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Diversidades en peligro

Hemos examinado cómo unas leyes simples, que incluyen un estado inicial ordenado, junto con la intervención del azar, han producido las maravillosas complejidades del universo. Hemos visto cómo, cuando los sistemas complejos adaptativos se establecen, funcionan a través del ciclo de esquemas variables, circunstancias accidentales, consecuencias fenotípicas y retroacción de las presiones selectivas sobre la competencia entre esquemas. Tienden a explorar un enorme espacio de posibilidades, con aperturas hacia niveles superiores de complejidad asociados a la generación de nuevas clases de sistema complejo adaptativo. A lo largo de extensos períodos de tiempo, destilan, a partir de sus experiencias, una notable cantidad de información, caracterizada tanto por su complejidad como por su profundidad.

La información almacenada en tales sistemas en cualquier momento incluye contribuciones de toda su historia anterior. Esto es así en el caso de la evolución biológica, que ha progresado durante 4000 millones de años, y también en el de la evolución cultural del Homo sapiens sapiens, que ha durado unos 100 000 años. En este capítulo trataremos algunos de los problemas y dilemas que plantea la preservación de al menos una buena parte de la diversidad que estos dos tipos de evolución han generado.

En contraste con los capítulos previos, aquí el énfasis se pondrá más en actuaciones y políticas que en el conocimiento por sí mismo. Por lo mismo, el discurso será más el de un abogado que el de un erudito. En el capítulo siguiente, nos trasladaremos al amplio marco dentro del cual se perseguiría un futuro sostenible y deseable, y veremos cómo podría estudiarse dicho marco.

Aunque buena parte de nuestra discusión se centrará en la ciencia y el saber, y en el papel de los expertos, hay que tener en mente que los intentos de imponer a las sociedades humanas soluciones desde arriba suelen tener consecuencias destructivas a largo plazo. Sólo a través de la educación, la participación, cierto grado de consenso y la percepción generalizada por parte de los individuos de estar personalmente comprometidos en la empresa, puede conseguirse un cambio duradero y satisfactorio.

La conservación de la diversidad biológica

Hemos mencionado la importancia de transmitir a todo el mundo (por ejemplo a través de la simulación por ordenador) una apreciación de cómo un único ancestro podría dar lugar, a través de la transmisión de errores y la recombinación genética, acompañadas de la selección natural, a la complejidad efectiva representada por la asombrosa diversidad de formas de vida existentes en la actualidad. Estas formas de vida contienen una extraordinaria cantidad de información, acumulada en un período de tiempo de magnitud geológica, sobre modos de vida en el planeta Tierra y modos de relación mutua entre las diferentes formas de vida. ¡Cuán poco de toda esta información ha sido recopilado hasta ahora por los seres humanos!

Pero los humanos, a través de la procreación combinada con un elevado impacto ambiental por persona (especialmente por persona rica), han dado inicio a un episodio de extinción que podría acabar siendo comparable en destructividad con alguna de las grandes extinciones del pasado. ¿Tiene algún sentido destruir en unas pocas décadas una fracción importante de la complejidad que la evolución ha creado en tan largo período?

¿Vamos a comportamos los humanos como muchos otros animales que, en respuesta a un imperativo biológico, ocupan todos los rincones y grietas disponibles, hasta que su población se ve limitada por el hambre, las enfermedades y las peleas? ¿O vamos a hacer uso de la inteligencia que, como tanto nos gusta presumir, distingue nuestra especie de las demás?

La conservación de la diversidad biológica es una de las tareas más importantes que afronta la humanidad cuando se acerca el final del siglo XX. En la empresa están comprometidas gentes de toda condición y de todo el mundo, aplicando diversos métodos para decidir qué hay que hacer y sobre todo qué hay que hacer primero. Aunque las prioridades variarán de un sitio a otro, hay algunos principios y prácticas que pueden ser de aplicación muy general.

La importancia de los trópicos

Es en los trópicos (especialmente en tierra firme) donde los esfuerzos de conservación se hacen más necesarios. Allí existe la mayor diversidad de especies y también la mayor presión sobre los recursos naturales para cubrir las necesidades de una población humana pobre y en rápido crecimiento. Esta conjunción —más que perder y más peligro de pérdida— hace que la conservación biológica de los trópicos sea especialmente urgente.

