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Esquemas adaptativos y no adaptativos

Una historia que el examen escéptico ha desacreditado por completo es la del «centésimo mono». La primera parte del cuento es verdad. Ciertos miembros de una colonia de monos de una pequeña isla japonesa aprendieron a limpiar de arena su comida lavándola en las aguas del lago que rodea la isla, y comunicaron su habilidad a los otros miembros de la colonia. Hasta aquí muy bien. Pero una leyenda New Age retoma estos hechos y va más allá, afirmando que, cuando el mono número cien aprende el truco, entonces, súbitamente y por algún proceso misterioso, todos los miembros de la especie, estén donde estén, adquieren la habilidad y comienzan a practicarla. Naturalmente, no hay ninguna evidencia creíble de nada de esto.

La parte verdadera de la historia es ciertamente interesante por sí misma, como ejemplo de transmisión cultural de un comportamiento aprendido en animales distintos del hombre. Otro ejemplo lo proporciona el comportamiento de los carboneros de ciertas poblaciones inglesas hace algunas décadas. Estos pájaros aprendieron a abrir las botellas de leche, y con el tiempo dicho comportamiento se extendió entre todos los miembros de la especie e incluso de especies próximas. La actividad física requerida para abrir los tapones estaba ya presente en el repertorio de movimientos de las aves; todo lo que tenían que aprender era que la botella de leche contenía una buena recompensa. Hay muchos otros casos conocidos de comportamiento animal novedoso transmitido de esta manera.

ADN cultural

Naturalmente, la transmisión cultural humana puede ser considerablemente más sofisticada. La explicación reside presumiblemente no sólo en la superior inteligencia, sino también en el carácter de las lenguas humanas, que permiten vocalizaciones arbitrariamente complejas. Gracias a tales lenguas, las sociedades humanas exhiben aprendizaje grupal (o adaptación de grupo, o evolución cultural) en un grado mucho mayor que las bandas de otros primates, manadas de perros salvajes o bandadas de aves. Este comportamiento colectivo puede analizarse hasta cierto punto reduciéndolo al de un conglomerado de individuos que actúan como sistemas complejos adaptativos. Ahora bien, como siempre, tal reducción sacrifica las valiosas intuiciones que pueden obtenerse estudiando el fenómeno en su propio nivel. En particular, una simple reducción a la psicología puede descuidar el hecho de que, además de los rasgos generales de los seres humanos individuales, hay una información adicional presente en el sistema que incluye las tradiciones específicas, las costumbres, las leyes y los mitos del grupo. Parafraseando a Hazel Henderson, todas estas cosas pueden contemplarse como «ADN cultural». Encapsulan la experiencia compartida de muchas generaciones y abarcan los esquemas de la sociedad, que funciona a su vez como un sistema complejo adaptativo. De ahí que el biólogo inglés Richard Dawkins haya acuñado el término «meme» para designar una unidad de información transmitida culturalmente, el análogo de los genes en la evolución biológica.

En realidad, la adaptación tiene lugar en tres niveles diferentes por lo menos, lo que a veces causa confusión en el uso del término. En primer lugar, tiene lugar cierta adaptación directa (como en un termostato o dispositivo cibernético) como resultado de la operación de un esquema dominante en una época particular. Cuando el clima se hace más cálido y seco, una sociedad puede tener la costumbre de trasladarse a las montañas. También puede recurrir a ceremonias religiosas para atraer la lluvia, bajo la supervisión de un sacerdote. Cuando su territorio es invadido por una fuerza enemiga, la sociedad puede reaccionar automáticamente refugiándose en un poblado bien fortificado y con una reserva de provisiones para resistir el asedio. Cuando un eclipse aterroriza a la gente, puede haber chamanes dispuestos con algún abracadabra apropiado. Ninguno de estos comportamientos requiere cambios en los esquemas dominantes.

El segundo nivel incluye cambios de esquema, competencia entre esquemas diversos y su promoción o degradación en respuesta a las presiones selectivas en el mundo real. Si las danzas de la lluvia no consiguen aliviar una sequía, el sacerdote de turno puede caer en desgracia y entrar en juego una nueva religión. En los lugares donde la respuesta tradicional al cambio climático es trasladarse a tierras más elevadas, un pobre resultado de tal esquema puede llevar a la adopción de otras prácticas, como nuevos métodos de irrigación o nuevos cultivos. Si la estrategia de retirarse a una fortaleza no consigue responder adecuadamente a una serie de ataques enemigos, la próxima invasión puede provocar el envío de una fuerza expedicionaria a tierras enemigas.

