llevado al borde de la ruina. Pero Tana ha sido compasiva. Aún no es demasiado tarde para volver atrás. Las mismas conspiraciones de esos Inferiores los muestran claramente como el peligro que hasta ahora solamente podíamos sospechar. Ni siquiera los más obtusos de nuestro pueblo podrán ignorar el peligro Humano cuando yo haya efectuado mi movimiento… Y también está esto.
Mostró una placa de color verde pálido. Culluket exclamó:
—¡El informe de la investigación! ¡Felicidades, Hermano! ¿Puedo inspeccionarlo?
Ignorando la petición, Nodonn dijo:
—El antropólogo Humano ha sido lo suficientemente torpe como para ofrecer una evaluación honesta. Su informe señala la inevitable ascendencia de Humanos e híbridos en la Tierra Multicolor, si los Tanu siguen explotando genéticamente a los Humanos y les permiten ocupar posiciones de poder. El Rey ha estudiado el informe pero aún duda sobre las implicaciones. El y los otros reticentes morales de la Alta Mesa es posible que crean que puede mantenerse el statu quo simplemente destruyendo todas las copias del informe y el archivo de datos del ordenador, y retirando de la circulación a Bryan Grenfell y Ogmol. Pero gracias a mi querida Rosmar, tenemos no solamente una copia del libro… sino también al propio antropólogo a salvo y a buen recaudo. Queridísima Madre, mi intención es forzar al antropólogo a revelar la verdad acerca de su propia raza Humana en la culminación del Gran Combate. Lo sacaré a la luz justo antes de los Encuentros Heroicos, de modo que los conspiradores de la facción pacífica no tengan tiempo de preparar una oposición. Cuando el peligro sea puesto en evidencia, la ira combinada de toda nuestra compañía de batalla Tanu caerá sobre todos aquellos traidores a nuestros antiguos ideales. ¡Sobre Gomnol! ¡Sobre Aiken Drum! Y sobre cualquier otro de nuestra propia raza que se haya vuelto tan depravado como para considerar a la Humanidad como algo esencial para nuestra supervivencia aquí.
La Reina se llevó una mano a los labios.
—Pero entonces, el Thagdal…
Nodonn fue implacable.
—Reina y Madre, si persiste en su locura, habrá llegado su hora. Pero seré compasivo. La elección, en último término, será suya.
—Tú, como Madre de la Casa, te hallas completamente al margen de su destino —se apresuró a decir Culluket.
Nontusvel alzó sus pantallas mentales. Sus ojos se negaron a cruzarse con los de sus hijos.
—A veces… nuestros caminos son muy duros. Creo que tiene que haber otra forma.
—En cuanto al plan de sabotaje en la mente de Sue-Gwen Davies —prosiguió Nodonn—, hay formas de utilizar este asunto en ventaja nuestra si actuamos rápidamente. No poseemos detalles del planeado ataque a la fábrica de torques. Obviamente, los septentrionales no tienen una confianza absoluta en Aiken Drum y su rústico camarada. Pero sabemos la fecha, el veintidós, dentro de dos días… y podemos presumir que el ataque se producirá de noche, cuando la actividad en torno a la Sede de los Coercedores es mínima. La segunda parte del complot de los Inferiores, el intento de enviar un mensaje a través de la puerta del tiempo, tiene que producirse evidentemente al amanecer del veintidós.
—Seguro que Gomnol intentaría detener el ataque a la fábrica si supiera de él —exclamó Culluket—. ¡Podemos encargarnos de él en medio del lío y apuntarnos todo el mérito nosotros!
El Maestro de Batalla echó hacia atrás su espléndida cabeza y lanzó una carcajada.
