7

—¡Lo has arreglado! Eres muy gentil, mi Brillante Muchacho.

Mayvar la bruja observó satisfecha cómo las pequeñas figurillas del reloj salían deslizándose sobre sus carriles y trazaban círculos la una en torno a la otra. El dragón turquesa y azabache agitaba sus doradas alas y atacaba, haciendo chasquear sus enjoyadas mandíbulas. El caballero de armadura opalina mantenía a raya al pequeño monstruo, luego alzaba su resplandeciente espada y golpeaba; una… dos… tres veces. El reloj daba la hora. El dragón expiraba, partido en tres, mostrando sus entrañas color rubí. Todo el escenario de la parte frontal del reloj giraba de nuevo, llevándose de vuelta la escena tras las doradas puertas.

Aiken Drum volvió a guardarse las herramientas en sus bolsillos.

—No fue demasiado difícil de arreglar. Suciedad en el arrastre, un diente roto en una de las pequeñas ruedecillas. Tendrías que hacer que un soplador de vidrio te fabricara una campana protectora para cubrirlo, encanto. Mantenimiento preventivo.

—Lo haré —prometió la vieja. Alzó el elaborado juguete de la mesa donde Aiken había estado trabajando para depositarlo en un estante seguro, más arriba. Luego se volvió hacia él y le tendió las dos manos, sonriente.

—¿Otra vez? —protestó él—. Eres un pellejo insaciable, ¿eh?

—Todas las mujeres Tanu lo somos —gorjeó ella, tirando de él hacia el dormitorio—. Pero hay pocos que puedan ascender hasta Mayvar y vivir, mi Brillante Muchacho, como deberías saber ya. Así que cuando encuentro a alguien como tú debo probarlo y sondearlo. Y si resiste… ¡ah, entonces!

La habitación estaba muy oscura y fría y la horrible vieja era solamente una sombra aguardando. Libre del traje dorado, flotando en el aire, avanzó hacia ella y fue devorado. Pero no había miedo en él ni repulsión… no después de la primera vez que ella le había mostrado lo que había debajo del repelente cascarón.

¡Oh sorprendente bruja con tu oculto caldero de casi mortal éxtasis! Tomarías toda la medida de la fuerza de la vida si yo te dejara… ¡sórbeme después de que haya alimentado los viejos fuegos de tus nervios y los haya devuelto a la juventud! Pero no voy a morir, bruja, no voy a arder. Estoy por encima de ti, vieja Mayvar, y más allá de ti, arrastrándote conmigo mientras tú gritas. ¡Sígueme y no desfallezcas, Mayvar! ¡Grita hasta morir, Mayvar! Luego estalla y derrúmbate cuando tengas suficiente del Brillante Muchacho que se enfrenta una vez más a tu prueba y se ríe…

El grotesto joven se puso sus botas doradas y dedicó a la horrible mujer un toque de afecto.

—¿Sabes?, tú también eres bastante buena, bruja.

—En una ocasión el Thagdal dijo lo mismo. —La vieja lanzó un largo suspiro—. Y mi querido Lugonn, en quien había depositado tantas esperanzas antes de que muriera. —Le mostró la forma en que había ocurrido, allá en la Tumba de la Nave, cuando habían llegado por primera vez a la Tierra Multicolor.

—Qué extraña raza sois —dijo Aiken—. En absoluto civilizada. A estas alturas estaríais en un buen lío si los Humanos no hubieran llegado a través de la puerta del tiempo y hubieran organizado las cosas para vosotros. ¡Deberíais estarnos agradecidos en vez de resentidos!

Yo no estoy resentida contigo —dijo Mayvar complaciente—. Acércate, muchacho. —Lo extrajo de debajo de la almohada y se lo tendió.

—¿Lo necesito? —le preguntó él, la boca curvada en el antiguo gesto perverso—. ¿Aún quieres más de mí, glotona Mayvar?

Pero esta vez ella estaba seria.

—Tienes aún mucho que andar y mucho que crecer antes de que te halles a la altura de los más grandes de la Casa, Aiken Drum. Hay muchos que pueden matarte… no cometas ningún error. Si eres juicioso, adoptarás la prudencia y seguirás mi consejo. Tómalo.

Aiken Drum tomó el retorcido anillo de oro, lo colocó en torno a su cuello, y cerró los dos extremos con un chasquido. Los engarfiados dedos de Mayvar soltaron el viejo torque de plata y lo dejaron caer al lado de la cama.

—Haré lo que tú digas, querida bruja. Y saborearé enteramente la diversión a cada paso del camino.

