Lord Greg-Donnet entró alegremente en la sala de ordenadores de la Casa de Creación mientras Bryan y Ogmol estaban introduciendo los últimos datos. Su frac turquesa era nuevo y limpio, y llevaba una enorme rosa blanca en el ojal.
—¡He estado buscándoos por todas partes para daros la noticia! Y luego Katlinel me ha dicho que estabais aquí, así que he venido tan pronto como… —Se interrumpió cuando se dio cuenta del bloc de notas de dobladas puntas y de las placas de almacenamiento que Bryan estaba metiendo en su portafolios de mimbre.
—¿La investigación? ¡No me digas que estáis listos para terminarla!
—Bueno, sí, Greggy —sonrió Bryan—. Podríamos pasar muchos meses más con ella, pero el Rey Thagdal fue explícito respecto a tener algún tipo de resultados antes del Combate, así que hemos hecho el compendio final hoy. El Rey dispondrá de dos semanas para estudiarlo y conferenciar con nosotros antes de presentarlo a la Alta Mesa o hacer lo que quiera con él.
—¡Qué excitante! —exultó el Maestro Genético—. ¿Me permitiréis decir la orden de impresión, Bryan? ¿Por favor?
—Oh, claro. Dale solamente a Ogmol un par de minutos más.
Greg-Donnet empezó a caminar arriba y abajo, abrazándose a sí mismo.
—¡Me encanta cuando las placas empiezan a salir y a salir! ¿Podremos imprimir muchas copias?
—Me temo que solamente tres, por ahora —dijo el antropólogo—. La investigación tiene que ser algo confidencial hasta que el Rey Thagdal apruebe su libre circulación. Su Majestad fue muy firme al respecto.
El labio inferior de Greg-Donnet se frunció quisquillosamente.
—¡Qué rabia! No es divertido cuando el ordenador imprime solamente tres copias.
—Greggy imprimió cinco mil copias de su nuevo diseño de los coeficientes de latencia metapsíquica —observó Ogmol, alzando la vista de la boca de alimentación—. Será mejor que te apresures y reserves la tuya, Bry. Quedan solamente unas cuatro mil novecientas noventa y una… Ahí va lo último. Estamos listos para empezar.
Bryan hizo un gesto hacia la consola de control.
—Haznos el honor, Greggy. Pero solamente tres: una para el Rey, una para Ogmol, y una para mí.
El loco se apoyó en la boca de alimentación. Su rostro de niño viejo recuperó su habitual expresión bienhumorada.
—¡Apartaos todos!… Sistimpresión placa empiece abrir-tres-copias-cerrar fin. ¡Huau!
La máquina, ignorando estoicamente el ultimo byte indigerible, trabajó durante seis segundos y produjo un trío de rectángulos de plast color verde pálido de diez por dieciséis centímetros, titulados:
ESQUEMAS DE TENSIÓN SOCIOECONÓMICA DEMOSTRADOS EN LA INTERACCIÓN CULTURAL TANU-HUMANA
— Un estudio preliminar —
BRYAN D. GRENFELL | OGMOL urJOHANNA-BURNS |
Centro de Estudios | vulTHAGDAL |
Antropológicos | Liga de Creadores |
Londres 51:30N, 00:10O Sol-3 | Muriah 39:54N, 04:15E Sol-3 |
—¿No parece eso autoritario? —chirrió Greggy, tomando una de las placas de la salida de la máquina—. ¡Exactamente igual que allá en casa! Déjame leer solamente el resumen, Bry. ¡Por favor!
Bryan le quitó el libro de las manos del Maestro Genético antes de que éste pudiera pulsar el activador del contenido y se lo metió en el bolsillo interior de su chaqueta.
—Te prometo que serás el primero en leerlo después de que el Rey dé su aprobación. Hasta entonces tendrás que ser paciente, Greggy.
Ogmol tomó su propia copia del libro y la destinada a su real padre.
—Éste es un material muy delicado, Greggy. No puede manejarse a la ligera.
