Los guardianes con sus túnicas blancas permanecían firmes en torno al cuadrado de desnudo granito que había sido señalado con piedras redondas. También había soldados aquella mañana, en consideración a la visita de los Muy Exaltados Personajes. Thagdal, Eadone, Gomnol, y los dos hermanos Nodonn y Velteyn se mantenían bien apartados de las inmediaciones del portal del tiempo, y aguardaban a la manifestación con el estoicismo que asumen invariablemente los dignatarios cuando se ven obligados a inspeccionar alguna importante pero deprimente actividad que tiene lugar a una hora intempestiva.
Pitkin, el Gobernador del Castillo, dijo:
—El amanecer, Exaltados. Aquí vienen.
Un bloque de aire encima del granito empezó a resplandecer como si de pronto hubiera sido calentado. Cuatro figuras se materializaron dentro de la singularidad y flotaron a unos treinta centímetros por encima de la superficie de la roca.
—Simbad el marino, un tipo montañés, un moribundo aficionado al hash completo con narguilé incluido, y un clásico observador de pájaros británico —enumeró Pitkin con un chasquido apreciativo de la lengua—. El drogadicto puede descartarse desde un principio, me temo: ya no debe valer para nada. Pero los otros servirán.
Los guardianes se habían lanzado hacia el cuadrado para sujetar los brazos de los viajeros temporales y ayudarles mientras bajaban la distancia que separaba el invisible suelo del aparato del profesor Guderian del sólido suelo de la Tierra del plioceno.
—Es una suerte que no se materialicen dentro de una masa de roca, ¿no es cierto? —observó Pitkin—. Esta región ha sufrido numerosas vicisitudes, geológicamente hablando.
Simbad había sido separado de su cimitarra, y los otros desconcertados viajeros estaban siendo registrados en busca de hierro por un guardián con un detector de metales. Pitkin dijo:
—Ese nuevo huelehierro del Maestro Artesano es un gran adelanto. No más preocupaciones acerca de contrabando no detectado… Ah. Ahí está el campo tau para el segundo lote.
En el siguiente ciclo el portal del tiempo admitió a un joven con un traje de dril blanco y una ballesta; un tipo de aspecto disoluto vestido como la Reina Isabel I, y cuyo miriñaque era una terrible molestia para sus compañeros de embarque; una mujer muy bronceada llevando un atuendo típico de Atlanta y borceguíes; y un negro muy rejuvenecido con un elegante traje de ceremonia y unos gemelos y un alfiler de corbata de superlujo.
—Un envío aprovechable —dijo Pitkin—. No os dejéis engañar por la Buena Reina Isa. Seguramente hay un útil técnico bajo esa peluca roja adornada con perlas… Ahora veamos qué tipo de complementos reunimos hoy.
El campo temporal brotó una vez más a la existencia, y los guardianes se apresuraron a retirar tres grandes contenedores etiquetados como MEDICAMENTOS, una caja de Canadian Club, un perro aullando histéricamente dentro de su jaula de alambre, un garrafón de veinte litros de «Alegría», una colección completa del Grand Dictionnaire Universel du XIXème Siècle Français Larousse, y un contrabajo.
—Una vez sean procesados esos recién llegados, irán a la zona de confinamiento, como bien sabéis, Exaltados. Debido a la emergencia, hemos instalado una empalizada provisional aislando varias secciones del patio, trasladando a los perros-oso a unos corrales en el exterior. De esta forma podemos acomodar a la mayor parte de los refugiados de Finiah de Lord Velteyn dentro del propio castillo con un relativo confort hasta que puedan trasladarse a Muriah. Es una suerte que este desastre se produjera en vísperas de la tregua, cuando disponemos de provisiones y transporte extras disponibles para aquellos que viajan a los juegos. Y por supuesto, los asuntos de seguridad pueden solucionarse mucho mejor en estos momentos.
—Parece como si todo hubiera estado preparado —gruñó el Rey al Gobernador del Castillo.
—Tenemos que darle las gracias a Lord Gomnol por las medidas de emergencia iniciales para aliviar las consecuencias del desastre. El Castillo del Portal posee su correspondiente zona de recepción, por supuesto, y pudimos enviar rápidamente ayuda hacia el norte a tiempo para encontrarnos con los refugiados en la orilla oriental del Lac de Bresse sólo cinco días después del… hum… éxodo de Finiah. Bien, si tenéis la bondad de pasar a mi oficina, Exaltados, podemos examinar el sistema revisado de distribución de los viajeros temporales que compensa la suspensión temporal de los envíos a Finiah. Hay también algunos estudios preliminares del papel del Castillo del Portal en proporcionar mano de obra para las operaciones de reconstrucción y pacificación.
