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Una chillona multitud remolineaba por la antesala del salón de recepciones anticipando la llegada de los que un cortesano había llamado los Más Exaltados Personajes. Tanto Humanos como Tanu llevaban vaporosas ropas de distintos estilos. La mayor parte de las mujeres lucían peinados fantásticamente elaborados y enjoyados. La música llenaba el aire, interpretada por una orquesta invisible compuesta por flautas, arpas y órganos de campanas.

Bryan y Elizabeth y Stein y Sukey y Raimo se habían visto de nuevo tras un intervalo de tres horas, tras ser conducidos a un recinto acordonado separado del resto de los comensales invitados. Los viajeros temporales se miraron los unos a los otros y luego estallaron en risas, tan pasmosa había sido su transformación.

—¡Pero me han quitado mis otras ropas! —protestó Raimo, con el rostro encendido—. ¡Y me dijeron que esta sería el tipo de cosa que llevarían los otros!

Stein se ahogó en risas.

—¡Y luego dicen de las damas…! Te pareces a una bailarina de ballet. ¡O al Capitán Marvel!

—Steinie, cállate —dijo Sukey—. Creo que Raimo tiene un aspecto estupendo.

Radiante, el antiguo leñador intentó tirar de su corta capa dorada en torno a su torso. Llevaba un traje escarlata estilo leotardo con círculos dorados parecidos a ciruelas, que daba la impresión de haber sido moldeado directamente sobre su musculoso cuerpo. Unas botas doradas y un cinturón haciendo juego completaban el conjunto.

Lo han empaquetado para exhibirlo, se dio cuenta Elizabeth. Con su deficiente habilidad psicocinética y su bajo nivel de inteligencia, ha sido destinado a ser un juguete.

Raimo le frunció el ceño a Stein.

—Al menos a ti te libraron de ese asqueroso faldellín de pelo.

El vikingo se limitó a sonreír. Lucía magnífico y lo sabía, tras ser ataviado por los servidores de palacio con una túnica corta de color verde oscuro y corte muy sencillo, junto con su propio collar y cinturón de piel tachonados de oro y ámbar. A esto le habían añadido un tahalí adornado de forma similar que sostenía una espada de bronce para dos manos en una vaina enjoyada. De los macizos hombros de Stein colgaba una capa de brocado color vino sujeta con un broche de jade. Llevaba su casco Viksø con sus retorcidos cuernos.

Sukey se sujetaba al brazo de aquella encarnación de una divinidad escandinava. Su túnica era de gasa de seda blanca cuyo borde se arrastraba por el suelo y con mangas ajustadas. La simplicidad del vestido quedaba compensada por un elaborado peinado que recordaba un halo de plata, ornamentado con resplandecientes gemas rojas. El color rubí de las piedras se repetía en su estrecho cinturón colgante y en los anchos brazaletes en sus muñecas.

—Creo que me han vestido con los colores heráldicos del clan en el que voy a ser iniciada —dijo Sukey—. Al parecer los redactores llevan rojo con blanco o plata. Me pregunto por qué a ti no te han engalanado en rojo y blanco, Elizabeth.

—Creo que tengo muy buen aspecto en negro —dijo la telépata—. Quizá tenga algún significado especial. Pasaron mucho tiempo elaborando mi peinado, además. Y cuando la encargada del vestuario vio mi anillo diamantino, volvió con esta pequeña y encantadora tiara.

—Tú y yo hacemos buena pareja —observó Bryan—. Una elegante austeridad en medio de estas aves del paraíso.

Elizabeth pareció divertida.

—No mala del todo, doctor, ahora que te han librado de esas arrugadas ropas de algodón y esa imitación de sombrero australiano.

El hasta entonces deslustrado antropólogo lucía ahora un atuendo de brillante tela de profundo color verdeazulado. Llevaba unos ajustados pantalones metidos en unas botas bajas plateadas, una chaqueta de tubo bien cortada de color plata, y una larga capa que hacía juego con todo el resto. El atuendo de Elizabeth era igual de sencillo. Su túnica suelta negro mate estaba adornada con unos estrechos hombrillos de tela metálica roja; dos cintas sueltas del mismo material, bordado y enjoyado, caían de la parte delantera y trasera de los hombrillos. Era un estilo que llevaban muchas de las mujeres Tanu… aunque ninguna de ellas mostraba el esquema de color negro y rojo.