—¡Oh, mierda de mierdas! —exclamó el niño adulto—. ¡He hecho bien no dándoos mi noticia! Por eso precisamente estaba buscándoos. Así que vais a perderos la diversión. Pero si fuerais un poco condescendientes…
—Cuando el Rey dé su consentimiento, haré todo lo necesario para entregarte tu propio ejemplar en un fino estuche de piel roja —prometió Bryan—. Estampado en oro. Con tu nombre en él.
Greggy radió.
—Oh, muy bien. Sólo estaba bromeando. ¡Jamás desearía que os perdierais el desafío formal de Lady Mercy-Rosmar al Maestro Artesano!
—¡Omnipotente Tana! —exclamó Ogmol—. ¿Así que va a seguir realmente adelante con eso? ¿Va a ir contra Aluteyn en la manifestación de poderes en el Combate?
—¡Puedes apostar a que sí! —dijo Greg-Donnet—. El Rey y la Reina están aquí para asistir al desafío, y muchos otros también.
Bryan solamente pudo quedarse allí inmóvil, en silencio. Pero Ogmol estaba diciendo:
—¿Le dan los rumores alguna posibilidad para la presidencia, Greggy? He estado tan enfrascado en el trabajo de esta investigación que apenas he podido separar una intriga de otra. Supongo que tras ese desafío está Nodonn. Ten en cuenta mis palabras… ¡él y el resto de la Casa no van a descansar hasta que se hayan apoderado de todas las Ligas! Simplemente observa cómo Riganone no deja de atosigar a Mayvar respecto a los Telépatas. Y Culluket desafiaría a Dionket como Lord Sanador si tan sólo su psicopotencial fuera del mismo calibre que su ambición de poder.
—Mercy se trajo incluso el caldero —dijo Greg-Donnet—. Va a ofrecernos algún tipo de demostración, puedes apostar sobre ello, Hermano Creativo. ¡Va a ser algo divertido! De todos modos, lo siento por el pobre viejo Aluteyn. Es duro haber dado todo lo mejor de ti durante años y años en un trabajo difícil sin que la gente demuestre sus simpatías hacia tu persona… y luego ver cómo los encantos de una joven carismática te dan la gran patada.
Ogmol se echó a reír.
—¡Bryan conoce bien los encantos de la joven dama! Asegura los datos, Bry, y marchémonos.
El antropólogo pareció salir bruscamente de sus preocupaciones. Murmuró su código privado de seguridad en el input del ordenador, desconectó la máquina, tomó su portafolios, y siguió a su colaborador exótico.
Greg-Donnet se quedó rebuscando algo en un armario.
—Empezad a pasar, colegas. Quiero llevar algunas copias de mi informe a la rotonda. ¡Todo el mundo estará allí! ¡Será una maravillosa oportunidad de pillar a la gente, ja, ja!
Una vez la pareja se hubo ido, Greg-Donnet dejó caer sus propios libros-placa al suelo con una serie de descuidados chasquidos. Se dirigió apresuradamente a la parte de atrás del ordenador y abrió una pequeña puertecilla en el opaco cristal del módulo de almacenamiento de datos. Dentro había un terminal manual miniaturizado, parte del sistema de mantenimiento de la antigua máquina, que había sido transportada pieza a pieza al plioceno por un notablemente persuasivo técnico durante los primeros días del albergue. El estilo para pulsar el pequeño teclado había desaparecido años atrás; pero Greggy, que había sido un gran y buen amigo del técnico en ordenadores, muerto hacía mucho, había metido un viejo y mordisqueado lapicero en el terminal secundario como sustituto. Servía perfectamente para teclear cualquier tipo de extravagantes y útiles instrucciones, incluidas las prioritarias sobre cualquier código reservado.