—¡Hermano Redactor, qué simple eres! Pero no importa. La planificación de las campañas es tarea mía. Verás como pronto vamos a vernos realizados en todos los órdenes. Ahora… debes convocar a todos los principales guerreros de la Casa que hayan llegado ya a Muriah. Este mismo mediodía nuestra Madre celebrará una sagrada reunión a fin de impartir una bendición especial a sus hijos guerreros antes de los juegos. Cuando estemos juntos y aislados, explicaré la estrategia que pondrá a todos nuestros enemigos en nuestras manos.
—La asesina de nuestra queridísima Epone —señaló el Interrogador— me pertenece.
Nodonn asintió.
—Extrae toda la información útil de esa Felice, y luego será como pides. Pero ese monstruo femenino tiene que ser capaz de luchar en los juegos de gladiadores cuando tú hayas terminado con ella. Forma parte de mi estrategia general. Los otros pueden ir a la Gran Retorta. Esos Inferiores tienen que sufrir todos ellos la más pública de las destrucciones, como un ejemplo para los demás. Solamente admitiré una excepción. Tengo otros planes para Guderian.
—Tanto ella como Felice llevan el oro —observó Culluket.
—El de Felice será arrancado por su propio hierro —dijo el Maestro de Batalla—. Llevará el gris cuando derrame su sangre en la Llanura de Plata Blanca. El torque de Guderian no tiene importancia, como descubrirás muy pronto.
Las lágrimas de Nontusvel se había secado. Se levantó del borde de la fuente y dijo con animación:
—Si vamos a ser tantos a la hora de comer, debo consultar inmediatamente con la cocina. Me dispensaréis. —Besaron sus manos y se alejó rápidamente, dejando tras de sí pensamientos fragmentarios sobre posibles menús.
Culluket volvió unos ojos serios y graves al Maestro de Batalla.
—Hay todavía un Humano cuya posición queda por clarificar. Insisto en que actúes con la máxima energía en un asunto tan serio como éste.
La imagen de Mercy pareció flotar entre los dos hermanos.
El resplandeciente rostro de Nodonn era inescrutable, y su mente también.
—Los demás miembros de la Casa fueron demasiado educados para cuestionar mi elección de consorte… o demasiado prudentes. Pero puesto que te atreves a ser franco, te diré lo que he descubierto acerca de ella. Desde mi primer encuentro con Rosmar, me sorprendió la increíble afinidad entre nosotros, la dulce consonancia de pensamientos que era tan distinta de las relaciones que había conocido con otras mujeres Humanas… incluso con mujeres de nuestra propia raza. Y así, después de tomarla como esposa, hice que Greg-Donnet preparara un ensayo genético de mi notable consorte.
—¿Y?
—El plasma de Mercy-Rosmar es casi idéntico al nuestro. Posee más genes nuestros que Humanos. Sólo Tana sabe cómo explicar esto… pero yo no soy científico.
Culluket parecía profundamente impresionado, y lo estaba. Sus pantallas ocultaban una tormenta de intelectualización, pero no podían evitar el tinte de sospecha que la permeaba.
La despreocupación del Maestro de Batalla se fundió con algo negro. Por un terrible instante el sorprendido Culluket se vio envuelto en una segunda piel, toda ella erizada de agujas, y la punta de cada una de ellas era la fuente de una carga eléctrica que inflamaba los receptores de dolor de su epidermis casi hasta el punto de la sobrecarga. Se hubiera derrumbado, hubiera perdido el conocimiento de no ser por el sostén de la gran mente de Nodonn.
Tan rápidamente como había llegado, la agonía desapareció, reemplazada por una sensación de absoluto bienestar.
Y Nodonn emitió: Medita lo que quieras Hermano Redactor. Pero no vuelvas a dudar nunca más de mi buen juicio o sospeches que Mercy-Rosmar es algo más que leal.
¡Maestro de todas las obscenidades!
—Ahora estás comportándote de nuevo como un simple —se burló la voz de Apolo—. Simplemente recuerda quién va a ser rey. Y nunca cometas el error de pensar que puedes enseñarme algo acerca de la forma de infligir dolor.