El tercer nivel de adaptación es la supervivencia darwiniana del más apto. Una sociedad puede simplemente dejar de existir como consecuencia de la incapacidad de sus esquemas para hacer frente a los acontecimientos. No necesariamente tiene que morir todo el mundo, y los individuos que queden pueden crear nuevas sociedades, pero la sociedad en sí desaparece, llevando sus esquemas a la extinción junto con ella. Ha tenido lugar una forma de selección natural en el nivel social.

No es difícil encontrar ejemplos de esquemas que llevan a la extinción. Algunas comunidades (como los esenios en la antigua Palestina y los shakers estadounidenses) han practicado la abstinencia sexual en el pasado, no restringiéndola a unos pocos monjes y monjas, sino haciéndola extensiva a todos los miembros de la comunidad. Con un esquema así, la supervivencia de la comunidad requiere que el número de conversos supere el de fallecimientos. No parece que esto haya sucedido. Los esenios desaparecieron y los shakers son en la actualidad muy escasos. En cualquier caso, la prohibición del comercio sexual es un rasgo cultural que ha contribuido de manera obvia a la extinción total o virtual de la comunidad.

El hundimiento de la civilización maya clásica en las selvas tropicales centroamericanas durante el siglo X es un notable ejemplo de la extinción de una cultura avanzada. Como indicábamos en el capítulo primero, las causas de este hundimiento son aún objeto de controversia; los arqueólogos tienen dudas acerca de los esquemas fallidos —los relativos a las clases sociales, la agricultura en la jungla, la guerra entre ciudades u otras facetas de la civilización—. En cualquier caso, se cree que mucha gente sobrevivió a la crisis y que algunos de los pueblos actuales que hablan lenguajes mayas en el área son sus descendientes. Pero las construcciones de piedra y el levantamiento de estelas para conmemorar fechas señaladas en el calendario maya tocaron a su fin, y las sociedades subsiguientes serían mucho menos complejas que las del período clásico.

En líneas generales, los tres niveles de adaptación tienen lugar en escalas de tiempo diferentes. Un esquema dominante vigente puede ponerse en acción en cuestión de días o meses. Una revolución en la jerarquía de esquemas suele ir asociada a una mayor escala de tiempo, aunque los eventos culminantes pueden tener lugar rápidamente. Las extinciones de las sociedades suelen abarcar intervalos de tiempo todavía más largos.

En las discusiones teóricas dentro de las ciencias sociales, por ejemplo en la literatura arqueológica, la distinción entre los diferentes niveles de adaptación no siempre está clara, lo que frecuentemente lleva a un alto grado de confusión.

La evolución de los lenguajes humanos

En el caso de los lenguajes, al igual que en el de las sociedades, la evolución, aprendizaje o adaptación tienen lugar de diversas maneras y en diferentes escalas temporales. Como ya hemos discutido, la adquisición del lenguaje por un niño representa la actuación de un sistema complejo adaptativo. En una escala de tiempo más larga, la evolución de los lenguajes humanos en el transcurso de siglos o milenios puede contemplarse como otro sistema complejo adaptativo. En una escala de tiempo de cientos de miles o millones de años, la evolución biológica dio lugar a la capacidad de los seres humanos (Homo sapiens sapiens) de comunicarse por medio de lenguajes de tipo moderno. (Todos estos lenguajes tienen ciertas propiedades comunes, como oraciones de longitud arbitraria, estructura gramatical elaborada y elementos gramaticales como pronombres, genitivos diversos, etc.)