Greg-Donnet tecleó:
EJEC “PROGPRIO” LLLL
INICIAR RECUPERACIÓN DT(T)
AUTORES: GRENFELL + OGMOL;
INICIAR SISTIMPRESIÓN PLACA(1);
INICIAR CANCELACIÓN;
FIN
Hubo un zumbido meditativo. Una sola placa verde pálido cayó con un ligero clic en la bandeja. El ordenador no emitió ningún sonido en absoluto mientras borraba de su memoria todo el cuerpo de datos que Bryan y Ogmol habían almacenado en su interior.
Greg-Donnet dio una palmada a la máquina, canturreando, y se metió su copia del informe en un bolsillo debajo de uno de los faldones de su frac.
—¡Hermosos gráficos y jerga erudita! ¡Estadísticas y correlaciones y extrapolaciones de terribles, terribles portentos! Ninguna sorpresa para mí, por supuesto. ¿Quién necesita a un antropólogo para señalar el diluvio que viene? ¡Osada Humanidad! ¡Imagina al pobre Thaggy pensando en lo buenos que hemos sido para esa gente! ¿Se sentirá impresionado al descubrir que Nodonn estaba en lo cierto respecto a nosotros? Y aquí está todo… claramente deletreado por el listo de Bryan y el simple de Oggy… el destino de la Humanidad y de los híbridos Tanu-Humanos escrito tan claramente que incluso el más cabezadura de la Casa lo comprenderá… Ah, Bryan. Con Oggy llevando las riendas, tú lo único que tienes que hacer es darle obedientemente esa cosa al Rey y confiar en su buen sentido para que no haga lo obvio. ¿O has visto incluso lo obvio, Bryan?… ¡Y me llaman loco!
Recogió los libros esparcidos por el suelo, formó una cuidadosa pila con ellos, y salió llevándolos en brazos. Con un poco de suerte, no se habría perdido nada de los fuegos artificiales.
Ogmol condujo a Bryan por un pasadizo secreto que se abría finalmente a una alcoba muy cerca del pabellón de la gran rotonda de la Casa de Creación. El rincón estaba protegido por cortinas de un ingenioso tejido que proporcionaba una visión unidireccional a la cámara.
—Un antiguo anexo para la guardia, reliquia de los Tiempos de Disturbios hace quinientos años —susurró Ogmol—. Todas las sedes de las Ligas los tienen, y los pasadizos secretos también. Pero nadie se preocupa por ellos excepto Gomnol y sus coercedores. Ya sabes lo paranoides que son acerca de la seguridad.
Bryan prestó poca atención a la explicación de su compañero, como tampoco perdió mucho tiempo examinando a los Altos Personajes que estaban sentados ya en el pabellón en torno al vacío trono de plata incrustado con berilos que era el asiento habitual del Maestro Artesano Aluteyn. El antropólogo reconoció quizá a la mitad de los creadores de alto rango: el viejo músico Luktal, Renian el Cristalero, Clana la hija creadora de ilusiones de la Reina y su hermana de sangre Anéar, Seniet el Lord Historiador, Lord Celadeyr de Afaliah, Ariet el Sabio, y los dos talentudos híbridos de la Alta Mesa, Katlinel la Ojos Oscuros y Alberonn el Devorador de Mentes.
La rotonda propiamente dicha estaba atestada casi de pared a pared con centenares de miembros de la Liga, vestidos con diversas permutaciones de su verde azulado heráldico con blanco o plata. Había también un gran número de extraños de alto rango que, explicó Ogmol, o bien habían conseguido algún pase o simplemente se habían colado en lo que debería haber sido una ceremonia estrictamente interna de la casa.
—¿Ves ahí? —señaló Ogmol—. ¿Esos dos con las capas blancas con capucha? ¡El Thagdal y Nontusvel de incógnito! Vestidos así, no están presentes oficialmente, así que nadie necesita prestarles una atención especial.
A los reales personajes de incógnito, sin embargo, se les había permitido situarse en primera fila al lado mismo del pabellón.
—Ahí está Lady Eadone —dijo Ogmol—. Ahora empezaremos.