Sukey miró a su alrededor.

—Me pregunto dónde estará Aiken.

—No veo cómo pueden conseguir que el chico luzca mejor de lo que ya luce ahora —murmuró Stein.

—Hablando del diablo —dijo Bryan.

Un sirviente apartó a un lado unos cortinajes que cubrían la puerta de entrada que conducía a su reservado. El miembro que faltaba del grupo fue conducido al interior, y la observación de Stein demostró ser profética. Aiken Drum seguía llevando su propio traje dorado con el centenar de bolsillos. Tan sólo le había añadido una capa negra que destellaba como si estuviera espolvoreada con diamantes negros, y un alto manojo de plumas negras sujetas a la escarapela de su sombrero de ala ancha.

—¡Ya pueden empezar las celebraciones! —declaró el bufón.

—Quizá será mejor que aguardemos al Rey y a la Reina —sugirió Elizabeth.

Raimo estaba indignado.

—¿Lo creerás, Aik? ¡Me quitaron mi frasco!

—¡Vaya con los tipos! Te lo devolvería ahora mismo, picamaderos, si no estuviera tan confundido respecto a la distribución de este lugar.

—¿Quieres decir que realmente puedes traerlo de vuelta? —exclamó el ex leñador.

—¿Por qué no? ¿Sabes lo que significa la palabra whisky? ¿Y aquavit, y todas esas demás cosas espirituosas que conocemos y amamos? ¡Todas ellas pueden traducirse como «agua de vida»! Todos esos viejos tipos que pusieron un nombre a esas bebidas fuertes pensaban que con ellas te devolvían la vida. Así que, ¿por qué no debería yo poner un poco de vida al licor? Hacer que le salgan piernas para que vuelva caminando… ¡fácil!

—Tenía entendido que habían programado una inhibición a tus metafunciones —dijo Elizabeth. Sondeó suavemente, y tropezó con una bien construida defensa.

Aiken le guiñó un ojo. Pasó un dedo en torno a su torque de plata y tiró. El anillo de metal pareció estirarse… luego volvió con un chasquido a la solidez.

—He estado trabajando en esto, encanto. Y en algunas otras cosas también. ¿Acaso no vamos a ser la atracción de la fiesta?

—¡Claro que sí, muchacho! —rió Raimo.

—Debo decir —observó el radiante joven— que todos lucís espléndidamente, desde el punto de vista de la sastrería. ¡Casi sois tan llamativos como yo! —Estudió en silencio a Stein y Sukey por un momento, luego dijo—: Y dejadme ofreceros todas mis felicitaciones por vuestra unión.

El vikingo y su dama miraron a Aiken con temor y resolución entremezclados.

Maldito seas Aiken, envió Elizabeth. Tiraré de todas tus sinapsis si tú…

Pero el joven la ignoró y siguió, con los ojos brillantes:

—A los Tanu no va a gustarles, puesto que tienen sus propios planes para vosotros dos. Pero soy un sentimental. ¡El romance debe triunfar!

—¿Sabes de lo que estás hablando? —la voz de Stein era tranquila. Un enorme puño se cerró sobre la empuñadura de su espada de bronce.

Aiken se le acercó con un salto. Los azules ojos del escandinavo tendieron un puente sobre el abismo de cincuenta centímetros y se clavaron en los del bribón. Elizabeth fue consciente del pulso eléctrico del habla mental, bien dirigida en modo íntimo. No pudo descifrarla; pero Sukey debió comprenderla tanto como su gigantesco consorte.

La música de fondo cesó. Un grupo de trompetas, con sus tubos de cristal adornados con colgantes banderines reproduciendo la cabeza de hombre, aparecieron en el arco del salón de celebraciones y lanzaron una fanfarria. El mariposeante enjambre de invitados fue emparejándose, y una orquesta al completo empezó a tocar una vibrante música.

Bryan cruzó su mirada con la de un cortesano Humano que estaba abriendo su recinto.

—¿Wagner?

El torque gris asintió.

—Indudablemente, Valioso Doctor. Nuestra graciosa Lady Eadone desea haceros sentir como en vuestra casa, tanto como sea posible. Los Tanu son muy aficionados a la música Humana. Los asistentes incluso utilizarán contigo el habla vocal en consideración a tu status sin torque. Si no te importa, puedes iniciar tu análisis erudito de nuestra sociedad esta misma noche.