Cuando se considera la evolución de la gramática, es importante tener en cuenta los diversos niveles de adaptación. Desde el trabajo pionero de Joe Greenberg, se ha acumulado una considerable cantidad de información sobre los rasgos gramaticales comunes a todos los lenguajes conocidos («universales») y aquéllos que aparecen en casi todos («cuasiuniversales»), Al considerar estos rasgos generales, es obvio que debe prestarse atención a los condicionantes fruto de la evolución biológica, neurológicamente preprogramados, señalados por Chomsky y su escuela. Pero también hay que considerar los resultados de la evolución lingüística al cabo de los siglos y los milenios, los cuales deben reflejar hasta cierto punto las presiones selectivas que favorecen los rasgos gramaticales aptos para la comunicación. Por último, puede haber accidentes congelados, «efectos fundadores» que se originan en la elección arbitraria de rasgos gramaticales de los lenguajes ancestrales de todas las lenguas modernas, y cuyas consecuencias persisten en todas partes hasta el día de hoy (recuérdese que en biología la asimetría entre moléculas dextrógiras y levógiras puede ser uno de tales accidentes congelados). En las discusiones sobre lingüística en el Instituto de Santa Fe, el énfasis se pone en la necesidad de incluir todas estas contribuciones en las tentativas de explicación de los rasgos gramaticales universales y cuasiuniversales.

Al estudiar la evolución de cualquier sistema complejo adaptativo, es esencial separar estos tres factores: las reglas básicas, los accidentes congelados y la selección de lo que es adaptativo. Y, por supuesto, las reglas básicas pueden aparecer como accidentes congelados cuando se contemplan en una escala cósmica de espacio y tiempo.

Adaptación versus adaptativo

La distinción de los diferentes niveles y escalas temporales de la adaptación deja todavía pendiente una serie de enigmas relativos al porqué los sistemas complejos adaptativos del tipo de las sociedades parecen tan a menudo quedarse bloqueados en esquemas no adaptativos. ¿Por qué no han desarrollado esquemas cada vez mejores y progresado hacia una adaptación cada vez mayor? Algunas de las razones ya han sido mencionadas en capítulos anteriores.

Las sociedades, al igual que otros sistemas complejos adaptativos, están a menudo sujetas a presiones selectivas no descritas de modo preciso por ninguna función de adaptación. Y la adaptación misma, como hemos visto, no es algo que simplemente aumente con el tiempo, ni siquiera cuando está bien definida. Además, no existe una correspondencia simple entre rasgos adaptativos y rasgos surgidos a través de las diversas formas de adaptación. Ninguna de estas cuestiones se restringe a las sociedades. Aparecen por doquier en biología y a veces de forma particularmente aguda en la experiencia de los seres humanos individuales. ¿Cuáles son algunos de los mecanismos que permiten la supervivencia de esquemas no adaptativos?

Esquemas no adaptativos: Presiones selectivas externas

Un mecanismo muy general para la persistencia de comportamientos aparentemente no adaptativos ha sido ya discutido con cierta extensión, especialmente en relación con el conflicto entre superstición y ciencia. Las presiones selectivas que afectan a la promoción y degradación de las teorías científicas tienen que ver principalmente con el éxito de estas teorías en la explicación coherente y la predicción correcta de los resultados de la observación, al menos cuando la empresa científica funciona adecuadamente. Cuando no es así es porque otras presiones selectivas, muchas de ellas producto de las debilidades humanas de los científicos, actúan con fuerza.

En el caso de la teorización supersticiosa, las presiones selectivas no científicas tienen un papel dominante. Recapitulemos las que ya hemos mencionado. Estas presiones selectivas incluyen el refuerzo de la autoridad de individuos poderosos y también el mantenimiento de la cohesión social, lo cual confiere una ventaja en la evolución de la sociedad. Por otro lado, la imposición de una estructura falsamente ordenada y regular sobre acontecimientos fundamentalmente aleatorios o hechos desconectados entre sí puede proporcionar cierto grado de consuelo; la ilusión de comprensión y, especialmente, de dominio mitiga el temor a lo incontrolable. Relacionada con ésta tenemos una presión selectiva muy general que hemos asociado con el lema del «esquema egoísta»: cualquier sistema complejo adaptativo ha evolucionado para descubrir patrones, por lo que un patrón constituye en cierto modo una recompensa en sí mismo.

El elemento común en todas estas presiones selectivas es que son en gran parte externas a lo que se considera adaptativo en ciencia, es decir, el éxito en la descripción de la naturaleza. También son en gran parte externas a lo que se considera adaptativo en ingeniería, es decir, el control de la naturaleza con algún propósito humano. Sin embargo, tales presiones selectivas tienen un papel crucial en la evolución del ADN cultural.