La alta mujer vestida de plata, flanqueada por dos ayudantes masculinos ataviados con una semiarmadura plata nielada, salió y se detuvo al lado derecho del estrado. En algún lugar resonó la cadena. Hubo un silencio absoluto. Bryan no tuvo ahora ninguna dificultad en comprender las palabras de Eadone.
—¡Hermanos y Hermanas Creativos! Nos hallamos en una asamblea extraordinaria. Según las más antiguas reglas de nuestra comunidad, aparezco ante vosotros como portavoz hasta que el asunto de esta reunión haya sido solucionado. Que mi acción sea registrada.
—La acción de la Decana de las Ligas queda registrada —declararon todos los miembros.
—Que Aluteyn el Maestro Artesano, Presidente de la Liga de Creadores, se adelante y ocupe el lugar que le corresponde —dijo Eadone.
Un murmullo bajo brotó entre la multitud. De la parte opuesta a la alcoba donde se hallaban ocultos Bryan y Ogmol surgió una recia figura con un caftán ricamente enjoyado. Aluteyn se detuvo por un momento frente a su trono, con su pelo rubio plateado y su bigote enhiestos por la estática. Con una voz fuerte y seca dijo:
—Ocupo mi asiento, dejando libremente la palabra a la Quíntuple Benevolencia de la Lady Decana. —Se dejó caer pesadamente en su trono, con las piernas abiertas, y se inclinó hacia adelante, con los brazos formando ángulo y las manos apoyadas sobre sus rodillas. Parecía como si estuviera dispuesto a saltar al primer síntoma de agitación en las filas.
—Lord Presidente y compañeros Creadores —declamó Eadone—. Ha sido presentado, con los requisitos adecuados, un desafío. —La multitud dejó escapar un sonido como el del oleaje rompiéndose suavemente en una orilla—. Que el autor del desafío avance y sea oído.
Se produjo una pequeña conmoción en el lado de la rotonda opuesto al pabellón. La multitud abrió un pasillo que conducía hasta el trono. Los creadores y los aristócratas curiosos de Muriah tendieron sus cuellos. Unos cuantos incluso cometieron la incorrección de levitar ligeramente en un intento de conseguir una mejor vista cuando Mercy entró.
—¡Paso! —canturreó un heraldo cerca de la entrada—. ¡Paso a la Exaltada Lady Mercy-Rosmar, Hermana Creativa de todos nosotros, esposa de Nodonn el Maestro de Batalla Lord de Goriah, y autora hoy del desafío ante la asamblea extraordinaria de la Liga de Creadores!
Al observarla, Bryan sintió que su corazón se contraía en su interior. Había retirado los colores rosa y dorado de su esposo y se había puesto los de su liga de adopción. Su larga túnica era de tejido plateado cortado en sus bordes, formando largas colgaduras y festones parecidos a las alas de una mariposa; como alas eran también los esquemas de iridiscente verde azulado que formaban grandes remolinos y manchas tornasoladas que aparecían y desaparecían sobre la tela a medida que se acercaba a Aluteyn. Su pelo castaño rojizo caía libre. Mercy iba seguida por cuatro musculosos torques grises con la librea de la Casa de Nodonn empujando una plataforma sobre ruedas de madera pulida. Sobre ella descansaba un ancho y adornado caldero, aparentemente de oro.
—Es el Kral —susurró Ogmol—, el sagrado recipiente de nuestra Liga, que normalmente es visto por sus miembros y la gente en general tan sólo en el Gran Combate. Tradicionalmente, el Lord Creador debe llenarlo en esa ocasión para edificación de todos los Combatientes.
—¿Qué está haciendo ahora Mercy con él? —preguntó Bryan. Pero Ogmol simplemente le hizo un gesto de que observara.
La mujer Humana había alcanzado el pie del pabellón, donde se había despejado un área de quizá diez por diez metros para ella. Hizo una seña. Sus ayudantes colocaron el caldero en el suelo en el centro del espacio, luego se retiraron, dejando a Mercy de pie sola con la gran marmita a su lado.
—Formula tu desafío, Mercy-Rosmar —dijo Eadone.