Ella se alzó de la cama, y él la ayudó a ponerse de nuevo la ropa púrpura. Luego salieron al salón, donde él peinó el blanco pelo de la mujer y pidió algo de comer, cosa que ambos necesitaban.

—Te he probado satisfactoriamente —dijo al fin Mayvar—, pero ellos también deberán probarte. Tienen que aceptarte libremente. Ésta es nuestra costumbre.

Una tintineante fanfarria llegó desde el reloj dorado en la estantería. Una vez más el dragón atacó y el caballero se lanzó contra él; y esta vez la enjoyada presa fue seccionada en cuatro partes para marcar las horas.

—Deseas que vaya y haga lo mismo —observó Aiken—. Que les muestre a todos esos tipos qué gran guerrero bárbaro soy alardeando de mis habilidades matamonstruos.

—Sería una prueba significativa si acabaras con Delbaeth. —La mujer empezó a mecerse hacia adelante y hacia atrás, cloqueando, las manos palmeando las huesudas rodillas a través de la tela de su túnica—. Oh… ¡llamaste su atención con ese ofrecimiento, muchacho! La propia Tana debió poner la idea en tu mente.

La respuesta de Aiken fue lacónica:

—Tu Rey Soberano radiaba tan intensamente su ansiedad acerca del espectro que era imposible resistirse.

—¡Ah! ¡Pero entiéndelo, se ha hablado de que el propio Thagdal era quien debería enfrentarse a Delbaeth! Y puesto que realmente está demasiado viejo, ha tenido que pedirle a Nodonn que lo hiciera. Y eso lo ha obligado con la Casa, y… oh, muy pronto sabrás lo suficiente de política. Pero en cuanto a Delbaeth… ese Firvulag es uno de los más poderosos. Es un gigante, no uno de los pequeños. Ha estado merodeando por ahí quemando plantaciones en las afueras de Afaliah, en lo que vosotros llamáis la España continental, desde hace casi un año. Muchas de las provisiones de la capital proceden de la región de Afaliah, y también contamos con esas granjas para las provisiones extra necesarias durante el Gran Combate. En la actualidad, el Lord de Afaliah es Celadeyr. Es un buen Creador-Coercedor… pero no tiene punto de comparación con Delbaeth. Ninguno de nosotros lo tiene… si comparas poder con poder. El viejo Celo ha intentado Cazar a la Forma de Fuego, pero cada vez ha sido derrotado cuando el Firvulag ha huido y se ha escondido en las cuevas del istmo de Gibraltar. Las cosas se están poniendo serias, con el Gran Combate cerca, y Celo ha pedido la ayuda del Rey Soberano. El Thagdal está obligado a responder.

Aiken asintió.

—Entiendo. Pero el Rey se está dando cuenta de que sus dientes ya son demasiado flojos para este tipo de aventuras. Fornicar con doncellas es más su estilo por estos días.

—Puede designar a un campeón adecuado como agente suyo para que luche con Delbaeth. ¡Pero tú lo obligaste a enviarte a ti! ¿Te das cuenta de lo irritante que es todo el asunto? Un extranjero… ¡un Humano!… ejecutando un trabajo en el que han sido derrotados los Tanu más valientes. ¡Y por accidente también, has puesto en entredicho a Nodonn, que estaba dispuesto a presentarse voluntario antes de que el Rey se lo pidiera! Si tienes éxito en matar a Delbaeth, aún llevando el oro, le estarás diciendo al mundo que crees que eres tan bueno como cualquiera de ellos.

—¿Del mismo modo que lo hizo Gomnol?

La mujer entrecerró sus ojos llenos de bolsas, proyectando simultáneamente una visión del antiguo triunfo del Lord Coercedor Humano para que Aiken la estudiara. Ofreció la imagen de la Llanura de Plata Blanca, donde había ocurrido todo.

—Gomnol hubiera aspirado más alto —dijo suavemente—, pero yo lo rechacé, aunque hubiera podido saciarme. ¡Estéril! O más correctamente, tan acribillado por genes letales que ni siquiera la ciencia de tu Medio Galáctico había podido corregir su plasma defectuoso. La Hacedora de Reyes rechaza tales desechos… Creo que no hace falta decir que he determinado ya que tú no tienes esta deficiencia.

Con las manos en las caderas, Aiken echó hacia atrás su cabeza y soltó una risotada.

—¡Qué bruja de sangre fría eres! Y yo que pensé que todo era pura pasión.

El destino gobierna la pasión en nosotros dos brillante-Muchacho.