Empezó cuando crucé la maldita puerta del tiempo, pensó Bryan. Pero se limitó a asentir al hombre.

Aiken estaba preguntándole al gris:

—¿Qué tenemos que hacer ahora, pollito? No queremos cometer ninguna incorrección ante los grandes.

—Los Más Exaltados Personajes se hallan entronizados en su propia mesa de banquetes —dijo el cortesano—. Seréis presentados a ellos brevemente, y luego empezará la cena. La etiqueta de la corte es muy informal en esta sociedad. Simplemente comportaos con una cortesía razonable.

Aguardaron hasta que los últimos de los ciudadanos privilegiados de Muriah hubieron entrado en el salón, avanzando de dos en dos. Luego llegó el momento de su propia entrada.

Aiken se quitó su sombrero dorado e hizo una burlona reverencia a Raimo.

—¿Vamos, querida?

—¿Y por qué no? —rió el leñador—. ¡Si esta fiesta se parece en algo a la última, las damas se nos unirán dentro!

—Esta fiesta —dijo Aiken— no va a parecerse en nada a la última. Pero vamos a pasárnoslo muy bien, Ray. Te lo garantizo.

—¿Y qué pasa con el resto de nosotros? —preguntó Stein. Se había colocado el casco bajo un brazo. El y Sukey siguieron detrás de Raimo y Aiken.

—Que cada cual se divierta como pueda, amigo —dijo Aiken Drum. Se pavoneó entre la hilera de trompetas en dirección al salón.

Sin decir nada, Bryan ofreció su brazo a Elizabeth; pero todo pensamiento respecto a la telépata y su destino había desaparecido de su mente. Mientras avanzaban a la marcha del Tannhäuser sentía únicamente las punzadas de su fijación: ¡que Mercy estuviera allí! Allí y a salvo en su torque de plata. No atrapada, no debatiéndose, sino segura en medio de la fantástica familia que formaban los más afortunados entre los cautivos.

Simplemente que sea feliz.

Penetraron en una gran estancia profusamente iluminada por candelabros de bronce en las paredes ardiendo con un honesto fuego. Las pequeñas y parpadeantes lámparas meta eran utilizadas también, pero solamente como decoración, resaltando extraños tapices y esculturas metálicas a lo largo de las paredes. La mesa del banquete formaba una gran U invertida, con los varios cientos de invitados alineados a lo largo de ambos lados y las secciones laterales, de pie ante sus correspondientes lugares. En el extremo más alejado de la estancia se hallaba la versión local de la mesa presidencial… un poco más elevada que los dos brazos a fin de que los dignatarios entronizados en ella fueran más visibles para los invitados. La pared detrás de los Exaltados Personajes exhibía una enorme reproducción del motivo de la cabeza masculina, labrado en oro y profundamente encajada en un complejo mosaico de las cristalinas luces meta. Cortinajes de fina tela metálica enmarcaban el emblema y se fundían en un amplio dosel que cubría la hilera de veinte tronos. Había camareros con librea de pie detrás de cada uno de los invitados. Los Personajes eran atendidos por una doble hilera de sirvientes, mucho más suntuosamente vestidos que aquellos que aguardaban detrás de las órdenes inferiores.

Bryan y Elizabeth caminaron hacia la mesa, más allá de las hileras de sonriente nobleza. El antropólogo intentó ser discreto mientras examinaba a la multitud; pero había un tal número a ambos lados de la estancia, y tantas de las mujeres humanas tenían el pelo castaño rojizo…

—El Respetable Doctor en Antropología Bryan Grenfell.

… Y entonces el maestro de ceremonias estaba presentándole, y dio un paso adelante e hizo una breve cortesía al estilo habitual del Medio, consciente de que la gente en la Mesa de Honor estaba tendiendo los cuellos para estudiarlo a él y a su compañera femenina con una ansiedad que no habían dedicado a los otros cuatro homenajeados. Evidentemente, la etiqueta de la corte no incluía la presentación de los Personajes a él, pero tampoco sentía demasiada curiosidad hacia las llamativas figuras en aquel momento. Mercy no estaba entre ellas.

Bryan dio unos pasos atrás y Elizabeth, pálida y con aspecto tenso, fue la última en el turno.

—La Muy Ilustre Lady Elizabeth Orme, Gran Maestro Telépata Gran Maestro Redactor del Medio Galáctico.