De aquí puede extraerse una lección general. El sistema objeto de discusión es definido a menudo de manera que no constituye un sistema cerrado. Presiones selectivas de gran importancia se ejercen desde el exterior. Un ejemplo simple lo encontramos en uno de los procesos que tienen lugar en la evolución de los lenguajes humanos. Supongamos que ciertas tribus o naciones que hablan lenguas diferentes entran en contacto y, al cabo de algunas generaciones, sobreviven con ciertas modificaciones algunas de las lenguas, mientras que otras se extinguen. Las desapariciones dependen menos de los méritos relativos de las diversas lenguas como instrumentos de comunicación que de consideraciones bien distintas, como el poder militar o el acervo cultural de las diferentes tribus o naciones. Éstas son presiones selectivas ejercidas fuera del dominio lingüístico.

En el dominio de la evolución biológica, donde la selección tiene lugar normalmente en el nivel fenotípico, puede haber, como ya hemos discutido, casos excepcionales en que actúe directamente sobre las células germinales: un «gen literalmente egoísta» que promueva la fecundación con éxito de un huevo por parte de un espermatozoide que lo porte, incluso aunque dicho gen pueda ser desventajoso, y hasta dañino, para el organismo resultante.

Lo que todos estos ejemplos sugieren es que la aparente persistencia de esquemas no adaptativos en los sistemas complejos adaptativos puede con frecuencia surgir simplemente de unos criterios demasiado estrechos en la consideración de lo que es adaptativo, teniendo en cuenta todas las presiones selectivas que actúan.

Presiones ejercidas por individuos influyentes

Al estudiar la evolución de las organizaciones humanas, no siempre es ventajoso considerar los miembros individuales de la organización como meros agentes genéricos simplificados. A menudo las decisiones particulares hechas por individuos concretos condicionan en gran manera la historia futura. Aunque puede ser que a largo plazo muchas de las consecuencias de tales decisiones demuestren ser aberraciones temporales que «se curan» con el tiempo, es imposible ignorar el hecho de que los individuos tienen importancia. De este modo el elemento de diseño entra en el cuadro. La carta magna de un estado o federación es redactada por individuos. Aunque muchos de los conflictos que surgen en su preparación representan la competencia entre intereses a gran escala, los compromisos específicos que resultan se fraguan entre hombres de estado particulares. Igualmente, una empresa la dirigen individuos, y el carácter e ideas del jefe o jefes (y a veces también de los otros individuos) tienen una importancia crítica en el éxito o fracaso de la misma.

Al mismo tiempo, una organización se comporta en muchos aspectos como un sistema complejo adaptativo, con esquemas y presiones selectivas. Una firma comercial funciona de acuerdo con una serie de prácticas y procedimientos, establece objetivos para sus diversos departamentos o divisiones, hace planes para el futuro y genera modelos mentales para el funcionamiento general de la empresa. Los modelos, junto con los objetivos, planes, prácticas y procedimientos, constituyen esquemas sujetos a presiones directas ejercidas por los ejecutivos a diversos niveles, desde el gerente hasta el capataz o el jefe de sección. Las auténticas presiones selectivas sobre la empresa en el mundo real tienen que ver, sin embargo, con los beneficios y con la supervivencia en el mercado. Es importante que los clientes se sientan atraídos y después satisfechos. En general, cuando las organizaciones se contemplan a la vez como sistemas complejos adaptativos y como escenarios para el ejercicio de las habilidades de gestión de los individuos, surge la cuestión de la relación entre las presiones de selección últimas que gobiernan la supervivencia de la organización y las presiones selectivas internas ejercidas por los ejecutivos individuales.

W. Edwards Deming, el estadístico norteamericano (con un doctorado en física) que asesoró a los japoneses en la reconstrucción de sus industrias tras la segunda guerra mundial, se convirtió en una especie de héroe nacional en Japón. Una década antes de su reciente fallecimiento a la edad de 93 años, fue por fin homenajeado en su país natal, donde sus ideas están ahora ampliamente extendidas y han sido adoptadas por muchas industrias. Quizá lo más conocido de él es su énfasis en la «gestión de calidad total». De las múltiples facetas de la gestión de calidad total, quizá lo más útil aquí sea citar sus restricciones a las presiones internas ejercidas por los ejecutivos, incluso los de categoría media. Son los ejecutivos quienes otorgan recompensas e imponen sanciones. Al crear incentivos para que los empleados actúen de determinada manera, afectan directamente algunos de los principales esquemas organizativos. Ahora bien, ¿están estos efectos directos en consonancia con las presiones selectivas ejercidas en el mundo real? ¿Son recompensados los empleados por actividades que de verdad llevan a la satisfacción del cliente o sólo intentan satisfacer los caprichos del jefe? ¿Se comportan los ejecutivos como un gen literalmente egoísta, influyendo directamente en la supervivencia del esquema de un modo que puede no favorecer la supervivencia del organismo?