—¡Vieja arpía! —exclamó Aiken—. ¡Viejo saco de huesos entrometido! ¡Rompepelotas hambrienta de poder! Arrastra tu correoso culo a la Casa de Redacción y deslízate dentro de la Piel y pide que te vuelvan joven de nuevo. ¡Hazlo y volveremos a joder juntos, amor!

Cogiendo una de sus manos, hizo dar una vuelta completa a su alta figura… y se detuvo en seco ante la expresión del rostro de la mujer y la visión que la acompañaba.

—He tenido suerte, Aiken. La mayoría de los míos sólo son capaces de elegir una vez. Pero yo elegí al Thagdal, y elegí también a su sucesor… aunque Tana se llevó al querido Lugonn antes de que mi elección pudiera hacerse manifiesta. Después de que él hubo desaparecido, aguardé este millar de años, sopesando a los candidatos tal y como es mi deber hacer. Pero todos ellos se quedaban cortos de una u otra forma. Y así tuve que confiar en el mejor de los rechazados, Nodonn el Maestro de Batalla de la Casa. Su mente es extraordinaria y su herencia es aceptable… ¡pero ah, qué pequeña prende su llama, para todo su celoso orgullo! ¡Qué pobre cepa para aspirar a engendrar una raza de héroes! Pero era el mejor que teníamos hasta…

—Bruja tonta.

Los engarfiados dedos tiraron del torque de oro de él, enviando una dulce fiebre a través de todo su cuerpo.

—¡Afortunada Mayvar! —croó la mujer—. Ver llegar al tercero, después de todo. Ah, pero he alcanzado mi límite contigo, chico listo. He vivido tres mil trescientos cincuenta y dos de tus años y efectuado la prueba del amor para los Tanu. Tú serás mi muerte, Aiken Drum. Pero no, por favor Tana, no hasta que te vea instalado y a salvo.

—Lo primero es lo primero —dijo él, desprendiéndose con una cierta reluctancia de su caricia mental—. Este Delbaeth. ¿Te das cuenta de que no tengo la menor idea de cómo matarlo? Es muy fácil hablar, pero cuando sea el momento de enfrentarse a la realidad, ese fantasma puede convertirme en pedacitos dorados. ¿No sería ese un precioso fin a todos nuestros planes?

Mayvar rió alegremente entre dientes.

—¿Acaso voy a enviar a mi propio Iniciado sin prepararlo antes? Serás enseñado a utilizar adecuadamente tus poderes antes de partir en busca de Delbaeth. Dos semanas bajo mi tutelaje… y del poderoso Bley, y de Albernonn el Devorador de Mentes, y la señora de la ilusión. Katlinel la Ojos Oscuros… y serás un hueso duro de roer para ese Firvulag. Y para asegurarnos, te daré también algo más. Lo que tú llamarías un as en la manga.

—¡Bruja! —se rió Aiken—. ¿De qué se trata?

—¡Nunca lo adivinarás! Ningún auténtico Tanu se atrevería a usarlo debido al peligro mortal para sí mismo. Pero es inofensivo para ti, mi listo muchacho, y se hará cargo de Delbaeth si consigues acorralarlo. Debes mantenerlo en secreto ante los demás si aprecias tu vida… pero siendo tan listo como sé que eres, eso no será ningún problema.

—¿De qué se trata, por el amor de Dios? —La sujetó por sus huesudos hombros y la sacudió mientras ella seguía atosigándole, manteniendo suspendida una diminuta imagen un poco más allá de los límites de su percepción.

Finalmente, adoptó un aire serio.

—Ven conmigo al sótano, y te lo mostraré.

Stein estaba de un humor intranquilo y peligroso, con los nudillos de sus grandes manos blancos mientras aferraba la barandilla y contemplaba a los aprendices de luchadores atacándose mutuamente en la arena. El nivel superior de su mente escuchaba obedientemente los comentarios del Lord de las Espadas, que señalaba la técnica —o la falta de ella— desplegada por los jóvenes torques grises. Bajo la apariencia, sin embargo, Stein bullía. Bluff Tagan, preocupado con su exposición de artes marciales, ni siquiera se daba cuenta de ello; pero la mujer Humana con torque de oro que había sido delegada por Mayvar para guiar a Stein en una vuelta por Muriah era muy consciente de la creciente impaciencia del gigante. Con el tacto de una telépata, se insinuó.

AmigoStein ¿estás cansado de ver la escueladelucha? Esperaba que fuese divertidodistraído.

Algo va mal con Sukeyesposa. ¡¿QuéQUE Lady Dedra? lo sabré!