El pálido rostro se alzó. Bryan imaginó ver los ojos color mar volverse muy grandes y salvajes.
—¡Yo desafío a Aluteyn el Maestro Artesano a defender su presidencia de la Liga de Creadores! Lo desafío a luchar en la manifestación de poderes durante el Gran Combate, contendiendo conmigo en el ejercicio de la metafunción creativa, hasta que por expreso juicio del Rey, la Decana de las Ligas, y nuestros nobles miembros, uno de los dos sea declarado supremo sobre el otro y asuma la presidencia; mientras que el vencido deberá elegir entre abandonar este Reino de la Tierra Multicolor u ofrecer voluntariamente su vida a la Diosa, cuya voluntad se halla en todas las cosas que prevalecen.
Hubo un rugido procedente de la multitud. Bryan se volvió a Ogmol.
—¿Qué significa eso, por el amor de Dios? ¿Ofrecer su vida? ¿No es eso la base de vuestra orgía de ejecuciones rituales al final de los juegos? ¿Quieres decir que el perdedor de esta maldita manifestación de poderes debe renunciar a su vida?
—Es la salida más honorable, sí. Pero unos pocos, como Minanonn el Herético, que fue depuesto por Nodonn, y Leyr el anterior Lord Coercedor, superado por Gomnol, eligieron la ignominia del destierro.
—¡Mercy! —gritó Bryan. Pero Ogmol lo retuvo detrás de las cortinas que los ocultaban, y el sonido de su voz se perdió en el tumulto.
—¡Deberías captar los pensamientos del Maestro Artesano! —Ogmol señaló su torque de oro—. Es muy malo dejar que tu hostilidad se exhiba así, aunque seas uno de los Primeros Llegados. Observa ahora esto, Bryan. La validación, lo llamamos. No podemos dejar que simplemente cualquier joven recién llegado haga el desafío, ya sabes.
Aluteyn se había alzado de su trono, y ahora avanzó hasta poder mirar desde arriba a Mercy desde la parte frontal del pabellón.
—Acepto tu desafío, Hermana Creativa… sujeto a que llenes nuestro sagrado caldero aquí y ahora, demostrando la validez de tu derecho al desafío. ¡Y primero, deberás extirpar lo que yo coloco en su interior!
Hubo una explosión y un olor a amoníaco. La mujer dio un paso atrás cuando una legamosa aparición se materializó surgiendo de la dorada marmita. Su cuerpo era sinuoso pero sin escamas, y chorreaba una hedionda mucosidad. Había poros a lo largo de sus alzados costados, como pequeñas troneras. Agitantes filamentos del tamaño de largos dedos humanos coronaban su cabeza. Se parecía a una monstruosa anguila, de quizá ocho metros de largo y casi un metro de diámetro, deslizándose fuera del caldero en dirección a Mercy mientras Aluteyn observaba la escena con los brazos doblados y una lúgubre sonrisa. La criatura no poseía boca propiamente dicha. Su cabeza terminaba en una especie de embudo con bordes carunculados, en cuyo interior destellaban hilera tras hilera de agudos dientes triangulares. De la garganta del monstruo emergía un miembro parecido a una lengua, tan grueso como un antebrazo humano y rasposo como una lima.
—Buen Dios, ¿qué es eso? —exclamó Bryan.
—Una lamprea, diría… o más bien el simulacro de una, convenientemente adornado y ampliado. No es un esfuerzo particularmente ingenioso. Quizá Aluteyn piense que la sensibilidad de tu dama va a verse abrumada por esta horrible aparición. Pero ella no parece estar intimidada… ¡ja! ¡Observa!
Mercy se mantuvo resueltamente en su lugar mientras la cosa gravitaba sobre ella, con sus horribles labios temblando y su lengua agitándose en busca de su presa.
—¡El Maestro Artesano os ha ofrecido un pescado! —gritó en voz muy alta—. ¡Yo os proporcionaré el acompañamiento!