Sistemas adaptativos con humanos en bucle

El caso de los ejecutivos en una empresa ejemplifica la situación más general de sistemas adaptativos con humanos en el bucle, sistemas sujetos a lo que a veces se llama evolución dirigida, en la que las presiones selectivas son ejercidas por seres humanos individuales.

Los casos más simples tienen que ver con la adaptación directa, sin esquemas variantes. Considérese el examen de un ojo por parte de un optometrista. Éste nos hace mirar con un ojo un panel con filas de letras acompañadas de lineas verticales y horizontales. El optometrista nos presenta una secuencia de elecciones binarias y, para cada par de imágenes, nos pregunta cuál de las dos es más clara. Al cabo de un rato se llega a la prescripción correcta para cualquier combinación de astigmatismo, miopía y presbicia que presente el ojo en cuestión. El esquema simple ojo-panel se ha ajustado por sí mismo a nuestro ojo.

Un ejemplo no tan trivial procede de la obra de Karl Sims, ahora en Thinking Machines, una compañía que diseña y fabrica computadores paralelos. Sims emplea una pantalla de ordenador de 256 × 256 puntos, cada uno de los cuales puede adquirir uno cualquiera de los colores del espectro. Especificando el color de cada punto se obtiene un patrón. El programa de Sims hace que el ordenador parta de un patrón particular y después genera un juego de variantes por medio de un algoritmo especial. La persona «en el bucle» escoge la que más le gusta. El ordenador ofrece después otro juego de variantes, y así sucesivamente. Al cabo de poco tiempo, el sistema converge hacia un cuadro que resulta atractivo para la persona involucrada. Me han contado que los resultados son a menudo extraordinarios, y que la participación en el proceso crea adicción.

Uno puede imaginar variantes de este método en las que el azar podría intervenir en el algoritmo que genera las opciones ofrecidas en cada etapa. O, lo que viene a ser lo mismo, el ordenador podría emplear un proceso pseudoaleatorio como parte del algoritmo.

En un simposio celebrado en el Instituto de Santa Fe, Chris Langton hizo una breve descripción del trabajo de Sims. Bob Adams, el arqueólogo secretario de la Smithsonian Institution, hizo notar que el algoritmo que gobierna el ofrecimiento de opciones podría él mismo estar sujeto a variación. Si es así, se convertiría en una clase de esquema, cada variante del cual podría contemplarse como un diferente proceso de búsqueda para escudriñar entre la enormemente larga lista de patrones posibles. El proceso de búsqueda particular adoptado (que puede o no incluir un elemento aleatorio) determinará, junto con los resultados de las elecciones hechas por el sujeto humano, el patrón que aparezca finalmente en la pantalla.

Los patrones podrían después ser transferidos a algún medio permanente y sujetos a presiones selectivas como, por ejemplo, la venta en el mercado o los comentarios de los críticos. Los programas que condujeran con más frecuencia (a través de sujetos humanos) a cuadros por los que se pagasen precios relativamente altos o comentarios relativamente favorables podrían ser promocionados, y los otros degradados. Igualmente, los gustos (conscientes o inconscientes) del sujeto humano podrían cambiar bajo la influencia de los precios o comentarios. El programa, el ordenador, el sujeto humano y el mercado o los críticos constituirían entonces un sistema complejo adaptativo con seres humanos en el bucle. De hecho, un sistema así constituiría una caricatura de cómo funciona a veces el proceso creativo de los artistas de verdad.