Los trópicos son diferentes de las zonas templadas no sólo por el número de especies amenazadas, sino también por lo poco que se sabe de ellas. En las latitudes templadas es posible en general definir las necesidades de conservación observando especies individuales (al menos las plantas y animales «superiores») y determinando cuáles se encuentran en dificultades a escala local, nacional o mundial. Cuando, como debe ser, se consideran los biomas (las comunidades ecológicas), pueden definirse como asociaciones de especies conocidas.

En los trópicos, en cambio, numerosas especies son todavía desconocidas para la ciencia y algunos biomas apenas han sido explorados. En estas condiciones es impracticable, como norma, establecer los objetivos de conservación en términos de especies. En vez de eso uno tiene que concentrarse en salvar sistemas representativos en los que estén representadas las especies individuales, y la definición de estos sistemas no siempre es fácil.

El papel de la ciencia

La ciencia tiene un papel crucial en la conservación de los trópicos. Esto resulta especialmente claro si recordamos que el objetivo de la ciencia no es sólo acumular hechos, sino aumentar la comprensión descubriendo estructuras (esto es, regularidades) en la información y también, siempre que sea posible, mecanismos (explicaciones dinámicas) para los fenómenos.

Hay toda una gama de métodos disponibles para recopilar, organizar e interpretar datos sobre el estado de las comunidades naturales de los trópicos. Los biólogos sistemáticos (aquellos que estudian la clasificación y distribución de plantas y animales) se inclinan por los estudios a largo plazo, que pueden prolongarse durante muchas décadas y rinden conocimientos que tendrán importancia al cabo de largo tiempo. En el otro extremo de la escala hay técnicas, como las imágenes por satélite y la fotografía aérea, que proporcionan indicaciones inmediatas de diferencias en la cubierta vegetal. Para entender el significado de estas diferencias uno tiene que bajar al suelo y hacer un estudio más o menos detallado, que suele consistir en expediciones y una buena cantidad de trabajo taxonómico. Estos esfuerzos se sitúan en medio del espectro, entre los estudios a largo plazo en el suelo y las inspecciones rápidas desde el aire o el espacio.

Ya nadie duda seriamente de que en los trópicos ha dado comienzo un episodio de extinción a gran escala. Para algunos, es evidente por sí mismo que no deberíamos destrozar caprichosamente el producto de miles de millones de años de evolución. Otros encuentran razones adicionales para proteger lo que corre peligro de perderse para siempre, entre ellas la utilidad potencial para los seres humanos de especies que estamos exterminando antes de saber siquiera que existen, por no hablar del valor que tiene para las generaciones futuras la percepción del funcionamiento de ecosistemas complejos en un estado relativamente no degradado. Una de las tareas importantes de los científicos es explicar estos argumentos en detalle. La ciencia puede proporcionar no sólo una guía para establecer prioridades, sino también una base lógica para las mismas.

En otras palabras, la preservación de la diversidad biológica requiere un mayor conocimiento científico, tanto para que los conservacionistas tengan una idea acertada de cómo proceder como para que puedan demostrar que lo que hacen tiene sentido. Una información precisa y bien organizada es una poderosa herramienta que puede contribuir a movilizar la conciencia social necesaria para proteger ejemplos viables de las diversas comunidades ecológicas. En este esfuerzo, pienso que son importantes las aportaciones y progresos de la disciplina de la biogeografía.

La biogeografía es el estudio de la distribución de plantas y animales y de la evolución de la misma, teniendo en cuenta la influencia de la geología y la topografía. Se ocupa de los procesos de variación, dispersión, supervivencia y extinción, así como de la historia y los procesos que determinan las fronteras de las distribuciones de los organismos actuales. La biogeografía, en estrecha relación con la sistemática y la ecología, puede proporcionar un cuerpo de teoría que contribuya a organizar los datos sobre presencia de especies animales y vegetales. Podría suministrar una clasificación de biomas y ser de gran utilidad en la planificación de un sistema viable de áreas protegidas y en la identificación de lagunas en los existentes.