—… y observa a ese joven buey con el faldellín color orín, Stein. Stock kurdo. Una espléndida musculatura y magnífico en unos juegos, pero no durará ni cinco minutos en una Baja Mêlée si no aprende a no telegrafiar sus respuestas. ¡No necesitas un torque para leer sus respuestas! Ahora, si deseas un auténtico estudio de finura, mantén los ojos fijos en esos dos tipos massai luchando con lanzas de vitredur. Es el tipo de actuación que hace cantar la sangre de un viejo luchador…

Calmacalma relájate Stein. Recuerda la directrizpromesa de la VenerableMayvar + la de AikenDrum: ningún daño a Sukey.

¡Desconfianza! FURIA. La he oído está llorando tiene miedo ¡Lady Detra ve a ella encuéntrala dime por qué llora!

Muybien miraré pero no te traiciones CoercedorTagan atento a tus descuidos.

En voz alta, Stein dijo:

—Esos tipos saben moverse, Lord Tagan. No soy un experto, pero parecen más bien impresionantes. Pero no veo cómo pueden tener alguna posibilidad en una confrontación contra uno de vuestros doblacerebros Tanu.

—La mayor parte de este lote luchará solamente en la Confrontación de Humanos… unos contra otros. Solamente los mejores acudirán a luchar lado a lado con los guerreros metapsíquicos en la Alta Mêlée contra los Firvulag. Los grises más valientes y de mente más fuerte han conseguido dar buenos resultados en la Alta. Es un asunto de resistir el miedo provocado por las ilusiones de los Pequeños Tipos y mantener tu mente fija en la lucha. Por supuesto, al final la mayor parte de los grises… —La visión parpadeó y desapareció casi tan pronto como se hubo formado en la proyección telepática de Tagan; pero había sido lo suficientemente clara para Stein.

El Lord de las Espadas miró de soslayo al vikingo. Tagan parecía más maltratado por el tiempo que la mayor parte de los otros Tanu, con un colgante bigote dorado y caídas cejas enmarcando unos hundidos ojos verdes.

—Hay excepciones al destino usual de los luchadores grises. Un gladiador realmente superlativo puede conseguir un respiro. Y no solamente hasta el Combate del próximo año. Permanente. Servir a mis órdenes aquí en la escuela.

—Ya sabes, Hermano Coercedor —dijo Dedra—, que el destino de Stein corresponde en último término a Lady Mayvar, que lo ha tomado junto con el Candidato Aiken Drum. —Maestro putativo de este quizávidabreve gris.

El Tanu de armadura azul dejó escapar una despectiva risa mental, echando a un lado tanto a Mayvar como a su advenedizo protegido.

—Te veremos en el Combate de una u otra forma, Stein. ¡Eres un natural, muchacho! Te vi en la cena. Solamente unas pocas semanas de trabajo aquí… —El coercedor desplegó su visión: ¡camaradería, adrenalina, desafío, liberación, cuajarones, sudor, fatiga!— ¿Qué hay acerca de todo esto, muchacho?

Stein abrió la boca para maldecir al Lord de las Espadas. Pero lo que dijo fue:

—Te agradezco, Lord Tagan, que pienses que puede servir de algo el que yo estudie bajo un gran campeón como tú. Después de que mi dueño y yo nos encarguemos del odiado Delbaeth, seremos libres para pensar en el inminente Combate. Mi dueño se pondrá en contacto contigo a su debido tiempo.

Yo no he hablado has hablado malditaDedra déjame déjame déjame…

—Ahora nos marcharemos, Hermano Coercedor —dijo Dedra, haciendo una inclinación de cabeza y enrollando su capa de gasa color lavanda en torno a su esbelto cuerpo. El sol se había ocultado tras el borde de la arena, lo cual podía explicar el porqué se había echado a temblar—. Puedes estar seguro de que Stein y su dueño, Aiken Drum, tomarán seriamente en consideración tu generosa oferta. —¡Para! ¡Deja de luchar conmigo maldita estúpida!

Tagan se golpeó su acorazado pecho con un guante color zafiro.

—Te saludo, Hermana Telépata, Exaltada Lady Mary-Dedra. Recuérdame a tu Presidente… Y tú, valiente Stein. Celebramos los Juegos de la Ciudad tres veces a la semana aquí y en la Llanura de los Deportes. ¡Únete a nosotros! Mañana nuestros mejores luchadores probarán al primero de los antropoides gigantes que hemos capturado recientemente en las colinas del norte de África. Promete ser muy excitante.