Todos estamos familiarizados con otro sistema complejo adaptativo que funciona de esta manera: la crianza de animales o el cultivo de plantas para uso humano. Ambas actividades han tenido un papel importante en la historia de la biología moderna. Darwin se refirió repetidamente a ellas en su Origen de las especies con el apelativo de «selección artificial», frente a la cual la selección natural era comparada y contrastada. Las leyes de la genética mendeliana fueron descubiertas por el monje Gregor Mendel a través del cultivo de guisantes. Además, con el cambio de siglo, por la misma época en que la obra de Mendel fue redescubierta y difundida por el mundo, el holandés de Vries, cultivando tulipanes, descubrió las mutaciones.

El criador ejerce presiones selectivas eligiendo para la reproducción posterior sólo algunos de los organismos producidos. Por supuesto, la selección natural interviene también, y muchos de los animales o plantas no consiguen sobrevivir o procrear por razones que no tienen nada que ver con la decisión del criador. El genoma es un esquema, como acostumbra a pasar en la evolución biológica, pero aquí la evolución es en parte dirigida, y los principios del criador también constituyen un esquema, aunque de una clase diferente.

Cuando un criador de caballos pone un animal a la venta o lo incluye en una carrera (o ambas cosas) sus métodos, en analogía con el programa de Karl Sims y las elecciones hechas por el sujeto humano, están siendo expuestos a las presiones selectivas del mercado y del hipódromo. Así, un sistema complejo adaptativo con una componente de evolución dirigida puede convertirse en parte de un sistema complejo adaptativo de orden superior, en el que el carácter de la dirección humana puede evolucionar a su vez.

Ahora bien, imaginemos un criador aficionado y rico al que no le preocupa si sus caballos ganan carreras o si alguien quiere comprarlos. En ese caso, en el contexto del sistema complejo adaptativo de orden superior, los resultados de los métodos de cría probablemente parecerán no adaptativos. Como los ejecutivos que ofrecen incentivos para un comportamiento que es improbable que atraiga o retenga a los clientes, un criador diletante como éste quizá obtenga una satisfacción personal, pero no está actuando como un hombre de negocios. Desde un punto de vista puramente empresarial, la cría es un fracaso, aunque pueda continuar.

Persistencia de esquemas no adaptativos: Ventanas de maduración

Los esquemas no adaptativos a veces persisten porque el tipo de adaptación relevante ha tocado a su fin, o casi. Los niños pequeños establecen relaciones con personas importantes en su vida: padres, padrastros, hermanos, niñeras, madres de los amigos, etc. Según el doctor Mardi Horowitz, las actitudes y comportamiento de un niño respecto a estas personas están gobernadas por un «esquema personal» relativo a la percepción infantil del individuo en cuestión. Al principio tal esquema está sujeto a variaciones, pero más tarde se hace muy resistente al cambio. A medida que el niño crece, estos esquemas personales pueden afectar profundamente la manera en que se relaciona con otras personas. Todos estamos familiarizados, por ejemplo, con adultos que mantienen una relación infantil paterna o materna con diversos sustitutos. A menudo los esquemas personales parecen ser claramente no adaptativos, y vivir conforme a ellos equivale a lo que suele llamarse comportamiento neurótico, notoriamente difícil de curar.

Una manera conveniente de considerar estas situaciones es en términos de «ventanas de maduración» en oposición a «plasticidad». Un ejemplo extremo de ventana de maduración es el fenómeno de la impronta, popularizado por Konrad Lorenz en su libro El anillo del rey Salomón. Un ganso salvaje recién nacido contemplará al primer animal grande que vea como su progenitor y lo seguirá a todas partes.

Si el animal es Lorenz u otro ser humano, entonces el ganso se verá a sí mismo como humano, y su capacidad para vivir como un ganso normal queda permanentemente comprometida. La ventana de maduración es el breve período tras el nacimiento en el que el ganso identifica a su «madre» y tras el cual dicha identificación queda fijada para siempre. El polluelo de ganso típico ve a su verdadera madre bien pronto, y el programa genético de la impronta es entonces exitoso desde el punto de vista fenotípico. Para el raro polluelo de ganso que adopta como madre a un etólogo como Lorentz, es obvio que el programa es un fiasco. En tal caso el esquema de aprendizaje proporcionado por la impronta no es adaptativo para el individuo implicado. Pero, dado que este esquema funciona bien para la mayoría de individuos, los esquemas genéticos que determinan la impronta no han sido eliminados en el curso de la evolución biológica. Por otra parte, dado que han sobrevivido, los esquemas genéticos responsables de las ventanas de maduración deben conferir alguna ventaja de tipo general. Esta ventaja presumiblemente tiene que ver con la posibilidad, una vez cerrada la ventana, de dejar dispuesta la maquinaria para la adquisición de nueva información.

