Nodonn envió el rayo contra las oscuras aguas del golfo de Aquitania, donde las olas reflejaban la luna y un insospechado monstruo perseguía a una bandada de atunes no mucho más abajo de la superficie.
Cuando el rayo golpeó, el mar hirvió y arrojó nubes de humo. Quince de los grandes peces surgieron barriga al aire a la superficie, electrocutados instantáneamente. El plesiosaurio, sin embargo, quedó solamente aturdido. Surgió por entre el remolino, alzó su barbada cabeza, y aulló.
—¡Oh, lo cogiste! —gritó Rosmar—. ¡Y uno grande!
—¡La presa! ¡La presa! —Todos los demás Cazadores estallaron en una oleada de radiación, caballeros y monturas a la vez, ahora que ya no había necesidad de seguir ocultándose. Una rueda con el esplendor de un arcoíris giró en el aire encima de la bestia que nadaba débilmente, casi cincuenta hombres y mujeres gloriosamente acorazados de la corte del Maestro de Batalla Tanu. Y a un lado, apartados como cometas rosa-dorados, estaban el propio Nodonn y su nueva esposa.
La Caza entrechocó escudos, hizo sonar cuernos de cristal.
—¡La presa! ¡La presa!
—Para Vrenol —decidió Nodonn, con voz de trueno.
Uno de los jinetes se lanzó en picado, dejando tras él un rastro de destellos, y cayó sobre el bruto que se agitaba en medio de las mortales olas. El cuello de serpiente del plesiosaurio se agitó como un látigo, y el caballero tiró hacia arriba de su chaliko justo a tiempo para escapar de los afilados dientes. El caballero atacó de nuevo con su reluciente espada, y una bola de fuego purpúreo brotó de su punta para golpear al monstruo marino entre los ojos. El animal gritó.
La Caza que trazaba círculos sobre la escena vitoreó.
—¡Ve a por él, Vrenol! —animaron algunas mujeres.
El Cazador agitó su espada en cortés reconocimiento… lo cual fue un error. Con tu atacante distraído, el plesiosaurio agitó el agua con un empuje simultáneo de sus cuatro patas palmeadas, dejando al desconcertado caballero Tanu colgado solo en el aire encima de un surtidor de fétidas burbujas.
—Oh, qué mala suerte —murmuró una voz anónima. Una de las mujeres con armadura lanzó una burlona triple nota con su trompeta de cristal que reproducía una cabeza de animal.
Ahora Vrenol se enfrentaba a la temible solución de perseguir al animal dentro del agua —ese elemento tan aborrecido por su raza— si no quería que aquel primer intento de matar terminara en humillación ante la huida de la presa.
—Oh, ese joven tonto papanatas —dijo Rosmar—. ¡Trae de vuelta al leviatán a la superficie, mi Lord!
El resplandeciente rostro del Maestro de Batalla sonrió a su nueva esposa.
—Si tú lo pides, vena de mi corazón. Pero Vrenol se merece la zambullida por su estupidez. —Nodonn se inclinó hacia adelante para localizar la posición del monstruo—. Oh, pretendes huir, ¿eh? —Una descarga azul de energía hendió las aguas del golfo, haciendo que los chalikos de la girante Caza retrocedieran y chillaran. El plesiosaurio surgió una vez más a la superficie, y esta vez Vrenol se lanzó contra él con su lanza.
—¡Le ha dado! —exclamó Rosmar—. ¡Justo en la base del cuello! ¡Bajemos para la muerte!
El Lord y la Lady de Goriah descendieron en espiral hacia el agua, y la rueda de luz se abrió respetuosamente en dos a su paso. Ahora los Cazadores tomaron posiciones individualmente para el final. El plesiosaurio, paralizado por la herida, era aún capaz de abrir y cerrar lentamente sus enormes mandíbulas. Su masa de siete metros de largo se agitaba en medio de una creciente mancha de sangre, lamida por pequeñas olas y brillando a la luz de la luna y de la radiación de los matadores que flotaban allá arriba.
Vrenol sujetó su espada con ambas manos. La hoja destelló. La Caza gritó:
—¡Un trofeo! ¡Un trofeo!