Stein se vio obligado a quitarse su cornudo casco y saludar con una inclinación de cabeza al Lord de las Espadas. Y luego tuvo que apresurarse detrás de la mujer del torque de oro a través de fríos y resonantes pasadizos que conducían por debajo de la arena al patio de carruajes donde aguardaba su calesa. Los corredores estaban oscuros y desiertos. Stein llamó a Dedra para que le aguardara, pero ella lanzó una mirada por encima de su hombro y en vez de ello apresuró el paso. Su mente, operando en modo coercitivo, reiteró:

Te someterás a mí te calmarás te someterás…

—Algo le ha ocurrido a Sukey, ¿verdad? —exclamó Stein en voz alta.

Te someterás a mí te calmarás…

—¡Tienes miedo de decírmelo! —Aceleró el paso él también—. ¡Ya no puedo oírla llamándome!

¡Tesometerás tesometerás TESOMETERÁS!

La presión de su rabia se acumuló en un gran flujo ígneo, minando sus restricciones, fundiéndolas.

—La han matado… ¿verdad? —rugió asesinamente. Dedra siguió alejándose de él, resbaló y estuvo a punto de caer en el húmedo suelo de piedra—. ¡Respóndeme, perra estúpida! ¡Respóndeme!

TE…

Stein lanzó un grito, mezcla de dolor y triunfo, cuando el último de sus grilletes mentales se disolvió. Un solo salto lo llevó junto a Dedra y aferró a la mujer Humana alzándola en el aire, haciéndola girar hasta que el agraciado rostro, contorsionado por el pánico, lo miró cara a cara, impotente. La empujó hacia atrás y la metió en un nicho oscuro, húmedo y lleno de olores, a un lado del corredor.

—¡Te romperé la espina dorsal si emites algún sonido! Y no llames tampoco en modo telepático porque te oiré, ¿comprendes? ¡Respóndeme, maldita sea!

Stein oh Stein no nos comprendes no deseamos hacerte ningún daño queremos ayudarte…

—Escúchame —susurró él, relajando ligeramente la tensión—. No hay nadie aquí abajo excepto tú y yo. Nadie que pueda venir a salvarte. Mayvar hubiera debido proporcionarme un vigilante más fuerte que tú, Dedra. Hubiera debido saber que tú nunca podrías contenerme.

—Pero Mayvar quería…

Le dio una sacudida brutal.

—¡Deja de intentar alcanzar mi mente, perra! —Ella gimió e inclinó la cabeza hacia un lado—. ¡Quiero saber qué le ha ocurrido a mi esposa! Tú lo sabes, y me lo dirás…

—Está viva, Stein. —Buen Dios estás aplastándome-rompiéndome el nervio espinal me duele ahhh…

Aflojó su presa, empujando el vacilante cuerpo contra la áspera pared de piedra. Ella se apoyó desmadejadamente allí, como una marioneta con los hilos cortados, su túnica lila arrugada sobre su hinchado vientre, su tocado lavanda y oro desmadejadamente torcido. Su explicación mental brotó precipitadamente.

Como todas las mujeresHumanas con torquedeplata tu Sukey ha sido llevada a Bybar para restauración de la fertilidad.

—¡Prometieron que no le harían ningún daño! Mayvar lo prometió… y ese maldito enano dorado. ¡Lo prometieron!

Lágrimas blancos brazos tendiéndose compasivamente…

—Nadie le ha hecho daño, Stein. ¿No puedes comprenderlo? Teníamos que tratar a Sukey como cualquier otra candidata. Si se hubiera hecho alguna excepción antes de que la posición de Aiken entre la compañía de batalla se hubiera afirmado… ¡No! ¡No vuelvas a hacerme daño! ¿No puedes ver que te estoy diciendo la verdad? Mayvar y Dionket tienen que moverse cautelosamente en este estadio, o todos sus planes no servirán de nada. ¡Hay mucho más en juego que tú y tu esposa!

Stein la soltó. Ella se derrumbó en el sucio suelo. Su mente estaba entumecida, un poco a la deriva. Los violetas ojos humanos le miraron por entre arroyos de lágrimas.

—Nunca pensamos en enviar a Sukey al Thagdal. Hay tiempo. Al menos un mes, hasta que su ciclo sea restablecido.

—¿Cuándo nacerá tu bastardo Tanu, perra? ¡Al infierno con Mayvar y Dionket y sus planes! ¡Al infierno con todos vosotros! Podía oír a Sukey llamándome, maldita sea, y ahora ya no puedo. Pruébame que está viva y no ha sufrido daño, o…

Llévalo hasta ella.

Stein se sobresaltó. Su mano cayó sobre la empuñadura de su espada y miró alocadamente a su alrededor. El corredor estaba vacío.