Hubo una segunda detonación, junto con una gran nube de vapor que envolvió a Mercy y a la lamprea gigante que oscilaba sobre el caldero. Bruscamente, el hedor desapareció del aire. Hubo otro aroma, uno que era no sólo agradable sino que hacía la boca agua… y muy familiar a Bryan de sus tiempos en Londres. Los vapores se separaron, y allí estaba la bruja de pelo castaño rojizo con su enorme marmita llena hasta el borde de pequeñas cosas de color marrón dorado que humeaban y lanzaban esa deliciosa fragancia con un olor complementario de patatas fritas.
Mercy empezó a esparcir el contenido de la marmita entre la multitud.
Bryan se derrumbó presa de un ataque de risa contra la pared de la alcoba, tanto impulsado por el alivio como por otra emoción.
—¡Oh, querida! ¡Eso ha sido darle un baño!
—Supongo que se tratará de algún chiste privado Humano —dijo Ogmol.
La multitud de miembros de la Liga y nobles estaban atrapando los bocados que arrojaba Mercy y devorándolos con risas y vítores llenos de hilaridad. Aluteyn se volvió de espaldas a la escena.
Lady Eadone declaró:
—Registremos que el autor del desafío, Lady Mercy-Rosmar, ha demostrado su derecho a enfrentarse a Lord Aluteyn el Maestro Artesano en la manifestación de poderes. Hasta entonces, que los dos sigan morando en la paz y compañerismo de nuestra Liga. Esta asamblea extraordinaria queda pospuesta.
—Lady Mercy-Rosmar habla mentalmente contigo a través de mí —dijo Ogmol a Bryan—. Ha captado tu presencia tras las cortinas debido al… esto… cri de coeur que lanzaste cuando te diste cuenta de que se estaba poniendo en peligro lanzando su desafío. Quiere que te tranquilices. Te pide también que te reúnas con ella esta noche en el Patio Delantero de Creadores, donde llegará ella en calesa a las veintiuna en punto horas. Quiere discutir asuntos importantes contigo.
—Asegúrale que estaré esperando.
El Tanu-Humano hizo una inclinación de cabeza de una manera extrañamente formal.
—Ahora tengo que ir a presentar los resultados de nuestro análisis a mi Asombroso Padre.
—Sí, por supuesto. Bien, yo volveré a mis aposentos dando un paseo, y luego iré a nadar un poco. ¿Por qué no te reúnes luego conmigo?
—Me temo que no podré, Bryan. La entrevista con el Rey puede que tome un cierto tiempo.
—Bien, transmítele mis saludos. —El antropólogo estaba jovial—. Más tarde le comunicaré personalmente el buen trabajo que has hecho. Nunca antes había visto a nadie captar tan rápidamente una teoría cultural. Quizá el Rey nos autorice a efectuar más adelante un estudio más amplio siguiendo estas mismas líneas. Me gustaría seguir trabajando contigo, Ogmol.
Desplegando aún el aire de distanciamiento que era una variante de su habitual amigabilidad, Ogmol tendió una mano enfundada en oro para que Bryan la estrechara.
—Yo también he disfrutado trabajando contigo, Bryan. —Abrió la puerta secreta y la sujetó mientras el antropólogo la cruzaba—. Bien… ¡buena suerte, Bryan! ¡Y gracias por las píldoras para la resaca!
Antes de que el sorprendido Humano pudiera responder, el panel deslizante se cerró ante sus narices. Se encontró solo en el oscuro pasadizo entre las paredes.
—Curioso. —Bryan tomó el rectángulo verde pálido de su informe y se lo quedó mirando—. Hemos hecho un trabajo escrupuloso, teniendo en cuenta el poco tiempo disponible. Una interesante visión general, en su conjunto. El viejo Thagdal tiene que sentirse complacido con ella.
¿Por qué, entonces, había parecido Ogmol aprensivo? Bryan no tenía el menor indicio.
—Quizá he estado demasiado enfrascado en el estudio durante estas agitadas semanas —se dijo a sí mismo—. Como un semisangre, puede que Ogmol haya estado efectuando una evaluación subjetiva propia de la investigación relativa a algunos criterios exóticos.