Valoración rápida

Desde el punto de vista científico, es esencial mantener la investigación a largo plazo, que no proporciona resultados inmediatos pero sí duraderos. Pero, obviamente, la conservación no siempre puede esperar. Para cuando los biólogos de campo hayan completado un estudio meticuloso y exhaustivo de la flora y la fauna en un área tropical particular, puede que sea demasiado tarde para emprender la preservación de las comunidades de toda o parte del área porque tales comunidades habrán dejado de existir.

Ejercer la totalidad del espectro de actividades científicas necesarias para la conservación requiere el aprovechamiento creativo de todos los recursos potenciales. En particular, a partir de su adiestramiento, experiencia y conocimiento científico, unos pocos biólogos de campo (botánicos, ornitólogos y herpetólogos, por ejemplo) han aprendido cómo obtener rápidamente un censo aproximado de las especies presentes en un área tropical dada, se han formado una idea de la composición de diversos biomas y han desarrollado métodos ágiles para determinar el grado de degradación de un entorno determinado. Su conocimiento y juicio podría ser de utilidad en las tareas de preservación. Estimando la diversidad biológica de un área particular, así como el estado de conservación de sus comunidades naturales, y determinando qué biomas están restringidos a pequeñas regiones y cuáles están seriamente amenazados, pueden proporcionar una información inmensamente valiosa para los encargados de establecer las prioridades de protección. Estos mismos biólogos de campo pueden también contribuir en gran medida al éxito de las expediciones para observar sobre el terreno los datos de fotografías aéreas y satélites, así como al de los estudios sistemáticos y biogeográficos a largo plazo. Es de particular importancia formar más científicos como ellos, especialmente dentro de los propios países tropicales.

A través de la Fundación John D. y Catherine T. MacArthur, de la que soy director, colaboré en la puesta a punto del Programa de Valoración Rápida, bajo los auspicios de Conservación Internacional. Se reunió un núcleo compuesto por un ornitólogo, un teriólogo y dos botánicos. En asociación con otros biólogos de campo, se formaron equipos para explorar zonas particulares (principalmente americanas). Hasta ahora los equipos han examinado áreas muy diferentes que incluyen bosques secos, bosque húmedo de montaña y pluvisilvas, identificadas inicialmente por reconocimiento aéreo para descubrir si poseían suficiente diversidad biológica y estaban lo suficientemente poco degradadas para que su protección estuviese justificada.

En 1989 participé en uno de estos reconocimientos aéreos al lado de Spencer Beebe, entonces miembro de Conservación Internacional, y Ted Parker, el ornitólogo del programa. Encontramos un área selvática notablemente extensa y bien conservada en Bolivia, el Alto Madidi, que convertimos en uno de los primeros objetivos del programa. La zona abarca desde una selva de tipo amazónico (drenada por ríos tributarios del Amazonas, aunque a cientos de kilómetros de distancia del gran río) hasta bosques de montaña de varias clases. Más adelante, el equipo visitó la región y la estudió sobre el terreno, encontrándola todavía más rica en diversidad y calidad de lo que se adivinaba desde el aire. Ahora la Academia Boliviana de Ciencias y el gobierno boliviano se están planteando la posibilidad de extender la protección de sus selvas al Alto Madidi.

Caminando con Ted Parker por las selvas sudamericanas, no podía dejar de estar de acuerdo con los calificativos superlativos que había oído sobre él. De todos los ornitólogos de campo altamente experimentados a los que he acompañado, él fue el que me dejó más impresionado. Conocía de memoria y podía reconocer los cantos de más de tres mil aves del Nuevo Mundo. Al final del día había identificado cada sonido del bosque como obra de una rana, un insecto o un pájaro. Cuando hacíamos acudir a las aves reproduciendo en la selva sonidos grabados previamente, sus identificaciones siempre resultaban ser correctas. Pero de tarde en tarde, al oír un débil «Psst» entre la maleza, exclamaba: «¡No sé qué es esto!». Entonces seguro que se trataba de un ave hasta entonces no observada en el área o el país, o incluso, muy de vez en cuando, de una especie desconocida para la ciencia.

Escuchando al amanecer podía estimar, a partir de los cánticos y sonidos que oía, tanto la diversidad ornitológica como la calidad del hábitat. Sus colegas en teriología (Louise Emmons) y botánica (Alwyn Gentry y Robin Foster) llevaban a cabo hazañas semejantes en sus respectivas especialidades.