Por todos los infiernos, se maravilló Bryan.

Los invitados de pie alzaron los brazos. Más sorprendentemente aún, los Exaltados Personajes se levantaron de sus tronos y se unieron también al saludo. Todos los reunidos lanzaron una triple aclamación:

—¡Slonshal! ¡Slonshal! ¡Slonshal!

Bryan sintió que se le erizaba el vello de la nuca. Aquello tenía que ser una coincidencia lingüística.

El más central de los Personajes masculinos hizo un pequeño gesto retorcido. De algún lugar llegó un sonido discordante, como de alguien agitando una cadena. Se hizo el silencio.

—Que prevalezcan la diversión y la amistad —entonó el Personaje masculino. Un magnífico espécimen físico, ataviado con un atuendo blanco, completamente desprovisto de adornos. Su largo pelo rubio y su flotante barba estaban entretejidos con exquisito cuidado en trenzas y pequeños rizos. Había un claro parecido con el emblema heráldico de la máscara, y Bryan supo que tenía que ser Thagdal, el Rey Soberano de los Tanu.

El cuadro se desmenuzó como confetti cuando los invitados se dejaron caer en sus asientos o fueron de un lado para otro para intercambiarse saludos. Los camareros Humanos y sirvientes rama empezaron a llenar las mesas con comida y bebida. Los seis homenajeados fueron sentados en una posición ligeramente inferior frente a los Exaltados Personajes, y todas las formalidades fueron echadas por la borda cuando los aristócratas Tanu empezaron a satisfacer su curiosidad haciendo a los viajeros temporales un torrente de preguntas.

Bryan se halló interrogado por una formidable mujer vestida de blanco sentada a la derecha del Rey. Un espléndido pelo rojo caía en cascada por debajo de una caperuza de oro entretejido con dos enhiestas alas repletas de joyas.

—Soy Nontusvel, Madre del Anfitrión y esposa del Thagdal. En cortesía soy tu Lady, Bryan, y quiero expresarte a ti y a tu compañía mi más calurosa bienvenida a nuestra Tierra Multicolor. Oh… ¿qué es lo que veo? ¿Confusión en ti? ¿Y quizá temor? Me gustaría borrar eso, si pudiera.

El poder de su sonriente mente maternal era irresistible, rasgueando en sus recuerdos como un experto laudista. Una sala de control en penumbra en lo alto de la torre de un château y un rostro lleno de dulce desengaño. Lágrimas ante la canción de un trovador. Y al pulsar de otro acorde transición a un huerto de manzanos en flor ruiseñores la luna naciente carne cálida pelo castaño rojizo y unos ojos visionarios llenos de atormentado mar. Y luego el arpegio disonante. Pero dónde Gaston dónde ha ido a través de ese maldito portal del tiempo al Exilio. Allá voy Monsieur le Chat a las profundidades del sótano…

El festivo atuendo de Bryan tenía bolsillos interiores. Sin intervención de su voluntad, metió la mano en uno sobre su pecho y tendió el durofilm a la Reina Nontusvel. Ella contempló el retrato de Mercy.

—La has seguido hasta aquí, Bryan.

—Sí. —Lo hice, y la veo en cada rostro que pasa. Hasta que muera la veré.

Los zarcillos metapsíquicos de Nontusvel avanzaron, tejiendo alivio y distracción.

—Pero tu Mercy está a salvo, Bryan. Bien integrada en nuestra comunidad. ¡Y tan feliz! Fue como si hubiera nacido para el torque. Como si anhelara inconscientemente pertenecemos y nos hubiera buscado a través del abismo de seis millones de años.

Los ojos de la Reina eran tan brillantes como zafiros, resplandeciendo con una luz interior, con lo que no parecían tener pupilas.

—¿Puedo verla? —preguntó Bryan humildemente.

—Está en Goriah, en esa región que vosotros llamáis Bretaña. Pero pronto regresará a nuestra Ciudad en la Llanura de Plata Blanca y entonces podrás oírla contarte su vida entre nosotros. Y a cambio de esta reunión, ¿nos servirás de buen grado? ¿Nos ayudarás a conseguir los conocimientos que necesitamos, la penetración que tan vital puede ser para nuestra supervivencia como raza?