En los seres humanos también existen ventanas de maduración. Por ejemplo, algunos bebés nacen con problemas visuales que deben corregirse pronto antes de que se hagan irreversibles (al menos mientras no se descubra algún tratamiento eficaz). En otros casos, por así decirlo, las ventanas no son absolutas. Las consecuencias de diversas formas de negligencia en períodos cruciales de la infancia y la niñez pueden ser serias si no se hace nada para remediar el daño, pero en condiciones adecuadas las posibilidades de recuperación pueden ser significativas. Esto es lo que se conoce como «plasticidad», la capacidad del sistema nervioso para reorganizarse de manera que patrones de conducta que de otro modo persistirían indefinidamente puedan de hecho cambiarse.

Un tema capital en política ciudadana, particularmente en los Estados Unidos, es saber hasta qué punto los déficits en la capacidad de aprendizaje adquiridos antes de los dos años y medio pueden remediarse mediante programas como Head Start, que proporciona a los niños una ayuda especial durante aproximadamente los siguientes dos años y medio. Algunos investigadores proclaman que una ventana de maduración temprana tiene aquí un papel crucial, y que los programas terapéuticos en edades posteriores no son ni mucho menos tan efectivos a largo plazo como el mejoramiento del entorno de los bebés. Otros sostienen que han demostrado que existe suficiente plasticidad en este caso para permitir una reversión sustancial y a largo plazo de los déficits de aprendizaje mediante intervenciones del tipo del Head Start, siempre y cuando se lleven a cabo con suficiente intensidad y duración (lo que no siempre es así).

Sea como fuere, se sabe que para la adquisición de un primer lenguaje los primeros años de la vida son críticos. Los pocos casos conocidos de niños criados con escaso o nulo contacto con el lenguaje humano indican que la maquinaria innata para adquirir la gramática de un lenguaje deja de ser efectiva. Parece ser, pues, que hay implicada una verdadera ventana de maduración.

Persistencia de esquemas no adaptativos: Escalas temporales

Una de las razones más comunes, y quizá la más simple, de la existencia de esquemas no adaptativos es que alguna vez, en condiciones que han dejado de prevalecer, fueron adaptativos. El entorno del sistema complejo adaptativo ha cambiado más rápidamente de lo que el proceso evolutivo puede responder (las ventanas de maduración son, en cierto sentido, un ejemplo extremo de tal desajuste de escalas temporales).

En el dominio del pensamiento humano, a menudo ocurre que nos enfrentamos a una situación rápidamente cambiante que supera nuestra capacidad para modificar nuestros esquemas mentales. Gerald Durrell, el fundador del zoo de la isla de Jersey, autor de tantos libros encantadores sobre sus expediciones en busca de animales raros, suele contar lo que le ocurrió una vez cuando sostenía cierta serpiente del África oriental en sus manos. No estaba tomando precauciones especiales porque «sabía» que la serpiente pertenecía a una especie ciega no peligrosa (como las culebras ciegas europeas). Súbitamente la serpiente abrió los ojos, pero Durrell no reaccionó con la suficiente rapidez ante la nueva información de que la serpiente pertenecía a una especie desconocida para él y posiblemente peligrosa. De hecho resultó ser venenosa, y Durrell fue mordido y estuvo a punto de morir.

Más que cambiar nuestro modo de pensar, tendemos a agarramos tenazmente a nuestros esquemas e incluso a distorsionar la nueva información para hacerla encajar en ellos. Hace muchos años, dos físicos del Centro de Física de Aspen pasaron la mañana escalando en las montañas de la región de Maroon Bells Wilderness. En el descenso, perdieron de vista sus marcas y fueron a parar a la cara sur de las montañas en vez de la cara norte, la más cercana a Aspen. Miraron el paisaje por debajo de ellos y vieron lo que identificaron como Crater Lake, que habrían tenido que divisar en el camino de vuelta a casa. Uno de ellos, sin embargo, reparó en que había un embarcadero que no estaba antes en el lago. El otro replicó: «Deben de haberlo construido después de pasar nosotros esta mañana». Esta desesperada defensa de un esquema fallido resultó ser, no hace falta decirlo, incorrecta. Los dos físicos estaban contemplando Avalanche Lake, y les llevó un par de días regresar a casa.