—Gracias, Pitkin —dijo Gomnol—. No te molestaremos con eso por ahora. Yo personalmente me reuniré más tarde contigo para finalizar la concentración de viajeros temporales durante el intervalo de la tregua.
El Gobernador del Castillo hizo una inclinación de cabeza, se disculpó, y se alejó apresuradamente por el sendero que conducía a la fortaleza. En la zona de la puerta del tiempo solamente quedaron ahora los cinco Exaltados Personajes y un pequeño pelotón de soldados que aguardaba a corta distancia. El sol estaba muy arriba sobre las tierras altas del este.
—A veces —dijo el Rey, contemplando a Pitkin con una expresión irritada— la eficiencia de vosotros los Humanos me deprime realmente. Ninguna legítima indignación. Ninguna declaración de venganza o fidelidad. ¡Simplemente un sistema revisado de distribución y unos estudios preliminares!
El Lord Coercedor se echó a reír alegremente.
—La venganza corresponde al departamento del Maestro de Batalla. El mío es asegurarme de que este desastre quede confinado a la región de Finiah y sea neutralizado tan rápidamente como resulte posible a fin de minimizar su impacto en la socioeconomía. Si no fuera por la importancia de las minas de bario, me sentiría inclinado a borrar Finiah del mapa.
—¿Qué dices, arrogante y pequeño chillón? —El rostro de Velteyn se encendió con un rojizo resplandor—. ¡Estás hablando de mi hogar! ¡La cuna de la cultura Tanu sobre este planeta! ¡La Ciudad de las Luces!
—Las luces —dijo Gomnol, imperturbable— se han apagado. Finiah está en ruinas. El Enemigo utilizó una brillante estrategia para atacarla. Se halla mal situada, en el lado equivocado del Rhin y demasiado lejos de nuestros otros centros de población. Hay Firvulag a un lado y Aulladores al otro… y Madame Guderian y sus rústicos irregulares regocijándose en medio. De todas nuestras ciudades, es la más apta para un ataque por sorpresa.
—¡La he mantenido a salvo durante quinientos años! —gritó Velteyn—. Una vez erijamos de nuevo las murallas y recibamos algunos refuerzos para la Caza Aérea, la tendremos tan segura como siempre. Eliminaremos a los fuera de la ley de Guderian organizando una Búsqueda por los Vosgos para destruir sus asentamientos. Una vez sean quemados los nidos de los Inferiores, los Firvulag se arrastrarán de vuelta a sus agujeros como han hecho siempre. Nunca se hubieran movilizado para el ataque de no haber sido por esa obscena vieja y su maldito hierro.
—Puede que no sea tan fácil como piensas eliminar a los Humanos hostiles, Hermano Creativo —le dijo Eadone a Velteyn—. Y me temo que Lord Gomnol plantea un punto importante acerca de la posición aislada de Finiah. En los años primitivos, cuando éramos pocos y los Firvulag eran pocos también, tu pequeña ciudad amurallada sobre el promontorio representaba una ventaja estratégica. Pero hoy en día se halla atrapada en una red de fuerzas hostiles. Ahora que los Humanos son conscientes del poder del hierro, harán un terrible uso de él. Incluso un puñado de Inferiores será capaz de asaltar caravanas y columnas de tropas, atacar nuestras plantaciones, quizá incluso establecer un bloqueo en el río que pueda reducir a tus ciudadanos a la inanición. No hay ninguna forma en que puedas ser aprovisionado por tierra. El macizo de la Selva Negra a tus espaldas es una barrera demasiado formidable. Como tampoco pueden recibir tus ejércitos refuerzos por tierra. Los soldados tendrían que cruzar el Rhin para llegar hasta ti desde nuestras fortalezas septentrionales… desde Goriah, Burask o Roniah. Incluso reconstruir tu ciudad será una tarea muy difícil debido a la longitud de las líneas de aprovisionamiento.
El llameante rostro de Velteyn se volvió casi púrpura.
—¡Pero debemos reedificarla! La destrucción no ha sido total. ¡En absoluto! Casi todos nuestros ciudadanos Tanu no combatientes han sobrevivido. Seiscientos ochenta y nueve se elevaron por los aires hacia la seguridad sostenidos por mí, por Lady Dectar, y por nuestro hermano Humano con torque de oro Sullivan-Tonn.
—Pero perdiste la mayor parte de los caballeros —dijo el Rey—. Y más de cuatro mil Humanos, platas, grises y cuellos desnudos… ¡y hasta el último rama! Toda la maldita población trabajadora resultó o bien muerta, o hecha prisionera por esa vieja bruja que Tana maldiga, o huida a las espesuras, donde los Aulladores y los animales salvajes terminarán con ella.