Recientemente, la tragedia golpeó a este extraordinario equipo.

Ted y Alwyn murieron, junto con un colega ecuatoriano, Eduardo Aspiazu, cuando su avión se estrelló durante un reconocimiento aéreo. El piloto también murió. Los biólogos, como es habitual, le habían pedido al piloto que volara más bajo para poder inspeccionar mejor el bosque desde el aire (estaban buscando una pequeña extensión de bosque seco cerca de Guayaquil). De pronto el avión entró en una nube, perdieron la visibilidad y colisionaron con una montaña cercana.

Mientras lloramos la pérdida de nuestros compañeros, que eran casi indispensables, los que estamos comprometidos en la conservación de los trópicos tenemos la esperanza de que el trabajo del Programa de Valoración Rápida continúe de alguna manera. Esperamos que su lugar sea ocupado por otros especialistas de campo igualmente diestros y que se formen otros nuevos, especialmente entre la población autóctona.

En general, el futuro de la preservación de la diversidad ecológica tropical depende en gran manera de las actividades del creciente cuerpo de científicos y conservacionistas de los propios países tropicales. Las decisiones principales en materia de conservación serán tomadas por lo general a escala nacional, y un creciente número de organizaciones ciudadanas están tomando el liderazgo de la protección de la diversidad biológica en los diversos países. Científicos de prestigio internacional de los países templados pueden ejercer cierta influencia, pero la conservación no podrá llevarse a cabo sin el apoyo local y nacional.

Participación de la población local

De hecho, la conservación necesita tanto del apoyo de individuos influyentes, para que los proyectos se pongan en marcha, como del de las poblaciones rurales locales para el mantenimiento de las reservas naturales. La protección de grandes áreas a largo plazo no puede prosperar a menos que sea vista con buenos ojos por la población local. Esto significa hacer hincapié en las posibles contribuciones de la conservación al desarrollo rural. Por ejemplo, la agricultura depende a menudo de la protección de las cuencas fluviales, y la disponibilidad a largo plazo de productos forestales para el consumo y la venta requiere a menudo el mantenimiento de tierras de bosque cercanas. La población local tiene que obtener algún beneficio de la conservación, y tiene que ser consciente de este beneficio. A menudo los indígenas pueden estar directamente ligados a las áreas protegidas, a través del turismo natural o sirviendo como guías o guardas en los parques nacionales.

Es de particular importancia implicar a los pueblos indígenas locales. En muchos casos, su continuidad cultural y hasta física están más amenazadas incluso que las plantas y animales de las áreas donde viven. Su conocimiento del medio en el que viven, acumulado a lo largo de muchos siglos, puede servir para encontrar usos humanos de los organismos nativos, así como maneras de ganarse la vida sin destruir las comunidades ecológicas locales. En algunos casos los pueblos indígenas han tomado la iniciativa en los esfuerzos de conservación, como por ejemplo los kuna de Panamá, que han convertido en parque una fracción importante de su territorio en el continente (muchos de los kuna viven en las islas de San Blas, donde son bien conocidos como artífices de las pintorescas molas, usadas a menudo para decorar vestidos y bolsos).

La lucha de los organismos por la vida en los bosques tropicales conduce a una escalada de armas químicas y otros procesos que generan sustancias con potentes efectos biológicos, muchas de las cuales son de utilidad, especialmente en medicina. Estos productos químicos se buscan de dos maneras diferentes. Un método, la etnobotánica, explota el conocimiento de los pueblos indígenas, obtenido mediante prueba y error a lo largo de cientos o miles de años, haciendo así uso de la evolución cultural tanto como de la evolución biológica que produjo las sustancias. El otro método es la prospección química directa, llevando especímenes de plantas y animales (insectos, por ejemplo) al laboratorio y aislando productos químicos nuevos mediante métodos modernos de extracción. Aquí los resultados de la evolución biológica se explotan sin la intervención de las culturas indígenas. Ambos métodos aspiran a encontrar al menos unas pocas sustancias que puedan utilizarse, por ejemplo, para elaborar fármacos, casi siempre en los países desarrollados. Aunque tales sustancias se emplearían en forma tratada o sintética, hay que encontrar el modo de que una fracción significativa de los beneficios vuelva a los pueblos del bosque o de las áreas adyacentes. Sólo así el proceso de explotación y consumo puede representar un beneficio adicional para los pueblos locales fruto de la preservación de la vegetación. Lo mismo puede aplicarse a muchos esquemas para la gestión de productos forestales distintos de la madera, como frutos tropicales secos y suculentos. Como siempre, los incentivos crean presiones selectivas sobre los esquemas de comportamiento humano.