—Haré lo que pueda, Exaltada Lady. Mi especialidad es el análisis de culturas y la evaluación del impacto intercultural y las tensiones resultantes. Admito que no comprendo enteramente lo que deseáis de mí, pero estoy a vuestra disposición.

Nontusvel asintió con su dorada cabeza alada y sonrió. El Rey Soberano se apartó de Elizabeth y le dijo al antropólogo:

—Mi querido hijo Ogmol te ayudará a coordinar tus investigaciones. ¿Lo ves? Es ese alegre muchacho en la mesa de la derecha con el atuendo turquesa y plata, balanceando la jarra de vino por encima de su cabeza el muy tonto. ¡Ja! Bien, incluso un intelectual tiene derecho a la diversión. Conocerás su lado más serio mañana. El será tu guía. ¡Tu ayudante, maldita sea! ¡Y entre los dos le sacaréis un sentido a este rompecabezas antes de que empiece el Gran Combate, o yo soy un hijo bastardo de una mula Aulladora!

Se echó a reír estentóreamente y Bryan, completamente desconcertado, sólo pudo pensar en un particularmente viril Espíritu Santo de una función de Navidad que había visto por la tridi cuando era niño.

—Si me permites preguntarlo, Rey Thagdal… ¿sobre qué bases se apoya tu soberanía?

Tanto Thagdal como Nontusvel estallaron en estentóreas carcajadas, y el Rey estuvo a punto de atragantarse. Inmediatamente, la Reina tomó una enorme copa de oro y alivió a su esposo con un generoso trago de dulce vino. Cuando se hubo recobrado, el Rey dijo:

—¡Me gusta eso, Bryan! Empezar desde arriba, con las figuras de máxima autoridad. ¡Y empezar ahora! Bien, es muy sencillo, muchacho. Poseo unas espectaculares metafunciones, por supuesto, y soy un fenómeno en la batalla. Pero mi atributo más valioso es… ¡la fertilidad! Más de la mitad de la gente en este salón son hijos y nietos y biznietos míos. Y eso sin contar a los que no están aquí… ¿eh, Nonnie?

La Reina sonrió discretamente. Le dijo a Bryan:

—Mi Lord Esposo es el padre de once mil cincuenta y ocho… y nunca un Firvulag, nunca un torque negro entre ellos. Su plasma germinal no tiene parangón, y por este motivo es nuestro Rey Soberano.

Bryan intentó hacer con tacto su siguiente pregunta.

—Y tú, Noble Lady, ¿acaso posees una historia reproductora igualmente distinguida?

—¡Doscientos cuarenta y dos hijos! —trompeteó Thagdal—. Un récord entre las esposas reales. ¡Y entre ellos unas luminarias tan llenas de talento como Nodonn y Velteyn e Imidol y Culluket! Y las Exaltadas Ladies Riganone y Clana y Dectar… ¡sin decir nada de la querida Anéar! Ninguna de mis otras esposas, ni siquiera la lamentada Lady Boanda, me dieron tal esplendor.

Entonces Elizabeth entró en el coloquio, diciendo con suavidad:

—Bryan… haz que Su Majestad te hable de las otras madres de sus hijos.

—Muy sencillo —dijo Thagdal, radiante—. ¡Comparte tu riqueza! Propaga el fenotipo óptimo, como diría el Loco Greggy. Cada Lady oro y plata tiene derecho a un primer revolcón con el Viejo.

—Y tras ser impregnadas por el Rey —dijo Elizabeth—, pueden convertirse en las esposas o amantes de otros nobles Tanu y tener hijos de otros. ¿No es eso interesante?

—Mucho —dijo Bryan débilmente—. Pero este… hum… plan genético puede que no fuera bien aceptado desde un principio de la residencia de tu raza en el planeta Tierra.

Thagdal se mesó la barba. Sus tupidas cejas rubias se unieron.

—No-o-o. Las cosas fueron un poco distintas al principio… en las Épocas Oscuras, por decirlo así. No éramos muchos, y yo tuve que luchar por los derechos de mi Reino si la Lady no se mostraba bien dispuesta. Pero por supuesto gané la mayor parte de las veces, porque por aquellos días yo era el mejor espadachín, en más de un sentido. ¿Comprendes?

—Hubo una costumbre similar en los tiempos antiguos de nuestra Tierra —dijo Bryan—. Era llamado el derecho de pernada.