—¡Te lo advertí, Dedra! —Su rostro se nubló de nuevo con la furia.

Ella alzó un tembloroso dedo hacia su torque de oro.

—Es Mayvar. Ha visto y oído. Voy a llevarte a Sukey. ¿Creerás ahora que estamos de tu lado?

Él la hizo ponerse en pie. Su túnica estaba arrugada y sucia. Rápidamente, soltó el broche de su corta capa verde y la echó por encima de los hombros de la mujer.

—¿Puedes andar?

—Hasta el carruaje sí. Pero dame tu mano.

Afuera, el viejo de cuello desnudo que aguardaba con su calesa estaba dormitando mientras las cigarras afinaban sus voces para su canción del atardecer. Algunos ramas iban de un lado para otro con escaleras cortas y pequeñas varillas de combustión lenta, encendiendo las lámparas de la calle. El amplio paseo que bordeaba aquel lado del estadio mostraba tan sólo algunos carruajes yendo de un lado para otro y ningún peatón excepto los pequeños y ajetreados antropoides.

Respetuosamente, Stein ayudó a Lady Dedra a subir al coche antes de dar la vuelta hasta el otro lado y subir a su vez.

—¿Adónde, Lady? —gruñó el cochero, volviendo reluctante a la vida.

—A la Casa de Redacción. Y aprisa.

El cochero hizo restallar su látigo sobre el hellad, y éste emprendió un trote corto. El carruaje atravesó la parte central de la ciudad y sus suburbios occidentales antes de alcanzar la carretera que conducía hacia la parte alta. Muriah no tenía murallas. El aislamiento natural de la península de Aven era suficiente protección allí en el sur, donde los Tanu eran más poderosos. Dedra no habló, y Stein permaneció rígidamente sentado a su lado, sin mirarla. Finalmente, cuando estaban ya muy por encima de la ciudad, la mujer dijo:

—Hay una fuente ahí enfrente. ¿Me permites detenernos un poco para lavarme? Si entro en el recinto de los redactores con este aspecto, habrá un montón de preguntas.

Stein asintió, y ella dio instrucciones al cochero. Al cabo de unos minutos entraron en un camino profundamente sombreado. Alguna especie de pájaro estaba haciendo doink doink entre los riscos. Un manantial brotaba de entre la amarilla piedra caliza a un pequeño estanque de tres niveles, y al hellad se le permitió beber en el más bajo, tras lo cual Dedra hizo que el cochero condujera al animal donde pudiera pastar entre los densos arbustos. Se lavó la cara en el estanque intermedio y extrajo un espejo pequeño y un peine dorado que utilizó para arreglar su peinado. El tocado que lo cubría estaba muy aplastado de un lado. Tras un fútil intento de arreglarlo, se lo quitó y lo arrojó a un recipiente para las basuras.

—Algún recogedor de basura lo aprovechará. Creo que mi peinado puede pasar, pero tendremos que esperar que Tasha esté lo bastante achispada como para no reparar en mi túnica.

—¿Puedes impedir que lea nuestras mentes?

Dedra dejó escapar una irónica risita.

—¡Ah! Tú no conoces a nuestra querida Tasha-Bybar, la Anastasya Astaurova de antes, primera benefactora de los planes genéticos de los Tanu. Bien, tranquilízate. ¡No posee metafunciones en absoluto! Su torque de oro es honorífico… una muestra de la estima Tanu. Tasha es la ginecóloga Humana que primero mostró a los exóticos cómo invertir nuestra esterilización hará unos sesenta y tantos años. Ahora hay como una docena de hurgaentrañas haciendo el trabajo además de Tash, por supuesto, pero nadie es tan competente como ella. Se encarga personalmente de todos los platas. Literalmente mantiene toda su antigua habilidad.

Una imagen de la danza del vientre se proyectó ante el ojo mental de Stein.

—He visto algunas —murmuró él—. ¡Pero esos culebreos son completamente distintos!

Dedra sumergió una mano en el estanque superior de la fuente y bebió en el cuenco de la mano.

—Ahora está completamente loca. Debía estar ya rozando la locura cuando pasó por el albergue… ¡No me mires con esa expresión masculina pasada de moda! Creo que es una traidora a la raza humana, lo creo tanto como tú. Pero lo que está hecho está hecho. La mayoría de las mujeres sacamos el mejor partido que podemos de ello.

Stein agitó la cabeza.

—¿Pero cómo pudo?