Un espectro de prácticas conservacionistas

El aprovechamiento de ciertos productos forestales distintos de la madera (como los derivados de la caza) sólo puede llevarse a cabo, igual que el de la madera misma, en áreas que como mucho estén sólo parcialmente protegidas. Un modelo que ha sido ampliamente adoptado y cuenta con la aprobación de Naciones Unidas es la creación de reservas de la biosfera. Una reserva de la biosfera típica consta de un área central, a menudo una cuenca fluvial agreste, absolutamente protegida y una región circundante en la que se permiten ciertas prácticas de explotación controladas. Más allá de esta zona, pero todavía dentro de la reserva, puede haber áreas donde se permita la agricultura y otras actividades económicas normales, pero con algunas restricciones.

Está claro que el establecimiento de un sistema de áreas naturales totalmente protegidas, incluidas las del interior de las reservas de la biosfera, es sólo una parte de lo que hay que hacer. Fuera de esas áreas se requiere una amplia variedad de prácticas conservacionistas, entre ellas la repoblación forestal (con especies nativas siempre que sea posible), la implantación de políticas racionales energéticas y de aguas, la minimización de los efectos sobre el medio ambiente de actividades como la agricultura, la minería y la industria, y la atención al problema, de máxima importancia, del crecimiento demográfico. Por otra parte, es muy deseable el desarrollo de estrategias de conservación integradas tanto nacionales como regionales.

Muchos aspectos de la conservación en este sentido amplio requieren una financiación que los países tropicales más pobres no pueden permitirse. Para las naciones desarrolladas de la zona templada, asumir una buena parte de la carga es algo que a la larga redundará en su propio beneficio. Todos los que nos encontramos sobre la superficie de este planeta saldremos perdiendo si la riqueza biológica de los trópicos continúa devastándose. Dondequiera que lleguen recursos procedentes de los países desarrollados, sea a través de donativos, préstamos o remoción parcial de la deuda, una fracción apreciable debería reservarse para la conservación en sentido amplio. Un acuerdo para la práctica de la conservación a cambio de ayudas es parte de lo que a veces se ha dado en llamar «el contrato planetario». En los últimos años se han llevado a cabo unos cuantos «canjes de deuda». Las deudas de algunos países tropicales han sido asumidas por organizaciones conservacionistas a cambio de que los gobiernos dediquen una parte proporcional de las tierras a áreas protegidas (el mismo principio puede aplicarse a otros objetivos deseables, como el desarrollo económico de un país subdesarrollado o la educación superior en el extranjero para sus ciudadanos). Los canjes de deuda son ejemplos excelentes de contrato planetario.

Si uno se parara a pensar en las perspectivas de éxito de un programa global de conservación de la diversidad biológica en los trópicos, quizá los resultados serían poco esperanzadores. Sin embargo, la historia muestra claramente que la humanidad avanza no gracias a aquellos que se detienen a cada paso para calibrar el éxito o fracaso final de sus aventuras, sino a quienes piensan profundamente en lo que es justo y luego ponen toda su energía en alcanzarlo.

La preservación de la diversidad cultural

Del mismo modo que es una locura tirar por la borda en unas pocas décadas la riqueza biológica que ha evolucionado a lo largo de miles de millones de años, también lo es permitir la desaparición de la diversidad cultural humana, que ha evolucionado de manera análoga a lo largo de muchas decenas de miles de años. Pero la unidad de la especie humana (así como la solidaridad con las otras formas de vida con las que compartimos la biosfera) es ahora más necesaria que nunca. ¿Cómo pueden reconciliarse ambas inquietudes?