—¡Correcto! ¡Correcto! Recuerdo que uno de los pequeños plata lo mencionó. ¿Por dónde andábamos?… Ah, sí, la historia. Bien, con la apertura de la puerta del tiempo y la llegada de tu gente del futuro, intentamos organizar más científicamente la propagación de la raza. Algunos de tus semejantes fueron de una gran ayuda al respecto. Tienes que conocerlos, Bryan. ¡Me atrevería a decir que pueden alinearse entre los cuasiabuelos de muchos de los gloriosos Tanu que puedes ver hoy en día! El buen viejo Loco Greggy, por supuesto… es decir, Lord Greg-Donnet, nuestro Maestro en Eugenesia y Genética. ¡Y esa mujer maravillosa, Anastasya-Bybar! ¿Dónde infiernos estaríamos si Tasha no hubiera indicado a nuestros decadentes reprotécnicos cómo invertir la esterilización de las mujeres Humanas? Bueno… ¡todos esos preciosos óvulos latentes se hubieran perdido para nosotros! —Clavó un codo en el torso digno de Juno de Nontusvel—. Y la mitad de mi alegría es conservar en la medida de mis capacidades esta pequeña reserva en caliente… ¿no es así, Nonnie?

La Reina sonrió tontamente.

Bryan dio un sorbo de vino más largo de lo habitual. Se daba cuenta de que Elizabeth tenía los ojos clavados en él.

—Y así… hace aproximadamente setenta años, cuando empezaron a llegar los primeros viajeros temporales, iniciasteis vuestra hibridación con los Humanos.

—Digámoslo exactamente, hijo. Tan sólo los machos humanos contribuyeron a nuestra reserva genética al principio. Tasha no llegó hasta… ¿cuándo fue?… digamos unos diez años después de que se abriera el portal. Nuestras Ladies se lo pasaron muy bien, por supuesto, en aquellos primeros años. Y no tardamos mucho en descubrir que los híbridos Humanos-Tanu tenían menos probabilidades de ser Firvulag… y más de ser llevados a buen término por nuestras delicadas madrecitas… ¡exceptuándote a ti, Nonnie, amor! Incluso nuestros estúpidos genetistas Tanu se dieron cuenta de eso. Aluteyn y su gente empezaron a buscar a alguien como la Académica Anastasya Astaurova. Y naturalmente… la Compasiva Tana nos la envió con sus campanillas sonando. Literalmente.

Thagdal se sumió en otro acceso de risa, que apagó con generosos tragos de vino. Por todo el salón del banquete los ánimos iban exaltándose a medida que las jarras eran vaciadas y vueltas a llenar. La cena consistía principalmente en platos de carne de una asombrosa variedad, junto con enormes bandejas de fruta, y panecillos horneados en las más extrañas formas. Las atracciones, anunciadas por el maestro de ceremonias, iban turnándose en medio de la U de las mesas, y los invitados respondían con lluvias de monedas o huesos con jirones de carne medio devorada, según la calidad del talento exhibido. Los Exaltados Personajes cenaban de una forma más refinada; pero allá en uno de los extremos de la Mesa de Honor, donde estaba sentado Aiken frente a dos nobles vestidos de rosa y oro, se sucedían una serie ininterrumpida de risas estruendosas y fuertes palmadas contra la mesa.

—Háblale a nuestro querido Bryan de nuestro regalo de los torques, Thaggy —dijo la Reina.

—Cuéntanoslo a ambos —dijo Elizabeth, con su más perfecta sonrisa de Mona Lisa.

El Rey agitó un dedo hacia la telépata.

—¿Las barreras aún alzadas, amorcito? Eso no debe hacerse nunca, ¿sabes? Lo que necesitas es un poco de vino. ¿Hay alguna otra cosa con la que pueda tentarte?

Nontusvel se cubrió la boca con una mano y estalló en un acceso de regocijo.

—Vuestra Majestad es el más benévolo de los anfitriones. —Elizabeth alzó su jarra hacia él—. Por favor, prosigue tu fascinante historia.

—¿Por dónde andaba…? ¡Ah, sí: torques para los humanos! Bien, tienes que comprender que una auténtica amistad entre nosotros los Tanu y tu gente no es algo que pudiera establecerse completamente en uno o dos años. Estaba la compatibilidad genética, con ventajas que eran manifiestas pero no bien comprendidas. Concedimos torques de oro honoríficos a Greggy y Tasha en gratitud por sus esfuerzos. No eran latentes, como quedó bien manifiesto, y en absoluto psicoadaptivos tampoco. Y luego apareció Iskender-Kernonn y domesticó a los animales, y le concedimos a él también un torque honorífico.