Caer en la cuenta de que la serpiente, una vez comprobado que no era ciega, podía ser venenosa se ajusta a nuestra descripción de tener una idea creativa en la vida diaria, escapando de una cuenca de atracción a otra. Y también pensar que era improbable que el lago, con su embarcadero, fuese Crater Lake y por lo tanto estaba en otra parte de las montañas. La presente discusión subraya el hecho de que el proceso de generación de tales ideas puede, en muchos casos, ir con retraso respecto de su necesidad.

Es notorio que las empresas a menudo tienen problemas para ajustar lo bastante deprisa sus prácticas a las condiciones cambiantes del mercado. Ahora mismo, en los Estados Unidos, la reducción de los presupuestos militares supone que las industrias hasta ahora dedicadas principalmente a la defensa tienen que darse prisa en encontrar clientes civiles. Las concepciones comerciales de muchas de estas industrias se han formado a lo largo de décadas de trato con las fuerzas armadas y las agencias gubernamentales relacionadas. El esquema dominante para la venta de un producto puede ser almorzar con un almirante, una táctica no necesariamente ganadora en la competencia civil. Por otro lado, los mecanismos para modificar tales esquemas y responder a las presiones selectivas a menudo necesitan muchos años para entrar en funcionamiento, mientras que la demanda de sistemas de defensa puede reducirse drásticamente en un año o dos. Si los antiguos ejecutivos (u otros nuevos que los reemplacen) no introducen nuevos mecanismos con un tiempo de respuesta menor, las perspectivas para sus empresas son poco optimistas.

El reto que representan unas circunstancias que cambian más rápidamente de lo que un determinado proceso evolutivo puede responder tiene una influencia profunda en las perspectivas para la biosfera y para la totalidad del género humano. La evolución cultural humana, especialmente a través de los avances en el terreno tecnológico, ha hecho posible en un breve lapso de tiempo una extraordinaria expansión de la población humana y de la capacidad de cada persona para afectar de modo adverso a otras personas y al medio ambiente. La evolución biológica, tanto en los humanos como en otros organismos, no puede seguir el ritmo. Nuestro propio esquema genético refleja en gran parte el mundo de hace 50 000 años y no puede, a través de los mecanismos normales de la evolución biológica, experimentar cambios importantes en unos pocos siglos. Igualmente, los otros organismos y las comunidades ecológicas al completo no pueden evolucionar con la suficiente rapidez para afrontar los cambios acarreados por la cultura humana.

La deducción es que el cambio cultural en sí mismo es la única esperanza para hacer frente a las consecuencias de una población humana gigantesca armada de una poderosa tecnología. Se requiere tanto una cooperación (junto con una competencia saludable) como una previsión sin precedentes para gestionar sabiamente las capacidades humanas. La necesidad de cooperación y previsión será incluso mayor si, para tratar algunos de los problemas más urgentes, la confianza se deposita en las transformaciones artificiales de seres humanos y otros organismos, por medio de futuros avances en ingeniería genética y otras técnicas.

Dada la inmensa complejidad de las numerosas cuestiones interrelacionadas que ha de afrontar la humanidad, la previsión exige identificar y recopilar grandes cantidades de información relevante, vislumbrar, gracias a esa información, las opciones ofrecidas por las ramificaciones alternativas de la historia futura, y seleccionar con juicio simplificaciones y aproximaciones que no sacrifiquen la representación de cuestiones cualitativas críticas, especialmente cuestiones de valores. La asistencia de ordenadores poderosos es esencial para la visión de futuro, pero no debemos dejar que su empleo desvíe la formulación de problemas hacia lo cuantificable y lo analizable a expensas de lo importante.

En este punto es conveniente echar una ojeada a los modelos simplificados de problemas complejos que los ordenadores pueden suministrar. Los ordenadores, actuando como sistemas complejos adaptativos, pueden servimos tanto aprendiendo como adaptándose, y modelando o simulando sistemas reales que aprenden, se adaptan o evolucionan.