Tomé conciencia por primera vez de la tensión entre unidad y diversidad a una edad temprana. Cuando era niño, le planteé a mi padre la vieja cuestión de si la humanidad podría promover la paz universal haciendo uso de un único lenguaje mundial. En respuesta él me contó que doscientos años atrás, en la era de la Ilustración y la Revolución Francesa, el pensador alemán Herder, un pionero del romanticismo y figura de la Ilustración, escribió acerca de la necesidad de preservar la diversidad lingüística salvando las lenguas letona y lituana —tan arcaicas, tan cercanas a la lengua indoeuropea ancestral— en peligro de desaparecer. Con la ayuda de escritores nativos de la época, como el poeta lituano Donelaitis, la tarea de conservar estos pedazos de ADN cultural pudo completarse. Hoy Letonia y Lituania son otra vez países independientes, y los lenguajes salvados de la extinción hace dos siglos son ahora lenguas oficiales.

Los problemas relativos a la conservación cultural que representan un desafío mayor tienen que ver con los pueblos indígenas, especialmente los que son a veces calificados de primitivos, fundamentalmente por el estado de su tecnología. En muchos casos, estos mismos pueblos indígenas están siendo físicamente exterminados por las enfermedades y la violencia, o bien desplazados o dispersados y aniquilados culturalmente. Hace un siglo, en algunas partes del oeste de los Estados Unidos, todavía había gente que se dedicaba a disparar a los «indios salvajes» los fines de semana. Así fue como Ishi, el último indio yahi, perdió a su familia y amigos, según el relato de Alfred y Theodora Kroeber. Hoy día los norteamericanos deploran atrocidades similares cometidas en otros países. Esperemos que la desesperada situación presente pueda mejorar con rapidez y estos pueblos tengan mayores oportunidades de sobrevivir y de elegir entre seguir más o menos aislados en el futuro o modernizarse conservando una continuidad cultural y una memoria del pasado.

Las ricas tradiciones locales, así como las instituciones y modos de vida, de los pueblos indígenas de todo el mundo constituyen un tesoro de información sobre las posibilidades de organización y modos de pensar humanos. Muchos de ellos poseen también conocimientos preciosos sobre cómo vivir formando parte de una comunidad ecológica tropical. (Hay que hacer notar que otros han destruido la naturaleza, particularmente los pueblos que han colonizado islas deshabitadas, grandes o pequeñas, por menos de uno o dos milenios. En algunos casos, la idea de un pueblo indígena viviendo en armonía con la naturaleza es más una ilusión que una realidad.)

Pensemos en el conocimiento de las propiedades de las plantas que se alberga en la mente de ciertos chamanes. Muchos de estos hechiceros están ahora falleciendo sin que nadie les reemplace. Richard Schultes, el gran etnobotánico de Harvard que pasó muchos años estudiando plantas medicinales en la cuenca amazónica, dice que cada vez que muere un chamán es como si ardiera una biblioteca. Schultes ha adiestrado a muchos etnobotánicos más jóvenes, que han emprendido la labor de salvaguardar tantos secretos como sea posible de estas bibliotecas vivientes antes de que desaparezcan definitivamente. Uno de ellos, Mark Plotkin, publicó recientemente un delicioso relato de sus aventuras titulado Tales of a Shaman’s Apprentice (Cuentos de un aprendiz de chamán).

Los seres humanos han destilado, durante cientos o miles de años de aprendizaje por el método de prueba y error, una considerable cantidad de información sobre los usos de los organismos para la obtención de alimento, medicinas y vestido. A veces el proceso de aprendizaje debe haber sido verdaderamente dramático, como en el caso de la mandioca, una planta de la selva amazónica. No hay muchas plantas que crezcan en el suelo de la selva, pues la mayor parte de la luz es captada por los árboles del dosel superior, medio e inferior. En estas condiciones, la mandioca (el tubérculo del que se hace la tapioca) es un valioso recurso, comestible y nutritivo. Pero el tubérculo contiene una buena cantidad de ácido prúsico (cianuro de hidrógeno) y es por lo tanto muy venenoso. Sólo calentando para descomponer y expulsar el ácido se hace comestible la carne del tubérculo. Muchos miembros hambrientos de bandas y tribus amazónicas deben haber perdido la vida antes de que se aprendiera a utilizar la mandioca.