Bien, un poco de relajación, y podría sacarse todo aquello de la cabeza. Nada mejor que nadar un poco en la piscina privada de Oggy para refrescar su fatigada corteza cerebral. Y luego un paseo con Mercy en el frescor del atardecer.
Volvió a pensar en ella y en el fish and chips tan típico de Londres, y se echó a reír de nuevo. El rompecabezas de Ogmol —y la placa en el bolsillo de su chaqueta— fueron olvidados completamente.
En la oscura cima del Monte de los Héroes había una pequeña pradera al aire libre entre dos riscos gemelos, muy por encima del Colegio de Redactores y la ciudad y los broncíneos lagos. Hicieron alejarse al viejo conductor del carruaje para que aguardara, y se inmovilizaron uno al lado del otro en la noche completamente silenciosa. Parecía como si hubieran llegado a un lugar entre dos cielos distintos… uno encima de todo, distante y helado y viejo, y el otro debajo, cálido y excitante con las parpadeantes luces de tres tipos de gente: las llamas de aceite de oliva encendidas por los Humanos, las lámparas-joya de los Tanu, y las enormes fogatas de los Firvulag mostrando un festivo despliegue en las llanuras del sur.
—Creo —dijo Mercy— que lo que más me gusta de toda esta Tierra Multicolor es el embrujado aspecto de las luces… sobre todo cuando las contemplo desde una altura. Como ahora, desde una montaña, o cuando vuelo con mi Lord.
Dio un pequeño paso atrás a fin de que él pudiera rodearla con sus brazos. Su pelo rozó los labios del hombre cuando se reclinó contra él.
—Pero he olvidado que tú nunca has volado con nosotros, Bry. ¡Mi pobre esclavo de la tierra! Cuando sea capaz de ir sola y alzar a alguien conmigo, tengo que llevarte. Pero mientras tanto, tenemos aquí esta noche.
Se volvió hacia él. Aquella cosa aún increíble estaba empezando a ocurrir de nuevo. Sus mentes y cuerpos se unieron en la conjugación extática que parecía estar tan más allá del sexo normal como la música estaba más allá del ruido. Derivaron en siempre ascendentes niveles de energía vital donde esferas de coloreada luz pulsaban y cantaban, se unían y resonaban… ella triunfante y él maravillado y sumergido en una especie de desafío que retaba al amor a convertirse en amor más allá de la muerte si aquella era la única forma de prolongarlo infinitamente. Pero no podía ser, nunca era, y siempre estaba allí el borde y la caída a la profunda oscuridad mientras los resplandecientes colores se encogían y retrocedían y desaparecían. Y él, tragado, saciado, era engullido con ella y fluía seguro de regreso sobre las someras aguas, oyendo a Mercy apaciguarlo mientras él se quejaba del final (otra vez), siempre preguntando:
—¿Por qué este mar no refleja las estrellas?
—Tranquilo, amor —decía ella—. No importa.
Y permanecían tendidos inmóviles sobre la suave y blanda capa de ella. Cuando su mente se tranquilizaba era capaz de mirar al rostro de la mujer iluminado por las estrellas y casi recordar lo que había sido (otra vez) la realización.
—Esto es encantamiento, Mercy —dijo—. Me has hechizado. ¿Vas a matarme también?
—¿Importa? —se rió ella, apoyando la cabeza de él sobre su regazo. Un doblez de tela secó sus ojos, y ella besó sus párpados.
—No es posible, ¿verdad? —preguntó él—. Después del combate, él se te llevará de vuelta a Goriah. ¿O te quedarás para convertirte en la Lady Creadora? ¿Hay alguna posibilidad de que te quedes, Mercy?
—Tranquilo.
—¿Le quieres? —preguntó al cabo de un rato.
—Por supuesto —respondió ella con voz cálida.
—¿Me quieres a mí? —Habló casi en un susurro, su boca parcialmente cubierta por las ropas de ella.