—Hay una especie de loca lógica en ello… ¿Cómo crees que se experimenta una maternidad frustrada? Es terrible pensar que no se pueden tener niños, así que… ¿por qué no convertirse en una madre por delegación? Todas esas mujeres viajeras temporales perfectamente sanas podrían tener encantadores niños Tanu si solamente algún buen doctor reparara el daño ocasionado por esos ginec con los pequeños escalpelos láser allá en el albergue. La operación resulta difícil, porque la gente de Madame pareció anticipar alguna especie de superchería entre las filoprogenitivas. ¡Pero la querida Tasha persevera! Y finalmente lo consigue, y pasa sus habilidades a un selecto grupo de estudiantes Tanu. Y aquí estamos, listas para ser restauradas y fecundadas.

—Si es una doctora tan competente, ¿por qué no ha hecho que uno de sus pupilos más aventajados la restaurara a ella?

—¡Ah! Ésta es la peor tragedia de todas. Dentro de esa voluptuosa hembra con sus artificialmente desarrollados atributos femeninos y los implantes de estrógenos late el corazón de una auténtica XY.

Stein la miró con impaciencia.

—¿De qué demonios estás hablando?

Dedra bajó de la fuente y envió una imperiosa orden mental al carruaje.

—Una XY —repitió—. Tasha es una transexual. Oh, se puede implantar un auténtico óvulo fertilizado en su falso útero, y quizá atiborrarla de las hormonas adecuadas, si se pudiera disponer de ellas en este mundo primitivo… y quizá el embrión viviera algunas semanas antes de morir. Pero eso sería todo. La maternidad es una maravillosa y difícil simbiosis. Y por supuesto, nadie en nuestro Medio Galáctico ni en ningún otro lugar ha conseguido nunca hacer una auténtica madre de un macho.

Subió ligeramente a la calesa, sin ninguna ayuda.

—¿Bien? No te quedes ahí. Quieres ver a tu esposa, ¿o no?

Stein subió al carruaje, y siguieron su camino.

Cuando las luces rojas y blancas de los edificios de la Liga de Redactores estuvieron cerca, Dedra dijo:

—Vas a tener que ir con cuidado cuando estemos dentro. Tasha no puede leerte, pero eso estará lleno de otros que sí pueden. Las pantallas fuertes no son mi especialidad, aunque haré todo lo que pueda por ti. Pero si empiezas a trastear por ahí y te sales de mis defensas vamos a vernos los dos en problemas.

—Me relajaré —prometió Stein—. Sukey me enseñó algunas cosas cuando… en el viaje río abajo, cuando queríamos un poco de intimidad.

—Confía en mí —le suplicó la mujer. Observándole en la oscuridad, intentó descubrir algún asomo de empatía; pero todo lo que le importaba al hombre era la seguridad de su precioso amorcito.

—Lamento haberte hecho daño —concedió él. Pero aquello fue todo.

Ella miró directamente al frente, a la desgarbada figura del viejo cochero.

—Olvídalo. Fue culpa mía por meterme en medio del camino de la tormenta. Afortunada Sukey…

El carruaje cruzó la entrada. Una vez más, Stein representó el papel de solícito escudero con torque gris y Dedra el de Exaltada Lady. Había dos centinelas con semiarmaduras granates de guardia junto al pórtico. Un irritable plata acudió para escoltarles hasta los dominios de Tasha-Bybar.

—Esto es de lo más inhabitual —se quejó—. La rutina ha sido totalmente trastocada, Lady Telépata. Ya sabes, ha sido necesario que el propio Lord Sanador emplee sus buenos oficios…

—Nos sentimos muy agradecidos a Lord Dionket, Respetable Gordon. Es un asunto muy importante para la Venerable Mayvar la Hacedora de Reyes.

—Oh, está bien, de acuerdo entonces. Entraremos por aquí y subiremos. Gwen-Minivel debe estar groggy todavía, ya sabes. A Lady Tasha le gusta que descansen bien después.

—Apostaría a que sí —gruñó Stein. Se tambaleó ligeramente cuando Dedra le administró un correctivo psíquico.

—No estaremos mucho rato, Respetable Gordon. ¡Qué paz hay en vuestros recintos por la noche! En la Casa de los Telépatas tenemos la impresión de no descansar nunca. Siempre de un lado para otro, siempre de un lado para otro. En cualquier momento hay alguien que tiene un importante mensaje o una búsqueda de datos o una vigilancia o un perro perdido o algo aún más vital. Debo admitirlo, prefiero vuestra atmósfera tranquila.

—Indispensable en una casa de curación —dijo Gordon. Habían llegado a un rellano justo debajo del último piso de la torre—. Las habitaciones de recuperación se hallan dispuestas en torno al perímetro. La Candidata Gwen-Minivel está descansando en la tres.