No es sólo en estas regiones subdesarrolladas donde el método de ensayo y error ha revelado propiedades útiles de plantas y preparados vegetales. La medicina popular ha tenido gran importancia para la vida de las personas en todo el planeta. Naturalmente, no todas las recetas populares están justificadas, pero la ciencia moderna ha confirmado algunas de ellas. Como ejemplo citaré una experiencia de mi propio padre. Hijo de un guardabosques, cuando era todavía un muchacho y vivía en los bosques de hayas de lo que entonces era Austria oriental, cerca de la frontera rusa, se cortó accidentalmente con un hacha la última falange de un dedo. Entonces la cogió, la enjuagó un poco y se la volvió a colocar, envolviendo el dedo con una cataplasma hecha de miga de pan. Llevó la cicatriz circular durante el resto de su vida, pero la falange se mantuvo en su sitio. Esto sucedió muchos años antes de que la ciencia moderna reconociera las propiedades bacteriostáticas del moho del pan (Penicillium notatum), pues sin duda fueron estas propiedades las que salvaron el dedo de mi padre.

En el proceso adaptativo por el que los grupos humanos hacen estos descubrimientos útiles, las presiones selectivas tienen que haber traído consigo algunas cuestiones muy similares a las que se plantea la ciencia. ¿Sirve para algo este procedimiento? ¿Se puede comer esto tranquilamente? ¿Sanan las heridas envolviéndolas así? ¿Ayuda esta hierba a acelerar el parto cuando el niño se retrasa?

Los remedios populares que derivan de la magia simpática son otra cosa. Entre las pretendidas curas basadas en la similaridad hay una para la ictericia (en realidad un síntoma de enfermedad hepática) que consiste en mirar fijamente el ojo dorado de un alcaraván. Si mi padre hubiera probado esto, de poco le habría servido, fuera de algún ligero efecto psicosomático. En la evolución de la magia simpática, tan extendida entre los pueblos de la Tierra, las presiones selectivas, como ya hemos remarcado antes, eran en su mayoría muy diferentes de las que corresponderían a un éxito objetivo.

Pero aquellos pueblos no necesariamente trazaban una frontera clara entre la magia y el descubrimiento de usos reales de productos animales y vegetales. Los hechiceros no dejaban de ser hechiceros, aunque enseñaran al mundo moderno el empleo de materiales como la corteza de chinchona, de la que se extrae la quinina, un tratamiento contra la malaria. En las tradiciones culturales no siempre es fácil separar lo que se adapta fácilmente a las ideas modernas de lo que entra en conflicto con ellas.

La tensión entre ilustración y diversidad cultural

La tensión entre la universalidad soñada por la Ilustración y la necesidad de preservar la diversidad cultural continúa existiendo en nuestros días. En la discusión sobre el futuro del planeta, incluyendo los resultados de la investigación científica y tratando de reflexionar racionalmente sobre sus implicaciones, nos vemos obstaculizados por el predominio de la superstición. La persistencia de creencias erróneas contribuye a exacerbar la extendida y anacrónica incapacidad para reconocer los problemas urgentes a los que se enfrenta la humanidad en este planeta. Naturalmente, la ausencia de unidad filosófica y, especialmente, los particularismos destructivos de toda clase constituyen una seria amenaza. Tales particularismos se siguen manifestando en muchos sitios en forma de tribalidad, pero hoy día pueden relacionarse con diferencias de nacionalidad, lengua, religión o de otro tipo, a veces tan pequeñas que alguien ajeno a la cuestión difícilmente puede detectarlas, pero suficientes para dar lugar a rivalidades y odios mortíferos, especialmente cuando son explotados por dirigentes poco escrupulosos.

Pero, al mismo tiempo, la diversidad cultural es en sí misma una valiosa herencia que debería preservarse: esa torre de Babel de lenguas, esa confusión de sistemas religiosos y éticos, ese panorama mítico, esa mezcolanza de tradiciones políticas y sociales, acompañadas como están por tantas formas de irracionalidad y particularismo. Uno de los principales retos de la raza humana es reconciliar los factores universalizantes como la ciencia, la tecnología, la racionalidad y la libertad de pensamiento con los factores particularizantes como las tradiciones y creencias locales, así como las simples diferencias geográficas, de temperamento o de ocupación.