—¿Estaría aquí si no te quisiera? Oh, querido. ¿Por qué tienes que hablar siempre de amor y no quedarte en la alegría? ¿Acaso no hemos sido felices? ¿No te he dado todo lo que podía, todo lo que tú podías soportar? ¿Lo deseas todo? ¿No habrá nada que te satisfaga?
—No puedo dejarte. Oh, Mercy.
Las comisuras de la boca de ella se alzaron ligeramente.
—¿Y harás algo por mí?
Él contempló su sonrisa y no pudo hablar. Ella empezó a canturrear, y las palabras de la familiar balada de amor se formaron en la mente de Bryan por el poder de la de ella:
Cupido agita sus alas y recorre
Su país, y así mi Amor cambia.
Pero cambie la tierra o cambie el cielo,
La seguiré amando hasta la muerte.
—Y ahora lo haremos de nuevo, dulce Bryan, y después volveremos a la ciudad. Y tú me darás como regalo ese pequeño libro que has escrito, el libro que promete unas cosas tan terribles para mi gente Tanu si siguen como hasta ahora con los Humanos y todo lo demás. Pero nunca pretendiste aplicar tu libro conmigo, ¿verdad, Bryan?
—Oh, no. Contigo no.
—Yo soy una de ellos después de todo, y siempre lo he sido. Él sabe esto, y tú también.
—Sí… los dos sabemos lo que eres.
—Pero lo que has escrito es realmente inquietante, amor, particularmente si la gente errónea como Culluket o Imidol lo leen y lo interpretan mal. Ni siquiera Nodonn puede controlar a toda la Casa. Y ellos creen que toda la Humanidad es dañina. Incluso yo. Incluso los queridos y leales híbridos. Pero tú no sabías eso, ¿verdad? Que tu pequeño libro puede ser la muerte de todos nosotros. Nunca imaginaste una interpretación así… tan ansioso, tan civilizado y cuerdo, mi amor.
Bryan estaba desconcertado, perdido en sus ensoñaciones. ¿La investigación? Aquello era solamente su trabajo.
—No tiene nada que ver en absoluto con nosotros, Mercy. Nada que ver contigo. Seductora.
—Entonces dame tu copia. Dámela, y nunca digas a nadie que la tengo.
Por supuesto que lo hizo. Y ella alzó la cabeza de él de su regazo, riendo, y luego se reclinó sobre él besándole y arrastrándole. Cuando hubieron ido hasta allí y vuelto (otra vez), ella llamó al carruaje y descendieron la montaña. Fuera de la Casa de Redactores, tal como ella esperaba, aguardaban Nodonn y Culluket, el Interrogador del Rey.
—Está dormido —les dijo—. Las únicas otras copias del informe se hallan en posesión de Ogmol y del Thagdal… y los datos están almacenados en el ordenador, por supuesto.
—Ogmol puede esperar —dijo Nodonn a su hermano menor—. Y el Rey tiene sus propias razones para mantener el asunto secreto. Pero querrá la vida de este hombre, su testigo insospechado para la persecución. Debes mantenerlo a salvo hasta la culminación del Combate, Hermano Redactor. Es vital para nuestra causa. Haz que sea mantenido feliz y sin sospechas.
El Interrogador asintió.
—Comprendo plenamente, Hermano Maestro de Batalla. Nuestra compañía no puede dejar de verse impresionada cuando el cáncer Humano afirme su existencia. —Sonrió a Mercy.
Dos ayudantes vestidos de rojo y blanco acudieron y alzaron al inconsciente antropólogo de la calesa. Nodonn subió y ocupó su lugar al lado de su esposa.
—Hasta entonces pues, Hermano. Iremos los dos a la Casa de Creación y allí revisaremos personalmente el ordenador.
Culluket hizo una inclinación de cabeza.
—Hasta luego. —Se volvió para abrir camino hacia los profundos sótanos dentro de la montaña, y los hombres que transportaban a Bryan lo siguieron.