—Pobre querido Isky —se lamentó la reina, vaciando su jarra. Un camarero volvió a llenarla inmediatamente—. ¡Nos fue arrebatado por los Firvulag y su bestial camarilla de Inferiores!

—Y luego, hará unos cuarenta años, llegó Eusebio y realizó un trabajo tan espléndido mejorando los torques de los ramas… puesto que allá en el Medio había sido psicobiólogo y era la primera persona que parecía comprender la teoría que había tras los torques. De modo que le dimos también un oro, y lo llamamos Gomnol. ¡Y que me maldiga si no resultó ser un coercedor latente superlativo, pese a ser un tipo feo e insignificante! ¡Vaya shock que resultó para nosotros!

—¿No habíais sabido nada hasta entonces acerca del factor humano de latencia metapsíquica? —preguntó Elizabeth.

—Somos una raza muy, muy vieja —admitió la Reina—, afligida por una cierta languidez científica. —Una lágrima brotó de un ojo zafiro y resbaló por su perfecta mejilla, estrellándose en las blandas profundidades de su corpiño. Se consoló con la jarra.

—Como dice Nonnie —continuó el Rey—, somos una antigua raza. Más bien decadente en algunas disciplinas, me temo. Y nuestra pequeña facción, que como tal vez sepas huyó de su galaxia natal bajo compulsión, se sentía incluso menos científicamente inclinada que el conjunto de los Tanu… No, excepto Brede (que realmente no cuenta), no comprendíamos cómo funcionaban los torques para hacer que nuestras metafunciones se volvieran operantes, y tampoco intentamos demasiado comprender los propios torques. Simplemente estaban ahí, si me comprendes. No nos preocupábamos demasiado acerca de los cómos, cuándos y porqués, de modo que la latencia humana surgió como una completa sorpresa para nosotros. Como señaló Gomnol, vosotros los Humanos tampoco conocisteis vuestros cuerpos y mentes durante más de un noventa y nueve coma nueve por ciento de vuestra historia racial. De modo que no te burles de nosotros. ¿Por dónde andaba? Oh, sí. Las latencias humanas. Bien, cuando Gomnol obtuvo su torque de oro y se convirtió en un meta, él conectó en un abrir y cerrar de ojos todo el asunto. Los Tanu son latentes, y también lo son los Humanos normales… algunos más, pero la mayoría mucho menos, incluso hasta el punto de la nulidad. En vuestro mundo futuro, los bebés que son potencialmente operativos son detectados y entrenados por operantes especializados tales como esta Ilustre Lady. —Hizo una breve inclinación de cabeza hacia Elizabeth—. Puesto que por aquellos tiempos no llegaban operativos a través del portal del tiempo, y puesto que nuestros poderes realzados por los torques son dudosos en detectar humanos latentes, Gomnol decidió que teníamos que construir algún dispositivo mecánico para probar mentalmente a la población Humana. Elaboramos el aparato que os probó a vosotros en el Castillo del Portal. Tenemos otros en nuestras ciudades principales para detectar a los latentes que nos eluden debido al torbellino mental en que se hallan durante la prueba inicial. Hay un número importante de deslices. —Frunció el ceño—. ¡Incluido uno que se ha convertido en un auténtico desastre! ¿Por dónde iba?… ¡El pruebacerebros de Gomnol! Compréndelo… este tipo es un psicobiólogo inspirado. Sabía que sería peligroso dotar de torques de oro a Humanos latentes que no estuvieran completamente asimilados a nosotros.

—Siempre hay ingratos —intercaló la Reina, sombría.