—¡Las plantaciones siguen siendo seguras! Y las avanzadas militares. ¡Podemos reconstruir, Asombroso Padre! Podemos hacer que Finiah sea inexpugnable. Llevaremos más adeptos PC y coercedores para reforzar nuestra capacidad mental.
Por primera vez, Nodonn el Maestro de Batalla habló:
—Tendremos que reabrir la mina. Eso es evidente, a menos que descubramos una nueva fuente del vital bario. Pero no hay ni que pensar en devolver a Finiah a su antigua gloria. Sus días como una graciosa y venerable sede de la cultura han pasado. En el futuro, debe presentar un austero pero seguro rostro a nuestro Enemigo. La reconstruiremos como un asentamiento minero fortificado… pero eso es todo.
Todo el cuerpo de Velteyn reaccionó ante aquello como si hubiera sufrido un ataque físico. Su mente gritó.
Oh Hermanomío cómo puedes decireso cómo puedes herirmedegradarme ante migente yo un campeóndebatalla caído sinvenganza abandonado a la burla Humana/Firvulag + lástimadesprecio Tanu…
Nodonn se alejó. Caminó hacia la vacía plataforma de granito del portal del tiempo y se detuvo en medio de ella, sus ropas con el matiz de la aurora resplandeciendo al sol naciente. Su inmensa voz resonó en sus mentes y oídos.
—¡Cúlpale a esto! ¡De aquí proviene tu dolor, Hermano! ¡De esta fuente de podredumbre y mortal peligro que nos ha seducido apartándonos de nuestros caminos! Maldita sea la mujer que primero abrió la puerta del tiempo a la invasora Humanidad. Todos nosotros lloraremos por un mundo perdido para siempre a menos que tengamos el valor de encerrar fuera a los Humanos antes de que sea demasiado tarde. ¡Si proseguimos nuestra fatal dependencia de ellos, la muerte de Finiah no será nada en comparación con la muerte de la Tierra Multicolor!
—Casi puedo creerlo ahora —dijo Eadone—. Y sin embargo…
—¡Estás equivocado, Nodonn! —dijo Thagdal—. Has intentado vender esta profecía de fatalidad desde que empezaron a llegar. ¡Pero míranos! Somos más fuertes ahora de lo que nunca habíamos sido antes. Lo de Finiah es una verdadera lástima. La ciudad era un santuario de nuestra herencia pionera. Pero enfrentémonos a ello… es un malditamente engorroso lugar para ir o de dónde venir, pese a todo su pintoresquismo y encanto y hermosas luces y lo demás. ¡Te diré esto, Velteyn, hijo! Te construiremos una nueva ciudad en algún lugar mejor. ¿Qué tal te suena eso?
Gomnol se unió al Rey en su persuasión.
—Quizá en la orilla del Lac de Bresse. Podemos abrir una nueva carretera desde allí hasta Goriah e iniciar la explotación de una nueva región entera. Tan pronto como hayamos dejado atrás el Combate, podemos iniciar la planificación. Todas las demás ciudades contribuirán a su construcción, y puedes disponer de cada uno de los viajeros temporales que lleguen durante los próximos dos años como población de base. Te construiremos una nueva Finiah mejor aún que la vieja. Calles limpias y desagües, un adecuado sistema de suministro de agua y de accesos, una planificación urbana bien estudiada y unas defensas eficaces. ¿Qué dices a eso?
Nodonn dijo: ¿Humanos/adecuados?
Gomnol dijo: ¿Casas mejores que argamasaycañas?
Eadone dijo: tranquilízate Doliente Hermano. Te recuperarás no te preocupes. Ahora ve con tu LadyEsposa + tristes amigos y llévales esperanza.
—Sí. —Velteyn alzó la cabeza, y la luminosidad psíquica se desvaneció. Habló en voz alta—: Es un buen plan, Asombroso Padre, y me siento humildemente agradecido ante tu generosidad. —Y a Nodonn—: Si piensas que me falta valor, Hermano Maestro de Batalla, te probaré lo contrario en el Gran Combate. Confieso que la alegría de la batalla huyó de mí ante este desastre… pero cuando llegue el momento de los juegos seré un guerrero recuperado. Los Firvulag pagarán mil veces su sacrílega alianza con los Inferiores. En cuanto a los saqueadores humanos… hierro o no hierro, les veremos gritar en la Gran Retorta mientras ofrecen sus vidas a la Diosa en el glorioso fin del Combate.
—Bien dicho —observó el Rey Soberano—. Y ahora que el futuro está asegurado, creo que lo mejor que podemos hacer es ir al Castillo del Portal a desayunar.