—Por favor, no te molestes en esperar. —Dedra fue firme—. Encontraremos nuestro camino de salida, y sólo vamos a estar unos pocos minutos.

Gordon recibió dubitativo la sugerencia, pero tras discutir unos breves minutos con la telépata, inclinó la cabeza y se retiró, dejándolos a los dos de pie delante de la puerta señalada con un tres. Lentamente, Dedra la abrió.

Stein la empujó y entró delante de ella en la oscuridad.

—¿Sue? ¿Estás aquí?

Alguien se agitó en una silla cerca de la abierta ventana y se envaró, una forma oscura contra las luces de Muriah ahí afuera.

—¿Steinie…?

El hombre se arrodilló al lado de ella y tomó el rostro de la mujer entre sus manos.

—¿Te han hecho algún daño? ¿Te lo han hecho?

—Tranquilo, amor. No. —Tranquilo tranquilo querido oh ¿cómo lo supiste? ¿Cómo pudiste oírme?

Con voz apagada, Stein dijo:

—Te oí, y vine.

Rompiste el control Dedra/Mayvar oh Steinamor cómo pudiste romperlo y liberarte oh querido tan impulsivolocoamor.

No me atarán no me separarán de ti nunca nunca hasta la muerte.

—Stein —susurró ella, y se echó a llorar.

Desde una esquina de la oscura habitación, la más alejada de la puerta, llegó un pequeño ruido. El tintineo de una campanilla.

—Así que también te gusta espiar, ¿eh? —La voz de Stein era muy suave. Lentamente, se puso en pie y permaneció inmóvil.

—¡Tan alto! ¡Tan fuerte! —Las campanillas se estremecieron, ascendiendo y descendiendo la escala. Una de ellas, con una nota baja, inició un lánguido ritmo. La bailarina apareció, fluida como una sombra, y empezó a ondular ante él—. ¿Así que la deseas? Qué encantador. —Era como una canción cantada por la bailarina, acompañada por el repentinamente discordante tintineo—. ¡Quieres tomarla, tomarla, tomarla!

La ardiente ira estaba naciendo de nuevo en Stein, una erupción de primitiva psicoenergía aullando rabiosamente contra la burla y contra la música. Sukey dejó escapar un suave grito y tendió una mano para detener el peligro; y Dedra, con la espalda apoyada contra la cerrada puerta, lanzó también su mente hacia él, aunque su freno era aún más débil que el de Sukey ante aquella ascendente marea masculina.

—¡No, Stein! —gritó Sukey—. ¡Oh, no lo hagas!

—Deseas tomarla —reía la campanilleante bailarina, agitándose y avanzando—. ¿Pero por qué por qué por qué? ¿Tomarla a ella ella ella?

El campanilleo y las risas se mezclaron con parpadeantes luces… los resplandecientes asomos de metal que ondulaban sobre piel blanca, el pulso acelerado por el peligro que lo hacía todo más dulce… y luego la música y el baile finalizaron en un estremecimiento, y ella se abrió a él mientras Dedra gemía y Sukey hacía un último y fútil intento por impedir lo que sabía que iba a ocurrir.

—Tómame —invitó Tasha-Bybar.

Y la espada de bronce lo hizo.

Hubo un gran silencio. Completamente tranquilo ahora, Stein limpió la hoja de su arma en los cortinajes, la envainó, y alzó a Sukey entre sus brazos. Pasó por encima de la cosa caída en el suelo.

—Salgamos de aquí —le dijo a Dedra.

—¡No puedes! —gimió la telépata. ¡Mayvar! ¡Mayvar!

La puerta al corredor se abrió, dejando entrar una amplia franja de luz. Un hombre inmensamente alto permanecía de pie allí, flanqueado por dos servidores con librea escarlata y blanca.

—Advertí a Dionket que esto era un error —dijo Creyn con tono cansado. Entró en la habitación, hizo un gesto, y tiró de los festones de las pequeñas lámparas de luz fría, encendiéndolas. Una sombría sonrisa flotó sobre sus labios cuando miró más allá de Stein y Sukey, al cuerpo caído en el suelo. La vulgaridad de su comentario mental hizo jadear a Sukey y lanzar una sorprendida risotada que casi parecía un ladrido a Stein.

—Estás de nuestro lado —se maravilló el vikingo.

—Deja a Sukey en el suelo, maldito asno —dijo Creyn—. Gracias a ti, tu esposa va a tener que permanecer escondida hasta el Gran Combate… y tendremos que movernos más rápidos aún de lo que habíamos planeado originalmente.