Cultura popular universal

La erosión de los modelos culturales locales en todas partes del mundo no es, sin embargo, resultado únicamente, ni siquiera principalmente, del contacto con los efectos universalizantes de la ilustración científica. La cultura popular es casi siempre mucho más efectiva a la hora de borrar distinciones entre lugares o sociedades. Los tejanos, las hamburguesas, la música rock y las series de televisión norteamericanas han estado propagándose por el mundo durante años. Por otra parte, las influencias universalizantes no pueden clasificarse simplemente como pertenecientes a la cultura científica o a la popular, sino que forman un continuo, un espectro de impactos culturales diferentes.

Ocupando una posición intermedia entre la cultura superior y la popular hay instituciones como la CNN (Cable News Network). En algunos lugares y en determinadas ocasiones, las emisiones de la CNN son una valiosa y oportuna fuente de imágenes memorables y de información razonablemente precisa que de otra manera sería inasequible. En otras situaciones parece representar una forma de diversión, parte de la cultura popular universalizante. En cualquier caso, los telediarios emitidos en todo el mundo y los diarios y revistas semanales que se publican en muchos países se consideran parte de la «explosión informativa» mundial, junto con la increíble proliferación de publicaciones periódicas y libros de carácter no literario, por no hablar del veloz crecimiento de las redes de correo electrónico y la explosión venidera de comunicaciones multimedia interactivas.

La explosión informativa (¿o desinformativa?)

Desafortunadamente, esta explosión informativa es en gran parte desinformativa. Todos estamos expuestos a enormes cantidades de material consistente en datos, ideas y conclusiones —en gran parte mal comprendidos o simplemente equivocados—. La necesidad de comentarios y reseñas más inteligentes es acuciante.

Debemos conceder más prestigio al acto creativo en sí, a la redacción de artículos y libros serios que distingan lo fidedigno de lo que no lo es y sistematicen y encapsulen, en la forma de teorías razonables y otras clases de esquema, lo que parece digno de crédito. Si un investigador o investigadora publica un resultado novedoso en las fronteras del conocimiento científico o el saber en general, puede obtener una recompensa en forma de cátedra o ascenso, aunque se demuestre después que el resultado era totalmente incorrecto. Ahora bien, dedicándose a poner en claro lo que otros han hecho (o a extraer lo que vale la pena de entre lo accesorio) es mucho menos fácil hacer carrera. Sería mucho mejor para la humanidad que la estructura de recompensas se modificase de manera que las presiones selectivas sobre las carreras favoreciesen el examen de la información tanto como su adquisición.

Tolerar la intolerancia: ¿Es eso posible?

¿Pero cómo podemos reconciliar el examen crítico de las ideas, incluso la identificación y clasificación del error, con la tolerancia —e incluso la celebración y preservación— de la diversidad cultural? Hemos discutido cómo cada tradición cultural específica incluye, en forma de motivos artísticos, ideas y creencias que definen y unifican las fuerzas sociales y son fuente de consuelo personal frente a la tragedia. Como hemos destacado, muchas de estas ideas y creencias serían etiquetadas como erróneas por la ciencia (o al menos no justificadas por la evidencia) mientras que otras representan preciosos descubrimientos sobre el mundo natural y sobre posibles formas de desarrollo humano individual y social (incluidas, quizá, la exploración de nuevos dominios de la experiencia mística y la formulación de escalas de valores que subordinen el apetito por los bienes materiales a otros más espirituales). La preservación de la diversidad cultural, sin embargo, tiene que superar de algún modo esa distinción. Los modelos o esquemas que son elementos de ADN cultural no son fácilmente clasificables entre los que vale la pena preservar y los que no.

Pero hay una dificultad aún más profunda. Muchos de los modelos locales de pensamiento y comportamiento están asociados no sólo con errores dañinos y particularismos destructivos, sino de modo específico con el hostigamiento y la persecución hacia aquellos que se adhieren a la cultura científica laica y universalizante, con su acento en la racionalidad y en los derechos humanos individuales. Y es precisamente en el seno de estas culturas donde es más fácil encontrar gente comprometida, por cuestión de principios, con la preservación de la diversidad cultural.

De algún modo, la especie humana tiene que encontrar maneras de respetar y beneficiarse de la gran variedad de tradiciones culturales y a la vez resistir las amenazas de desunión, opresión y oscurantismo que de vez en cuando representan algunas de estas mismas tradiciones.