Una de las damas descendió, sujetando firmemente su lanza, y con una fácil destreza ensartó la decapitada cabeza cuando aún flotaba en el aire y la alzó triunfante. Presentó el trofeo a Vrenol. Su resplandeciente forma cambió de arcoíris a rojo neón, y partió como un ardiente bólido a trazar símbolos de triunfo entre las estrellas.
—Bien, es joven —observó tolerante Nodonn—. Podemos permitirle ciertos excesos. —Pero en modo de mando advirtió por habla mental a los demás: ¡No creáis el resto de vosotros que voy a permitiros tales chapucerías! Esos animales se están haciendo escasos con el exceso de caza, y no podemos permitirnos malgastarlos así.
La resplandeciente troupe respondió: ¡Hemos oído al Lord y Maestro de Batalla!
En voz alta, Nodonn dijo:
—Entonces volvamos a Armórica y al Pantano Corrompido. Necesitamos cabezas del Enemigo Firvulag en nuestras lanzas esta noche, porque se están volviendo cada vez más osados. Y debemos encontrar, si podemos, uno de los grandes reptiles acorazados. Es necesitado urgentemente en la arena de la capital.
—¡Adelante con la Caza! —exclamaron los centelleantes jinetes. Formaron de nuevo una orgullosa procesión, con la figura escarlata de Vrenol a la cabeza, y trazaron un arco en el cielo en su camino hacia la tierra firme de Bretaña.
Nodonn y Rosmar les siguieron más lentamente. Él le dijo a ella:
—Acaba de llegarme un mensaje telepático de mi Lady Madre. Tú y yo tenemos que ir a Muriah… y el reptil con nosotros. Tomaremos solamente una pequeña escolta para cuidar del animal.
—Pareces preocupado —dijo ella.
—No es nada que no podamos solucionar. —Pero sus pensamientos profundos al respecto fueron fuertemente protegidos con una pantalla.
Rosmar se quitó el resplandeciente casco de cristal de su cabeza y lo colgó del pomo de su silla.
—Esto está mejor. ¡El viento en mi pelo! Cómo me gusta cabalgar a tu lado, mi amante demonio. ¿Aprenderé alguna vez a volar sin tu ayuda?
—A su debido tiempo puedes aprender. Es un truco bastante sencillo. Te admiramos más por tus otros poderes. —Y le dirigió una suave sonrisa.
—Mis poderes están a tu servicio —dijo ella—. Pero cuéntame qué está ocurriendo en Muriah.
—Son asuntos que se refieren a nuestras esperanzas dinásticas. Debo acudir para ayudar a los otros miembros de la Casa de Nontusvel… porque nuestra gente Tanu solamente respeta el despliegue de poder.
—¿Se trata de los Firvulag?
—Hay un tal Delbaeth —dijo Nodonn—, con quien deberé enfrentarme antes de que lo haga otro, avergonzando a nuestra Casa. Pero el auténtico peligro procede de unos Humanos recién llegados. ¡Maldita sea la puerta del tiempo! ¿Cuándo comprenderán los demás sus peligros?
Rosmar se echó a reír.
—¿Crees que nosotros los Humanos deberíamos ser encerrados fuera del Exilio? ¿Crees que los Tanu podríais sobrevivir sin nosotros?
Él tiró de las riendas de su montura y detuvo la de ella, de modo que los dos quedaron flotando por un momento en un aire aparentemente inmóvil. El sonido de la resaca contra las rocas de la costa allá abajo les alcanzó como un lejano retumbar.
—Algunos Humanos pertenecen a la Tierra Multicolor. Gente como tú, Rosmar, mi amor de ojos vedes y ojos grises, que nunca encajó realmente en el mundo de la Vieja Tierra. Pero no todos los miembros de tu raza que cruzan el portal están dispuestos a aceptar a los Tanu como sus amos. Hay aquellos que quieren arrebatarnos nuestras tierras… o si no lo consiguen, destruirnos.
—¡Entonces luchemos juntos contra ellos! —dijo ella, con una loca excitación—. El vuestro es el único mundo que quiero conocer. —Su alma se abrió al resplandeciente Apolo, mostrando que lo que acababa de decir era cierto. Sus dos mentes se abrazaron en una ardiente ascensión.
—Mi amante demonio —rió ella.
Y él dijo:
—Mi Mercy-Rosmar.