—Así que Gomnol concibió los torques de plata, con sus psicorreguladores incorporados. Y poco después de eso, los torques grises… para ser utilizados en los Humanos no latentes que pueden resistir un nivel muy bajo de implicación metapsíquica. ¡Todo un nuevo tipo de amistad y camaradería surgió ante nosotros! A partir de la llegada de Gomnol, cuando se hizo posible la producción en masa de los torques grises… bueno, producirlos con una relativa rapidez, al menos… nosotros los Tanu fuimos capaces de conseguir la ascendencia sobre este mundo. Los malignos Firvulag, esos sombríos parientes nuestros, ya no fueron capaces de competir con nosotros a un nivel virtualmente igual. ¡Disponíamos de ejércitos de leales grises Humanos para aplastar su superior número! ¡Disponíamos de madres humanas para contrarrestar la vulgar fecundidad de sus toscas mujeres! ¡Disponíamos de los nobles platas… nuestros aliados mentales operantes! Y a medida que iba pasando el tiempo, mucho de los platas fueron promovidos a una ciudadanía total y recibieron su oro.

¿Puede hacerse eso sin ningún daño psíquico en el cambio de torque?

Por supuesto Elizabethquerida el torquedeplata es retirado sin ningún peligro después que el torquedeoro está en su lugar.

—¡Y piensa! ¡Los brillantes técnicos grises han mejorado nuestra economía diseñando medios de transporte más eficientes y una mejor producción de bienes! Gracias al llorado Lord de los Animales, Kernonn, disponemos de monturas y de animales de carga y de otros animales para protegernos de la depredación de los Firvulag. Y quizá lo mejor de todo… disponemos de campeones híbridos humanos en el Gran Combate.

El Rey hizo una pausa. Se inclinó por encima de la mesa, volcando su jarra en el proceso, y tomó una de las manos de Elizabeth.

—Y ahora, la bondad de Tana se hace insuperable. Nos ha enviado a ti.

La Reina Nontusvel pareció radiar una benevolencia lunar. Había un resplandor completamente distinto en los profundos ojos verdes de Thagdal.

Impenetrable y tranquila, Elizabeth repitió:

—Y ahora Tana me ha enviado a mí. Pero en nuestro mundo, los dones de Dios son otorgados a menudo de una forma ambigua. Todavía no me ves como soy realmente, Rey Thagdal.

—Pero eso ya llegará, queridísima Elizabeth. Te convertirás en la más noble de todos nosotros una vez iniciada en nuestras costumbres… por la Presciente Lady Brede la Esposa de la Nave, la de los Dos Rostros y la poesía. Brede te enseñará, y tú la enseñarás a ella. Y a su debido tiempo irás a Tasha-Bybar y luego vendrás a mí. Queridísima Elizabeth.

—Queridísima Elizabeth —llegó el eco de Nontusvel. Seguramente estaba más llena de buenos propósitos que nunca.

—¡Un brindis! —aulló Thagdal, saltando en pie. Su jarra había sido rápidamente puesta en pie y rellenada.

—¡Un brindis! —gritaron en respuesta los varios cientos de invitados. El maestro de ceremonias hizo sonar la cadena del silencio.

—¡Por la raza Tanu y por la raza Humana! ¡En amistad, en compañerismo, en comunión, en amor!

Los concelebrantes alzaron sus grandes jarras doradas.

—¡Amistad! ¡Compañerismo! ¡Comunión! ¡Amor!

—¡Con especial dedicación a lo último! —exclamó Aiken Drum.

Hubo risas y gritos y grandes sonidos de tragar y vino derramado, con muchos empapados abrazos y sorber de labios a labios. La pareja real, inflamada por la bebida y el festejo, se aferraron el uno al otro murmurando y riendo. Un cuerpo de ballet de hombres y mujeres Humanos, vestidos como urracas con simples leotardos negros, aparecieron al conjuro de la orquesta y empezaron a bailar una elaborada contradanza.

Elizabeth le susurró a Bryan:

—Voy a tener que dejarte por un tiempo. Debo mirar en ellos mientras sus inhibiciones están bajadas. Si quieres, compartiré los datos contigo más tarde. —Le hizo una solemne mueca, luego cerró los ojos y se retiró a algún punto mental ventajoso.

Una de las mujeres de negro y blanco intentó arrastrar a Bryan fuera de su asiento al baile, donde Aiken y Raimo estaban ya girando y saltando como si hubieran estado dando aquellos complejos pasos toda su vida. Bryan agitó negativamente la cabeza a la invitación. Dejó que los camareros llenaran su gran jarra una y otra vez, e intentó apartar de su mente la idea de cómo debían ser ahora las cosas con Mercy.

Cuando finalmente pensó en examinar la jarra más de cerca y descubrió que joyas y oro se mezclaban, estaba ya demasiado borracho como para que le importara.